Las similitudes entre el eurasianismo y el tradicionalismo
El eurasianismo ruso, como corriente filosófica y política específica, surgió en el contexto filosófico y cultural de la Edad de Plata, en el cual era muy común apelar por un “regreso a Oriente”. Por ejemplo, las preocupaciones y reflexiones de Soloviev sobre la dimensión “escita” y “oriental” de la identidad rusa terminaron por cuajar en la corriente literaria del “escitismo”. Algunas de las figuras literarias de la Edad de Plata, como A. Blok (quien escribió el texto Los escitas), vieron en la revolución de 1917 un regreso a los fundamentos de esta identidad oriental rusa. Fue durante esos mismos años que el eurasianismo surgió con la publicación de Yesenin de su Pugachev.
Estas ideas filo-orientales fueron una continuación de las tradiciones de los narodniki y los eslavófilos rusos. Además, debemos tener en cuenta que en Occidente también se manifestó un interés explicito por las culturas orientales a finales del siglo XIX y principios del XX, interés que duró hasta la Primera Guerra Mundial. Por otro lado, muchos círculos intelectuales europeos sentían aversión por la cultura racionalista, capitalista y disoluta del Occidente moderno. La conmoción que creo el fracaso de la idea de progreso, empantanada en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial, creo la necesidad de buscar alternativas a la misma. La Ilustración europea creo la imagen de “Oriente” como un “Otro”: Europa percibía a Oriente como un ente “atrasado” y lleno de cualidades que debía eliminar de sí misma; Oriente era el representante de la Tradición (religiosa o jerárquica), la sensualidad (opuesta al racionalismo) o la intuición (enemiga de la ciencia) que la Modernidad europea esperaba dejar atrás. En conclusión, Occidente proyectó en el “Otro” (Oriente) todas aquellas cualidades que rechazaba el paradigma dominante de la Modernidad, por lo que los tradicionalistas occidentales que veían en Oriente una alternativa no solo buscaban descubrir otro mundo, sino también recuperar aquellas ideas que Occidente había negado en su interior. Estas ideas también permearon la cultura vanguardista interesada en los “filósofos de la sospecha” como Freud y Nietzsche.
El “orientalismo” de los movimientos culturales, religiosos y ocultistas europeos de antes y después de la Primera Guerra Mundial es bastante conocido. El dadaísta Hugo Ball redescubrió a Dionisio Areopagita. Gustav Klimt se inspiró en el arte bizantino. Las obras de W. B Yeats y C. Williams en Gran Bretaña retrataron a Bizancio de forma positiva, mientras que en los Balcanes (Hungría, Rumanía y Bulgaria) el “bizantinismo”, el “turanismo” y el “titanismo balcánico” eran considerados como alternativas a Occidente. Otros personajes que se vieron influidos por este orientalismo fueron los Roerich, el barón Ungern (con sus ideas de una misión purificadora de los pueblos asiáticos) o el polaco Stanisław Ignacy Witkiewicz, que en su novela Insaciabilidad considera que la elección de Polonia por el catolicismo romano fue un error fatal. Soloviev esperaba con ansia la llegada de las hordas chinas venidas de las profundidades de Asia y Feliks Koneczny llama al régimen de Pilsudsky un ejemplo de la civilización “turaniana”. Oswald Spengler publicó entre 1918-1922, más o menos al mismo tiempo que los euroasiáticos, los volúmenes 1 y 2 de La decadencia de Occidente, donde sostenía que la cultura del futuro sería la rusa. No se trata de simples coincidencias, sino de un intento del espíritu europeo de superar el proceso de modernización de sus sociedades y buscar alternativas.
Resulta paradigmático que René Guénon publicará la primera obra del tradicionalismo – Introduction générale à l'étude des doctrines hindoues, dedicada al estudio de las metafísicas orientales – en 1921, el mismo año en que los eurasiáticos publicaron su manifiesto de Éxodo al Oriente. Posteriormente, René Guénon formularía sistemáticamente su crítica a la civilización universalista y materialista occidental en su libro de 1924 Oriente y Occidente, en donde sostendría que el Occidente moderno es una “civilización anormal”. No obstante, el mismo Guénon reconoce que todos sus ataques contra el universalismo y la cultura occidental, además de su deseo de regresar a “Oriente”, ya se encontraban en su primer libro.
Habiendo analizado todo lo anterior, podemos concluir que el eurasianismo y el tradicionalismo, así como otras muchas corrientes ideológicas y fenómenos culturales que se dieron durante el período histórico que hemos detallado, partían de ideas muy parecidas y llegaron a las mismas conclusiones. Es por esa razón que pensamos que la convergencia entre el neo-eurasianismo y el tradicionalismo actual no es una coincidencia o el resultado de simpatías o antipatías individuales, sino el acercamiento de dos corrientes que compartían una interpretación crítica de la “Modernidad” y “Occidente”.
Ahora bien, pasemos a analizar las ideas de Rustem Vakhitov (1), quien detesta a Dugin. Es interesante como muchos académicos, incluso aunque tengan títulos universitarios, son tan analfabetos. Vakhitov afirma que Dugin “no es uno de los herederos” del eurasianismo debido a que en su filosofía no desarrolla el concepto de “personalidad sinfónica”. ¿Acaso la personalidad sinfónica fue el único tema que desarrollaron los eurasianistas? ¿O acaso las tesis de Trubetskói sobre la diversidad cultural, el progreso y el chovinismo occidental no aparecen en libros como Europa y la Humanidad? Y ni hablar de como los estructuralistas reconocieron la influencia directa en sus teorías de Trubetskói y Jakobson. Vakhitov incluso va tan lejos como para decir que Dugin tampoco sigue la “filosofía de la historia que estos desarrollaron”, pues los eurasianistas defendían que “Rusia no es Europa”. Dugin afirma lo mismo, pero no por eso rechaza dialogar con quienes se oponen a Occidente en otras partes del mundo según sus propias premisas.
Vakhitov también dice que “en los escritos de Dugin nunca se encuentran términos usados por los eurasianos como ‘lugar de desarrollo’, ‘isoterma negativa’, etc., sino ideas sacadas de Mackinder y Haushoffer”, lo cual es una flagrante tergiversación de la verdad, ya que en sus obras Fundamentos de geopolítica, Geopolítica y el tercer volumen de Noomajía sobre el Logos ruso, tiene partes enteras dedicadas al eurasianismo y utiliza la terminología desarrollada por Savitski y Trubetskói. O cuando dice que “la exaltación de Dugin del Imperio, los caudillos, el César o la monarquía no tienen nada que ver con las teorías políticas del eurasianismo. Los eurasianos eran republicanos y despreciaban la monarquía (Alekseev la consideraban como una institución pagana y no cristiana)”. Es verdad que el eurasianista Alekseev fue un duro crítico de la monarquía josefinista y defendía “el ideal de un Estado de derecho según las ideas de Nil Sorski” (un mito historiográfico creado por Vassian Patrikeiev quien atribuía tales doctrinas heréticas a los staretz que seguían a Nil). Es necesario deshacer este mito historiográfico y revisar la historia de tal movimiento, por lo que el neo-eurasianismo es simpatizante del josefinismo. Además, Alekseev sostiene que “el futuro Estado de Derecho ortodoxo debe combinar un poder firme (el principio de la dictadura) con un gobierno del pueblo (el principio de libertad) junto con el servicio por la verdad”, todo lo cual es coherente con la idea del “caudillo y el César”. Por otro lado, el mensaje que comenta Vakhitov asegura que “Rusia es un imperio y una unión de pueblos en la cual el nacionalismo es destructivo”. Si tomamos este pasaje en serio, entonces según la lógica de este crítico Alekseev no sería uno de los fundadores del eurasianismo porque escribió a favor del “Imperio”.
Tampoco son ciertos los comentarios de Vakhitov sobre que Dugin “no le interesa la historia de los ‘rusos asiáticos’ (como sí le interesaba a Trubetskói, Savitski y Vernadski)”, pues dedicó dos volúmenes de Noomajía a ese tema: “El Logos de Turán” y “Horizontes de las civilizaciones de Eurasia”. Resultan ridículas sus afirmaciones de que Dugin “no conoce ni un solo idioma oriental (según Wikipedia, habla inglés, alemán, francés, español, italiano y portugués)”. Un filósofo serio sabe que Wikipedia no es una fuente confiable y que no puede tomarse como objetiva. Por otro lado, el hecho de que una persona conozca tal o cual idioma no puede ser usado para atacar la tradición o cosmovisión a la que pertenece. Existen muchos otros críticos que sostienen que Dugin nunca habla de la sofiología, la omnisciencia y muchos otros términos que desarrolló el eurasianismo. Todo esto es falso, ya que el último de los volúmenes de Noomajía dedicado al “Logos ruso” (“El rol que la sofiología ha jugado en la filosofía rusa”) se dedica a estudiar este tema. También el libro Martin Heidegger y la posibilidad de una filosofía rusa aborda esta cuestión. Por último, el uso de términos como “ultraderecha” no son más que intentos de relacionar el pensamiento de Dugin con el “fascismo”, haciendo que todo debate serio sea imposible.
Notas:
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera