La guerra y la paz

01.04.2022

La acusación de que Rusia es un país “agresivo” que “librar una guerra injusta contra otro Estado” y que “viola el derecho internacional” es bastante común en estos días. Sin embargo, el meollo del asunto es que Rusia es considerada un “agresor” por los medios de comunicación”.

Si queremos entender la razón de estas críticas, primero debemos entender que existen dos paradigmas para comprender la guerra y la paz en el ámbito de las relaciones internacionales: el realismo y el liberalismo. El realismo considera que el estado natural de las relaciones internacionales entre las naciones es la guerra y que es imposible abolirla mediante un decreto: los Estados hacen la guerra y continuaran guerreando porque esa es la esencia de la naturaleza humana ya que vivimos en un mundo pecaminoso y corrupto. En cambio, el liberalismo cree que la guerra puede ser abolida y que el estado natural de las relaciones internacionales entre las naciones es la paz, la cual puede ser reafirmada por medio de la democratización universal, el triunfo de las ideas liberales y la creación de un “gobierno mundial”.

El enfoque realista dominó las relaciones internacionales hasta la Paz de Versalles de 1919. Hasta entonces la guerra, incluida la guerra ofensiva, era consideraba como un derecho soberano de todas las naciones. Eso llevó a Clausewitz a decir que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”. Algunos teóricos incluso trataron de distinguir entre la guerra “justa” y la guerra “injusta”. De todos modos, muchas de las guerras que hoy clasificaríamos como “de agresión” eran consideradas como “justas” hasta ese momento.

Fueron los juristas liberales anglosajones quienes comenzaron a denunciar las guerras “de agresión”, algo que quedó consignado en el Tratado de Versalles cuando Alemania fue considerada como un país agresor que tenía la culpa de todo lo que había pasado. Después de eso se creó la Sociedad de Naciones como un prototipo de lo que sería un futuro gobierno mundial. La URSS o, más bien, Tatiana Maksimovna Litvinova (una comisaría del pueblo conocida por sus posiciones probritánicas y proestadounidenses) contribuyó a fundar esta organización. Litvinova definió la “agresión” como la “declaración de guerra contra otro estado”, pero la URSS fue expulsada de la Sociedad de Naciones debido a su declaración de guerra contra Finlandia.

En 1945 el Tribunal de Núremberg y posteriormente la Carta de la ONU introdujeron dentro del derecho internacional los “crímenes contra la paz” (concepto desarrollado por el jurista soviético Aron Tranin con el apoyo de los británicos y los estadounidenses). Podríamos decir que esto llevó al triunfo del paradigma liberal a nivel mundial: la paz es el estado natural de las relaciones internacionales y cualquier intento de socavarla es considerado como un acto antinatural o un crimen cuyos responsables deben ser castigados. No obstante, la ONU siempre fue una especie de institución donde convivieron el paradigma liberal y el realista. El artículo 39 de la Carta de la ONU dice que “toda amenaza contra la paz, todo resquebrajamiento de la misma o agresión” será juzgado por el Consejo de Seguridad de la ONU. El problema radica en que los cinco países que lo componen tienen el poder de vetar esta decisión y no pueden ser acusados de agresión por sus pares. Es por esa razón que Rusia no puede ser considerada una nación agresora ya que tendría que acusarse a sí misma de cometer semejante acto. Además, no existen otros mecanismos a los cuales recurrir y las decisiones de la Asamblea no son vinculantes.

Por otro lado, podríamos preguntarnos: ¿se ha podido eliminar la guerra declarándola como acto de “agresión”? Para nada, pues los Estados ahora justifican las guerras denominándolas como actos de “autodefensa”, “operaciones de paz”, “lucha contra el terrorismo” o “intervenciones humanitarias” mientras siguen practicando las máximas de Clausewitz. Además, los defensores de la “guerra justa” consideran que una invasión que tenga como fin “derrocar a un tirano” no es una guerra “de agresión”, algo que demuestra una gran ceguera ideológica si tenemos en cuenta las razones por las que se invadieron Yugoslavia e Irak.

Los Estados siguen comportándose según los principios del realismo, pero se justifican utilizando la retórica del liberalismo. Ahora bien, o seguimos comportándonos de forma anormal culpándonos entre nosotros sobre quien “empezó” todo y, por lo tanto, quien es el “agresor”; o admitimos que la guerra es un fenómeno complejo cuya responsabilidad (no culpa) es producto de las decisiones de muchos actores, incluso de los que no participan directamente en ella. La guerra como fenómeno no puede prohibirse mediante un decreto, pero si podemos prevenir o evitar que estallen ciertas guerras comprendiendo que debe existir un equilibrio de poder e interés entre todos los actores armados. La responsabilidad no sería solo de quien “empezó”, sino también de quien promovió una determinada guerra.