Entrevista a Guillaume Travers sobre Werner Sombart: ¿sigue siendo un pensador actual?
Werner Sombart vuelve a ser actual en Francia gracias a las publicaciones y traducciones que usted ha hecho. ¿A qué se debe este renovado interés por su obra, hasta ahora tan olvidada?
Hace exactamente un siglo Sombart era considerado como uno de los pensadores más destacados de Europa. Fue él quien popularizó el término “capitalismo” en el mundo académico a partir de 1902 y escribió varias obras explicando los orígenes y el auge de este sistema. En las primeras décadas del siglo XX también se le consideraba como uno de los padres fundadores de la sociología, junto con Max Weber. Desgraciadamente, su obra ha caído en el olvido, entre otras cosas por las acusaciones infundadas de que colaboró con el Tercer Reich. Sin embargo, es una obra que proporciona claves muy importantes para entender el mundo contemporáneo; personalmente, me ha dado mucho de que pensar sobre el capitalismo, la burguesía, el socialismo y los valores heroicos. Como se trata de una obra bastante complicada, a veces puede resultar difícil de abordar. En mí ensayo sobre “¿Quién soy yo?” he querido dar las claves fundamentales para la lectura de su obra.
¿Cuál era la relación de Sombart con Marx?
Sombart fue un ávido lector de Marx desde que el capitalismo era uno de sus principales problemas de estudio. En numerosas ocasiones él mismo se declaró como un discípulo y admirador de Marx, el cual murió en 1883 cuando Sombart tenía 20 años. No obstante, también criticó muchas de sus ideas, especialmente su materialismo: Marx creía que el capitalismo era ante todo un fenómeno cuya naturaleza era material y se expresaba en relaciones entre las clases sociales, los propietarios del capital y los trabajadores, el desarrollo técnico, etc., mientras que Sombart consideraba que el capitalismo era ante todo un fenómeno espiritual (Geist), ya que nos convertimos en capitalistas desde el momento en que nuestros valores cambian y comenzamos a ver el mundo exterior desde una perspectiva utilitarista y pensamos únicamente en como obtener beneficios de él. Este cambio de perspectiva tiene implicaciones muy importantes pues para Sombart no basta con “hacer la revolución” en el plano material, sino que es preciso cambiar nuestra mentalidad y ¡empezar a ver el mundo a través de otros valores! Además, diría que Sombart es un crítico del internacionalismo defendido por Marx, ya que cada pueblo tiene su “espíritu” propio que debe ser respetado por el socialismo. Es por eso que fue un defensor de un “socialismo alemán” y no de un socialismo internacionalista.
A Sombart le fascinaban los momentos de transformación y el cambio de las sociedades. ¿Qué ruptura con el pasado dio nacimiento al capitalismo?
Esta pregunta es a la vez una de las más ricas de la obra de Sombart y quizás la más decepcionante de estudiar para cualquier neófito. ¿Por qué? Porque Sombart nunca sucumbe a la tentación de realizar un análisis unidimensional de este fenómeno. Jamás se encontrará en sus libros “la” causa del capitalismo ni su “fecha de nacimiento”. En lugar de eso nos ofrece una serie de hipótesis fascinantes. Sombart nos dice que se dio un cambio importante en la década de 1750 con el hecho de que se empezará a usar carbón en la industria, pero sus análisis se remontan mucho más atrás en el tiempo. Como hemos dicho, el capitalismo es ante todo un “espíritu” que predispone a ver el mundo únicamente a través del prisma del materialismo, el beneficio, el cálculo y la racionalidad instrumental. Todo lo que impulsa a las personas hacia este espíritu del capitalismo es, por lo tanto, una de sus “causas”. Entre los ejemplos que cita Sombart figuran el desarraigo provocado por las migraciones, el judaísmo, el triunfo del pensamiento abstracto (en particular, la contabilidad por partida doble), el auge de los Estados centralizados y la guerra, el lujo, los grandes descubrimientos, etc.
Las reflexiones de Sombart sobre el lujo y la transformación de las relaciones amorosas son fascinantes. ¿Cómo se convirtieron estas nuevas pasiones en una palanca que nos hizo pasar de sociedades orgánicas tradicionales hacia sociedades capitalistas?
Sombart constata que a partir del siglo XII se produce una transformación progresiva de las relaciones amorosas y, más ampliamente, de las relaciones entre hombres y mujeres. El proceso duró varios siglos – podríamos decir que se prolongó hasta nuestros días –, pero hubo ciertas constantes: las mujeres adquirieron cada vez más importancia y las relaciones entre hombres y mujeres se volvieron más sensuales, lo que significó que las mujeres eran cada vez más valoradas por los placeres que proporcionaban. Y así, después de varios siglos, empezó a surgir lo que podríamos llamar una “economía del placer femenino” donde una proporción cada vez mayor de los recursos obtenidos se desviaba hacia la satisfacción de estos placeres. Este cambio se produjo en primer lugar en las cortes principescas y papales, donde el mantenimiento de varias amantes era algo habitual, y donde el gasto en cada una de ellas alcanzó proporciones considerables. Este proceso condujo al desarrollo de un nuevo tipo de lujo, ya que el lujo tradicional era de carácter público y colectivo (por ejemplo, la organización de torneos o banquetes), mientras que el lujo moderno era más bien privado y se centraba en el placer. Con el tiempo, este lujo erosionó profundamente las jerarquías sociales tradicionales. Por ejemplo, si un burgués recién enriquecido disponía de más medios para mantener una “corte” que un viejo aristócrata, ¿cuál de los dos tomaría tarde o temprano el relevo del otro? En una palabra, podemos decir que, a través de las mujeres, el lujo ha terminado por demoler las viejas jerarquías sociales y, con el triunfo del lujo, el utilitarismo y el materialismo vulgar lo corroyeron todo.
¿Cómo definiría el “socialismo alemán” que Sombart defendió en la década de 1930?
Para Sombart toda alternativa al capitalismo sólo puede ser viable si respeta el espíritu del pueblo. El “socialismo alemán” era, por lo tanto, un socialismo conforme al espíritu alemán. En primer lugar, es una auténtica “tercera vía” entre el capitalismo y el socialismo marxista. A los ojos de Sombart el socialismo de Marx era profundamente materialista. El socialismo alemán del que hablaba Sombart era, en cambio, de carácter “espiritual”: él afirmaba que existían valores “heroicos” mucho más importantes que los valores materiales. Sombart fue mucho más preciso en ese sentido, pues su socialismo era específicamente alemán y tuvo que preguntarse qué era exactamente el espíritu alemán. Él intentó esbozar muchos de estos rasgos alemanes de la siguiente manera: un país profundamente marcado por su relación con la tierra, por las estructuras comunitarias, por una ética del honor, etc. El socialismo debía ajustarse a estos rasgos mediante la exaltación de valores “prusianos”.
Sombart sostiene que el capitalismo estaba llegando a su fin en la década de 1920. ¿Cuáles son los puntos débiles de este sistema que pueden impedirle renovarse ad infinitum?
Cuando estalló la crisis de 1929, muchos creyeron asistir a la crisis final del capitalismo. Sombart era un poco más circunspecto, aunque esperaba que esto se convirtiera en una oportunidad para cambiar el sistema. Una de las predicciones que hizo en su momento me parece muy clarividente: dijo que el capitalismo de su tiempo ya no tenía nada del espíritu original del capitalismo. El espíritu capitalista original era emprendedor, aventurero, movido por el gusto por el riesgo. En cambio, las grandes empresas de su época eran monstruos muy cautelosos, una especie de burocracias privadas. Esto me parece bastante clarividente, pues todavía vivimos en esa realidad: la mayoría de las personas que se incorporan a las grandes empresas no lo hacen para ser emprendedores, sino para “gestionar” lo que ya existe y disfrutar de las pocas rentas que esto conlleva. Por desgracia, esta evolución no basta para acabar con el capitalismo. Sombart también contemplaba la posibilidad de que las crisis ecológicas, en este caso el agotamiento de los recursos de carbón, acabaran con el capitalismo. En aquella época no tenía mucha fe en ello y le despertaba mucho entusiasmo los experimentos que en ese entonces se hacían con las energías renovables, entre ellas la solar. Eso fue hace un siglo y la cuota de la energía solar en nuestro consumo energético apenas ha aumentado desde entonces. En este punto, es posible que Sombart se equivocara y que precisamente este problema cause el fin del capitalismo.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera