Estados unidos, en jaque y la pugna hegemónica entre los centros del poder mundial

20.04.2019

“Si he podido ver más allá es porque me encaramé a hombros de gigantes”, aforismo atribuido a Isaac Newton, pero el lingüista, escritor y filósofo italiano Umberto Eco (1932-2016), en su compilación de ensayos A hombros de gigantes (2009), rastrea hasta Prisciliano en el siglo IV, porque habla de “enanos y gigantes”, lo que no descubre (¡claro que no!) es si se trata de los descritos en la Biblia (Reina Valera: Génesis 6-4).

¿Qué es lo que está cambiando la distribución del poder imperial a escala mundial? ¿Será tanto el desprecio como la debacle funcional de la globalización, y el neoliberalismo tras ella? ¿Es el resurgimiento de Rusia como potencia al estilo de la guerra fría de la URSS, a lo que le temen los países de Occidente? ¿Acaso la pretendida neoGuerra Fría que ha estado promoviendo en todos los foros su titular Jens Stoltenberg, tratando de relanzar a la OTAN desde la vieja Europa?

¿Acaso es la llegada de Donald Trump al poder en los Estados Unidos de América (EUA), y su reiterado desprecio por la relativa estabilidad internacional que funcionó para mantener ciertos “equilibrios” durante la guerra fría, y otro tanto hasta la llegada al poder en Rusia de Vladimir Putin? ¿Resultará que es culpa del resurgimiento de China en el contexto globalizador, que ha estado arrasando con el resto de las economías del mundo, al grado de amenazar incluso el poderío de los propios EUA?

¿O son los conflictos a flor de piel, regionales como en Siria, Ucrania, Corea del Norte, Turquía, Irán, Arabia Saudí, Israel, Taiwán, Paquistán, la India? ¿Algún africano o Latinoamericano como Venezuela, Cuba, Colombia o Brasil? ¿Por ninguno o por todos a la vez?

No obstante, la complejidad que representa la situación mundial descrita, hay quien sugiere que se trata de algo más que eso. El tema no es fácil. Porque no fue sino hasta la llegada de Trump que se puso disruptivo, como cabeza de playa y contra el mundo, que su verdadera intencionalidad salió a flote, y que comenzaran a delinearse todos los frentes contra los cuales se compite por el poder a nivel mundial.

Amenaza la crisis, no el “loco”

Es el riesgo en el que se encuentra la cabeza imperial mundial de una crisis económica tan inevitable como cierta, un estallido que sería superior a la de 1929 del siglo anterior y cuyas reminiscencias serían de mayor alcance a las del 2008, que no acaban de extirparse y no se ve por dónde.

Ello es lo que ha obligado a Trump a replantearse las cosas, tanto al interior como hacia afuera. Intentarlo siquiera demanda liderazgo. Y sea lo que sea el presidente estadounidense, ni está loco (hay quienes aseguran que opera a nivel internacional por la “teoría del loco” de Kissinger) y, valga reconocer que se ha atrevido a retar la presión de los promotores del grupo financista especulador, los culpables de la mega burbuja de la cual el mundo no se recupera.

Es la línea de Bernanke y la Reserva Federal: el rescate de los grandes bancos (Lehman Brothers en 2008 al igual que la debacle), el mantener tasas de interés bajas (el crecimiento 0), que solo alientan la especulación.

Todavía más, que como empresario el propio Trump intenta desarrollar la economía real de los EUA. Alentar la dinámica interna desde la propia industria con creación de empleos, hasta retrotraerse como país —de su pretendida estrategia de seguridad nacional contra el vecino del sur, México— al grado de tirar todo por la borda, como la arquitectura internacional de la posguerra fría con el fin de mantenerse como hegemón global.

Pero eso no es todo, porque ya decimos que los temas son complejos, o mejor dicho que la realidad es complicada. EUA apenas representa uno de los polos entre los que se desarrolla la disputa por el control mundial, porque los otros son precisamente China y Rusia, o viceversa. Ambos países le disputan a los EUA tanto la supremacía internacional como el mismísimo reinado neoliberal, del cual reniega ya Trump.

Por dos simples motivos: Rusia se está proyectando como actor geopolítico principal en el escenario mundial, ya no como país socialista desde la caída de la URSS; China, por su parte, ni es abiertamente socialista, ni un país capitalista estilo occidental. Pero esa suerte de capitalismo de Estado o de la dictadura del partido chino (de control férreo del PCCH y su líder Xi Jinping), sí que está avanzando rápidamente y alcanzará pronto en crecimiento y desarrollo a los propios EUA.

Búsqueda de opciones

Hasta aquí seguimos, baste decirlo, en una suerte de análisis al viejo estilo de la guerra fría, digamos, del tablero de ajedrez de Brzezinski; que no es otro que el de la guerra fría. Pero dicho esquema se acabó, no solo por Brzezinski, sino por la realidad actual. Valga decir que se requieren nuevas herramientas, o revisar la complejidad mediante la geopolítica. También, se requiere armar otra visión con el método geopolítico: pasar de la teoría del ajedrez de Brzezinski a otra, y no hay muchas opciones.

Es decir, que necesitamos pasar del viejo enfoque geopolítico a otro en construcción, como es el mismísimo mundo que está mudando de piel. Revisemos por ahora las tesis del ruso Daniel Estulin —el autor del clásico libro El Club Bilderberg—. Él sostiene que vivimos el fin del modelo neoliberal, que se basó en el crecimiento ilimitado del planeta. Y eso se acabó.

Que el principal problema a escala global es que no hay ningún modelo financiero que pueda sustituir al actual liberal banquero y financista; un reto para la élite que requiere encontrar para sustituir lo viejo e inservible con lo nuevo. Estulin sostiene que tanto EUA como Rusia y China están en el mismo costal, y que los tres países tienen los mismos retos.

Nosotros decimos que no. No es la misma problemática de los gringos que la de los rusos o los chinos. Ni económicamente, porque quien tiene una economía desbordada son los estadounidenses, no así Rusia y menos China. Los tres países con dinámicas económicas distintas. En otra ocasión abordaremos la situación económica de los tres.

Los “proyectos globales”

En lo que coincidimos con Estulin es en la tesis —novedosa para el análisis, pero que sienta bases nuevas para la geopolítica— de los seis “proyectos globales” que están en pugna por la supremacía mundial.

  1. La llamada “Nueva Babilonia”: Wall Street, los banquero-financistas y clan Rockefeller.
  2. “Nuevo Jerusalem”: Londres, imperio británico, Casa Windsor, Casa Rothschild.
  3. “Gran Europa”: La Europa de las órdenes, con el Vaticano y la aristocracia europea.
  4. “Gran Eurasia”: Moscú como epicentro.
  5. “Nuevo Califato Rojo”: Sufí desde Turquía.
  6. “Datung”: Con China en alianza con los Rothschild y Windsor,

Como puede verse, no son países sino proyectos globales, ciertamente, que estarían luchando entre sí por la supremacía o hegemonía mundial, para aplicarla al resto del mundo. Es claro que, a la cabeza, porque son o serían los países más activos, resultan los tres últimos proyectos, con Eurasia que no pierde terreno como corazón del Heartland en la teoría clásica de Mackinder. Con Datung por el dinamismo chino en prospectiva por la nueva ruta de la seda. Ambos países con predominio, el uno energético y el otro en inversiones a nivel global.

Los otros tres, Babilonia, Jerusalem y Gran Europa, si bien activos resultan las principales víctimas de sus propias políticas o dinámicas tanto geoeconómicas como geoestratégicas, y también geopolíticas. Por lo tanto, sin contradecir a Daniel sino colocando nuestra propia postura, es claro que la dinámica de Trump y sus aliados —acaso Londres desde luego—, ni están en condiciones de imponerse ni lo lograrán, salvo que decidan por la alternativa de la guerra, que desde luego a nadie conviene.

Nuevos equilibrios

Lo otro es perder terreno cada vez, me refiero a Trump ante Putin por una parte y Xi por el otro. Salvo que nos sorprendan con algún tipo de alianzas geoestratégicas, para una recomposición geopolítica del mundo, pero bajo otras reglas ya. Esto significaría el fin pacífico del imperio estadunidense, así como el surgimiento de un nuevo terreno de equilibrios en el mundo, pero bajo otras reglas. Esto es lo ideal, pues lo otro es el Apocalipsis.

En síntesis, la disputa por el poder hegemónico mundial en nuestro tiempo pasa por distintos escenarios, todos en confrontación tal que están forzando el rompimiento de las reglas internacionales heredadas tras la guerra fría. Ello precisamente porque el mundo está cambiando de piel, son los viejos poderes globales. El caso es que todos corremos con la misma suerte y, o nos sumamos o nos arrastran. Lo mejor será subirse al carro, pero no de la guerra sino del cambio pacífico. ¿Lo permitirá la bestia herida? Habrá que domarla. Al parecer Trump es un aliado de eso. Y la otra geopolítica, como mejor herramienta.