El mundo anglosajón quiere ser el Gran Israel
Hoy en día la palabra «Occidente» aparece en los medios de comunicación rusos con tanta frecuencia como la palabra «Rusia». Y también derivados de «Occidente»: «civilización occidental», «sanciones occidentales», «cultura occidental», «dominación occidental», etc. Wikipedia explica que Occidente se refiere a los países de Europa Occidental, Norteamérica, Australia, Nueva Zelanda y algunos otros países. Historiadores, políticos y filósofos intentan encontrar un denominador común que una a todos estos países. Llaman «civilización occidental» a la suma de los mismos y consideran que tienen una ideología común. El núcleo de esta civilización occidental es el mundo anglosajón, debido a que la ideología occidental se originó allí. El mundo anglosajón incluye la mancomunidad ideológica, política, militar y financiera de cinco países: Gran Bretaña, Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. La formación del mundo anglosajón comenzó con Gran Bretaña. A lo largo de varios siglos extendió su influencia a otras partes del mundo, colonizó el Nuevo Mundo y creó el Imperio Británico, en el que «nunca se pone el sol». La influencia ideológica británica fue primero, seguida después pues su influencia política, militar, financiera y económica.
En el siglo XX los Estados Unidos de América se convirtieron en el núcleo del mundo anglosajón y dominan todo el mundo occidental geopolítica, militar, financiera, económica e ideológicamente. Ahora me gustaría detenerme en la ideología del mundo anglosajón. Solemos decir que es el liberalismo. Pero la palabra «liberalismo» es una palabra difícil de definir. En la época soviética existía una definición más clara de la ideología occidental en general y de la ideología anglosajona en particular: «ideología del capitalismo», «ideología del imperialismo», «ideología de la dominación mundial», etc. Además, en la época soviética se observó que en los países occidentales no incluidos en el mundo anglosajón (como Francia, Alemania, Italia, etc.), es decir, en los países de Europa continental, la ideología es algo diferente que en Gran Bretaña, Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda.
La ideología anglosajona es notablemente diferente de las demás ideologías. Y estas diferencias hay que buscarlas en las raíces religiosas del mundo anglosajón. Cabe señalar que en los cinco países del mundo anglosajón mencionados, el protestantismo ha sido la religión dominante durante varios siglos. En la época de la Reforma (siglo XVI) el protestantismo emergió en muchos países de Europa, pero tenía diferentes orientaciones y matices. En las islas de la brumosa Albión tenía unas características muy particulares.
Las causas profundas de muchos acontecimientos actuales en el mundo anglosajón y en el mundo en general hay que buscarlas en la Inglaterra de los siglos XVI-XVII. Sin ir más atrás en el tiempo, me gustaría señalar que varias denominaciones protestantes (en realidad sectas) predicaban la doctrina de la exclusividad de sus miembros en el sentido de ser los elegidos de Dios. Partían del hecho de que ellos, los habitantes de las islas de la brumosa Albión, son descendientes de las tribus de Israel. Las tribus que fueron expulsadas de la Tierra Prometida. Según algunas versiones, son descendientes de los que fueron expulsados cuando los asirios, en el siglo VIII a.C., capturaron la parte septentrional de Israel con sus diez tribus de descendientes del Jacob del Antiguo Testamento, hijo de Isaac y nieto de Abraham. Había incluso algunos «carismáticos» que se consideraban descendientes de las dos tribus restantes, aquellos judíos del Antiguo Testamento que habían sido expulsados de Judea (el reino del sur) por los ejércitos romanos de los emperadores Vespasiano y Tito en el siglo I a.C. Y más tarde, tras la revuelta de Bar Kokhba (132-136 a.C.) terminaron por abandonar Palestina. En resumen, los protestantes británicos se creían descendientes de los israelitas del Antiguo Testamento, que habían vagado por el mundo por diferentes rutas durante muchos siglos. Y, al final, por voluntad del Todopoderoso, se reunieron en estas islas.
Los historiadores protestantes, no sólo británicos, sostuvieron en algún momento sus raíces en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, en 1590 se publicó un libro del hugonote francés Pierre Le Loyer, «Las diez tribus perdidas». En él expresa su creencia de que anglosajones, celtas, escandinavos, alemanes y pueblos afines son descendientes directos de los israelitas del Antiguo Testamento. Después de algún tiempo, casi todos los europeos dejaron de lado estas ideas sobre su «elección de Dios» y las fueron olvidando poco a poco. Todos, menos los anglosajones. Los protestantes más «carismáticos» de Gran Bretaña siguieron considerándose el pueblo de Israel sin importar cuales fueran las consecuencias para estos «carismáticos» así como para quienes los rodearan. Uno de estos «carismáticos» fue el rey Jacobo de Escocia VI, alias Jacobo I de Inglaterra (1566-1625), que se consideraba a sí mismo el rey de Israel. Afirmaba con seguridad que el pueblo británico era descendiente directo de las diez tribus perdidas de Israel y que el monarca británico era el verdadero heredero del reino de David, el rey más famoso de Israel.
Por supuesto, uno de los representantes más destacados del protestantismo proisraelí fue Oliver Cromwell. El talmudista judío portugués Menasse ben Israel (cuyo nombre real es Manoel Dias Soeiro) tuvo una gran influencia en las ideas proisraelíes de Cromwell. Cromwell nunca ocultó sus simpatías por los judíos y favoreció de todas las formas posibles el reasentamiento de los judíos holandeses en las islas de la brumosa Albión. Por supuesto, Cromwell también se guiaba por consideraciones económicas: veía a las ricas casas comerciales judías como poderosos aliados. John Sadle (1615-74), amigo y secretario personal de Oliver Cromwell, publicó Rights of the Kingdom en 1649, donde exponía «la genealogía israelita del pueblo británico».
Los protestantes británicos del siglo XIX tenían sus propios teólogos y científicos que sobre una base «científica» demostraban que los habitantes de Gran Bretaña son «genética, racial y lingüísticamente descendientes directos» de las tribus perdidas del antiguo Israel. Decían confiadamente que eran las diez tribus perdidas. Probablemente el auge literario y científico de este tema sobre «Gran Bretaña e Israel» comenzó en 1794 con Richard Brothers y su libro «Un Conocimiento Revelado de las Profecías y los Tiempos» (A Revealed Knowledge of the Prophecies and Times). El gran interés que despertó entre los británicos el libro del inglés John Wilson Nuestro origen israelita (Our Israelitish Origin), publicado en 1840 y John Pym Yeatman con su The Shemetic Origin of the Nations of Western Europe (El Origen semítico de las Naciones de Europa Occidental). En 1890 se publicó el libro de John Garnier Israel in Britain: a brief statement of the evidence proving the Israelite origin of the British race. Este fue un libro particularmente popular sobre el tema que estamos tratando. Se ha reimpreso muchas veces en Inglaterra, así como en varios países de habla inglesa. Después de este libro se popularizaron términos como «israelismo británico» («British Israelism» o «Israelitism») y «anglo-israelismo» («Anglo-Israelism» o «Anglo-Israelitism»).
El israelismo en Inglaterra en la segunda mitad del siglo XIX empezó a adquirir formas organizativas. Los partidarios del israelismo, que pertenecían a distintas corrientes del protestantismo, tuvieron que encontrar personas afines a sus ideas porque dentro de algunas iglesias inglesas no todo el mundo estaba dispuesto a compartir los puntos de vista del israelismo. Muchos creían que las raíces israelitas del pueblo británico eran pura ficción, un mito. Hubo incluso cismas en algunas iglesias protestantes por este motivo. Por ejemplo, el cardenal católico John Henry Newman (1801-1890) fue miembro de la Iglesia anglicana en la primera mitad de su vida. Sin embargo, en 1845 la abandonó y se unió a la Iglesia Católica Romana. John Henry explicó la razón de este movimiento diciendo que existía un peligro muy real de que los partidarios del israelismo británico «se apoderaran de la Iglesia de Inglaterra».
A finales del siglo XIX, Edward Hine, Edward Wheler Bird y Herbert Aldersmith fundaron el movimiento israelita británico. Se formó la Asociación Anglo-Israelí, que en 1886 contaba con 27 sucursales en toda Gran Bretaña. En 1880 comenzó la publicación del Almanaque Anglo-Israelí, que se distribuyó no sólo en las islas de la brumosa Albión, sino también en otros países del Imperio Británico. El almanaque de 1914 contenía una interesante reseña de los grupos que propugnaban la ideología del israelismo británico no sólo en las islas de la brumosa Albión, sino también en Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Canadá y los Estados Unidos de América La edición de 1906 de la Jewish Encyclopaedia señalaba que a principios del siglo XX había unos dos millones de adeptos al israelismo británico en Gran Bretaña y los Estados Unidos de América.
En 1919 se fundó en Londres la Federación Británica-Israelí-Mundial (BIWF). En 1922 se creó Covenant Publishing para servir a la Federación. La Federación sigue existiendo hoy en día y abarca muchos países de la Commonwealth británica. Una de las piedras angulares de la plataforma ideológica de la BIWF es la afirmación de que la familia real británica es la heredera sanguínea y espiritual del rey David de Israel. Por lo tanto, no es de extrañar que la Federación siempre haya contado con destacados patrocinadores. He aquí una lista de los primeros patrocinadores (1920): Su Alteza Real la Princesa Alicia, Condesa de Athlone (estuvo en esta lista hasta su muerte en 1981); La Honorable Condesa Viuda de Radnor; El Duque de Buckclough; El Honorable Lord Guisborough; El Honorable Lord St John of Bletsoe; Su Eminencia, Obispo de las Islas Malvinas; El Reverendísimo Obispo John D.M. McLean y otros.
En Rusia y en el extranjero se publica un gran número de libros sobre el mundo oculto, la conspiración mundial y la élite mundial. Casi todos los autores de esos libros coinciden en que el núcleo de este mundo (élite) son los anglosajones. Y su principal rasgo distintivo no es ni siquiera el lugar en que viven, sino su afiliación religiosa. Todos ellos pertenecen a diferentes ramas del protestantismo, adhiriéndose a la ideología del israelismo británico. Los portadores de esta ideología e incluso fanáticos del israelismo británico fueron Benjamin Disraeli (Primer Ministro británico en 1868 y 1874-1880), Cecil Rhodes (magnate del diamante que estuvo detrás de la fundación de De Beers), Lord Alfred Milner y otros. Creían piadosamente en la superioridad de los anglosajones, considerando a los demás pueblos como atrasados en el mejor de los casos o incluso como comunidades de subhumanos, casi animales. De ahí la plena confianza en que el poder sobre la Tierra les había sido otorgado por el Todopoderoso a ellos, los descendientes de Israel. Y el resto debe servir a los anglosajones «elegidos por Dios», ser sus esclavos. Aquellos que no quieran ser esclavos deben ser asesinados sin piedad, porque son subhumanos, animales con forma humana.
Así, los anglosajones sustituyeron a Dios por la raza, o la sangre. Como escribió la investigadora Hannah Arendt, Benjamin Disraeli, siendo judío bautizado, recordó de pronto, ya adulto, que era más semita que inglés. Y todos los «semitas», en su opinión, eran merecedores del título de «aristócratas por naturaleza». Disraeli, como escribe Arendt, fue «el primer ideólogo que se atrevió a sustituir la palabra “Dios” por la palabra “sangre”». «La raza lo es todo y su base es la sangre», «Todo es raza; no hay otra verdad». «La cuestión racial es la clave de la historia del mundo»: estos fueron los puntos clave del Primer Ministro británico. Sin embargo, en las islas de la brumosa Albión, en opinión de Disraeli, judíos y anglosajones no tienen nada que compartir. Deben cumplir conjuntamente su misión histórica, es decir, lograr la dominación del mundo. ¿Por qué no hay nada que compartir? Porque los judíos son los descendientes de las dos tribus expulsadas de Judea (el reino del sur) y los anglosajones son los descendientes de las otras diez tribus (las que fueron expulsadas del reino del norte llamado Israel). La City de Londres, vecina de los mayores bancos británicos e internacionales, es un vivo símbolo de esta unidad de los descendientes de las doce tribus de Israel (la que originalmente se llamaba Jacob y era hijo de Isaac y nieto de Abraham). Muchos anglosajones modernos comparten la opinión de Disraeli, y por ello creen que es más correcto utilizar el término «mundo anglojudío» en lugar del término «mundo anglosajón».
El israelismo británico es una ideología racista sobre cuyos cimientos se construyó el Imperio Británico. Sobre la base de esta ideología anglosajona racista nacerá entonces el fascismo británico (que apareció antes que sus versiones italiana y alemana). Y luego la ideología británica del racismo se plantará en Alemania y adquirirá la forma del nacionalsocialismo del Tercer Reich (donde se asigna el papel de superhumanos a los llamados «arios»).
Una descripción bastante compacta de la historia y la esencia del israelismo británico es dada por William H. Brackney en su Diccionario histórico del cristianismo radical. En el siglo XX se siguió publicando un gran número de libros sobre el tema del israelismo británico en Inglaterra, así como en otros países de la Commonwealth británica. Alexander James Ferris fue especialmente prolífico en este campo. Citaré algunas de sus obras más significativas:
- Armageddon is at the doors (El Armagedón está a las puertas, 1933);
- British-Israel teaching concerning the «Signs of the approaching end of the age» (La enseñanza británico-israelí sobre los «Signos de la proximidad del fin de los tiempos», 1933);
- Por qué los británicos son Israel: nueve hechos concluyentes que prueban que los anglosajones representan la Casa de Israel de las Escrituras,1934;
- La enseñanza británico-israelí sobre la Gran Pirámide de Gizeh (1934);
- El Trono Eterno de David (The Everlasting Throne of David, 1935);
- La gran pirámide: explicación sencilla del mensaje divino de la gran pirámide a la raza anglosajona (1935)
- La coronación y el trono de David (The coronation and the throne of David, 1940);
- Great Britain & The U.S.A. Revealed as Israel. The New Order, 1941.
- Cuando Rusia invade Palestina (Cuando Rusia invade Palestina,1945);
- Palestine for Jew or Arab? (¿Palestina para judíos o árabes? 1946).
Gran parte de lo que este fanático partidario del israelismo británico tiene que decir se desprende de los propios títulos de sus libros. Ensalza a la familia real británica como heredera del rey David, habla de las raíces israelitas de los británicos, lo que les convierte en «el pueblo elegido de Dios». Él, citando el Apocalipsis, confía en la inminente desaparición de este mundo «pecador»; y esa desaparición será seguida por un milenio de gobierno de la corona británica. Finalmente concluye que los «elegidos de Dios» no habitan sólo en las islas de la brumosa Albión. Están en otros países de la Commonwealth británica. Y son especialmente numerosos en el Nuevo Mundo.
Hace unos 400 años, 30.000 carismáticos puritanos se instalaron en Nueva Inglaterra para establecer una sociedad teocrática. Puritanos, baptistas, metodistas y otros colonos británicos cargados de religiosidad masacraron sin piedad a los indios locales. La colonización activa del Nuevo Mundo por parte de los británicos continuó durante más de dos siglos. Hubo, por supuesto, colonos no sólo de las islas de la brumosa Albión, sino también de la Europa continental: Francia, Holanda, Suiza, Alemania, Bélgica y otros. Pero, aun así, la columna vertebral del Estado estadounidense estaba formada por carismáticos nativos de Gran Bretaña (Inglaterra, Gales, Escocia, Irlanda). Fue su protestantismo con sabor a israelismo británico el que se convirtió en la ideología dominante en el Nuevo Mundo. Sin tener en cuenta esta base ideológica y religiosa de Estados Unidos es difícil entender la política exterior estadounidense moderna y, sobre todo, en la actualidad. Y comprender el vínculo invisible común entre EEUU y Gran Bretaña, que forma un único mundo anglosajón que pretende subyugar al resto de la humanidad.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera