Claves de interpretación para la lectura de la realidad internacional (y II)
Los trabajadores y el orden internacional
Acción y reacción a un concepto fundamental que teníamos grabado a fuego los trabajadores en nuestra mente (no olvidemos en que el neoliberalismo es una suerte de “vaciamiento” de conciencia). En el escenario internacional hay actores directos (como los Estados) e indirectos. ¿Cuáles son éstos últimos? Si tuviese que definirlos, serían los que influencian en el sistema internacional principalmente a través de actores directos, para moldear y organizar el sistema a fin de que responda a sus intereses, con el objeto de crear un orden favorable a estos. Generalmente dichos actores indirectos intentan imponer su voluntad a través de los Estados más poderosos, estableciendo con ellos una alianza estratégica o cooptando a la clase dirigente.
Podríamos decir que hay distintos actores indirectos. Quizás alguno piense en el poder financiero, por ejemplo. Pero no todos los actores indirectos son negativos para nosotros, ya que aspiramos a ser un actor indirecto. La Federación Latinoamericana de Trabajadores de la Educación y la Cultura (FLATEC) desea serlo. Queremos un mundo distinto al que quiere el poder financiero. Buscamos un orden, pero un orden justo, con trabajo y justicia social para nosotros y para todos los pueblos del mundo. Somos un actor indirecto y queremos construir un orden, pero a favor del mundo del trabajo y de la justicia social.
Profundicemos en el tema. Las acciones individuales de un sindicato en Argentina no servirían para nada, porque no podrían influenciar en el sistema internacional. ¿Cuándo se podría influenciar? Cuando este sindicato se junte con otros de Paraguay, Venezuela, Brasil, México… y entonces sí nos convertimos en una FLATEC con 500.000 afiliados, una organización gremial capaz de realizar una huelga, por ejemplo, desde México hasta Buenos Aires, nos convertimos en un actor internacional. No dejaríamos de ser un actor indirecto, claro está, pero un actor indirecto de enorme peso.
Esta idea del mundo del trabajo, de la organización sindical como actor indirecto que estuvo muy presente en las década del ´50 y ‘60, se perdió. Fue tan grande la subordinación que sufrimos, que los trabajadores perdimos esta noción de que podemos influenciar en el sistema para generar un orden que nos beneficie a nosotros y al conjunto de la humanidad.
Como el orden natural de las cosas va de menor a mayor, para que nuestro proyecto no sea un idealismo, tenemos que organizarnos, primero, a nivel regional, así luego iremos a la organización continental y, seguidamente, a la universal.
Probablemente el hombre común se pregunte ¿para qué sirven estas organizaciones gremiales internacionales? Si se quedan en la mera retórica y la parafernalia de reuniones vacuas, obviamente que para nada, pero si entendemos que a través de estas organizaciones podemos estructurarnos a nivel de elevado peso en el orden internacional, si somos capaces de convertirnos en un verdadero actor indirecto del sistema internacional, comprenderemos el valor sustancial que adquiere la organización gremial en la construcción de un orden internacional.
¿Cómo participan los actores indirectos del orden internacional? Influenciando al Estado, como ya mencionásemos, o se alían con él o lo cooptan. Por ejemplo, el poder financiero fue a aliarse al poder inglés, y luego ese poder financiero buscó la alianza con EE.UU. para luego cooptarlo. Nunca pudieron lograrlo del todo porque hay, todavía, fuerzas nacionalistas.
Eso es lo que queremos hacer, pero para establecer el bien común, con nuestros propios gobiernos nacionales. Queremos influenciarlos para que tomen una dirección y no otra. Porque los otros actores indirectos, como el poder financiero, también quieren influenciar sobre ellos. Y esos otros actores indirectos tienen la ventaja, de que ya influyen sobre la gran potencia hegemónica mundial, hecho que les sirve para aplicar las sanciones, en tanto que la gran potencia es la que detenta el poder punitivo.
Podríamos nombrar otros actores indirectos, como por ejemplo las cinco grandes cerealeras mundiales. Ellas crearon un mundo a su beneficio, de a poquito. En la década del ‘80, decían que había que dragar el río Paraná. Y toda la prensa expresaba que el Estado debía ocuparse de eso. Algo raro había, ya que después de que nos convencieron de eso, apareció otra idea: la de que los puertos estatales no alcanzaban, y que había que permitir la instalación de puertos privados. A todo esto, cuando comenzaron a construirlos, estábamos en un momento de Argentina en el que no teníamos grandes exportaciones de oleaginosas. Y después nos enteramos que esos puertos privados eran de las compañías cerealeras. Ya estaba hecho y, simplemente, nos acostumbramos.
De paso, habían dicho que había que desarmar la Junta Nacional de Granos. Entonces hoy, el negocio queda en sus manos. ¿Nosotros, Argentina, le exportamos a China? No, nuestro país no le exporta nada. Nosotros le vendemos a Cargill, y Cargill Argentina le vende a Cargill China. El Estado chino le compra a esa empresa, que trata de pagar lo menos posible acá y venderles lo más caro posible a los chinos. Por eso los chinos vinieron una vez y nos dijeron que querían comprarnos directamente a nosotros, no a Cargill.
¿Por qué no venden los productores argentinos directamente al Estado chino? Es lo que habíamos hecho antes con el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI) y con la Junta Nacional de Granos, pero la subordinación ideológica hizo que estos actores indirectos, como Cargill, estructuraran un mundo a su entero beneficio. Ellos, asimismo, son los dueños de las compañías del transporte, por eso se desarmaba también, en la década del ’90, cualquier posibilidad de una flota naviera comercial nacional en tanto el transporte en barco se lleva gran parte de la ganancia. Con las cinco petroleras más grandes del mundo ocurre lo mismo.
Cuando analizamos los diarios, las noticias, en general, tenemos que preguntarnos quiénes son los actores directos y cuáles son los actores indirectos que están detrás. Y para saberlo, hay que preguntarse quién resulta beneficiado. Entonces empezamos a descubrir a los actores.
Nosotros, desde el mundo del trabajo, ¿qué tenemos que tener en claro? Que queremos hacer una organización para ser un actor indirecto y, así, influenciar, primero en el escenario continental y luego en el universal, con la meta de construir un orden a beneficio de los trabajadores. Si no tenemos esta intención, estamos dejando que los otros tengan el “campo libre” para moldear un orden internacional de acuerdo a su entero beneficio.
Si para algo serviría una organización internacional, sería para esto, no para otra cosa. ¿Qué es lo que intentamos hacer cuando organizamos congresos y formamos compañeros? Intentamos resistir a la subordinación ideológica, descubrirla, librarnos de ella - que es la que nos inhabilita a operar- y tener una propuesta alternativa.
Nosotros queremos y debemos influenciar, primero, sobre nuestro Estado y luego sobre otros estados de América Latina para construir un mundo con justicia social.
¿Qué papel deben jugar los trabajadores en la política exterior?
Ahora bien, ¿cómo establecen los Estados su relación con el mundo exterior y principalmente con el “Otro principal”? Podríamos decir que hay cuatro tipos ideales de relación, aunque primero definamos qué es “la política exterior”: un área donde podemos participar e influenciar, algo que hicimos entre el ‘45 y el ‘55 con los delegados obreros (eran trabajadores argentinos que desde las embajadas trataban de reunirse con los trabajadores de Bogotá o Caracas, por ejemplo, para convencerlos de la necesidad de la integración regional).
La política exterior tiene dos sentidos: restrictivo y amplio:
Un sentido restrictivo que consiste en el conjunto de acciones ejecutadas con finalidad política, realizadas por órganos oficiales o no oficiales, visibles o encubiertas, llevadas a cabo por el Estado fuera de los límites de su territorio. No tiene que ver con la diplomacia que, en realidad, son las relaciones públicas.
Pongamos un ejemplo bien claro: el embajador argentino en Ecuador, Carlos Piñeiro Iñiguez, hizo algo que todos nuestros embajadores tendrían que hacer, cuando le advirtió a Kirchner de la capacidad de liderazgo de un profesor ecuatoriano, con ideas afines al proyecto argentino, a quien recomendó que nuestro gobierno ayudara. Y así fue como Kirchner conoció a Rafael Correa, actual presidente de Ecuador. Algo similar pasó con el presidente de Bolivia Evo Morales. Se trata de una acción de política exterior, pero es una excepción. Comúnmente, a los embajadores no les interesan estas cosas.
¿Es que nosotros, como trabajadores, podemos ayudar a hacer acciones similares? Sí, y muchísimas. Podríamos detectar gremialistas, sindicalistas y políticos que estén en la misma “línea” que nosotros. Tenemos que ir a buscarlos “in situ”, especialmente a un país: Colombia. Esta es la nación clave. Muerto Chávez, Venezuela está perdida. Es la verdad. Nos guste o no, es así. El país clave es Colombia, lo fue siempre, más que Venezuela, porque tiene más peso específico: más población, más riqueza a pesar del petróleo venezolano, más identidad cultural. La única forma de tener un nuevo ABC es con Argentina, Brasil y Colombia. De acuerdo, dicen que Colombia está del otro lado, que el enemigo la posee. ¿Le vamos a regalar este país? No, tenemos que ir a buscar docentes, trabajadores que piensen como nosotros.
¿Cómo relacionarse con el mundo?
Expliquemos el otro sentido de la política exterior.
El sentido amplio: para cualquier Estado, la política exterior implica plantearse de qué manera va a resolver el interrogante de cómo va a relacionarse con el mundo exterior. Es decir, con los otros Estados que integran el sistema internacional, entre los cuales está el “Otro principal”: el Estado con más poder.
Cuando una unidad política se encuentra con otra que la sobrepasa en poder, debe optar entre dos alternativas: la subordinación o la resistencia.
La subordinación implica abdicar total o parcialmente de la capacidad de decisión propia sobre los asuntos internos o externos. Además, implica aceptar en mayor o menor medida la voluntad del “Otro principal”. La subordinación siempre lleva a la dependencia.
Por otro lado, la resistencia implica conservar total o parcialmente la capacidad de decisión propia sobre los asuntos internos o externos. Implica un intento de “ponerle límites” a la voluntad del “Otro principal”. La resistencia (o insubordinación) conduce a la autonomía.
Existen cuatro tipos ideales de relación que un Estado periférico puede mantener con la potencia hegemónica:
La subordinación pasiva,
La subordinación activa,
La insubordinación pragmática,
La insubordinación radical o revisionista.
Estos tipos se basan en tres pilares:
1.) La relación de fuerzas internas y externas,
2.) El margen de maniobra internacional,
3.) La voluntad política de las élites de las dirigencias.
Consideremos, ahora, cada uno de los cuatro tipos ideales, por separado:
• La subordinación pasiva: el Estado subordinado abdica totalmente de la capacidad de decisión propia sobre los asuntos internos y externos que interesan estratégicamente al “Otro principal”. Un ejemplo fue el menemismo y sus “relaciones carnales” con EE.UU. Estamos hablando del modelo económico liberal impulsado por el Consenso de Washington.
Recordemos cuando el emperador de Japón Hirohito se rinde ante Douglas MacArthur, comandante de las Fuerzas Aliadas en la II Guerra Mundial. Estamos hablando del emperador del Japón, el dios sol, frente al jefe de un barco. Fue humillante. No obstante, la sumisión no es “per se” siempre negativa porque es posible que no haya otra posibilidad. Es negativa cuando es pasiva. Y aquí llegamos a la diferencia entre subordinación pasiva y subordinación activa.
• La subordinación activa nos muestra una situación que es casi la misma, pero en la cual se acata la subordinación, sin embargo se sigue resistiendo mentalmente. Posiblemente no se tenga otra opción que soportar esa subordinación pero, sin embargo, se piensa constantemente en cómo sacudírsela de encima, y tratando siempre de reservarse algo para la decisión autónoma, propia. No se entrega “todo”, se entrega sólo lo inevitable. Veamos la definición precisa de este tipo de relación con el “Otro principal”: La subordinación activa es aquella en que el Estado subordinado abdica sólo parcialmente de la capacidad de decisión propia sobre los asuntos internos y externos. ¿En qué se diferencia de la anterior? Mientras que en la subordinación pasiva el estado de sumisión es producto del soborno o de la subordinación ideológica/cultural, la situación de sumisión en la subordinación activa es consecuencia de una relación de fuerzas entre el “Otro principal” y el país subordinado que es desfavorable para éste último. La subordinación es tolerada, pero no aceptada. Y el Estado subordinado, respetando los intereses estratégicos del “otro principal”, e incluso aceptando el modelo económico que le impone la potencia hegemónica, intenta fijarse fines propios para su Estado, que pueden llegar a conformar el embrión de un proyecto nacional.
Consideremos un ejemplo histórico. Después de que Juan Manuel de Rosas fuera derrotado en la Batalla de Caseros, la primera medida de Justo José de Urquiza fue entrevistarse con el embajador inglés y garantizarle el libre comercio. O sea, la subordinación completa de la Argentina a los intereses británicos. Inglaterra hizo y deshizo lo que quiso. En Brasil, en cambio, fue distinto. Se trató de una subordinación activa. Los ingleses, a cambio de haber trasladado la Corte portuguesa a Río de Janeiro, para salvarla de Napoleón Bonaparte, la obligaron a firmar el librecambio. Pero la Corte se reservó algo. Sabía que Gran Bretaña iba a buscar además la fragmentación territorial. Entonces aceptó el librecambio, pero no la división interna. Por eso hay un Brasil, y no veinte repúblicas de lusoparlantes. Inglaterra fomentó en Brasil las revoluciones separatistas de Pernambuco, San Pablo, Río Grande do Sul; también intentó balcanizar al Brasil, pero la élite brasileña de conducción no estaba subordinada de forma pasiva, por ende, fracasó en su tentativa. Estaba subordinada porque sabía que no tenía otra opción, porque la relación de fuerzas le era desfavorable y aceptaba el librecambio, pero no la fragmentación. En cambio, nuestra élite la aceptaba con gusto. Por eso Bernardino Rivadavia le dijo a Manuel Belgrano que retrocediera hasta Córdoba. Y cuando José de San Martín necesitaba dinero para terminar la gesta emancipadora y convocar un congreso constituyente en Lima con el fin de proyectar un gran estado continental, Rivadavia le negó ayuda y sostuvo que lo que le convenía a Buenos Aires era replegarse sobre sí misma. Es decir, la élite porteña participaba del proyecto de fragmentación británico.
¿Y qué otro tipo de relación existe?
• La insubordinación pragmática, que se da cuando uno, si bien no tiene condiciones materiales para oponerse al “Otro principal” en el escenario internacional tiene condiciones y voluntad de recuperar la capacidad de decisión en el ámbito interno. O sea, le impongo un límite a la potencia hegemónica.
El ejemplo típico es la llegada de Vladimir Putin al poder en Rusia después de Boris Yeltsin. ¿Qué era Rusia con Yeltsin? La subordinación pasiva absoluta de Rusia, lo que implicó el saqueo de dicho país por el mundo financiero internacional: lo endeudaron, le llevaron las empresas, desmembraron el país. Llegó Putin y dijo “basta”, y empezó a ser inmediatamente demonizado. Pero, en ese momento, acuérdense que EE.UU. invade Irak estando Putin en el gobierno, y éste no abre la boca porque sabe que no tiene condiciones para desafiar a los yanquis en nada, no tiene con qué. Pero, a medida que va acumulando poder, la cosa cambia. Hoy, por ejemplo Putin dice, “con Siria no se metan”. En Siria, Estados Unidos no intervino de forma directa porque, Rusia se opone.
El pensamiento no puede estar desligado de la acción.
Insistimos, en la medida que el poder se va a acumulando y, por ende, incrementando, aumenta la posibilidad de llevar adelante una política de autonomía e insubordinación.
Por otra parte, si el margen de maniobra internacional se va incrementado de modo importante hay más posibilidades de pasar de una insubordinación pragmática a una revisionista.
Ahora bien, para que esa insubordinación pragmática sea sustentable en el tiempo, inevitablemente, la misma debe mutar en una insubordinación fundante: debe rechazar el orden ideológico establecido por el otro -insubordinación ideológica- y, con un adecuado impulso estatal, reconstruir sus factores de poder. Si no lo hiciera quedaría en una mera insubordinación epidérmica, superficial. Sólo cuando se está dispuesto a transformar la estructura productiva interna, mediante la industrialización, se consigue que la insubordinación sea sustentable en el tiempo.
A la mano, los argentinos, tenemos un ejemplo contundente: la insubordinación de Don Hipólito Yrigoyen, gran caudillo popular, pero que terminó siendo una mera insubordinación epidérmica. Esto debido a que el caudillo no llegó a comprender -los factores de esa incomprensión son motivo y materia de un análisis histórico que no es del caso analizar aquí– que la clave de la subordinación argentina residía en el carácter de país agrícola-ganadero insertado en la división internacional del trabajo, que ostentaba, entonces, la Argentina. Yrigoyen no entendía que había que industrializar el país, o no lo entendía del todo. Sólo cuando se comprende en Argentina -en la década del peronismo- que la industrialización es la clave de la liberación, en tanto da poder y permite el pleno empleo así como la distribución de la riqueza para todos, la insubordinación argentina se convierte en medular.
Así, podemos hoy ver a Venezuela, ¿cuál es el problema que lleva a la crisis de Venezuela? Sin ser reduccionista, podemos atribuirlo a un sólo factor y es que Hugo Chávez no pudo transformar su insubordinación pragmática-epidérmica en insubordinación pragmática-medular. Chávez enfrentó a los norteamericanos, se atribuyó el mando y el manejo de la riqueza petrolera de su país que mandaba él, se hizo cargo y no permitió que le dijesen qué debía hacer con la renta petrolera venezolana. Sin embargo y, aunque loablemente, no supo equiparar la balanza entre inversión en desarrollo a largo plazo y atención de las necesidades inmediatas de su pueblo. Como era en justicia, mejoró ostensiblemente la alimentación de las masas y les proveyó de una mayor educación y salud como nunca antes habían tenido. Pero, cuando aquellas rentas petroleras lo permitían, no atinó a elaborar una adecuada política estatal de impulso a la industria, pese a inmejorables condiciones y erró en las políticas de desarrollo agrícola-ganadero de la sabana venezolana. Una atención equitativa de ambos factores hubiesen transformado esta insubordinación pragmática-epidérmica en una insubordinación pragmática-medular, pudiéndose ver hoy (de haberse completado) un crecimiento y diversificación de la economía y la generación de ingentes fuentes de trabajo y riquezas que no hicieran depender a Venezuela de los vaivenes de mercado del valor del petróleo. En síntesis, no consiguió insuflar a su país un cambio de matriz productiva y, en consecuencia, la raíz no consiguió modificarse. La insubordinación quedó en la epidermis y los vientos de dependencia asolan el alma llanera.
Repitiéndonos, volvemos a postular que, para que la insubordinación frente a un otro principal muy poderoso sea sustentable, debe ser medular. Debe pasarse a la industrialización. Porque si no, la potencia hegemónica termina neutralizando el proceso de mil formas distintas, y termina derrotándola. Por ejemplo, a Venezuela le provocan una crisis, creándole procesos inflacionarios, agravados por la abrupta baja de los valores del petróleo, generando que mucha de la mercadería –que bien podría producir la propia Venezuela– no pueda adquirirse en el extranjero. Un país en que el 80% de lo que se consume, es importado. La escasez, es madre de las revueltas. Pudiendo reducir ese margen de importación, aún cuando muchos son productos básicos y de fácil fabricación. Lógicamente, la crisis es un emergente inmediato cuando no se dispone autónomamente de bienes elementales para el día a día y los costos y el mercado negro de los mismos se incrementa exponencialmente.
Chávez intuyó que había que pasar de una insubordinación pragmática-epidérmica a una medular, pero no le dio el tiempo, ni las relaciones de poder, para poder hacerlo.
En un momento dado se produjo un efecto paradójico: la renta petrolera se distribuyó. Ahora, se dijo Chávez, hay educación y salud, la gente come mejor, pero hay un problema: la población come pollo y cerdo ahora que se distribuye mejor la renta petrolera, pero el país no produce esos alimentos que consume –pollo y cerdo básicamente- y terminamos importando esos productos. En consecuencia los que tienen mejor educación y dinero en el bolsillo, los que antes no podían, desean vestirse mejor. Venezuela no produce zapatos, no produce siquiera pantalones. Debemos importar zapatos y pantalones. Así, y he aquí lo paradojal: la distribución de la riqueza se vuelve perversa en tanto llega un momento en que no alcanza la renta petrolera para importar lo que es necesario para satisfacer los requerimientos básicos de esa mejor distribución. Aunque parezca ilógico, sólo a primera vista, el modo en que se distribuyó la riqueza, terminó siendo una fuente de mayor dependencia y debilidad nacionales para Venezuela, maguer las mejores intenciones de Chávez.
Este aumento de la dependencia, sumado a la menor renta petrolera por la abrupta baja de los precios internacionales del crudo, casi una mono producción venezolana, es lo que está sufriendo hoy el presidente Nicolás Maduro: no le alcanzan los dólares que ingresan para cubrir las necesidades de la población. Un ejemplo más que nos lleva, nuevamente a la reiteración conceptual: la insubordinación pragmática sólo puede ser sustentable en el tiempo cuando se transforma en medular, cuando el país comienza a transitar el camino de la industrialización tecnologizante.
¿Por qué, entre otras cosas, cae el General Juan Domingo Perón en el ‘55? Porque intentó hacer la insubordinación pragmática-medular, avanzando muchísimo en ese proceso, pero no fue suficiente. ¿Por qué? Porque el mercado era muy chico, se agotaba rápidamente. Perón pensó en ello proponiéndose su ampliación, mediante la alianza con Getúlio Vargas y Carlos Ibáñez, y así crear el ABC y un gran mercado sudamericano. Pero el intento fracasó.
No olvidemos que la campaña electoral de Vargas fue apoyada por los trabajadores argentinos, y no me refiero al gobierno argentino, sino al mundo del trabajo: la CGT argentina le dio el dinero a través de João Goulart. En ese momento los trabajadores también hacíamos política exterior, Y no era casual en tanto los trabajadores comprendían que la suerte de la “Nueva Argentina” dependía de la llegada de Vargas al poder, que era el padre de los pobres en Brasil. Los trabajadores intuían que sin unidad continental la Argentina de Perón no podría resistir mucho más tiempo. Cuando Vargas se suicida, los días de Perón pasan a quedar “contados”, ya que Perón se queda sin su aliado principal, sin margen de maniobra. De esos días sabemos que no es posible hacer una insubordinación pragmática-medular en solitario.
¿Y hoy en día podríamos realizar una insubordinación pragmática-medular sin integrarnos con nuestros hermanos de la Patria Grande? No, fracasaríamos y ese fracaso arrastraría al mundo del trabajo.
Por todo ello es que FLATEC, además de ocuparse de cuestiones puramente gremiales, debe hacer algo mucho más importante: discutir el orden regional e internacional, discutir el modelo de sociedad que queremos para nosotros y para toda la Patria Grande. Estamos hablando de nuestro propio destino, de nosotros mismos como trabajadores, y del destino de nuestro pueblo que es un pueblo continente, el mismo desde México hasta Tierra del Fuego. Tenemos que buscar gente que piense como nosotros. Y nos interesa que esa gente ocupe puestos de poder y que hagan alianzas con nosotros. Hay que identificarlos, conocerlos, buscarlos. Ustedes van a tener que hacerlo.
La insubordinación revisionista
En la insubordinación revisionista, una unidad política decide oponerse, sea a nivel regional o a nivel global, a la voluntad del otro principal porque aspira a disputarle a éste espacios de poder; es decir “zonas de influencias” o, porque desea participar, junto a la potencia hegemónica, de la estructura hegemónica del poder mundial, es decir ser uno de los polos de poder en el caso de que el sistema sea multipolar o porque, directamente, aspira reemplazar a la potencia hegemónica, en tanto tal. La insubordinación revisionista está caracterizada, entonces, por la decisión de una unidad política de modificar el orden regional dentro del cual se encuentra inscripta o el orden internacional en su conjunto.
Los Estados Unidos, a partir de la Primera Conferencia Panamericana realizada en 1889 y hasta mediado de 1930, protagonizaron un proceso de insubordinación revisionista de carácter regional exitoso mientras que, Argentina de 1952 a 1955 y, Francia de 1963 a 1968, protagonizaron, respectivamente, procesos de insubordinación revisionista de carácter regional finalmente fallidos.
Por ser un caso poco conocido y olvidado conviene recordar que la República italiana, con Enrico Mattei (1906-1962) como presidente formal del Ente Nazionale Idrocarburi (ENI) -y de facto como ministro de Relaciones Exteriores y ministro de Economía en la sombra- protagonizó, entre los años 1953 y 1962, un proceso de insubordinación revisionista de carácter regional que solo pudo ser detenido con el asesinato de Enrico Mattei, acaecido el 27 de octubre de 1962.
Actualmente la República Federal Alemana, a partir de la decisión del Canciller Helmut Kolh de realizar, de un golpe de mano, en 1990, la unificación de Alemania - sin consulta previa con a los Estados Unidos- lleva adelante un lento y silencioso proceso de insubordinación revisionista de carácter regional con respecto a los Estados Unidos, mientras que al mismo tiempo Alemania, a partir de la creación del Euro, lleva adelante un meticuloso proceso de subordinación de sus aliados europeos. Por otra parte, Rusia, como lo demuestran los acontecimientos ocurridos en Crimea y Ucrania, ha comenzado a transitar el camino que la conduce hacia la realización de una insubordinación revisionista regional cada vez más clara.
Importa precisar que para que una insubordinación revisionista de carácter global sea efectiva y no simplemente “declarativa”, para que sea una decisión y un acto racional y no irracional, requiere, necesariamente, que la unidad política que la lleva a cabo haya adquirido condiciones económicas, tecnológicas y militares de “equipolencia”, con la potencia hegemónica. Mientras que, el haber alcanzado el umbral de resistencia, es la condición sine qua non para que la decisión de llevar adelante una política de insubordinación pragmática sea una decisión racional con altas posibilidades de éxito [1]; el haber alcanzado el umbral de poder es la condición necesaria, para que la decisión de llevar a cabo una política de insubordinación revisionista de carácter global, no sea una decisión irracional que lleve a la unidad política que la ejecuta a la catástrofe [2].
Cuando una unidad política que lleva a cabo una insubordinación revisionista disputa zonas de influencias o aspira a la co-hegemonía o simplemente desea llegar a ser un polo más de un sistema multipolar, el enfrentamiento con la potencia hegemónica adquiere, por lógica consecuencia, un carácter transitorio, coyuntural, y es poco probable que el sistema internacional entre en estado de convulsión generalizada. Por el contrario, cuando una unidad política, que lleva a cabo una insubordinación revisionista, aspira a reemplazar a la potencia hegemónica en tanto tal, aumentan las posibilidades de que el sistema internacional entre en estado de convulsión generalizada, como ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial.
La Inglaterra isabelina (1558-1603), y los Estados Unidos a partir de mediados de la década de 1930, protagonizaron procesos de insubordinación revisionista de carácter global exitosos, mientras la Francia napoleónica, la Alemania nazi y el Japón imperial militarista, constituyen claros ejemplos de casos de insubordinaciones revisionistas de carácter global fallidos.
Para mediados de la década del 30, tanto Estados Unidos como Alemania aspiraban a reemplazar a Gran Bretaña que, aunque era ya un poder en crisis, seguía ejerciendo el rol potencia hegemónica. De los dos estados que desafiaban al poder británico, sólo los Estados Unidos habían adquirido condiciones económicas, tecnológicas y militares de “equipolencia” respecto de Gran Bretaña y, aún más, la habían sobrepasado largamente. Sólo los Estados Unidos estaban en condiciones de llevar a cabo una política de insubordinación revisionista de carácter global racional. Así que, una vez que Alemania decidió, irracionalmente, emprender el camino de realizar una insubordinación revisionista de carácter global, Estados Unidos decidió esperar que Alemania desgastara al poder británico para luego, mediante una intervención rápida en la guerra, poder reemplazar a ambas potencias en el liderazgo del sistema. En octubre de 1945 la dirigencia norteamericana cerraba el ciclo de insubordinación revisionista de carácter global que había abierto a mediado de la década del 30, había reemplazado a Inglaterra como principal potencia hegemónica del sistema internacional.
He intentado, en estas pocas palabras, dar claves de interpretación, no sólo para la lectura de la realidad, sino para la acción. Porque sabemos que el pensamiento no puede estar desligado de la acción.
* Marcelo Gullo: Doctor en Ciencia Política por la Universidad del Salvador, Licenciado en Ciencia Política por la Universidad Nacional de Rosario, Graduado en Estudios Internacionales por la Escuela Diplomática de Madrid, Magister en Relaciones Internacionales, por el Institut Universitaire de Hautes Etudes Internationales, de la Universidad de Ginebra. Asesor en materia de Relaciones Internacionales de la Federación Latinoamericana de Trabajadores de la Educación y la Cultura (FLATEC). Profesor de la Maestría en Estrategia y Geopolítica de la Escuela Superior de Guerra y de Universidad Nacional de Lanús. Asesor de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados de la República Argentina.
1 Recordemos que la realización de una insubordinación fundante es la condición necesaria para que una insubordinación pragmática sea posible de ser sostenida en el largo plazo. La realización de una insubordinación fundante es la condición indispensable para que el umbral de resistencia adopte un carácter estructural.
2 En la historia reciente de América Latina es posible encontrar casos de gobiernos que, irresponsablemente, desde el punto de vista discursivo – y sin tener elementos de poder suficientes para hacer realidad el discurso- plantean, por cálculo electoral o infantilismo político, una insubordinación revisionista que solo existe en el relato oficial de dicho gobierno.