Israel alcanza un récord en su política colonial de derribo de viviendas palestinas en los territorios ocupados
Israel demolió o decomisó durante este año 2016 hasta 1.089 viviendas y otras estructuras palestinas en la ocupada Cisjordania, incluyendo Jerusalén Oriental, en lo que constituye una cifra sin precedentes, según señaló ayer la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas (OCHA).
Según el último informe de este organismo, que abarca hasta este 28 de diciembre, estas acciones de las autoridades sionistasa ocupantes provocaron el desplazamiento de casi 1.600 seres humanos y afectaron la vida de otros 7.1o1.
'Estos datos de demoliciones y desplazamientos son los más altos conocidos, al menos desde que comenzamos a registrarlos en 2009', advirtió.
En la inmensa mayoría de los casos de viviendas y otras estructuras destruidas o decomisadas, Israel justificó su violencia por la falta de permisos para construir, unos permisos emitidos por Tel Aviv en unos territorios ocupados que arrebató a los palestinos en 1967.
Junto a la construcción de asentamientos, tanto las demoliciones como los desplazamientos humanos son considerados la punta de lanza de la política sionista para alterar la demografía en la Ribera Occidental, sentando así las bases para perpetuar su ocupación.
Más de medio millón de colonos viven en Cisjordania y Jerusalén Oriental, y el Parlamento (Knesset) sionista analiza una ley para respaldar dicha colonización, pese a las críticas de la ONU y el abrumador rechazo de la comunidad internacional, que sin embargo se abstiene de tomar ningún tipo de medida punitiva contra la ocupación israelí.
El informe de la OCHA aborda también la situación en la Franja de Gaza, donde 51.000 personas siguen desplazadas, después de perder sus casas durante los cerca de dos meses de bombardeos israelíes en el verano de 2014.
Los desplazados en Gaza dependen de refugios temporales y de la ayuda brindada por organizaciones humanitarias, precisó.
La Oficina reflejó además en su informe la violencia brutal y desproporcionada del ocupante judío en los territorios palestinos y en partes de la entidad sionista, estadísticas que año tras año muestran un gran desequilibrio.
Hasta el 26 de diciembre, 109 palestinos y 13 israelíes perdieron la vida en Cisjordania y Gaza, lo que supone una ligera reducción en la cifra de muertos respecto a 2015, cuando fueron asesinados 169 palestinos y 25 israelíes.
Naciones Unidas ha insistido en que la situación aleja cada vez más la mundialmente reclamada solución de los dos Estados, y el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó el 23 de diciembre la resolución 2334, que además de condenar la colonización israelí de Cisjordania y exigir su fin, llama al cese de la violencia y de las provocaciones, así como al compromiso de las partes con el regreso a la mesa de negociaciones.
Por su parte, el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, reiteró que la situación debe cambiar de inmediato, lo que pasa por un cambio de postura de Israel, que de mantener la construcción de asentamientos y la ocupación, destruirá -tal vez para siempre- la posibilidad de la paz en el Medio Oriente.
Tel Aviv reaccionó con un claro mensaje de desafío, tanto a la resolución del Consejo de Seguridad como a las declaraciones de Kerry, al amparo del respaldo que ha recibido del presidente estadounidense electo, Donald Trump, quien había pedido a la Casa Blanca vetar la iniciativa, y al no conseguirlo, calificó a la ONU de 'solo un club para que la gente la pase bien'.
Trump mencionó en su campaña el interés de promover la paz entre palestinos e israelíes, sin embargo, sus recientes posiciones y la nominación como embajador en Israel de David Friedman, un sionista enemigo jurado del pueblo palestino y de la solución de los dos Estados, no pewrmiten albergar demasiadas esperanzas de cara al conflicto.