Por una Ecología verdaderamente revolucionaria: Destruir lo que nos destruye

31.08.2020

Traducción del francés de Juan Gabriel Caro Rivera

¿Tiene la lucha ambiental, por sí misma, una verdadera perspectiva revolucionaria? Nosotros no lo creemos. Por más virulenta que pueda parecer su expresión, permanece estancado en su visión limitada del problema. Si bien tiene la capacidad de adivinar desastres futuros, es materialmente incapaz de contrarrestarlos. El fracaso de la Ecología Política y los éxitos a medias de la Ecología Radical son reveladores de la lógica de un movimiento que no logra volver a las fuentes del Mal y que solo logra ser recuperado por el sistema o encerrarse en una escalada estéril.

Para retomar el análisis del equipo de la Encyclopédie des Nuisances (1), los ecologistas representan en el campo de la lucha contra las molestias ecológicas lo que los sindicalistas representaron en la lucha de los trabajadores: intermediarios interesados ​​en preservar las contradicciones de las cuales aseguran ser sus reguladores, negociadores dedicados a la negociación (la revisión de estándares y tasas de nocividad reemplazando los porcentajes de los aumentos salariales), defensores de lo cuantitativo en un momento en que el cálculo económico se está extendiendo a nuevos ámbitos (aire, agua, embriones humanos o sociabilidad sintética); en definitiva, los nuevos intermediarios del sometimiento a la economía, cuyo precio debe incluir ahora el coste de un "entorno de calidad". Ya estamos viendo el establecimiento, cogestionado por expertos "verdes", de una redistribución del territorio entre áreas sacrificadas y áreas protegidas, es decir una división espacial que regulará el acceso jerárquico a los “bienes naturales”. En cuanto a la radiactividad, habrá un poco de ella para todos.

Decir de la práctica de los ambientalistas que es reformista todavía le haría demasiado honor, porque está directa y deliberadamente inscrita en la lógica de la dominación capitalista, que incesantemente extiende, por su propia destrucción, el terreno de su ejercicio. En esta producción cíclica de males y sus agravantes remedios, el ecologismo habrá sido solo el ejército de reserva de una época de burocratización, donde la "racionalidad" siempre se define lejos de los individuos involucrados y de cualquier conocimiento realista con las renovadas catástrofes que esto implica.

Partiendo de la observación de que la sociedad capitalista actual conduce por su modo de producción y consumo a la inevitable destrucción de nuestro medio ambiente, integramos plenamente la ecología en una lucha revolucionaria. Lo vemos como parte de un proyecto más amplio para desafiar al capitalismo y no como la única y principal motivación para un enfoque reformista. La contradicción entre el medio ambiente natural y el sistema capitalista mundial es total. No hay un terreno común, nada que pueda abarcar la separación final entre la preservación de nuestro planeta y la lógica de la explotación ilimitada de sus recursos, por parte del Capital.

Es en el terreno de las relaciones sociales donde se logrará el triunfo de la defensa de la Naturaleza porque es en este terreno donde se concreta la conciencia de los grandes retos para romper con la dinámica productivista que genera contaminación, pero también desempleo y crisis. Sólo la Revolución Socialista podrá acabar con el sistema existente y dar a luz a una nueva sociedad, que tendrá como preocupaciones (entre otras) buscar una relación armoniosa con su entorno. Debido a que no tendrá fines de lucro y no estará organizado en empresas multinacionales o burocráticamente estatales, nuestro socialismo puede y será un modo de producción ecológico. Puede cometer errores, pero no introducirá desequilibrios en los ciclos naturales de forma sistemática e indiscriminada, como lo hace el capitalismo. No se trata de la corrección de las leyes económicas según criterios ecológicos, sino de ir más allá de la ley del valor y la economía.

Lo que pone de relieve la crisis ecológica es la necesidad de que esto vaya más allá del carácter socialmente absurdo de la ley del valor que ya aplastaba la existencia de los trabajadores para incrementar a toda costa la productividad laboral para incrementar el beneficio.

El socialismo se alejará de la ley de producción por la producción (valorización del capital, productivo o financiero), con el fin de desarrollar un enfoque diferente de la economía que no sea dañino a largo plazo para nuestro medio ambiente, y para la naturaleza, más extensamente. Si rechazamos la carrera ciega por el crecimiento, no podemos suscribirnos a la ilusión del decrecimiento y su fobia a la tecnología. Partiendo de las necesidades humanas reales - que la sociedad deberá redefinir - y no de los artificios del consumo masivo, la producción se dirigirá imperativamente a evitar efectos irreversibles o difíciles de revertir en cuanto a sus efectos sobre el hombre y la naturaleza. El objetivo es obtener una abundancia de bienes usados ​​baratos y de calidad, sin impactos destructivos sobre el medio ambiente. La revolución transformará profundamente el significado del desarrollo tecnológico y las condiciones de producción. 

El mal no es la técnica, sino el uso que de él hace el Capital y el proyecto tecnológico contemporáneo cuyo nacimiento es una de las premisas del capitalismo de los siglos XVI y XVII. La innovación tecnológica no es por el momento un medio para desarrollar las posibilidades de la especie y paliar sus penalidades, sino para producir más bienes y esclavizar mejor al trabajador. Es muy posible que eso cambie si emancipamos la tecnología de la búsqueda de los beneficios. ¡Es obvio que tal cambio implica una ruptura radical que solo puede ser la Revolución Socialista! ¡Nuestras negativas dan a luz el futuro!

Notas:

1. Encyclopédie des Nuisances, «A tous ceux qui ne veulent pas gérer les nuisances mais les supprimer», appel de 1991.

Fuente: http://rebellion-sre.fr/pour-une-ecologie-veritablement-revolutionnaire-detruire-ce-qui-nous-detruit/