El ángel coronavirus y el suicidio de las civilizaciones

14.04.2020

El suicidio auténtico exige voluntad y libertad. De manera que, se discute si los sentenciados a muerte — como Sócrates — y las personas desequilibradas de sus facultades mentales se suicidan o no. Una discusión ética, epistemológica, sociológica, y también, teológica. La perspectiva del suicidio, desde las ciencias sociales, no siempre coincide con las que se tienen desde la teología, que aunque plurales en su diversidad, parten de la fe y el dogma religioso. Este ensayo no pretende ser neutral, en la medida que asume una posición, aunque justificada, ante un tema muy polémico.

El Rey Saúl. Primer rey de Israel.

La libertad no es absoluta. No solo está condicionada, sino que es también condicionante. Menos aún es absoluta nuestra libertad para elegir; las opciones son limitadas y dependen de las circunstancias que nos rodean. Nuestro entorno influye constantemente en nuestras decisiones, lo cual no necesariamente nos hace menos libres, aunque sí, quizás, menos independientes. Independencia y libertad no son palabras sinónimas, aunque con frecuencia, así es asumido.

 

El hombre es libre de suicidarse, pero no todos los que se suicidan son libres. En el suicidio hay distintos grados de voluntad, deseo y libertad, que no es libertinaje y está condicionada. Los grados de libertad presentes en el acto de la persona que acaba por sí misma con su vida son, tanto desde las perspectivas de las ciencias sociales, como desde las perspectivas teológicas de las distintas religiones, una importante variable a la hora de condenar o no, moral y espiritualmente, el suicidio de alguien.

 

Jesucristo fundó una sola y única Iglesia. La Iglesia Santa, Católica y Apostólica. La Iglesia es una sola porque está formada y representada por un único cuerpo espiritual; tiene una sola cabeza, que es Jesucristo, y se sostiene en la unidad del espíritu divino de Dios. Es santa en sus cimientos, que son Jesucristo y el Espíritu Santo. Es apostólica porque conserva la doctrina y la sucesión de los dones del Espíritu Santo, desde el tiempo de los Apóstoles. Es ortodoxa porque sigue la doctrina recta y es la fiel representación de la fe verdadera. Jesucristo no fundó una Iglesia para los católicos occidentales, otra los ortodoxos orientales — que también son católicos — , otra para los evangélicos y otra para los protestantes.

 

Después del cisma de 1054, y la enemistad surgida a partir de las Cruzadas, la constante división entre cristianos ha sido una de las intrínsecas crisis que, desde entonces, ha vivido la Iglesia en su estructura orgánica y existencia. Y la relación entre la razón y la fe, particularmente en Occidente, más que en Oriente, ha tenido distintos altibajos en las vicisitudes de la historia. La evaluación crítica del suicidio, desde la teología, puede ser tan controversial como desde las ciencias sociales. En líneas generales, la postura sobre el tema dependerá en la medida que el suicidio haya sido o no la manifestación de una voluntad divina que trasciende de la persona en sí misma o si el suicidio fue una decisión personalista, egoísta y condenable.

 

Desde las ciencias sociales, el estudio de la teología, como factor que ha incidido en las perspectivas que sobre el suicidio han existido a lo largo de la historia, sigue siendo relevante. El cristianismo ha sido uno de los elementos fundamentales de aquello que se llama cultura o civilización occidental, que ha influenciado también a otras culturas — no todos los científicos sociales encajan en su definición de ‘occidental’; existen importantes discusiones y controversias — . La historia política, cultural, y hasta científica de la humanidad, no es ajena a la historia de las religiones. La sociología y la antropología, dos ciencias sociales que se han acercado cada vez más con el paso del tiempo, le dan gran importancia al factor religioso en el desarrollo de las sociedades y culturales.

 

En la Sagrada Biblia, hay siete personajes principales que se suicidaron: el rey Saúl, un asistente de Saúl, Sansón, el rey Abimelech, el rey Zimri, Ahitofel consejero de David y Judas. También existen personajes como Jonás, que sin haberse suicidado, tuvo actitudes suicidas y genocidas. En mi opinión personal, los casos anteriormente mencionados son fascinantes objetos de estudio y análisis, desde la teología y las ciencias sociales. En la biblia no se prohíbe expresa y explícitamente el suicidio, aunque las descripciones sobre aquellos que se suicidaron no son las más positivas. En la narrativa bíblica, el suicidio está relacionado a la cobardía, la traición y la derrota militar, esta última asociada históricamente a la falta de pureza religiosa del gobernante y sus súbditos; la victoria y la derrota en la guerra son decisiones de la Providencia, en función de la fe y la virtud, como señala el teólogo chileño José Hipólito Salas (1880:32–33).

 

Aquí hay que hacer a un lado el sentido de la objetividad y la búsqueda de la neutralidad para así opinar desde la emoción. De todos los casos de suicidio en la biblia, el del asistente de Saúl es el más bello, sublime, y sobre todo, conmovedor. Destrozado espiritualmente por el suicidio de su rey, derrotado este durante la guerra y sin ánimos de ser capturado por el enemigo, el asistente se suicida también. Así de fuerte es la conexión que puede generar la convivencia y el contacto cercano. En el libro 1 Samuel, el suicidio del Rey Saúl y el de su asistente, aterrorizado, abandonado y quebrado por la partida de su rey, debe ser analizado desde la alienación, el amor existencial y la auténtica amistad; la angustia de partir antes o después que el otro que es esencial en tu vida. La amistad y el amor, en gran medida, exigen ceder una parte de nuestra libertad e independencia.

 

El asistente del Rey Saúl no podía seguir existiendo sin él. La vida sin el rey era una posibilidad tan insoportable, que decidió acabar con su vida también. El rey era parte de su ser e identidad. Con la partida del rey, algo de él también se había marchado. Víctima de la enajenación, su estatus en la sociedad dependía del papel que cumplía en la vida de don Saúl. Ni se imaginaba, ni aspiraba otra cosa. No era nadie sin él.

 

Uno de los mayores dramas del vínculo afectivo que surge entre nosotros y nuestros seres queridos, es que nuestras relaciones son finitas en el tiempo y en el espacio, como la vida en sí misma. Ni nacemos ni morimos juntos – con la excepción de los siameses, por ejemplo – . La muerte duerme con nosotros todos los días, en el sentido de que el destino de la materia putrescible es la putrefacción. La muerte forma parte del ciclo natural de la vida. Aunque no pensamos en el momento de decirle adiós a los demás, ese momento algún día llegará, nos hayamos despedido o no. Cada segundo que pasa, el cuerpo se acerca a su muerte terminal. Otra historia puede ser la del alma, al menos desde la perspectiva teológica.

 

La salvación del alma del hombre que se suicida es uno de los principales dilemas de quienes filosofan sobre la cuestión. El suicida no necesariamente pierde la misericordia de Dios. En ninguna parte de la Biblia se indica que el acto de suicidio, por trágico que sea, se considere un pecado imperdonable. La Biblia es clara en que el pecado que no puede ser perdonado es el de la blasfemia contra el Espíritu Santo y la negativa a creer en Dios, pero el suicida podría ser creyente. Un suicida podría ir al Cielo, aún cuando un verdadero y auténtico cristiano ni asesinaría a otra persona ni se suicidaría. También es cierto que el suicida no podrá confesar sus pecados después de la muerte, pero eso sucede, también, en muchas otras situaciones. ¿Cuántos pecados no se confiesan antes de morir?

 

En Romanos 8:32 se indica: «El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?». Ni la vida ni la muerte pueden separar al creyente de Dios, más allá de las controversias que, en torno al suicidio, existan. Aunque algunas ramas del cristianismo le niegan, por lo general, el derecho al entierro cristiano a aquellos cuerpos que pertenecieron a personas que se suicidaron, esta decisión no es absoluta; depende de ciertos factores y circunstancias que, evaluadas por el padre o sacerdote, puede cambiar de opinión. En el caso de la Iglesia Ortodoxa de Oriente, por ejemplo, se muestra compasión ante los discapacitados mentales y aquellos que no lograron superar el sufrimiento que les generó una determinada situación en vida, mientras esto pueda ser demostrado. De manera que, en determinados casos, se les puede dar una cristiana sepultura.

 

No se aplaude el haber tomado esa decisión, pero se entienden las razones que motivaron al sujeto que cometió el acto de suicidio. En general, el suicidio sigue siendo un tema controversial en la teología cristiana, que está tan dividida como la misma Iglesia. Más aún, si se estudian las posiciones que existieron sobre el asunto en el llamado cristianismo primitivo.

 

El coronavirus ha tenido un impacto psicológico sobre la población mundial. Lo seguirá teniendo, en la medida que la cuarentena se prolongue. La economía mundial entrará en recesión, y probablemente, tomará algunos años su recuperación. Cada hogar y cada comunidad tiene características particulares. Hay que hablar sobre las terapias psicoterapéuticas y la filosofía del alma. Y sobre todo, se debe reflexionar sobre la condición del suicidio como tema tabú. El suicidio, con fines terapeúticos como terapia asistida, no debe seguir siendo estigmatizado. ¿Qué moral tiene usted para estigmatizar y condenar al suicidio, si no dice nada ante la promoción de la anorexia, la violencia doméstica, la promiscuidad, la xenofobia y la dependencia a las drogas? No aplaudamos el suicidio, pero sí mostremos compasión y empatía ante el dolor de los demás. De eso se trata.

 

A diferencia del suicidio, la mayoría de las cosas anteriormente nombradas no tienen fines terapéuticos. Una excepción son las drogas, pero en muy determinados casos, cantidades y presentaciones. No queremos, entonces, más víctimas de la falsa moral. Hay que manejar, prudentemente, el deseo de suicidio en las poblaciones afectadas por el coronavirus; ayudarlos a superar sus problemas y seguir con sus vidas, o bien, ayudarlos a decir adiós, en sana paz. Hablar del suicido es esencial durante crisis sanitarias, espirituales y existenciales, como la de la pandemia del coronavirus. El coronavirus es el vehículo para la expresión de los más profundos dilemas existenciales y espirituales del hombre, que pueden hoy materializarse en nuestras artes y ciencias. Lo que el hombre haga hoy, será el legado que le dejará a las próximas generaciones.

 

Ludwig Minelli, abogado humanitario pro-suicidio, considera que el suicidio es el último derecho humano. Como se puede evidenciar en Justin Huggler (2018) y Dignitas boss found not guilty of profiteering (2018), enfrentó acusaciones de estafa y especulación, debido a que los demandantes alegaban que los precios por sus servicios que cobraba la ONG, presuntamente sin ánimos de lucro, estaban muy lejos de los costos reales en el mercado. Estas acusaciones, afortunadamente, luego fueron desestimadas por las autoridades competentes. En una crisis como la del coronavirus, es necesario reflexionar sobre el papel de estas instituciones, desde una mirada crítica. ¿Por qué juzgar a las organizaciones que promueven la eutanasia y el suicidio asistido, mientras se calla ante quienes promueven la anorexia, el consumo de drogas, la venta de estupefacientes, etcétera? ¿No hacen más daño los estándares irreales que se venden en medios de comunicación, que difícilmente se alcanzan sin el consumo de fármacos costosos? La crisis del coronavirus es una crisis sumergida y enmarcada en otra crisis, mucho más grande: la crisis moral, ética y existencial del hombre, apresado en el letargo de la posverdad y el posmodernismo.

 

A lo largo de la vida, la muerte es para el hombre una fuente de angustia. Ni la juventud ni la vida son eternas. El suicidio, en su sentido terapéutico, se presenta como una alternativa ante el dolor y el sufrimiento. Pero también es un potencial instrumento creador y creativo del hombre. A través del suicidio, entendido como acto de libertad, el hombre puede ser el autor del guión de su último día. El suicidio puede ser también, entonces, una manifestación cultural y artística. Una forma de irse de la vida, con estilo y singular simbolismo. Una obra de arte en sí misma.

 

La muerte del ser no es un fenómeno estrictamente individual. La muerte es, también, un fenómeno de carácter colectivo. Así como mueren las personas, también perecen las culturas, los pueblos y las civilizaciones; así como se suicida el sujeto, también se suicida el colectivo. La muerte, en su emotividad y sentimentalidad, incentiva la creatividad, entendida como la ninfa del arte, el teatro y las pasiones. Los pueblos, en sí mismos, pueden ser instrumentos ciegos de su propia destrucción, así como también, instrumentos de la creación y la ontología. Los grandes pueblos toman decisiones que pueden ser suicidas. Ello, en la amplia, ecúmenica y universal dimensión de la expresión humana, también es arte. Coronavirus, eres tú el ángel de la muerte y el nuevo porvenir. El ángel del despertar y la creación.

 

Pieter Bruegel The Elder. Selbstmord Sauls. 1652.

Fuentes:

Dignitas boss found not guilty of profiteering. (1 de junio de 2018). Swiss Info. Recuperado de www.swissinfo.ch/eng/assisted-suicide-_dignitas-founder-found-not-guilty-of-profiteering/44160762

Huggler, J. (18 de mayo de 2018). Founder of Swiss assisted suicide organisation on trial for profiteering from his clients.Telegraph. Recuperado de www.telegraph.co.uk/news/2018/05/18/founder-swiss-assisted-suicide-organisation-trial-profiteering/

Hurault, B. (2005). La Biblia. Madrid: San Pablo.

Quintero, V. (6 de noviembre de 2019). La noción de pureza y fe en la guerra: cuando el militar ve a Dios en su espada.Medium. Recuperado de www.medium.com/@vicentequintero/la-noción-de-pureza-y-fe-en-la-guerra-cuando-el-militar-ve-a-dios-en-su-espada-a5427aed8883

Salas, J. (1880). El guerrero cristiano. Valparaíso: Imprenta del Mercurio.