Estados Unidos y el reavivamiento de la reacción latinoamericana
La palabra democracia no debe seguir siendo un instrumento de control geopolítico. Durante muchos años la utilización de este vocablo ha sido palabra de Dios impuesta desde el Norte a los países latinoamericanos. Aunque la misma supone un estilo de gobierno en el cual la población toma rienda de su futuro, en realidad, en todos nuestros países se ha presentado inversa.
Allí donde llegaron verdaderos gobiernos representativos de sus pueblos, los Estados Unidos llevando de las manos a los sectores más oscuros de esos lugares, con artimañas, conspiraciones, sabotajes, intervenciones militares, golpes de estados y hasta bloqueos económicos, han arrodillado esos intentos libertarios. Nuestra interpretación y aplicación de este término debe beneficiar y asemejarse a la que los amos crean o dicten, so pena de ser castigados.
Lo anterior fue así y se mantiene. Durante un corto período de tiempo, América Latina fue relegada y hasta ignorada políticamente por los gobiernos norteamericanos. Mientras hacían su presencia más activa en Asia, África, los Balcanes y el Este de Europa, a los países que consideran de su exclusiva área de influencia se dedicaron a deportarles nacionales moral y psíquicamente disminuidos. Se dedicaron a limpiar sus cárceles y calles de drogadictos, ladrones, atracadores, narcotraficantes, asesinos, pandilleros y otros delincuentes. Estas deportaciones les dieron un giro maléfico a las interacciones y la convivencia en nuestra región, especialmente en la Centroamericana.
El golpe de Estado al presidente Manuel Zelaya de Honduras, fue el primer tanteo y exitoso freno del proyecto integracionista latinoamericano chavista, por parte de las agencias del “gran coloso del Norte” y la reacción de ese país. La pusilanimidad o falta de unanimidad contundente en oposición a ese golpe de Estado, favorecieron los ulteriores usos de artilugios, revanchismos, legalismos y retaliaciones contra los gobiernos, instituciones de soportes integracionistas y líderes que promovieron y sostuvieron la bandera de la solidaridad entre nuestros pueblos. ¡Parece que nuestros derechos deben ser sancionados por otros que desconocen o les importa poco lo que queremos!
La OEA, en el proceso que vivimos, también se ha envalentonado. A pesar de que en Santo Domingo se vio precisada a pedir disculpa por su participación en la invasión de 1965 a República Dominicana, con este mismo secretario general, impulsa la desintegración latinoamericana, la incomprensión en Venezuela y la implementación de la “carta democrática” contra ese país. Lo interesante es que sus esfuerzos, que son los del gobierno norteamericano, legitimador de la posición que ostenta, encuentran eco en ex-gobernantes que fueron sarnas para sus países.
A la oligarquía latinoamericana, sobre todo de Paraguay, Argentina y Brasil, le crecen los músculos. Se venga y destruye las reivindicaciones alcanzadas en esos países ante de su ascenso. Con el fin de inclinar a nuestros países a la Alianza Transpacífica (Trans-Pacific Partnership) de forma premeditada mina el MERCOSUR. De esta forma mata los esfuerzos independentistas y cohesionadores que hemos logrado para retroceder y poner a nuestros pueblos a merced de los pies y mandatos de las políticas norteamericanas. Burdas y groseras son las manipulaciones que hace. ¡Se le nota el refajo y detrás su instigador!
Se consolida la aristocracia en los mencionados países y al mismo tiempo esta refuerza sus redes de solidaridad en la defensa del neoliberalismo, la desigualdad e implantación del egoísmo en esos Estados. Aquellos que coartaron su libertad de oprimir a las masas de sus países, ya desde el control del poder político, reciben retaliaciones. Los acosos judiciales, contra estos, están a la hora del día. Los privilegios que les permitieron los gobiernos de tendencia socialista, no están dispuestos a concederlos a sus adversarios en oposición.
No es casual este reavivamiento de los potentados latinoamericanos. Las inversiones y proyectos chinos y rusos en el sub-continente son considerables. Señalan una tendencia a nuestra participación activa en un mundo en que nuestras voces también serán escuchadas. Sin duda, la aún viva integración latinoamericana es una excelente oportunidad para comenzar a crear las bases de la verdadera democracia en las relaciones con los que se creen amos. Igual que ayer, hay sectores los cuales prefieren estar sometidos a los abusadores de siempre. Para nada les interesa el buen vivir, la solidaridad y que las riquezas de la cual somos poseedores sea patrimonio de todos. Sólo ellos se creen con derechos a usufructuarlas. Por eso se han dado a la tarea de privatizar todo. Prefieren y así actúan, recibir migajas, poniéndolas a disposición de entes foráneos.
En el pugilato mundial entre las principales potencias, en América Latina, a través del gobierno argentino ya Estados Unidos se ha asegurado la construcción de tres bases militares. Aunque como de costumbre, estos externan razones que no convencen, y tampoco les importa, la ubicación de las mismas pone en peligro el futuro de los más importantes recursos a futuro de América del Sur. Esos sectores de poder parece que no aprenden. Olvidan la capacidad de desmemoria característica del “buscado protector”: cuando no les sirven, dan la espalda a sus protegidos.
El ejemplo de la actitud de la burguesía venezolana desde que alcanzó la mayoría de los escaños en la Asamblea Nacional de ese país, señala el rumbo a asumir si obtienen el ejecutivo. Las medidas tomadas dentro de ese organismo, contra símbolos e iconos aceptados por la mayoría de ese pueblo, muestran un desprecio inaudito hacia quienes pretenden dirigir. No es para menos, no creen en nada. Su objetivo está en coger la rienda del país para seguir sirviéndose con la cuchara ancha. El pueblo debe quitarse la venda y ver que los grandes déficit en los productos de la canasta familiar y sus hostigamientos, como la solicitud de referéndum revocatorio, son parte de una guerra contra el gobierno de turno. La tranquilidad, la salud y la nutrición del pueblo, son objetivos atacados de forma soterrada, a corto plazo, para acelerar la desesperación del soberano y hundir al gobierno.
Las riquezas de la cual es poseedora nuestra América Latina, nos permite más libertades que aquellas arrebatadas a los hijos de los criollos. Unidos, para nada necesitamos protectores, mucho menos amos. Los tiempos han cambiado, por lo menos eso nos hacen creer, y entre nosotros las organizaciones de bases, en la mayoría de los países, fueron sustituidas por las delincuencias común y organizada, por un debilitamiento de las creencias y esperanzas por las campañas de los movimientos protestantes y las ONGs y la privatización de los servicios y empresas estatales. Tenemos un desarraigo que amenaza las nacionalidades. Esto le sirve como soporte a la burguesía entreguista para seguir polarizando a la sociedad. Cambiar este panorama social es nuestro mayor reto.
Gerson de la Rosa.- Dominicano. Antillanista y latinoamericano. Estudió historia en la Universidad Estatal Rostov del Don. Profesor del liceo Unión Panamericana de su país. Lector y seguidor de los movimientos de las grandes naciones en la política internacional y de los análisis de los especialistas de la geopolítica.