Globalismo contra multipolaridad
Nicholas Rooney: Así que, para usted, la multipolaridad no es más que una estrategia geopolítica que permitirá la supervivencia de Rusia y debilitará el control de Occidente sobre el sistema internacional, ¿es eso lo que está diciendo?
Aleksandr Dugin: La multipolaridad reconoce algunos elementos de decisión basados en la racionalidad independiente que ha desarrollado una civilización en particular. Esa es más o menos la versión defendida por Huntington, pero eso no necesariamente lleva a un “choque de civilizaciones”. El choque de civilizaciones normalmente se malinterpreta; no se trata de una invitación a que se produzca este choque... Huntington, por lo que tengo entendido, intentó subrayar las diferencias a nivel básico que existen entre las civilizaciones y no las diferencias con respecto a sus zonas de interés.
Así pues, el choque de civilizaciones es posible en la tradición realista cuando hay soberanía, cuando hay libertad y cuando hay caos en las relaciones internacionales. Todos estos conceptos proceden de la teoría realista en las relaciones internacionales. La única diferencia entre el realismo clásico y el enfoque civilizacional es precisamente que no se trata de Estados nación (como en el realismo clásico), sino de civilizaciones.
Las civilizaciones se representan aquí como nuevas formas de unidad política. Así pues, la integración es necesaria; la integración euroasiática en nuestro caso, la integración islámica en el caso de la sociedad musulmana, la integración europea o la integración africana. Se trata de grandes espacios a los cuales se denomina como “civilizaciones”. Así pues, la libertad o el sujeto de la soberanía ya no es el Estado nación, sino la civilización. En cuanto a los choques, existe la posibilidad de la guerra, pero eso es un principio básico del realismo en las relaciones internacionales, independientemente del tipo de sistema.
El nuevo aspecto introducido por la multipolaridad es que existen muchos menos polos soberanos, es decir, los polos no son tan numerosos como el número de Estados nación que existen actualmente. Los Estados nación reconocidos por el derecho internacional son muchos, pero sólo unos pocos podrían aspirar a la soberanía en la situación actual con tal de convertirse en una especie de polo independiente y soberano.
Necesitan unirse en algún tipo de unidad supranacional basada en el denominador común de la civilización. Por eso se creó la Unión Europea y en eso se basa, fue por esa razón que Turquía no fue aceptada dentro de esta organización, a pesar de todo lo que se habló con respecto a la unificación económica y quizá política y jurídica. Turquía pertenece sin duda a una civilización diferente, a la euroasiática. Y creo que, en sentido general, la multipolaridad es una especie de pluralidad semántica. Las diferentes civilizaciones tienen su propia comprensión de lo que es el hombre o lo que es el tiempo, lo que es el espacio, lo que es el universo, lo que es el bien, lo que es abierto, lo que es cerrado, lo que es humano, lo que es el género, lo que es la tradición y lo que es la modernidad. Y para establecer un orden mundial multipolar necesitamos escuchar a todo el mundo, a todos los representantes de todas las civilizaciones, pero no de todos los países. Sin embargo, también dentro de cada civilización debe existir un diálogo entre los pueblos y sus tradiciones.
Así pues, esto es una especie de resumen de la multiplicidad y diversidad del orden mundial multipolar cultural. Es difícil establecerlo. Es mucho más fácil imponer o proyectar el sistema de valores de una civilización más avanzada sobre el resto. Pero eso es racismo y es precisamente el punto más débil de la globalización moderna. No es globalización en el sentido genuino: es la proyección de una parte de la humanidad sobre el conjunto de la humanidad. La parte occidental se afirma como una especie de destino y proyecta sus propios valores (buenos o malos) sobre el globo, sobre el planeta. La multipolaridad lucha contra eso para defender el derecho de otras civilizaciones a tener su propia comprensión de los aspectos esenciales de todo; por ejemplo, en lo que respecta al terrorismo, la guerra, la santidad, la historia o con respecto a quién estaba equivocado o quién tenía razón, por ejemplo, en un momento histórico concreto.