¡Viva el fuego! Historia y actualidad del movimiento autonomista en Francia

30.01.2021

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera

Tal y como escribió Sébastien Schifres en su tesis de maestría “el movimiento autonomista es antes que nada una práctica y no tanto una ideología y, a diferencia del resto de las corrientes que conforman la extrema izquierda, no es necesario decir que uno es un Autónomo para ser uno, muchos Autónomos rechazan pertenecer a una ideología y también rechazan cualquier etiqueta, incluida la de ser llamados Autónomos. Por tanto, son sobre todo las prácticas individuales las que le permiten a uno ser identificado como un autonomista. Sin embargo, no basta con practicar las ideas de los autonomistas para ser considerado un Autónomo. También es necesario tener una cultura, elemento que es muy importante para comprender su identidad política. Las asociaciones de un individuo también pueden permitir identificarlo como un Autónomo: son estas asociaciones las que hacen que cierto individuo sea percibido como tal por quienes están fuera del movimiento y que pueda ser asimilado como un Autónomo. El movimiento reconoce quienes son los suyos” ... (Artículo publicado en julio de 2017 en la Rebelión 80, por lo que no menciona lo que ocurrió con el movimiento de los chalecos amarillos y ni tampoco el alzamiento contra la reforma salarial). 

El origen del movimiento autonomista: una metapolítica de la acción 

Antes de discutir los desarrollos recientes que ha tenido el movimiento autonomista, es necesario indagar su origen, por lo que al menos debemos retroceder hasta el siglo XX (1), momento en que el movimiento autonomista emerge como una fuerza a tener en cuenta al interior de la “extrema izquierda”, después de haber pasado mayo de 1968 y haber llegado a los albores de la década de 1970. El movimiento aparece debido a la burocratización y a la relativa impotencia que representan organizaciones de masas como el PC y la UNEF, que parecen incapaces de realizar una verdadera acción revolucionaria.

Las diversas corrientes autonomistas, por supuesto, se alimentan de las teorías provenientes del anarquismo y el situacionismo, pero también, más inesperadamente, de un marxismo heterodoxo, incluido el maoísmo (ver los mao-espontaneístas) y el obrerismo italiano (2), los cuales constituyen las principales corrientes que los alimentan. El movimiento autónomo se distingue entonces por su afán de establecer una democracia obrera y llevar a cabo una insurrección, posturas que lo enfrentan a las organizaciones de masas.

En ese momento, estas distintas corrientes se basaban en un trabajo meta-político real: con el surgimiento de los okupas, se lleva a cabo una verdadera reflexión política sobre las vanguardias y el rechazo del trabajo, todo ello avalado por numerosas publicaciones. La conexión que hace con la clase obrera, aunque es un poco floja, es de todos modos muy real, como por ejemplo lo demuestran grupos como las Brigadas Rojas italianas. De todos modos, tratan de unir realmente al proletariado y al lumpenproletariado, y sus vanguardias suelen estar vinculadas a la propaganda social y socialista.

Dinamismo ...

Nuevas estructuras

Los movimientos autonomistas son los pocos que demuestran poseer algún dinamismo antisistema al día de hoy. Por ejemplo, Nuit Debout, cualesquiera que sean sus límites, depende en gran medida de los movimientos autonomistas. La ventaja de los autonomistas es su poder para movilizarse en un marco no partidista y por lo tanto relativamente amplio, que abarca multitud de revistas o personalidades distintas.

Este ya era el caso del movimiento de los indignados y este tipo de mítines ha tenido un éxito relativo en el sur de Europa, especialmente en España con los indignados y ahora Podemos. Sin embargo, en Francia no existe ninguna estructura partidista que parezca tener la fuerza para capitalizar su dinamismo debido principalmente a dos razones: las instituciones de la Quinta República permiten pocos cambios políticos y los Frentes (el nacional y el de izquierda) tienden a institucionalizar cualquier clase de oposición.

La politización de la ecología (al menos fuera de los Verdes) y el principio del Zad son uno de los méritos del movimiento autonomista, mostrando claramente que la defensa de la naturaleza y la lógica comercial son irreconciliables. Este tipo de organización en forma de Zad también permite una politización anticapitalista de muchos jóvenes "hippies" y otros activistas anti-globalistas que han permanecido como movimientos moderados. El punto fuerte de estas corrientes se manifiesta en una base que es afín a ellas y a la metapolítica. También es excelente que lleguen a situar sus acciones políticas en un marco sostenible. A decir verdad, el principal límite de su dinamismo es el permanecer en el espectro de un izquierdismo sectario y tomar posición por ideas anti-patrióticas, negándose a crear vínculos con otros movimientos (como por ejemplo el movimiento del 14 de julio). Sin embargo, a diferencia de España o de Italia, donde el regionalismo y el federalismo son fuertes, la mayoría de los franceses siguen apegados a un Estado nacional fuerte, aunque el patriotismo es un valor popular (y con mucha razón).

La justa crítica ante el circo de los medios, aunque en muchas ocasiones este último sea explotado por los propios autonomistas, es también uno de sus puntos fuertes. Este rechazo a los grandes medios es coronado por el éxito que muestran sus programas de reinformación, como el documental "Merci, patron" o las conferencias de Lordon. Desde un punto de vista meta-político, su dinámica es obviamente muy interesante.

Finalmente, en cuanto a tácticas de enfrentamiento, los black blocs poseen un cierto interés y están casi a un paso de la ilegalidad. De hecho, esta clase de operaciones han sido asumidas por diferentes grupos y han prosperado en todo el mundo.

... marcado por la decadencia individualista

Lamentablemente, los movimientos autonomistas de hoy no son inmunes a la decadencia individualista que afecta al resto de la "extrema izquierda", que es la verdadera consecuencia que produce el capitalismo integral. Es gracias a que este se ha adaptado tan bien al espíritu de la época que tiene tanto éxito. Vemos en él un carácter pequeñoburguesa e izquierdista (en el sentido leninista) cada vez más asertivo, que no solo llega a negar las nociones de socialismo y proletariado, sino incluso a luchar contra ellos.

Decadencia de las ideas

El primer síntoma de esta decadencia es el sectarismo. Podemos encontrar muchas organizaciones informales que rechazan llevar semejante título y que operan de forma aislada, rara vez con más de una docena de personas y que comparten apartamentos, mantienen relaciones sexuales y que incluso comparten el cuidado de los niños (3). Estas sectas llegan incluso a volverse odiosas para otros movimientos autonomistas. Con el pretexto de rechazar la burocratización, llegamos a un proceso donde los elementos más ruidosos dominan el conjunto, camuflándose por medio de un intelectualismo que muchas veces es bastante oscuro.

Las ideas de estos grupos pueden calificarse de nihilismo, en el sentido que esta palabra asumía al referirse al movimiento ruso que llevaba tal nombre durante el siglo XIX: es necesario reconstruir todo desde las cenizas, destruir la sociedad capitalista al hacer pedazos sus equipos y sus espacios públicos.

El segundo síntoma es producto de su sustitución de las ideas socialistas, como sucede con ciertas organizaciones, debido a una mixtura social extraña que combina la lucha contra la prisión, la apología del lumpenproletariado de los barrios marginales, la inmigración, el rechazo al trabajo y el antifascismo. La conciencia de clase se ha desvanecido por completo en el limbo. ¿Cómo podrían, entonces, ejercer alguna importancia sobre la masa del proletariado?

La decadencia de los modos de acción

Pero, en general, no existen los atentados contra las comisarías o los cuarteles ni tampoco asesinatos. Prefieren los ataques contra las ventanas de los bancos, incluso contra las universidades y las paradas de autobús. Al destruir el escaso espacio que aún no ha sido privatizado, los movimientos autonomistas están cumpliendo el papel de los idiotas útiles del capital y preparan la fructífera “rehabilitación” de estos espacios por el capital. Las autorreducciones, defendibles en principio, se convierten en bandolerismo gratuito cuando la redistribución es ineficaz y mucho más cuando se practica un desdén y una serie de insultos contra los empleados, algo que revela un fuerte desprecio por el proletariado. También vemos la hipocresía de su retórica contra la organización cuando, después de algunas riñas durante las manifestaciones, muchas personas del movimiento autonomista vuelven a caer bajo la protección de la CGT o el NPA. En estas condiciones, sólo pueden reunir al lumpenproletariado más "marginal", dejando indiferente a la gran masa que existe al interior del mismo.

En conclusión: dado el debilitamiento de las organizaciones políticas antisistema al día de hoy, los autonomistas están haciendo todo lo posible por adaptarse a la tribalización y atomización de la sociedad, atrayendo a quienes se encuentran decepcionados frente a las organizaciones tradicionales y a los militantes más apasionados que están listos para la batalla. Son una importante reserva de energía, desafortunadamente están atrapados en un dominio absoluto que, por un lado, se encuentra marcado por un intelectualismo estéril (y a menudo calcado del situacionismo) en la teoría, y, por el otro, por un radicalismo contraproducente en la práctica.

No obstante, si alguna organización consigue establecerse en medio de este entorno, contará con una vanguardia llena de energía y con poderosos intermediarios metapolíticos.

Leer:

Sébastien Schifres, La Mouvance autonome en France de 1976 à 1984, Mémoire de maîtrise d’histoire contemporaine et sociologie politique, Université Paris Ouest Nanterre La Défense.

Notas:
1. Sin ir rastrear el origen de este movimiento en los siglos XIX y XX, podemos ver sus antecedentes en el nihilismo ruso y el consejismo marxista. 

2. Nacido en Italia a principios de la década de 1960, el obrerismo aboga por el rechazo del trabajo como institución y la espontaneidad de la acción. 

3. El ejemplo de este movimiento, que con razón se llama "appelistes ", lleva por título una palabra extraída de La Revolución que viene del Comité Invisible.

Fuente: http://rebellion-sre.fr/vive-le-feu-histoire-et-actualite-de-la-mouvance...