Putin como gobernante y el futuro después de él
Principales tendencias de la Operación Militar Especial después de un año
Se han producido transformaciones políticas bastante claras en Rusia después de un año de la Operación Militar Especial. Dejando de lado las vacilaciones iniciales por parte de nuestro gobierno – avances y retrocesos en el campo de batalla – se ha producido una tendencia constante a cambiar el curso de la guerra y la política interna de nuestro país. Por lo tanto, podemos concluir que existe un fuerte vínculo entre la campaña militar que libramos en Ucrania, junto con la incorporación de nuevos territorios, con las reformas que acontecen dentro del gobierno. Tales cambios sin duda no encajan en una visión dualista de “lealtad/traición” con respecto a los “avances/retiradas”, aunque no se puede negar la correlación directa entre los acontecimientos de la guerra y la intensidad del patriotismo dentro del Estado y la sociedad. Es por eso que resulta difícil hablar de traidores entre las filas de la élite de la Federación de Rusia: tales denuncias deberán hacerse con conocimiento de causa y no solo por simples sospechas. En medio de una guerra resulta difícil hacer juicios tan severos, pero las recientes filtraciones del Pentágono demuestran que nuestros enemigos conocen perfectamente lo que sucede al interior del ejército como para decir que no debemos preocuparnos por esto. Por supuesto, es tarea de las instituciones de contrainteligencia encargarse de semejantes problemas. Así que si dejamos de lado a los traidores directos, muchos de los cuales solamente eran los viejos seguidores de Gorbachov-Yeltsin que en algún momento promovieron el acercamiento incondicional a Occidente con tal de ponerle fin al conflicto, llegamos a la conclusión de que los representantes de esta forma de ver las cosas son incapaces de expresar nuevamente tales ideas sin correr el riesgo de sufrir fuertes represiones: todos los que ahora están en el poder saben que es imposible detener de una forma u otra la Operación Militar Especial, ya que tanto Occidente como Kiev interpretarían tal debilidad como una capitulación. Por otro lado, si las autoridades detuvieran la Operación Militar Especial por cualquier motivo terminarían por perder toda credibilidad frente a la sociedad y nuestro sistema político se derrumbaría. Solo un traidor o un enemigo de Rusia – tanto del pueblo como del Estado – haría algo así.
No obstante, las reformas patrióticas dentro de nuestra sociedad avanzan muy lentamente, casi como si fueran un espejo de nuestro lento avance hacia Kiev. Existe una conexión innegable entre el comienzo de la Operación Militar Especial – seguida de una ola de patriotismo y retrocesos internos – con la postergación de la movilización general y la retirada de nuestras tropas, lo cual fue seguido de un cambio en las relaciones públicas y la incorporación de cuatro nuevas entidades a Rusia, además del nombramiento de Surovikin y, finalmente, el estancamiento actual. Esto nos lleva a la conclusión de que después de un periodo de vacilaciones, retrocesos y aplazamientos fruto de un año de la Operación Militar Especial, hemos alcanzado un punto de estabilización del rumbo patriótico de la sociedad, aunque este proceso es extremadamente lento. Es muy posible que la próxima contraofensiva del régimen de Kiev, que quizás ataque en varias direcciones, ponga a prueba a Rusia en un futuro. Tal ataque sin duda provocará una respuesta simétrica al interior de la sociedad rusa, por lo que una vez que hayamos resistido y repelido el ataque de Ucrania se producirá una patriotización de la sociedad y reformas ideológicas y políticas importantes. Es posible que incluso se acelere el ritmo de nuestra ofensiva: todo esto implica que el 2023 será un año decisivo para el futuro de la historia de Rusia.
Etapas recientes de la historia rusa: de una colonia a una gran potencia
La Federación de Rusia surgió en 1991 de las ruinas de una gran potencia (la URSS), momento durante el cual nuestro país se convirtió en un títere de los poderes extranjeros que provocaron su colapso. La primera etapa de nuestra historia reciente comenzó con la llegada al poder de los “liberales” – como son denominados los saqueadores, traidores y agentes extranjeros en nuestro país –. La segunda fase comenzó hace 23 años, cuando llegó Putin al poder en el año 2000 y se produjo un cambio de rumbo en nuestra historia: el proceso de desintegración del Estado ruso fue frenado y la soberanía fue restaurada. Por otro lado, Putin dejó intacto el núcleo de la élite dirigente y se limitó a expulsar a los más odiosos y peligrosos entre los liberales. Finalmente, la tercera fase comenzó con la Operación Militar Especial, momento en que se ha producido un verdadero giro patriótico, produciéndose el paso de la defensa de la soberanía estatal a la defensa de la soberanía civilizacional. Putin ya ha asumido esta tarea, aunque todavía no la ha materializado del todo. Considero que este proceso se acelerará una vez acabe el contraataque de los nazis ucranianos: en el momento en que este acabe, comenzará el proceso de cambio y purificación de la élite rusa, pues los héroes que han nacido en el campo de batalla desplazarán de una vez por todas a los liberales corruptos dentro del gobierno.
El rumbo trazado por Putin y los factores objetivos de la geopolítica, la sociedad y la civilización
Muchos analistas creen que ha sido decisión únicamente de Putin la formulación de la defensa de la soberanía estatal rusa y posteriormente la defensa de la soberanía de la civilización eurasiática. Sin embargo, esta decisión fue apoyada por la mayoría de la sociedad y la élite no tuvo otro remedio que plegarse a las decisiones de nuestro presidente. Una parte de la élite tuvo que huir, otra parte se quedó esperando poder sobrevivir al desastre y volver lo más pronto posible a la situación anterior. De todos modos, la mayoría de la élite rusa aceptó la decisión de forma clara o confusa, jurando lealtad a Putin. Tal decisión ha dado forma a una serie de hechos tanto dentro como fuera de Rusia: si la Operación Militar Especial ha sido lanzada por Putin, entonces esta continuará incluso después de él. El poder de Putin es tan absoluto que únicamente él tiene el derecho a elegir cuando llegará el período “después de él”. El mismo Putin puede permanecer indefinidamente en el poder y tanto el pueblo como la sociedad lo apoyarán. Además, Putin decidirá cuando entregar el poder a quien elija: él es absolutamente libre de decidir quien será su sucesor. Este absolutismo alrededor de su figura hace que nuestros enemigos deseen que llegué este “después de él” lo más pronto posible, idea que es alimentada por las élites rusas con el deseo de proteger sus intereses. No obstante, tenemos que hacer una serie de observaciones en este sentido: es verdad que Putin es absolutamente libre en relación al sistema político ruso y que no depende de nadie, ya que ha concentrado todo el poder en sus manos, no obstante, se encuentra determinado por ciertas circunstancias objetivas:
· Las leyes de la geopolítica y, en particular, los intentos desesperados de Occidente de mantener la unipolaridad y evitar que Rusia se convierta en un polo del mundo multipolar,
· Las expectativas y los valores del pueblo ruso,
· La lógica misma de la historia de la civilización rusa.
Todos estos son los factores objetivos que explican la política exterior de Putin como una respuesta simétrica eurasiática a la presión atlantista (el Occidente colectivo y la OTAN). Son estos factores los que limitan el poder de Putin y están detrás de su lucha desesperada por convertir a Rusia en un polo del mundo multipolar y un nuevo hegemón político. Sin embargo, Occidente y los países de la OTAN (excepto Turquía y Hungría) niegan la multipolaridad y apoyan a Ucrania en contra de Rusia. Claro, no se trata de un hecho subjetivo, sino objetivo: en primer lugar, podemos decir que Putin no inventó la geopolítica, él simplemente es el dirigente del Heartland, de Eurasia, el corazón de la civilización telúrica por excelencia, y se ha visto obligado a seguir su lógica. Los intentos de Putin de plegarse al atlantismo de Yeltsin, rumbo que siguió Rusia durante la década de 1990, sólo nos llevarían a nuestra desintegración. Por lo tanto, si Rusia quiere ser un sujeto y no un objeto de la geopolítica entonces tendrá que enfrentarse a Occidente. Putin retrasó esta confrontación todo lo que pudo, pero al final la fuerza de los acontecimientos lo llevaron a la guerra. Él no tomo la decisión de lanzar la Operación Militar Especial, sino que la misma actitud de Occidente lo llevó a ello. En segundo lugar, Putin no está exento de contar con el apoyo del pueblo: llegó al poder precisamente porque su gobierno se caracterizó por la defensa de los intereses del pueblo, el cual desea la defensa de la soberanía y el patriotismo. Por supuesto, el pueblo también anhela la justicia social, pero en comparación con la época de Yeltsin – donde no había ni patriotismo ni justicia social – terminamos por contentarnos únicamente con el patriotismo. Este calculo de Putin resultó ser bastante racional y le permitió obtener el apoyo incondicional del pueblo, lo que le permitió ser libre en la política interior. Mientras que los liberales apostaron por la población urbana (concentrada principalmente en las metrópolis) occidentalizada y la oligarquía, grupos completamente dependientes de los grupos de presión extranjeros, el pueblo ruso no exigía nada a nadie, excepto recuperación de la grandeza y la independencia de Rusia. Esta divisa fue recogida por Putin. En tercer lugar, Putin no gobierna en el vacío, sino siguiendo la misma lógica de la civilización rusa, la cual siempre ha sido independiente y enemistada con Occidente, lógica que Putin aceptó parcialmente al principio de su gobierno. Todos los pensadores rusos, desde los pensadores conservadores de la Rusia zarista, pasando por los eslavófilos y Fiódor Ivánovich Tiútchev hasta llegar a los ideólogos de la Edad de Plata y los bolcheviques, tanto la izquierda como la derecha, han hablado de la confrontación entre Rusia y Occidente. Cuando Putin cita a Dostoievski e Iván Ilyín, o dice algo sobre Stalin, criticando a Occidente – incluso afirmando que se trata de una “civilización satánica” – no hace sino seguir los pasos de los grandes gobernantes de Rusia. Todos los intentos de crear una política diferente, proccidental y liberal, causan el rechazo del pueblo, algo que quedó claro durante los mandatos de Gorbachov y Yeltsin. Putin no depende de la élite rusa, los partidos políticos, la oligarquía, los movimientos sociales, las instituciones o la burocracia rusa, más bien todas estas instancias dependen de él. Pero Putin si depende de la geopolítica, el pueblo y la civilización rusa, siguiendo las trayectorias que estas trazan.
Lo que vendrá después de Putin
Teniendo en cuenta todo lo anterior, por fin seremos capaces de analizar sobriamente como será Rusia “después de Putin”. Las reformas que ha hecho Putin, basándonos en la coherencia y los resultados obtenidos, son inconmovibles. Esto se aplica también al tema de la “justicia social” la cual no ha existido durante su mandato: el pueblo esta dispuesto a tolerar estas ausencias mientras Putin sea capaz de preservar el patriotismo. Incluso Putin se da el lujo de no demostrar todo el tiempo su patriotismo cuando se alza contra Occidente, pues nadie duda de que sus intenciones sean sinceras. En todo caso, el “después de Putin” no será como es ahora: Putin puede entregarle el poder a cualquiera y todos aceptarán a quien se lo entregue. No obstante, quien asuma el poder que Putin le entregue será mucho menos libre que él. Además, resulta imposible imaginar que el hipotético sucesor – sea quien sea – desvié el rumbo geopolítico, patriótico y civilizacional de Rusia. Solo Putin sigue siendo libre en ese sentido, mientras que su sucesor no lo será; en el momento en que el sucesor de Putin trate de cambiar el rumbo de Rusia su legitimidad se esfumará y el poder se vendrá abajo. Seguramente surgirán otras figuras más capaces de continuar su visión de los acontecimientos históricos. El “sucesor de Putin” tendrá que demostrar que es un digno sucesor de él y que continuará el proceso geopolítico y patriótico (incluyendo la justicia social) de renacimiento del mundo ruso. Putin ganó o inició varias guerras, mientras que su hipotético sucesor tendrá que ganar la guerra en contra del Occidente colectivo y convertirse en el dueño indiscutido de Eurasia. Teóricamente, Putin todavía puede cambiar de rumbo, aunque resulta improbable que Occidente se lo permita. En cambio, su sucesor no podrá dejar de avanzar hasta llegar a las fronteras de Polonia.
Lo mismo se aplica al pueblo, el cual esta del lado de Putin. El “sucesor de Putin” tendrá que ganarse la aceptación del pueblo y ser un defensor de la justicia social. Los rusos desprecian tanto el capitalismo como la oligarquía que lo secunda. El pueblo le ha perdonado a Putin que dejara intactas tales instituciones, pero no se lo perdonarán a su sucesor: este último tendrá que defender no solo el patriotismo, sino que deberá crear un patriotismo socialista. El “sucesor de Putin” no dejará las cosas como están, sino que tendrá que mejorar muchas de las cosas que su antecesor no logró. Semejante patriotismo socialista requerirá de grandes reformas al gobierno y al sistema de los partidos políticos. Lo más seguro es que los puestos del futuro gobierno ruso sean asumidos por todos aquellos que lucharon en la guerra de liberación de la Patria, de otro modo no se producirá la necesaria renovación de la élite rusa. Finalmente, diré unas palabras sobre la civilización rusa: durante los últimos 23 años el gobierno de Putin ha fortalecido la soberanía de Rusia. En un principio, Putin creyó que podía defender la soberanía de Rusia en el seno de la civilización occidental europea haciendo un llamado a crear un Gran Espacio “desde Lisboa a Vladivostok”, apelando a valores comunes como el capitalismo, la democracia liberal, la ideología de los derechos humanos, el progreso tecnológico, la división internacional del trabajo, la digitalización de la vida, la adhesión a los parámetros del derecho internacional, etc… Todo ello resultó imposible y después del inicio de la Operación Militar Especial quedó claro que la civilización rusa y la civilización occidental tienen valores totalmente diferentes. El Decreto 809 puso el acento en una defensa de los valores tradicionales rusos y el cambio en la política exterior rusa, la cual de ahora en adelante gira alrededor del concepto de mundo multipolar. Rusia es una civilización completamente distinta y no la podemos confundir ni con Oriente ni con Occidente. De hecho, ahora se habla abiertamente del mundo ruso. El “sucesor de Putin” no podrá defender la soberanía de Rusia al interior del Occidente colectivo y menos después del estallido de la rusofobia que ahora reina en Europa. Por lo tanto, podemos concluir que cualquier intento de crear un Gran Espacio desde Lisboa a Vladivostok ha quedado aplazado al menos de que se produzcan grandes cambios al interior de la misma Europa. El sucesor de Putin tendrá que avanzar en una dirección diferente y lo primero que deberá hacer es darle expresión al Logos ruso.
Todo será más difícil de ahora en adelante
De todo lo anterior podemos sacar ciertas conclusiones paradójicas: mientras que Putin se encuentre en el poder sigue siendo posible una reconciliación ideológica y política con Occidente, pero Occidente no quiere negociar con Putin. Occidente piensa que si son capaces de eliminar o sacar del poder a Putin, entonces ganarán. Tal tesis demuestra una cierta perdida de contacto con la realidad por parte de las élites occidentales. El “sucesor de Putin” jamás negociará ni tendrá el poder para hacerlo: deberá luchar hasta el final contra el Occidente colectivo y llevar a cabo muchas reformas de corte patriótico ya no de forma lenta, como Putin, sino de forma radical, como Prigozhin. Quienquiera que sea el “sucesor de Putin” tendrá no solo que ser patriota, sino ultra-patriota. Sin duda, tal sucesor no tendrá tiempo para aprender el nuevo lenguaje, pues las condiciones actuales lo impiden, por lo que tendrá que dominar un sistema operativo basado en la geopolítica eurasiática, un patriotismo consistente (abiertamente izquierdista en lo económico) y la defensa del Logos ruso y la civilización rusa.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera