María Poumier: el genocidio va a llegar al extremo: El mercadeo de bebés

20.05.2019

El sistema occidental de las tres órdenes; "Bellatores", que se sirven del Poder; los "Oratores" que son los medios informativos, y los "Laboratores", constituidos por el pueblo trabajador. Este sistema se sirve de la moral pública fundada en el Bien y una antimoral de naturaleza secreta. La Moral común del Bien está marcada por el respeto. Por contra, la antimoral es una falta de respeto. Esa falta de respeto es ni más ni menos el símbolo de la no pertenencia al común y el corolario, por tanto, de pertenencia a la élite del Poder.

En Occidente, el respeto por los valores morales públicos y su falta de respeto determinan el Bien y el Mal en tanto que valores míticos absolutos. El candidato a la clase social con su Estado mayor en el poder público deberá ser iniciado en el no-respeto de los valores morales que implican el ejercicio de virtudes conectadas con el Bien. De ahí la importancia de las sociedades secretas, que primero fascinaron con sus truculentas amenazas y ahora son satanistas; es en ellas donde el candidato suele ser iniciado.

El Bien, tal como es concebido por el pueblo trabajador, nos dice Alain Benajam, es decir, los Laboratores, es estructurado como culminación de los valores de conservación del grupo y de su perpetuidad. Se trata de valores instintivos. Viene enseguida el "bien público" que debe formularse en público. La justicia, la caridad cristiana o la fraternidad republicana, el sacrificio de sí mismo por el bien de los demás, como es el modelo de Jesús en la cruz, de los cristiano o el anhelo de morir por la patria de los republicanos.

Para los cristianos, esos valores representan a Dios y el Bien, y para los republicanos el Bien está representado por la Nación y su ejercicio del Bien. Por su parte, el Mal, que ha sido cultivado en el interior de los poderes, no ha sido estructurado y no depende de los valores porque primero que nada se trata de suprimir el respeto. Todo poder se afirma sin sentido del respeto, mientras que toda moral es un freno al poder. El Mal sólo existe en oposición al Bien, el Mal no es, pues, descriptible en tanto que tal y no es universal.

El Poder y el Mal necesitan la asistencia de un grupo de Oratores para presentar el Mal como si se tratase de un Bien, como el recurso a la Palabra del Evangelio, que ha sido absolutamente desviada. Por ejemplo, las Cruzadas que no fueron más que campañas para robar y saquear a Bizancio y al Islam han sido presentadas al público por el Poder eclesiástico como combates contra "infieles diabólicos".

El Mal del Poder, es promovido como un Bien para los peones, representantes del "otro", del que es diferente, del que como consecuencia de su diferencia suele ser calificado de loco, y a quien el Mal puede expoliar sin temor. Este el es mecanismo para la inversión de los valores, que es la inversión característica del satanismo.

El Mal se esconde siempre a espaldas del Bien. Y según la mitología católica es representado por un ángel, que al parecer es el Bien. Y no obstante, el ángel actuante es un ángel expulsado: Satán.

María Poumier

Lo que hoy se llama “ciberconflicto” pende de la Guerra fría numérica: una guerra no declarada, consistente en perturbaciones insidiosas indirectas; carrera armamentista para el caso de.... Pero en relación a la Guerra fría bipolar, los actores han cambiado. Hoy contamos con la Corea del Norte y su ciberejército de ± 6 mil piratas, capaces de robar (o recuperar) las armas numéricas ofensivas de la NSA y de afinarlas, para tomar por la fuerza bancos mal protegidos; o de sabotear los ordenadores de los admiradores del “Gran Líder”.

Esos episodios muestran sin embargo que el ciberconflicto es ideal para la estrategia asimétrica porque es barato, de uso anónimo, incluso lucrativo – y peligroso para las infraestructuras de los países desarrollados. Insisto en este punto, rara vez abordado por nuestra evasiva ciberdefensa, pero capaz de desmantelar a cualquier país moderno; poco después la guerra relámpago (blitzkrieg) podría desencadenarse sobre las infraestructuras energéticas críticas.

Y estando éstas en un 100% informatizadas, el país queda a merced del desastre, al hundimiento definitivo. Antes incluso del primer disparo habrá pérdida de datos cruciales, robo de las informaciones sensibles, suspensión del servicio eléctrico y de los servicios de seguridad, de transporte, hospitalarios, y hasta su agotamiento, de los recursos alimentarios y la gestión de las aguas utilizadas o el control de las grandes infraestructuras energéticas.

Estos dispositivos de guerra, animados por la psicopolítica para llevar a cabo la maniobra destructora más radical de que se tenga memoria, van a ser activados en episodios geopolíticos sucesivos. Y sólo por su empleo asegurado nos es permitido presentar las ideas de la literata doctora de la Sorbona, María Poumier, ocupada en la bioética de cara a las amenazas supremas que analiza en su obra "Mercantilizar la vida humana".

Bebés sanos al servicio de una humanidad radioactiva

En "Marchandiser la vie humaine", su autora la doctora Poumier explica el desenlace de los preparativos de guerra que siguieron a la Guerra fría. Todos estos tuvieron un sentido y éste lleva sin duda a la despoblación del planeta mediante una guerra, breve pero intensa, para que los seres humanos, en última instancia enfermos por los efectos cancerígenos de la radiación tengan al alcance de su mano un bebé.

De esta manera, cuando los humanos sobrevivientes de la hecatombe piensen en restaurar la especie estarán apuntalando con su inversión en niños que podrán adquirir como gatos, un negocio, seguramente el más redituable de la historia: más que las drogas, las armas, los órganos humanos y la trata de blancas a escala mundial.