Las reflexiones geopolíticas de Erwin Kern

06.12.2022

Erwin Kern fue asesinado cobardemente por un policía alemán en el castillo de Zaalek (siglo XII) el 17 de julio de 1922. Pero, ¿quién era este hombre? Kern es muy conocido por haber sido uno de los miembros fundadores de los cuerpos combatientes (Freikorps), siendo líder de la legendaria Brigada de Marines Erhardt, considerada por muchos como el baluarte de la Revolución Conservadora que primero enfrentó a la República de Weimar y luego a Hitler. Sin embargo, Kern no sólo contaba con una gran experiencia bélica, sino que también fue un consumado geopolítico que se opuso tanto a la versión liberal como nazi del continentalismo europeo. Lamentablemente, las reflexiones de Kern nunca llegaron a desarrollarse por su prematura muerte (tenía 24 años cuando murió), pero las lecciones que nos deja su muerte cien años después no dejan de ser relevantes. El pensamiento de Erwin Kern sería tan poco interesante como sorprendente de no haber llegado a las conclusiones a las que llegó en 1922. Pero lo más interesante de todo fue el proceso de maduración que atravesaron sus ideas tal y como fueron descritas por su alumno, y en parte hagiógrafo, el famoso Ernst von Salomon.

Kern era teniente de la marina alemana cuando sucedió la Revolución de Noviembre que destruyó el Imperio Alemán y que según él provocó su muerte interior. Sobre esto dijo lo siguiente: “Me disparé en la frente el 9 de noviembre de 1918 tal y como me lo ordenaba mi código de honor. Desde ese entonces estoy muerto y ya no soy yo quien vive, sino un desconocido”. A partir de ese día, Kern solo vivió de forma impersonal su vida con tal de cumplir con el deber que se le había asignado. Durante el mes de noviembre los intelectuales, obreros y el lumpen comenzaron atacar a los soldados y oficiales alemanes, mientras tanto, todo discurso militarista y patriótico era despreciado en público. Uno de los más estrechos colaboradores de Kern, el capitán Rudolf Berthold, considerado como uno de los mejores pilotos de la Primera Guerra Mundial, fue descuartizado por obreros de izquierda en las calles de Hamburgo durante el putsch de Kappa del 15 de marzo de 1920 y sobre el que ya hemos escrito alguna vez (1). Esta fue una de las razones por las que los Freikorps lucharon codo con codo con las tropas rusas de Bermondt-Avalov en contra de los nacionalistas letones de Ulmanis (títeres de los británicos) y los bolcheviques Stutka. Las terribles escenas de tortura y masacre de prisioneros, junto con las burlas hacia sus compañeros de armas caídos, marcaron profundamente a Kern durante sus días de batalla en Riga. Desde entonces se dio cuenta que no libraba una “guerra contra los bolcheviques”, sino “contra Inglaterra”. Los Freikorps ruso-alemanes se habían convertido en la vanguardia del continente eurasiático en un momento en que la flota británica bombardeaba Letonia. Kern tuvo que retirarse, pero poco después volvería a sus andanzas, esta vez en Silesia, llamado por muchos como el “Donbass alemán”, invadido por los polacos. En ese entonces, la Entente promovió una serie de “referendos” en esta región llena de minas de carbón, por lo que los Freikorps alemanes y los militares polacos se apresuraron a capturar la mayor cantidad de asentamientos y lugares estratégicos de la zona unos días antes de que se llevara a cabo la elección. El débil gobierno de la República de Weimar se negó a ayudar a los voluntarios alemanes que en ese entonces combatían en Silesia. Por lo tanto, la defensa de las regiones alemanes se convirtió en un fenómeno desde abajo. La Brigada Erhardt cantaba: “¡Freikorps, voran! Die Grenze brennt!” (¡Cuerpos combatientes, adelante! Las fronteras arden). Realmente las fronteras ardían: los hombres de Kern pasaron ametralladoras desmontadas a través de las aduanas de Silesia y combatían a veces semidesnudos, sin uniformes, con los polacos. La captura por parte de los alemanes de la estratégica montaña de Annaberg, análoga en importancia al pico de Saur-Grave en el Donbass, decidió el resultado de la batalla e “hirió de muerte a los combatientes polacos”. No obstante, los políticos berlineses, al servicio de Versalles y su “política pactista”, ignoraron tal hazaña e hicieron a un lado a los defensores de la patria. En Silesia, Kern fue nuevamente testigo de cómo los polacos no solo eran armados por los franceses, sino, especialmente, por los británicos y eso a pesar de que estos últimos se referían de forma muy despectiva a los polacos, considerándolos únicamente como carne de cañón para destruir a Alemania.

Fue a partir de ese momento que Erwin Kern comenzó a reflexionar seriamente sobre el atlantismo y la política de Gran Bretaña. El verdadero enemigo de Alemania era Gran Bretaña, mientras que Rusia, independientemente de su ideología comunista, era el mejor aliado. Durante ese período de tiempo, Kern experimentó una profunda conmoción espiritual, una especie de metanoia, que se vio reforzada por la pérfida política de Francia hacia Alemania. Francia apoyaba tanto el chovinismo polaco en el Este como el separatismo de los liberales alemanes renanos en el Oeste. Resulta difícil de imaginar actualmente, pero entre los alemanes de Westfalia, especialmente en Colonia y Maguncia, había muchos traidores iguales a los “ucranianos” de hoy y que estaban dispuestos a luchar por la independencia de la “nación del Rin” con el apoyo de Paris. El más famoso de estos separatistas era Konrad Adenauer, el canciller alemán que tres décadas después convertiría a la Republica Federal de Alemania en un vasallo de Estados Unidos y las potencias occidentales al adoptar el atlantismo como política oficial alemana. Kern creó la “Organización de los Cónsules” (O.K.) con tal de combatir el separatismo renano y restablecer el control directo de la Republica de Weimar en el Oeste, preservando así la integridad territorial de Alemania. Fue en ese momento en que se produjo un segundo y terrible cambio espiritual dentro de Kern. Este dejó de cuestionar a sus enemigos externos y comenzó a cuestionar a su gobierno y así mismo: “Nunca tendremos éxito en nuestras empresas. Hemos marchado de un lado para el otro restableciendo el orden en todas partes porque queremos ser libres como el viento. Marchamos hacia el Este buscando capturar Varsovia y conservar Riga, llevando en alto la bandera de Berlín a todas partes. Salvamos la Alta Silesia para luego ver como era destrozada posteriormente”. Tales palabras podrían ser pronunciadas por los combatientes rusos contemporáneos, pues los lugares de los que hablamos son prácticamente los mismos donde hoy se desenvuelve el conflicto.

Hasta ahora, Erwin Kern solo había luchado contra la “quinta columna” dentro de Alemania, pero a partir de este punto comprendió que existía un fenómeno diferente y mucho más peligroso, la “sexta columna” encabezada por el ministro de Asuntos Exteriores Walter Rathenau, que en 1922 estaba a cargo de todos los sectores económicos estratégicos de Alemania. Es importante dejar claro lo siguiente: es un error creer que la “sexta columna” son traidores disfrazados que rinden pleitesía al Estado, mientras que la “quinta columna” son estos mismos traidores, pero de forma abierta. Esta es una definición demasiado simplista y, por lo tanto, errónea. Kern llegó a la conclusión de que la “sexta columna” también amaba a Alemania a su manera, deseaba su bienestar, quería hacerla rica y fuerte. Rathenau era un patriota alemán sincero, aunque no era de origen alemán y ni siquiera era cristiano. Rathenau también sintió la misma indignación de Kern por la insolente invasión polaca de las tierras alemanas y envió a la Entente muchas quejas sobre este asunto. Pero, si esto es así, ¿entonces por qué la “la sexta columna”, que no son traidores en el sentido lato de esta palabra, es peligrosa? Kern encontró la respuesta a esta interrogante después de leer los libros de Rathenau y escuchar sus conferencias públicas: el objetivo de Rathenau era pactar con las élites de la Entente con tal de integrar a Alemania en el sistema atlántico occidental y destruir poco a poco la identidad alemana y su forma de ser (Sonderweg). A diferencia de los separatistas renanos y los polacos, que intentaban arrancarle a Alemania partes de su territorio para luego ponerlas al servicio de la Entente, la “sexta columna”, capitaneada de forma brillante por Rathenau, quería hacer lo mismo, pero de forma pacífica con todo el país. Tal objetivo sin duda dejaba como un juego de niños las pataletas superfluas de la “quinta columna” e incluso el atlantismo de los polacos. Lo que Rathenau quería era destruir geopolíticamente a Alemania (algo que más tarde harían Adenauer, Kohl y Merkel, después del fallido intento de Hitler de negociar con los británicos y el atlantismo una alianza dirigida contra Rusia) y lo habría conseguido, con el apoyo de Stresemann, si no hubiera sido por Kern y la O.K.

En un primer momento Erwin Kern fue reacio a las invectivas. Apeló a sus amigos, a la paciencia y a los largos años de formación que su espíritu había sufrido: “Abandone las pequeñeces cotidianas para prepararme para los grandes acontecimientos”. Kern no era ni un nacionalista de campanario ni un chovinista. Soñaba con el día en que todas las patrias serian libres y, además, con “la victoria del espíritu alemán en toda la tierra”. Los atlantistas, comandados por Rathenau, por el contrario, soñaban con la victoria del espíritu mundialista sobre toda la tierra y que Alemania ocupara un lugar digno dentro de ese orden mundial. El plan de Rathenau significaba el triunfo de la economía y el dinero sobre el espíritu y el acero, algo que Kern no estaba dispuesto a permitir: “Jamás debemos someternos a la peor de las tiranías: la económica. Es completamente ajena a nuestra esencia y jamás seremos realmente fuertes bajo su amparo. Esta tiranía es intolerante con los demás porque es demasiado plebeya y se encuentra demasiado abajo. Este es un hecho que podemos comprobar únicamente viendo los hechos. Nunca podremos estar de acuerdo con quienes niegan la jerarquía y los rangos”. Kern sinceramente esperaba poderse reconciliar y llevar bien con Rathenau. Una vez confesó: “La reconciliación, cuando hay un camino lleno de sangre entre las partes, sólo puede tener lugar cuando los combatientes realizan un acto de suprema valentía. ¿Cómo van a respetarse dos adversarios que no reconocen el valor del otro y que no entienden las diferencias entre ambos? Aquellos que apuestan por la reconciliación lo hacen mediante un acto de suprema valentía”. Sin embargo, la decisión del gobierno alemán de negociar humillantemente en Génova con las potencias occidentales, solicitando la supresión de las reparaciones y las sanciones por considerarlas desventajosas para la propia Entente, causó en Kern una gran conmoción. La reconciliación se había vuelto imposible. Kern llegó a la conclusión de que los políticos alemanes solo querían llegar a un “acuerdo”: “Hablan el lenguaje del enemigo y piensan usando sus conceptos. Su principal argumento una y otra vez es que perjudicar a la economía alemana causa grandes perjuicios a la economía mundial. Su gran ambición no es otra que integrarse al sistema creado por las grandes potencias de Europa y Occidente. Y cuando me refiero a ‘Occidente’ estoy hablando de todos aquellos que se han sometido a la tiranía económica con tal de fortalecerse”.

Estas palabras suenan sorprendentemente relevantes y aterradoras hoy en día. Paralelamente, Kern llegó a la conclusión de que el poderío soviético fue una verdadera liberación popular del espíritu ruso de todas sus cadenas externas. Según Kern, los bolcheviques fueron a Génova con la intención de mantenerse firmes en su posición contra Occidente y defender los intereses de Rusia; Rathenau, en cambio, fue para “suplicar” por los intereses alemanes y “lavarse las manos”: “La idea rusa de la revolución mundial fue lo suficientemente fuerte como para expulsar a las tropas extranjeras de su país, invadir Polonia, causar pesadillas en Occidente y crear un ejército lleno de rebeldes libres de toda atadura y dispuestos a luchar junto a todos los demás países del mundo”. Kern también veía que el comunismo no tenía futuro en Alemania, era necesario crear algo más: un socialismo prusiano tal y como lo concibió Oswald Spengler. Los “liberales patriotas” alemanes, que componían la “sexta columna”, especialmente Rathenau – un gigante entre pigmeos, que había escrito libros muy interesantes y conocía tanto dentro como por fuera a la élite occidental – eran el mayor obstáculo para este ideal. Kern consideraba que Rathenau era el más peligroso de los políticos alemanes que querían llegar a un “acuerdo” con Occidente y de ese modo negociar los términos por medio de los cuales Alemania terminaría por incorporarse al orden mundial atlantista y unipolar. Kern buscaba algo muy diferente: deseaba unir a todos los pueblos colonizados y oprimidos del mundo para que cada uno creara un mundo diferente, multipolar, usando sus propios recursos espirituales y materiales. Es por esa razón que denunció a los patriotas liberales alemanes: “No puede haber reconciliación entre ellos y nosotros debido a que no respetan la supremacía del valor. La potencia que debemos destruir, y a cuya tarea debemos dedicarnos completamente, es a Occidente y a todos los alemanes que desean ser parte de ella. Hablan ‘alemán’ y lo único que quieren es unirse a Europa. Aman y anhelan vivir sometidos. Quieren que vivamos y estemos dispuestos a sacrificar los últimos vestigios de nuestra esencia alemana con tal de volvernos parte de esa tiranía. Y lo peor es que se sorprendan de que los alemanes los rechazan. Ellos no tienen miedo a la sumisión, las pruebas, exigencias, peligros y deseos que tal cosa entraña, sino al pueblo alemán que todavía existe. Temen a los alemanes porque en mí y en otros cientos de miles la guerra y la posguerra han revivido algo que es peligroso para Occidente. Este algo que ha revivido es muy bueno, grandioso”.

El pensamiento geopolítico de Kern resulta muy interesante. En su mente llega a la siguiente conclusión:

1)      Occidente teme que los alemanes se conviertan en una fuerza fuera de control;

2)      Tanto los líderes del Imperio del Káiser como de la república de Weimar (igualmente Hitler) jamás quisieron desafiar a Occidente, sino integrar a Alemania al orden internacional occidental, siendo, al parecer, Rathenau el hombre que conseguiría hacerlo;

3)      En caso de que esto último acontezca, Alemania perderá todo vestigio de germanidad e identidad, algo que debe ser evitado a toda costa.

En efecto, las negociaciones entre Rathenau y Lloyd George en Génova habían sido un éxito y ahora Londres pedía la abolición de las reparaciones, disponiéndose a acoger a Alemania bajo su ala y ayudarla a reconstruirse como parte del orden mundial liberal. ¿Quién desafiaría este orden globalista? Únicamente un teniente naval y director de la O.K. Von Salomon registró el dialogo histórico que tuvo con Kern:

-          Kern: “Hasta ahora lo único que hemos hecho es golpear el cuerpo, no la cabeza o el corazón. Mi plan es asesinar a un hombre, un hombre que es mucho más grande que cualquier de los otros a su alrededor”.

-          Salomon: Se me secó la garganta y le pregunte “¿Rathenau?”

-          Kern: “Rathenau”. Entonces levantó la voz y exclamó: “La sangre de este hombre dividirá irremediablemente al mundo para siempre”.

Después de eso, ocurrió algo inaudito desde el punto de vista psicológico: Kern comenzó a vivir mentalmente la vida de Rathenau, a estudiar sus escritos, a pensar constantemente en él con tal de entenderlo por dentro y ver lo que significa ser un “patriota globalista”, solo así podrá destruir sus ambiciones. Los dos antagonistas se encontrarían luego en una conferencia: “El ministro (Rathenau) se apartó lentamente y miró, avergonzado, en dirección a aquella columna, tartamudeando, luchando por recuperar la palabra y secándose la frente inquietamente. Sin embargo, a partir de ese momento solo habló para Kern. Casi como si estuviera bajo un encantamiento, dirigió sus palabras al hombre que estaba ubicado en aquella columna y comenzó a cansarse lentamente mientras mantenía su compostura… Mientras nos agolpábamos en la salida, Kern se acercó al ministro Rathenau, que estaba rodeado de gente muy parlanchina, y lo miró con aire de misterio. Kern pasó lentamente junto a él y su rostro parecía sin ojos”. Rathenau y Kern se convirtieron, a partir de ese instante, en adversarios gemelos, vidas inseparables cada una de las cuales reflejaba sus respectivas muertes. Ambos deseaban que Alemania fuera grande en el escenario geopolítico mundial, pero diferían en un punto muy importante, la reconciliación entre ambos era imposible. Es por esa razón que perecieron con apenas tres semanas de diferencia: Rathenau murió el 24 de junio y Kern el 17 de julio de 1922. Una tragedia de proporciones cósmicas aconteció de una forma bastante casual y desapercibida. Entre los dos solo había gusanos sobre los cuales no vale contar anécdotas o cantar canciones. Ernst Junger escribió sobre esto: “A principios de este siglo (XX), el representante del espíritu alemán, el verdadero portador de su Gestalt, se manifestó como un rebelde. Poco después comenzó la revolución alemana que ya había sido anunciada por los espíritus más elevados del siglo XIX y que sólo puede ser comprendida como una revolución de la Gestalt. Si esta rebelión se convirtió en un simple prólogo, fue porque al final careció de su Gestalt, cuya semblanza se manifestó en los soldados que moría día y noche, solos y en la oscuridad, en las fronteras del Imperio”. En la tumba de Kern está inscrito el siguiente lema: “Fuiste lo que debías ser”. Conquistar o morir, deja que Dios decida por ti. La sangre de Kern, que manchó la ventana del castillo de Zaalek, fue como una semilla entregada a los cuatro vientos de la que brotó y seguirán brotando nuevos espíritus combativos. Uno de sus discípulos, Stephan Georges, compuso el siguiente poema:

Düngen Fleisch und Blut die Erde

Dargebracht der neue Saat,

Drängend aus dem Untergrunde

Gründen wir geheimen Staat.

“La carne y la sangre fecundan la tierra,

Haciendo brotar nuevas cosechas,

Que nacen del subsuelo,

Y fundan un Estado secreto”

Estas son las lecciones que ha dejado el vertiginoso pensamiento geopolítico de Kern como legado de 1922 para el 2022. Lecciones que deben ser tenidas en cuenta en Rusia y en todo el mundo, pues no pueden ser silenciadas y olvidadas. Vemos como toma forma la inexorable marcha geopolítica actual. Al fin y al cabo, como muy bien dijo Kern, “no luchamos para hacer que el pueblo sea feliz; luchamos para que este cumpla su destino”. Sapienti sat.

Notas:

1. http://rossia3.ru/politics/foreign/kapp

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera