Las causas geopolíticas estructurales de la decadencia de los EE.UU.

17.09.2016

Evidentemente, los actos terroristas del 11-S marcaron en forma siniestra y simbólica el fin de la Posguerra Fría; un intervalo de apenas una década (1989-2001) entre la dilatada Guerra Fría (1947-1990) y una nueva estructura internacional que se va desplegando de manera compleja y contradictoria. Se cumplieron exactamente quince años del 11-S y los desplazamientos geopolíticos son notables. Trataremos de analizar las causas estructurales de la decadencia geopolitica de los EE.UU.

Nada será como ha sido, ni en EE.UU. ni en el sistema internacional. En consecuencia, la conjunción de capacidad, voluntad y oportunidad enmarcada en los planos interno e internacional, coadyuvó a que EE.UU. se decidiese a instrumentar un reordenamiento integral del sistema mundial, reordenamiento que ha tenido y tiene en Asia Central y Medio Oriente sus primeros y principales espacios de manifestación.

En ambos espacios la geopolítica - la intersección y gravitación de los factores materiales y espaciales en el diseño y práctica de la política exterior - ha retornado y adquirido relevancia en el despliegue estratégico de los EE.UU..

El dato geopolítico más novedoso de la globalización es que EE.UU. se ha vuelto una potencia asiática, luego de los atentados. Las guerras a Afganistán y a Irak en Medio Oriente le han permitido una proyección geopolítica inédita en una porción del mundo donde fue influyente (durante la Guerra Fría), pero nunca territorialmente estable. La instalación de bases militares desde el corazón de Asia Central hasta el Cuerno de África y la búsqueda de control de las principales fuentes energéticas le otorgan el papel de potencia asiática. A principios del siglo XX, devino en una potencia hemisférica; después de la Segunda Guerra Mundial se transformó en potencia atlántica; con la Guerra Fría se forjó como potencia del Pacífico; con la posguerra Fría su incidencia en África creció y ahora, con su expansión en Asia, Washington no cesa en la meta del "sueño imperial".

Sin embargo, esa fotografía exitosa de la posguerra fría, que hacia presumir para muchos analistas un imperio militar global, hoy queda traducida en un "orden" multipolar donde EE.UU. quedó empantanado en Irak y Afganistán, y ha fracasado el rol indirecto que le ha hecho jugar a la organización terrorista Daesh para dividir Medio Oriente.

Estos hechos impactantes geopolíticos fortalecieron al bloque euroasiático, donde Rusia, China, India, Irán, entre otros, más la nueva situación de Turquía, cambiaron radicalmente la correlación de fuerzas.

Es sumamente importante analizar los siguientes interrogantes:

¿Cuáles son los fundamentos geopolíticos de la expansión norteamericana? ¿Dónde se encuentra su origen? ¿Es un pensamiento dinámico en lo geoestratégico? ¿Cómo incide esto en la seguridad internacional? ¿Dónde están sus espacios gravitantes?

El pensamiento geopolítico norteamericano adquiere su plataforma de nacimiento con la expansión de su frontera interna a través de la conquista de México, creando a mediados del siglo XIX un Estado bioceánico continental. Expansión interna en una dinámica capitalista sin pasado feudal que dio origen al primer estado continental industrial de la historia.

Su primera proyección externa fue la guerra contra España en 1898 y la ocupación de las Filipinas, seguida rápidamente por la toma de Panamá (1903), hechos que fueron abiertamente justificados por la ideología geopolítica dominante del Almirante Alfred Mahan, quien fuera profesor de Historia Naval en West Point y del presidente Theodor Roosevelt, que sostenía que el poder se basaba en el dominio de los mares.

Luego, detrás de la Guerra Fría y en el contexto de la confrontación de dos modelos en pugna, los conflictos abiertos que ocurrieron fueron deliberadamente geopolíticos. EE.UU. tenía que controlar el Medio Oriente y su petróleo. Esa fue la base de la Doctrina Truman, de la Doctrina Eisenhower y de la Doctrina Carter.

Es por eso que EE.UU. respaldó al régimen del apartheid en Sudáfrica, y la razón para las guerras de Corea y VietNam fue añadida a las razones ideológicas en términos del interés de EE.UU. por controlar la cuenca del Pacífico.

En la presidencia de George W.Bush - justamente hace quince años, cuando se produjeron los atentados - la estrategia de los neoconservadores se sustenta en una consistencia ideológica proporcionada por una concepción geopolítica de pensar e interpretar el mundo desde un unilateralismo militar.

Esta es la esencia del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano o Doctrina Wolfowitz, plasmada en la estrategia de guerra preventiva. Este documento en su raíz llama a una intervención militar proactiva de los EEUU en cualquier espacio del planeta ante el enemigo rotulado como "terrorismo", sin precisarlo o identificarlo nítidamente.

Por otra parte, el dominio de Eurasia encuentra su antecedente en las ideas del geopolítico inglés de principios del siglo XX, Sir Halford Mackinder, para quien el Estado que controlara la isla mundial - Eurasia- reinaría en el mundo, por aglutinar la mayor cantidad de población, recursos y poder industrial.

Así fue que EE.UU. determinó de facto, ya terminada la Segunda Guerra Mundial en 1945, con Franklin D. Roosevelt, contener desde los bordes a Eurasia. Sólo así se explica la formación de la OTAN, del Plan Marshall y las alianzas militares con Japón y Taiwán. En el transcurso de la mayor parte del tiempo desde la Segunda Guerra Mundial, el foco estuvo en los extremos este y oeste de Eurasia - Japón y el Lejano Oriente -.

Lo que está ocurriendo ahora parece direccionar en un cambio de percepción geopolítica en relación a la etapa bipolar y consecuente desaparición de la URSS. Los espacios de Asia del este y Europa están aparentemente bien asegurados o son menos importantes. El nuevo centro de competencia geopolítica estaría en la zona Sur-Centro de Asia, comprendiendo el área del Golfo Pérsico (petróleo), la Cuenca del Mar Caspio (gas y petróleo), y los países del Asia Central.

Las bases militares de los EE.UU. en Europa se están reduciendo y se establecen nuevas en el área del Golfo Pérsico y en Asia Central.

La guerra contra Irak fue lanzada - en esto la coincidencia es unánime y pública - para proveer a los EEUU con una posición dominante en la región del Golfo Pérsico, y servir como punta de lanza para futuras conquistas y afirmación de poder en la región. Fue apuntada contra China y Rusia como contra Siria e Irán. Obviamente, es demasiado temprano para extraer alguna conclusión definitiva. Primero, Irak es el comienzo de un pantano sin salida para los EE.UU. que le cuesta diez mil millones de dólares por mes y más muertes todos los días.

Aquí ya entramos en la doctrina Obama, que quiere posicionarse en el Asia Pacifico y pretende resguardar sus fronteras globales: Medio Oriente - fracaso y de ahí las negociaciones con Irán, que era el objetivo a eliminar -, la derrota en Ucrania ante la secesión de Crimea y la anticipación estratégica de Putin, y la reactualización de la doctrina Monroe mediante la ampliación de bases militares, golpes de estados, y ataques a los procesos de integracion.

Es muy importante subrayar que los periodos de Obama en el gobierno fueron mucho más agresivos en el plano militar que los de Bush (h), basta sólo citar los miles de vuelos de drones violando el espacio aéreo en Asia, y la participación activa en la fundación del Daesh.

Ahora bien, sin dudas el Asia Pacifico se volvió zona central del espacio geoestratégico y geoeconómico del sistema mundo.

En esta nueva zona decisiva se pueden generar las alianzas contra hegemónicas contra los EE.UU., es decir, un bloque conformado por China y Rusia para bloquear una invasión del Pentágono, el más grave error sería una invasión a Irán en estos momentos. Y es justamente lo que ocurrió con el bloque euroasiático, donde Putin juega un papel central. Sería incompleto si no afirmamos la importancia como actor clave de la política mundial del papa Francisco.

¿Cómo repercute en América del Sur la nueva geopolítica de la guerra preventiva? ¿Es real que la cuestión de Medio Oriente hace descuidar a América del Sur? Es urgente que América del Sur defina una doctrina de Defensa y Seguridad común que nos fortalezca y nos reposicione en aquellos espacios estratégicos donde EE.UU. pregona una situación de "inseguridad", bajo la denominación de "Estados Fallidos", pudiendo convertirse en caldos de cultivo del "terrorismo", como la Amazonia, la Triple Frontera, la Patagonia o la zona Andina y Venezuela, y donde paradójicamente coinciden nuestras riquezas en biodiversidad y riquezas naturales, como Brasil.

Estados Unidos ha aprendido de la derrota del ALCA. Avanza a través de una doctrina de la inseguridad. El golpe de estado en Brasil, la debilidad de Argentina y la crisis social en Venezuela, hacen que tengamos una fortaleza relativa.

Nuestros movimientos nacionales posconsenso de Washington, han cometido a nuestro parecer algunos errores que se torna más que importante debatirlos:

- La integración va mucho mas allá de la discusión comercial. Sin una conciencia histórica común todo es a corto plazo. El proceso de integración educativa está en el mismo punto de partida, no hay homologación ni siquiera de títulos.

- Las cumbres de presidentes se agotan con los discursos. Hay que seleccionar diez metas estratégicas y trabajar sobre ellas. Esto implica un horizonte.

- La política en el fondo es la batalla por el monopolio del sentido común, o sea, cultural. Toda victoria política es efímera sin una política de la cultura. Únicamente el Comandante Chávez tuvo la osadía de crear un canal de televisión suramericano como Telesur. Somos un todo que no sabe totalizarse.

- Debemos buscar la reindustrializacion de nuestras materias primas a partir de actuar en bloques y generar cadenas productivas y un Banco, que se creó y nunca funcionó. No podemos estar supeditados a las olas cíclicas o contra cíclicas de la economía mundial. Ni estar generando tratados de libre comercio aislados con Europa o China, que serán mucho mas nefastos que el ALCA.

- El hombre argentino y latinoamericano y mundial, está débil espiritualmente. Esto ya lo advirtió Perón en su regreso en 1973, y lo ratifica en el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional el 1 de Mayo de 1974, por lo que debemos trabajar entre todos para fortalecer un poder político basado en la ética. De lo contrario es inviable fortalecer un proyecto CONTINENTALISTA desde una "Republica"de los casinos, la obra pública y el narcotráfico, que generan las condiciones para una alianza entre el crimen organizado transnacional y un crimen desorganizado de cuello blanco, de estudios de abogados, contadores, aficionados, funcionarios y sectores de la política, la justicia y el empresariado.

América del Sur ha dejado de ser el patio trasero de la guerra fría, asegurada bajo la Doctrina de la Seguridad Nacional, y está llamada a jugar - en el siglo de los espacios continentales y del desarrollo sustentable - un rol importantísimo, porque tenemos una Renta Estratégica potencial y virtual en términos de riqueza gasífera, acuífera, petrolífera y alimentaria, casi sin igual en la aldea global.

Volviendo al sistema mundo, el sociólogo norteamericano Imannuel Wallerstein en su ultimo libro, ¿Tiene futuro el capitalismo?, afirma que se ha llegado a un punto en el cual el sistema mundial se ha movido muy lejos del equilibrio, se ha vuelto caótico y ya no puede sobrevivir. La pregunta que subyace, si esto es así, es qué va a reemplazar al sistema.

El hecho fundamental es la declinación definitiva de la hegemonía de los EEUU, que es avalada por datos cuantitativos.

El medidor clave para analizar el futuro de una economía es el crecimiento de la productividad, y en EE.UU. la caída de la productividad es la más grave de los últimos treinta años: en 2015 sólo creció un 0,3%, y este año un 0,2%. Desde la posguerra fría hasta los años 70, la productividad creció a un ritmo del 3% anual, entre los 70 y los 90 cayó a la mitad, y ahora se licuó.

El otro aspecto es la reducción cada vez mayor de la clase trabajadora industrial. Esta caída es producto no sólo de las innovaciones tecnológicas, la deslocalización industrial y la destrucción de puestos de trabajo, sino del aumento de la mortalidad debido al suicidio, las drogas y el alcohol.

La fuerza industrial cayó de 17 millones a 11 millones de trabajadores en los últimos quince años, lo que explicaría el éxito de Donald Trump en los sectores más maltratados de la clase trabajadora blanca, pues propone una economía más proteccionista, contra los inmigrantes y los tratados de libre comercio. Un fenómeno similar al triunfo del <i>Brexit</i>, gracias al voto de los trabajadores ingleses más afectados.

El desplazamiento de las fuerzas del trabajo por la técnica y los robots, no sólo afecta a la clase obrera industrial, ahora el avance de la computación y la tecnología de la información van a por la clase media y los sectores de los servicios.

La otra cara del mismo fenómeno es el enorme salto de la desigualdad social. En EE.UU., los ingresos del 1% más alto aumentaron el 3,4% anual desde 1973, mientras que, para el resto, creció 10 veces menos. Según datos de la Universidad de Harvard, la concentración de la riqueza ha reducido un 20% el crecimiento de los EE.UU. en las últimas cuatro décadas (Sputnik, “Pronostican el fin del capitalismo”, 01.09.2016).

Lo analizado, sin embargo, vuelve a los EE.UU. un león herido, y en la medida en que trabajemos urgentemente nuestros errores y retomemos capacidad estratégica podemos ser actores o, de lo contrario, el viejo panamericanismo nos arrollará. Depende de nosotros no estar atados a una teoría conspirativa de la historia.

Miguel Ángel Barrios (Argentina). Dr. en Educación, Dr. en Ciencia Política. Autor de alrededor de veinte obras de política latinoamericana y conocido referente del pensamiento latinoamericano.