La vara de medición de la SIP
Muchas son las experiencias deducibles del contacto, en la lucha por el favor del voto, de los candidatos a la presidencia en la recién terminada contienda electoral norteamericana. Fue especialmente notoria la inclinación de la prensa en favor de la candidata demócrata. La manipulación y animadversión contra el candidato republicano no pasaron desapercibidas.
Conocíamos de las conspiraciones y manipulaciones de la prensa norteamericana contra los gobiernos desafectos latinoamericanos por parte de las oligarquías y administraciones gubernamentales estadounidenses. No recordamos, como hoy, sobre ese país, ninguna campaña contra un candidato o presidente electo como la presente. A Trump se la están poniendo difícil. Todo el veneno que llevan dentro los sectores de poder que les adversan, se lo inoculan a la sociedad norteamericana.
Los dueños de los medios de comunicación de Estados Unidos están seriamente dolidos. Esto es evidente. Junto con sus socios, en la recién concluida campaña electoral, ven todavía un margen de imponer al menos las ideas de la candidata que le representó. No escatiman esfuerzos y, al parecer, tampoco miden las posibles consecuencias de sus actos. Están provocando enfrentamiento frontales, desavenencias y el no reconocimiento de los resultados de las elecciones.
El juego del desorden creado a otros, poco afecta. Pero, cuando este se crea en la propia casa, seguro que alguna consecuencia se nos pega. Esta es la situación en la que colocan a los Estados Unidos los partidarios de Hilary Clinton, para truncarle la armonía del traspaso presidencial a Trump. Si se logra este, el cumplimiento de sus promesas de campaña de seguro reactivará su descalificación como persona y gobernante. Desde ya, se le tilda de racista y otras tantas barbaridades entre las cuales está la de fascista.
Los globalizantes están activos. La democracia y los procesos que la sustentan, ponen en tela de juicio el manejo de este sistema como administrador de las relaciones entre los países, el control de los organismos internacionales, de los gobiernos con sus ciudadanos, de las interrelaciones entre estos y la distribución de las riquezas. La concentración de estas últimas a nivel mundial en cada vez menos manos y el empobrecimiento acelerado de la población, principalmente anglosajona en Estados Unidos,fue la que trajo consigo el fenómeno Trump.
Seguir extendiendo las protestas y no aceptar a Trump es negar una realidad que se impuso por los canales por todos reconocidos. De la misma forma que se organizan y manifiestan sus opositores, lo pueden hacer sus partidarios. La infeliz estrategia de halar por los moños, fabricar situaciones y difundirla, señalando auge de racismo e intolerancia, denota la necesidad urgente de ciertos sectores provocadores de ser frenados, controlados y, en algunos casos, enjuiciados. Es imperdonable permitir que se juegue a la división y el enfrentamiento nacional.
La libertada de expresión no nos debe llevar al caos. De la misma forma que llegó Trump a ser elegido presidente, lo puede ser otro en caso de ser un mal gobierno para su nación. ¿Por qué no se esperan? Los dueños de los principales medios de comunicación de Estados Unidos han desatado una campaña peligrosa. A sabiendas de que sus alocuciones tienen cajas de resonancia en las cadenas noticiosas latinoamericanas y de todo el mundo, sus cizañas se extienden rápidamente por doquier.
Los derechos de otros también cuentan. El poder que da la recopilación, el manejo y la manipulación de la información, no debe ser igual para el abuso con tergiversaciones maliciosas. Desde la Sociedad Interamericana de Prensa, que agrupa a los principales dueños y medios de comunicación americanos,se está jugando con fuego. Ya que ellos viven imponiendo leyes y normativas de respeto a la libertad de expresión del pensamiento, hay que recordarle someterse al implacable derecho de la verdad objetiva, la cual es palpable.
Vamos a ver la actitud a asumir por la estructura gobernante de los Estados Unidos, si la campaña de protesta pone en peligro un sistema construido con muchísimo esfuerzo, por más de doscientos años. Habrá que podar la mata para deshacer de ella las malezas o dejarse arropar y perderlo todo. En la sociedad norteamericana hace tiempo actúan sectores a los cuales les he indiferente la suerte de su gente. La facilidad con la que se maneja el desarrollo de la actual muestra de insatisfacción señala lo dicho.
Veamos a donde nos lleva esta sinrazón. De cualquier modo, ahí están, o son fácilmente identificables los sectores dedicados a subvertir el orden.