Los medios en la Cuarta Transformación y la prensa alternativa

04.08.2019

*Urge fortalecer a la prensa alternativa de “centro”, ni fifí ni youtuber; esa crítica que no se doblega al poder, pero tampoco lo hace sin razón

En la presente coyuntura, el país tiene un gobierno de izquierda moderada que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador, desde el 1° de diciembre de 2018 para los siguientes seis años, y va por el cambio, por la desestructuración del viejo régimen político mexicano.

Con su propuesta central de la Cuarta Transformación (4T), el presidente se ha propuesto más que relevar, cambiar al régimen para dejar atrás las viejas prácticas presidencialistas, autoritarias y represoras del PRI y el PAN, que tanto han dañado al país en todas sus aristas económicas y sociales durante 80 años.

La tesis central de la 4T radica en combatir la corrupción desde el gobierno —bajando salarios y finiquitando los proyectos heredados de Peña Nieto—, para liberar recursos; una política de austeridad con el fin de atender los rezagos del país, como sucede con los principales afectados del modelo neoliberal, bajo el compromiso de “primero los pobres”: indígenas, campesinos, adultos mayores, jóvenes.

Un cambio que tanta falta le hacía al país, a los mexicanos, a los pobres, a la clase media e incluso a los empresarios chicos, medianos y grandes por décadas; parte del saldo de ir en reversa los últimos 36 años de neoliberalismo, desde el presidente Miguel de la Madrid a Peña, con Salinas como su principal artífice.

De un nuevo modelo, de un proyecto de país distinto se venía hablando tiempo atrás, porque el liberalismo le venía dando al traste de manera constante y como muestra está el crecimiento de PIB tan bajo como el insuficiente 2 por ciento.

Porque prevalecía la política de pillaje, de la venta de todo, la privatización de lo que si bien administraba el Estado no era del gobierno, de ninguno como Salinas que se apoderó de todo, y ocurrió hasta Peña. El robo consistió en que se vendieron los bienes públicos de Estado a precios preferenciales y para un selecto grupo.

Salinas inició la política de venta de bienes públicos con fines privados, de saqueo de la riqueza nacional. Le siguieron Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Peña Nieto; seis sexenios en donde los bienes del Estado pasaron a manos de los pocos “privilegiados”, empresarios afines al poder político, como también a políticos serviles.

La joya de la corona siempre ambicionada era la CFE y Pemex, sobre todo la petrolera. Dicha paraestatal estaba en la mira de las petroleras texanas gringas desde 1992, cuando iniciaron las pláticas que culminarían en la firma en 1993 y entrada en vigor del TLCAN, el 1° de enero de 1994, también en los tiempos de un Salinas, un presidente que ganó con una “caída del sistema” electoral. Esa fue la “legitimidad” y origen del siempre sospechoso fraude.

Desde entonces, los mexicanos hemos padecido los lastres neoliberales en todos los sentidos. En la economía, en la política, en el impacto social con el incremento paulatino de la pobreza, el encarecimiento del empleo, los salarios de hambre, el empobrecimiento de la población indígena, campesina y popular, y un largo etcétera.

Pillaje desde el poder para unos cuantos beneficiados que han concentrado la riqueza; los que subieron a la lista de los más ricos y los registros de Forbes. Todo en un ambiente de descomposición política (asesinatos del tamaño de Luis Donaldo Colosio, el candidato presidencial, de José Francisco Ruiz Massieu presidente del “partido oficial” y del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo dizque a cuenta de ser “confundido” con el Joaquín El Chapo Guzmán), también de corrupción e impunidad.

Peor cuando arribó al poder el PAN, con la llegada de Vidente Fox y luego Felipe Calderón a la silla presidencial. Los panistas resultaron pésimos gobernantes; arremetieron contra el pueblo, causando daños a la sociedad desde la institución presidencial (aparte el entreguismo a los intereses de Washington) hacia abajo. La peor prueba ha sido la política de “seguridad” adoptada, copiada de (o impuesta por) los gringos de “guerra contra el narcotráfico” de Calderón.

Desde ahí la inseguridad aumentó, y los negocios ilícitos se enquistaron y ejecutaron desde el poder. Los crímenes, la política del terror y la violencia se generalizaron en todo el país. La situación se extendió de Calderón (2006-2012) a Peña (2012-2018), el siguiente y más reciente gobierno del PRI.

El clima de descomposición social arraigó, luego entonces con el PAN en el poder durante dos sexenios (2000-2012), pero continuó el siguiente del PRI. A ese lastre neoliberal se sumó la violencia social atizada desde la punta de la escala, tras el envío de los militares a las calles.

Así, en 2004 Fox envió militares a Nuevo León a combatir a los cárteles de las drogas. Ya en el 2006, el 10 de diciembre, Calderón mandó a 6,500 soldados a Michoacán. Entonces daría inicio la guerra contra el narco de Felipe, el otro usurpador del poder presidencial, el que tomó posesión con el sello de la ilegitimidad en la frente y el arribo por la puerta trasera para protestar en el Congreso.

Violencia contra los periodistas

La violencia se generalizó con un saldo como en cualquier país en guerra: más de 250 mil asesinatos entre el año 2000 y mediados de 2018. En el ínterin arreciaron también los crímenes contra los periodistas: 150 comunicadores del año 2000 a la fecha, según el registro de la CNDH. Los principales ejercitantes de la libertad de expresión y garantes del derecho a la información.

Hay quien tasa la impunidad en el 99 por ciento, como Artículo 19. Un dato fatídico, temible para cualquier gobierno, de cualquier partido —del PRI, el PAN, incluso Morena—, porque no se investigan los crímenes contra los periodistas ni defensores de derechos humanos, y la cadena de agresiones continúa.

Pero más allá de partidos, el gobierno en turno es el responsable de terminar con la impunidad. En este caso con el gremio periodístico. Pero nada. No ha pasado nada ni sabemos hasta cuándo.

La situación está en stand by, a la espera de un mejor momento. Entre tanto los periodistas caen como víctimas sin importancia. Desafortunadamente sucede con el gobierno del cambio, donde nada cambia para el gremio.

Porque no se está avanzando en las indagatorias para encontrar y castigar a los culpables de los crímenes cometidos; no se hará en tanto prevalezca la impunidad sobre los crímenes.

Ya en 2019, solo para la estadística, el recuento es de 11 periodistas asesinados; 13 en total para el actual gobierno, con un involucramiento de agentes del Estado en por lo menos el 50 por ciento de los casos documentados. Por lo que el peligro sigue en pie, con todo y “cambio”.

En homenaje, aquí las víctimas:

Juan Escamilla, 22 de junio de 2019, El Expreso de Cd. Victoria

  • Norma Sarabia, 11 de junio de 2019, de Tabasco Hoy.
  • Francisco Romero, 16 de mayo de 2019, de Ocurrió Aquí.
  • Telésforo Santiago, 02 de mayo de 2019, de Estéreo el Cafetal FM.
  • Omar Camacho, 25 de marzo de 2019, de Noticiero Altavoz.
  • Santiago Barroso, 15 de marzo de 2019, de Noticias Red, FM Río Digital.
  • Samir Flores S., 20 de febrero de 2019, de Radio Amiltzinko FM.
  • Reynaldo López, 16 de febrero de 2019, de Televisa Sonora.
  • Jesús Eugenio Ramos, 9 de febrero de 2019, de Nuestra Región Hoy
  • Rafael Murúa M., 20 de enero de 2019, de Radiokashana.
  • Gustavo Cruz, 20 de enero de 2019, de Comunicador Indígena CIPO-RFM.
  • Diego García, 4 de diciembre de 2018, de Semanario Morelos.
  • Jesús Alejandro M. 1 diciembre de 2018, de Orión Informativo.

Por cierto, que no se demanda exclusividad en el trato, solo justicia. Porque se está silenciando a los principales ejercitantes de la información para la sociedad. Más tratándose de un gobierno democrático.

Lo peor es que la desatención se suma a los lastres herencia del pasado. De tal modo que los periodistas están pasando por la peor crisis de la historia, en materia de atentados contra la vida por el ejercicio de la profesión.

Entre las principales agravantes destacan: la persecución, los asesinatos, la impunidad siempre latente. Por si fuera poco, a la gravedad del ambiente caldeado se mantienen desempleo, los bajos salarios y hoy los despidos masivos en los últimos meses de los medios privados.

En general, el gobierno actual desoye los reclamos sobre la gravedad de la situación. Parece que López Obrador carece siquiera de un mínimo diagnóstico. Oídos sordos, como que la situación de los medios no es parte de la política de comunicación social del gobierno.

Prensa vendida

Es verdad que por austeridad se terminaron los grandes montos presupuestales para las televisoras, para los principales medios impresos y algunas empresas de radio. La reducción al 50 por ciento en el presupuesto gubernamental mandó al carajo las preferencias.

Por eso la tirria contra el gobierno por parte de los principales medios, porque se terminaron las canonjías y las prerrogativas. De ahí la confrontación de la llamada prensa fifí contra el nuevo gobierno.

En realidad, es el pretexto, porque lo cierto es que la derecha arremete ante cualquier subterfugio. No quiere al nuevo gobierno, pero Obrador les ganó a pulso la presidencia. Y ahora buscan pretexto, cualquiera, para denostarlo. Por eso los enviados permanentes a las conferencias “mañaneras” de la prensa tradicional, la que siempre avaló, respaldó y fue parte de los gobiernos del PRI y PAN, para lanzarle preguntas comprometedoras o hacerlo caer.

Por eso también, los empresarios de los medios privados, so pretexto de las reducciones en publicidad gubernamental, han corrido a muchos periodistas engrosando las listas de desempleo para el gremio. Se han portado poco solidarios. Con empresarios de los medios. Pero han ofendido al gremio, a los trabajadores que les han aportado su fuerza de trabajo como generadores o procesadores de la información.

Aparte que aprovechan el marco de ajustes como el de Notimex, para eludir responsabilidades. Si el Estado lo hace porqué no los privados. Alfiles de la derecha en este país, o promotores de la manipulación mediática. Eso es lo que son. Por eso tampoco puede ni debe esperarse mucho de ellos, en cuanto a que apoyen al gobierno. Todo lo contrario.

Son capaces de confabular, de volverse en contra. Y si está en sus manos lo harán. Eso es tan real como peligroso. La derecha es reaccionaria y opositora a los planes progresistas de cualquier gobierno por sus tesis liberales, o neoliberales. Claro que no entienden que esa película ya se les terminó. Costará trabajo hacerles ver su realidad.

Por eso ahora, además de los medios del Estado que no atinan a determinar su rol como medios públicos —Notimex, Canal Once, el Canal 14—, no cabe que para el presidente no existan más actores en el espectro mediático que la prensa fifí y las “benditas redes sociales”. Una suerte de bipolaridad.

Una visión limitada y reduccionista. Porque no es así. Hay más que esa contradicción a la vista. El universo periodístico va más allá. Están los medios alternativos que el presidente no está vislumbrando o considerando.

Marginales o desoídos

Digamos que se colocan en el centro, entre los fifí de derecha y los youtuber del otro extremo. Se trata de los desatendidos, los ignorados, los rechazados por el otrora sistema pripanista. Los llamados antes medios “marginales”, impresos de tirajes cortos, algunas revistas siempre sobrevivientes y algunas páginas web.

Esos medios sobrevivientes con su propio esfuerzo, acaso poca publicidad privada y nulos apoyos oficiales. Eso sí, medios siempre críticos a las políticas neoliberales que dieron al traste durante décadas al bienestar de los mexicanos.

Medios alternativos siempre críticos del sistema político priista y panista, los que han denunciado permanentemente la inseguridad, los asesinatos, las fosas clandestinas, los desplazados; el negocio de las drogas, la injerencia de la CIA en este negocio y la venta de armas; y con ello la violación continua de la soberanía y la seguridad nacional de México.

Medios o prensa alternativa que hoy no está siendo considerada, acaso ignorada. Donde se refugian muchos periodistas nunca contratados en los medios de particulares. Por no seguir la línea del medio o apegarse a los dictados de los jefes de información. Por querer ser libres en un mundo de afiliados a una sarta de intereses. Etcétera.

Medios que han sobrevivido a hurtadillas, entre los otrora grandes concentradores de los recursos públicos o los jugosos contratos, y la irrenunciable crítica al vetusto sistema corrupto pripanista.

Es la prensa que subsiste pese a su desconocimiento desde el poder por haber elegido la crítica. Pero una prensa tan crítica como propositiva y comprometida con su país, con un proyecto alternativo, por la construcción de otro México.

Una prensa que hoy bien puede contribuir a contrarrestar a la prensa de la derecha. Porque posee calidad moral para hacer el contrapeso a la prensa que tiene recursos y procede con todo contra el presidente Obrador utilizando el poder mediático y cualquier tipo de artimañas.

Medios alternativos, los que se desenvolvieron siempre entre la “crítica” al viejo régimen; al mismo tiempo que han luchado por el cambio de gobierno y un nuevo país. Medios que están ejerciendo la crítica constructiva, frente de la reacción de la prensa tendenciosa.

Los influencer de la política o los youtuber juegan un rol importante, pero no pueden contra la crítica de los “formadores” del viejo sistema. No están reaccionando desde las redes sociales con respuestas sólidas. Por lo mismo no son contrapeso real ni consistente. De ahí la necesaria mediación crítica y propositiva. Dispuesta a señalar los errores, pero también a proponer enmiendas.

¿Que no está ubicada esta prensa alternativa? Si se le convoca seguro que aparece. Porque está ahí, comprometida con el proyecto, con el cambio de régimen, con la propuesta de 4T y un nuevo México. Una prensa que también se ha pronunciado por la defensa permanente del gremio.