Los iluminados están acabando con México
La Nación mexicana vive un momento crucial para su presente y su futuro. Saldrá airosa si logra sacudirse a los iluminados de todo signo político que la mantienen secuestrada o, simple y sencillamente, sucumbirá definitivamente y se hundirá en el fango de la mediocridad.
Los iluminados están incrustados, por supuesto, en Morena. Y el iluminado mayor es Andrés Manuel López Obrador. Baste citar lo dicho por el actual presidente de la Cámara de Diputados, Porfirio Muñoz Ledo en un tuit, el pasado 2 de diciembre:
“Desde la más intensa cercanía confirmé ayer que Andrés Manuel @lopezobrador_ ha tenido una transfiguración: se mostró con una convicción profunda, más allá del poder y la gloria. Se reveló como un personaje místico, un cruzado, un iluminado”.
“La entrega que ofreció al pueblo de México es total. Se ha dicho que es un protestante disfrazado. Es un auténtico hijo laico de Dios y un servidor de la patria. Sigámoslo y cuidémoslo todos”.
Es válido decir que un cruzado defiende la Cruz y defiende la vida. Pero en el equipo de López Obrador predomina el ateísmo y el repudio a la vida, vía el aborto. La secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, da testimonio de ello.
El problema es que las otras fuerzas políticas también son dirigidas por iluminados como los expresidentes panistas Vicente Fox y Felipe Calderón y por sacerdotisas del neoliberalismo, como Claudia Ruiz Massieu (sobrina del expresidente Carlos Salinas de Gortari) y Margarita Zavala (esposa de Felipe Calderón).
Unos y otras hablan y actúan como si fueran infalibles y censuran (por no decir “excomulgan”) a los que se atreven a contradecirlos, aunque empleen argumentos irrefutables.
En este perverso juego, los iluminados blanden las noticias periodísticas, las columnas y los artículos editoriales como armas, cuyo objetivo principal es adormecer el pensamiento crítico de la mayoría de la población.
Tan perverso procedimiento ha llevado al actual estado de polarización política y social, donde la verdad se hace a un lado en aras del dogmatismo y del afán de revancha.
Dicho de otra manera: la confrontación que atestiguan los mexicanos dista mucho de ser verdaderamente democrática. Lo que ocurre en realidad es que las camarillas políticas se pelean entre sí como ocurre con los grupos criminales. Tal cual.
El problema adquiere dimensiones mayúsculas cuando el fanatismo desplaza a la recta razón. Si se dice algo que evidencie una debilidad o algún argumento endeble del presidente López Obrador, de inmediato se dan reacciones de personas que le son incondicionales. Esa incondicionalidad las lleva a responder más con ofensas que con argumentos lógicos.
En el otro lado, el del PRI y el del PAN (porque las otras “fuerzas políticas” -el PRD, Movimiento Ciudadano, Nueva Alianza y el Verde Ecologista– son simples satélites de aquéllos), también se recurre a la descalificación y la grosería.
Es triste ver cómo gente de buena fe hace suyos los argumentos de la cúpula morenista con base en el manejo de sentimientos más que de información “dura”, es decir, verificable. O cómo gente sencilla asume los criterios políticos, económicos y sociales esparcidos por la cúpula neoliberal (encabezada por Carlos Salinas de Gortari) tanto en los medios de comunicación tradicionales, cuanto en las redes sociales.
Mención aparte merece el uso dirigido de las redes sociales, por verdaderos ejércitos de manipuladores a sueldo.
Cuando unos y otros, cuando todos los iluminados se creen infalibles, el país peligra en extremo, porque las camarillas agravan la división de la población, empezando por las familias, y continuando con las comunidades, los pueblos, las ciudades y las regiones. Esto es lo que pasa en México, en vísperas del año nuevo.
Tal polarización puede conducir a la escisión de la patria mexicana, Unos, querrán quedarse con el Norte. Otros, con el Centro y, los demás, con el Sur.
Recuérdese, finalmente, que “a río revuelto, ganancia de pescadores” (“percadores” con apellidos como Rothschild y Soros por un lado y Kissinger y Rockefeller, por el otro).