Saudíes y el ISIS contra Hezbolá

21.03.2016

La decisión de la junta del Consejo de Cooperación del Golfo (Arabia Saudí, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Omán y Qatar) y más recientemente de la Liga Árabe, con las únicas excepciones de Líbano e Irak, que se han abstenido a declarar al Hezbolá como organización terrorista, no aporta mucho al debate, sino que endurece la naturaleza del movimiento chiita libanés.

La decisión ha sido acogida también por el ex ministro de Asuntos Exteriores israelí, Tzipi Livni, que además de efectuar una cooperación entre Israel y algunos países árabes, también ha pedido la exclusión de Hezbolá de las futuras elecciones parlamentarias libanesas.

Como es bien sabido, Israel junto con Estados Unidos, Canadá y Australia, consideran a Hezbolá una organización terrorista, mientras que los países de la Unión Europea han realizado una distinción entre el Partido de Dios y sus milicias armadas. Desde otro punto de vista, la posición de Rusia es totalmente diferente con respecto a Hezbolá, puesto que no lo considera una organización terrorista y las fuerzas armadas rusas se han coordinado con el Hezbolá para realizar operaciones dentro de Siria en los últimos meses, operaciones que han permitido a Al Assad robar ciertas porciones importantes de territorio a los rebeldes y a los grupos opositores como el Frente Al Nusra o ISIS.

Sçólo el ISIS ha lanzado recientemente un vídeo recientemente en el que se ordena a los cristianos libaneses convertirse al islam, empujando a los sunnitas a la revuelta y condenando a Hezbolá. Otro elemento sumamente peligroso del mensaje del vídeo es el rechazo del equilibrio político y confesional del Líbano que, a pesar de sus limitaciones, se las arregla para ser el único ejemplo de convivencia multiconfesional en Oriente Medio. Si añadimos a estos mensajes la decisión de Arabia Saudí de suspender la ayuda que asciende cuatro mil millones de dólares a las Fuerzas Armadas Libanesas, somos conscientes cómo el Líbano se verá cada vez más atrapado entre Arabia Saudí e Irán.

El inicio de la guerra en Siria había suspendido el debate persistente que, desde la guerra entre Israel y Hezbolá en 2006, había animado la política libanesa y que estaba centra en si el movimiento chií retuvo su milicia armada incontrolable por las autoridades centrales.

La crisis de Siria, la amenaza de los grupos yihadistas en la frontera con Líbano, los numerosos ataques que había sufrido el país y la crisis humanitaria representada por los refugiados sirios que habían impuesto en 2014 la formación de un gobierno de unidad nacional, al cual no se han adherido solamente las fuerzas libanesas de Samir Geagea, para hacer frente a situaciones de emergencia en el país. Esta elección ha significado que los sectores importantes de la sociedad y de la política libanesa, frente a la catástrofe en curso en Siria, haya dejado de lado el debate sobre el arsenal militar de Hezbolá. El mismo Partido de Dios, que había construido su ficción y su consentimiento en la guerra de la ‘’resistencia’’ a Israel, había justificado durante mucho tiempo el mantenimiento de su milicia para defender las fronteras del Líbano. Con la guerra en Siria, Hezbolá ha desarrollado una nueva doctrina, la llamada guerra preventiva, para demostrar que, sin su acción, el ISIS habría llegado a Beirut.

Naturalmente, sobre esta interpretación el Líbano se ha dividido, pero esta división parece emerger de la reciente presión sobre Hezbolá por parte de Arabia Saudí y las monarquías del Golfo, para enviar un fuerte mensaje a Irán en la región. Un mensaje de que Líbano podría ser destruido y así exacerbar las diferencias sectarias, ya precarias, en las que se divide el paçis del cedro que, en los últimos años se negó a volver a caer en una guerra civil. Por eso son particularmente importantes las recientes declaraciones de Saad Hariri, el líder sunnita contrario a Hezbolá, destinado a amortiguar el efecto de las decisiones de la Liga Árabe y para evitar otra escalada en el Líbano.

Matteo Bressan

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