Las mujeres afganas y las lágrimas de cocodrilo de la izquierda y la derecha
La caída del gobierno títere de la República Islámica de Afganistán con la entrada en Kabul de los Talibán el pasado 15 de agosto ha conseguido, increíblemente, lo que jamás ha conseguido ninguna democracia existente en Occidente: unir a los distintos sectores político-parlamentarios de izquierdas y derechas en un teatrillo penoso de falsa solidaridad.
Durante estos tres días hemos asistido atónitos al espectáculo más cínico que haya podido acontecer en la geopolítica internacional en los últimos años. Mientras los Talibán alzaban la bandera blanca sobre Kabul, todos los sectores existentes en el compás político hacían y aun siguen haciendo, ejercicio de una inmoralidad descabellada, manoseando como habitualmente, los conceptos identitarios más fáciles de manipular para ellos.
En primer lugar, ha surgido una preocupación desmesurada y repentina por las mujeres por parte de los militantes de derechas en todo el mundo. Una preocupación que tiene más de oportuna que de sincera, como todos imaginamos. Así, enarbolando siempre la bandera de aquellas mujeres a las que sus "enemigos" de izquierdas "no protegen" (y ellos tampoco, pero bueno), por ser de un horizonte cultural que para la izquierda "no es criticable" (según la derecha) demuestran ser verdaderamente igualitarios, mucho más que sus opuestos, a quienes suelen señalar como manipuladores de los sentimientos de las masas y populistas, ¿acaso no resulta irónico? Este ha sido el caso del líder del Partido Popular, Pablo Casado, recordando estos días el "infierno que sufren las mujeres afganas."
Por parte de los sectores políticos de izquierdas el espectáculo ha sido aún más penoso. Una conocida analista de "The guardian" escribía un artículo estos días bajo el título "Olvídense de la geopolítica: el coste de la salida de EEUU de Afganistán lo pagarán las mujeres." Este cinismo no sólo debería ser obvio para todo aquel que consiga leer el artículo sin sufrir náuseas, sino que además cualquier sociedad sana aplicaría el "damnatio memoriae" a cualquier elemento que tuviera la osadía de tratar una cuestión tan delicada con tan alto nivel de manipulación informativa. Jamás ha habido denuncias por parte del sector de la izquierda sobre cómo los americanos en los últimos 20 años habían convertido Afganistán en una base militar o sobre cómo habían establecido un gobierno títere prácticamente inexistente; tampoco hemos escuchado nunca a estos señores de la izquierda preocupados por el hecho de que Kabul fuera la ciudad con más heroinómanos del mundo tras la llegada de los americanos, ni por el problema del opio que desataron los mismos. Sin embargo, ahora el problema de "las mujeres afganas" hace que estos señoritos le saquen brillo a su teclados desde sus apartamentos en capitales occidentales, moviendo las vísceras de todo el mundo con la supuesta miseria de los demás, miseria cuya existencia obviaban hasta hace escasos tres días.
Así, una publicación ha recorrido las redes sociales de arriba a abajo sobre las prohibiciones que los Talibán impondrían a las mujeres, cosa que no deja de resultar curiosa dado que esta publicación empezó a extenderse como la peste mucho antes de que los Talibán pudieran siquiera establecer su gobierno. Entre ellas, prohibiciones como "volar cometas" a las que no dedicaremos ni una sola palabra en este artículo, porque creemos firmemente que es una auténtica bufonada.
En dicha publicación, entre prohibiciones de vestimenta y otras cuestiones, se nombra la prohibición total de escuchar música. Esto tiene su parte de razón pues los Talibán prohibieron la música durante su gobierno en los años 90, de hecho, Afganistán se convirtió en el único país del mundo sin himno durante estos años. Si bien hasta el momento los Talibán todavía no han vuelto a prohibir la música, como afirma esta publicación, me llama poderosamente la atención que a este post sólo le importe que se le prohíba escuchar música a las mujeres, mientras que en los años 90 fue una prohibición que se aplicaba a todos los ciudadanos afganos sin diferencia de sexos. Este me parece sólo un ejemplo de muchos de la terrible manipulación emocional e irracional que hacen las izquierdas con los rasgos identitarios relativos al sexo.
También se nombra la prohibición de trabajar, cosa que se cae por su propio peso cuando en estos días hemos visto a muchas de las mujeres que se veían habitualmente en los medios de comunicación afganos cubriendo noticias sobre lo acontecido o incluso entrevistando a líderes del nuevo gobierno.
Por último, hoy uno de los representantes de los Talibán ha sido cuestionado en una rueda de prensa sobre el papel de las mujeres en el nuevo Emirato Islámico de Afganistán, a lo que él ha respondido que trabajarían por la igualdad y cooperación dentro de la ley islámica que regirá el país. A esto no han tardado en sumarse decenas de acólitos del sector de las izquierdas para verborrear que esa no es una verdadera igualdad, sino una versión totalmente distorsionada de la verdadera igualdad. No deja de ser irónico que estos sean los mismos personajes que se ensanchan el pecho con proclamas anti colonialistas y difunden a los cuatro vientos el discurso de la relatividad cultural, cuando en realidad lo que quieren decir llegado el momento es: "La única igualdad válida es la nuestra. La de los blancos occidentales de izquierdas", lo que resume perfectamente un planteamiento colonialista hasta la médula.
Las izquierdas y las derechas están rabiando con lo acontecido en Afganistán y eso está claro. Pero ninguno de los motivos que presentan para ello son los verdaderos motivos de su comportamiento. La realidad es que su reacción ante lo acontecido en Kabul el día 15 de agosto se debe únicamente a que han visto ante sus ojos la caída de sus amos americanos; han visto caer delante de sus narices el dominio de sus ideólogos; de aquellos que desde las universidades americanas, británicas y canadienses diseñaron todo el corpus doctrinal de la izquierda de nuestros días y esto les ha traído imágenes de su futura caída que, asegurada versa con el testimonio de Afganistán: "Sic semper tyrannis."