La guerra de los Doscientos Años: una tenaza y un bloqueo sobre Europa

28.02.2023

Los textos de Robert Steuckers están impregnados de erudición geopolítica. A su vez, esta erudición geopolítica no es la acostumbrada entre los «expertos». Consabida es la manía estadística y ahistórica de tantos y tantos «expertos en Geopolítica», disciplina que se ha puesto de moda. Éstos suelen empezar diciendo en sus conferencias: «les voy a dar un dato». Y así una y otra vez: «un dato, otro dato…».

En el caso de Steuckers, las cosas no van así. Su enfoque de la geopolítica es sustancialmente histórico. Veo, tras sus reflexiones, a veces apresuradas y cegadoras como relámpagos, una lógica rectora: la Historia se repite. En la historia hay unas ondas sísmicas que se expanden en el tiempo y en el espacio, y, al igual que sucede en los terremotos, no hay temblor grave sin réplicas.

La guerra de los Doscientos Años: Europa atacada desde 1783

Este es el caso de la «lógica» que se esconde tras los movimientos invasores o migratorios de los indoeuropeos, que se remontan a la prehistoria de la masa eurasiática. Estos movimientos de pueblos no siguen unas pautas azarosas, expansivas sin más. Las pautas son geofísicas en su origen: se atienen a los accidentes «formidables», en el sentido latino de la palabra. Accidentes que «dan forma» y la muestran a los actores que se adaptan a ella y juegan con ella: cordilleras, cuencas y llanuras, acceso a los mares, búsqueda de «salidas»…

De esta manera vista, la «lógica» de nuestros ancestros tiende a repetirse, pues el estremecimiento que sufre la masa eurasiática a lo largo de su historia debe acusar la doble pulsión. Una pulsión de los pueblos que corren con la iniciativa, depositarios como son de una herencia ancestral, de una memoria grupal que los ha conformado. Esa clase de pulsión filogenética, por un lado. Pero por el otro lado cabe hablar de una segunda fuerza: la fuerza estructurante de los espacios «formidables». Aquellos sistemas de accidentes geofísicos que canalizan las fuerzas de pueblos que se desparraman, que buscan «salida» no ya sólo en el sentido adaptativo, de búsqueda de la supervivencia (voluntad de vivir) sino en el sentido de «afirmación de sí» (voluntad de poder). Me parece admirable en este libro, La guerra de los Doscientos Años: Europa atacada desde 1783, guaunque es verdad que expuesto en forma de «relámpago», el modo en que el pensador belga nos habla de tales repeticiones de temblores e impulsos históricos.

Los pueblos europeos han hecho las cosas rematadamente mal desde 1783, y el libro explica el porqué de esa fecha y en qué consiste el fracaso a que hemos llegado actualmente. No lo revelaré aquí, pues quiero que el lector se haga con el libro. Pero hay un antecedente, el siglo XVI: desde que Francisco I de Francia traicionó a la Cristiandad (a Europa, en suma) e hizo guerra sucia al paladín imperial de la cristiandad, Carlos V, aliándose el francés con los turcos. Fracaso que hoy sufrimos, desde que Inglaterra tomara el relevo de esa gran traición turcófila, frenando dos aspiraciones legítimas, a) las de los imperios centrales (de base germanófona) anhelando expandirse a Oriente, y b) las del Imperio ruso (cristiano ortodoxo), necesitado de asomarse de manera doble, al Mediterráneo que fue bizantino y a la masa continental India.

Una vez derrotado el Eje en 1945, la sumisión de Europa a la talasocracia, esta vez norteamericana principalmente, pero muy apuntalada por el Imperio Británico residual, ha conservado el «quiste» del poder turco. Esta es la constante: la anglosfera aliada de los turcos. Un poder neo-otomano que siempre será hervidero de problemas para Europa: el quiste es un foco de inestabilidad y de futura putrefacción. Por medio de la acción de Turquía, se perpetúa la islamización de parte de los Balcanes, infiltrándose así todo género de terroristas y delincuentes comunes en una Europa invadida por extranjeros fanáticos que les pueden dar cobertura y cobijo. El ambiguo y peligroso papel de Turquía como ariete de la islamización de Europa y como miembro poderoso de la OTAN, es uno de los toques de atención de Steuckers. El mismo papel negativo que el Imperio Otomano jugó en el pasado, es el que hoy desempeña esta potencia militar y proselitista, liderada hoy por un Erdogan autoritario y feroz.

Los temblores de nuestro continente, muy agitados con el conflicto de Ucrania, se podrían comprender mejor si tenemos en cuenta esta especie de «constantes» históricas. El papel de los ingleses y de los turcos es básicamente el mismo desde hace siglos: impedir la integración imperial eurasiática.

Queda fuera del objeto de este libro el Estrecho de Gibraltar, todo el área del norte del Magreb, Andalucía, Canarias, Levante… Si es un fracaso para Europa carecer de integración eurasiática, renunciar a los Balcanes, Chipre, la Tracia dominada por los turcos, etc., fracaso aún mayor será continuar con la política española, débil y cobarde, ante el sultán marroquí. Aliando firme de los Estados Unidos y de Israel, el rey de Marruecos ha infiltrado sus agentes en España: en numerosas oenegés y partidos políticos, así como universidades y entidades proinmigracionistas. Actualmente, el Estado español se está comportando como una verdadera colonia de un país africano y tercermundista, lo cual es un caso singular en la historia. Con dinero público español, gran parte de la educación de sus súbditos (dentro y fuera del reino alauita) está sufragada, y se promueven todo tipo de iniciativas para reislamizar España y reinterpretar la Reconquista en clave convergente con el sueño alauita de construir el «Gran Marruecos». El dinero de los impuestos de millones de españoles está invirtiéndose con el fin de lograr su africanización. El libro quedaría muy completo si se analizara esta tenaza sobre Europa: la magrebí y la turca.

Letras Inquietas es una editorial, como dice su nombre, dinámica. No deja de publicar libros inquietantes, que estimulan la mente del lector hispanohablante, luchando contra el conformismo. Como europeos, no debemos conformarnos con esta tenaza y este bloqueo al que nos vemos sometidos. La pluma de Steuckers es muy necesaria para salir de ese sopor.

Carlos X. Blanco

Fuente:  La guerra de los Doscientos Años: una tenaza y un bloqueo sobre Europa – El Relector