La clase media: ideología, semántica, existencia
Ciencia e ideología: Un problema de método
Ninguna de las palabras que utilizamos en el curso de los debates y análisis políticos y sociales es ideológicamente neutral. Fuera de la ideología tales palabras pierden completamente su significado. Y no es posible determinar nuestras actitudes hacia ellas sin ambigüedad, ya que el contenido de cualquier expresión está moldeado por el contexto y las estructuras semánticas, un tipo de sistema operativo. Cuando vivimos en una sociedad con una ideología obvia, mantenida abiertamente como la ideología dominante, las cosas son lo suficientemente claras.
El significado de las palabras se deriva directamente de la matriz ideológica, que se inculca a través de la crianza, la educación, y la instrucción y el apoyo de los activos aparatos ideológicos del Estado. El Estado forma un lenguaje, define el significado del discurso y establece - por lo general a través de medios represivos, entendidos en sentido amplio - los límites y el contenido moral del conjunto básico de conceptos y términos políticos y sociológicos.
Si viviéramos en una sociedad en la que dominase la ideología comunista, conceptos tales como "burguesía", "fascismo", "capitalismo", la "especulación", etc. adquirirían no sólo connotaciones estrictamente negativas, sino significados específicos con los que los capitalistas, los fascistas y los especuladores estarían categóricamente en desacuerdo. Este desacuerdo se refiere no sólo a los signos, sino al significado de las palabras. La visión que un comunista tiene de un fascista, o un capitalista de un fascista, puede parecer poco más que una caricatura o una deformación, en vez de la de un partido diferente. Y eso, por supuesto, funciona a la inversa: el fascismo parece natural al fascista y el comunismo, absolutamente malo.
Para un capitalista, el comunismo y el fascismo son igualmente malos. El capitalista normalmente no se piensa a sí mismo como un burgués. La especulación es para él una forma de realización de los derechos económicos naturales, y el sistema que defiende por lo general lo considera como una sociedad "libre", una sociedad "abierta". Ni el análisis marxista de la apropiación de la plusvalía, ni la crítica fascista de la red de obligaciones y pagos de intereses, y de la oligarquía financiera internacional que usurpa el poder sobre los pueblos y las naciones, lo convencen de nada jamás.
Las ideologías son similares a las religiones, de ahí que Carl Schmitt hable de "teología política". Cada uno cree sacramente en sus propios valores e ideales, y la crítica o la apología de los valores alternativos no tiene normalmente ningún efecto (a excepción de los pocos casos de conversión confesional que se producen en la historia de la religión y en la historia de las doctrinas políticas).
En consecuencia, antes de hablar seriamente sobre uno u otro término, es necesario determinar en qué contexto ideológico vamos a considerarlos. Alguien sin duda objetará: la ciencia debe tomar una posición neutral. Eso es imposible. En este caso, la ciencia tratará de asumir la condición de una meta-ideología, es decir, una especie de "ideología verdadera", de la que todas las demás ideologías serían formas relativas. Pero nadie estará de acuerdo con esto, incluso aunque inevitablemente entre en la cabeza de alguien reclamar tales ambiciones.
En el ámbito religioso surgen periódicamente doctrinas sincréticas que afirman ser la expresión de la "verdad absoluta", y que todas las otras religiones históricas son manifestaciones relativas. Pero por regla general, estas tendencias no gozan de gran popularidad, quedando en propiedad de pequeños círculos y siendo negadas por las grandes confesiones como "herejías". La ciencia, del mismo modo, no puede invocar el estatus de meta-ideología y seguir siendo relevante. Sin embargo, difiere de la ideología común por tres características:
* Se refleja claramente sobre las estructuras del paradigma ideológico que considera (la gente común ni siquiera sospecha que lo que le parece su "opinión personal" es un producto secundario o incluso terciario de procesamiento ideológico, cuyos mecanismos le están completamente ocultos).
* En el curso del análisis del discurso ideológico, utiliza las técnicas de la lógica clásica (las leyes de Aristóteles y el principio de razón suficiente de Leibniz).
* Es capaz de construir una matriz comparativa de las correspondencias entre diversas ideologías, yuxtaponer estructuras en sus fundamentos, y establecer simetrías y oposiciones entre discursos separados y sus elementos.
Por lo tanto, al considerar cualquier concepto o término, es posible proceder de dos maneras: o bien interpretarlo desde la posición de una u otra ideología, no penetrando en sus fundamentos y sin compararlo con otras interpretaciones (este es el nivel de la propaganda y el análisis de baja calidad aplicado en el análisis periodístico), o bien hacer uso del método científico, que no nos libera de la adhesión a una ideología, sino que nos obliga a pensar racionalmente, observando las tres reglas del método científico antes mencionadas (paradigma, lógica, comparación).
Nos proponemos considerar el concepto de "clase media" precisamente con este espíritu científico.
De la casta a la clase
El concepto de "clase media" es crucial para la ideología liberal-capitalista. A pesar de que apareció más tarde que la teoría marxista de la lucha de clases, y de la famosa doctrina comunista de las dos clases antagónicas, la burguesía y el proletariado, el significado del término "clase media" tiene una historia mucho más larga, y hunde sus raíces en el período de las revoluciones burguesas y el ascenso del Tercer Estado, que afirmó a partir de entonces su monopolio en las esferas política y económica.
Antes de considerar la "clase media", centrémonos en el concepto de "clase" como tal. La clase es un concepto de la organización social de la modernidad. Las Órdenes y los sistemas socio-políticos antiguos fueron construidos sobre el principio de la casta. La "casta" debe ser entendida como la doctrina según la cual la naturaleza interna de distintas personas difiere cualitativamente: hay almas divinas y almas terrenales (salvajes, demoníacas). La casta refleja con precisión esta naturaleza del alma, que el hombre no es capaz de cambiar durante su vida. La casta es fatal. La sociedad normal, de acuerdo con este punto de vista, debe ser construida de manera que los de naturaleza divina (la élite) estén por encima, y los de naturaleza terrenal (salvaje, demoníaca) se mantengan por debajo (las masas). Así es como se organiza el sistema Varna hindú, al igual que los antiguos hebreos, babilonios, egipcios y otras sociedades.
Esta teoría de castas fue sustituida por una más flexible teoría de los estados o estamentos. El estamento también propone una diferencia en la naturaleza de las personas (la existencia de una superior e inferior), pero aquí el hecho de nacer en uno u otro estamento no se considera un factor final y natural en la determinación de la pertenencia a un determinado estatus social. El estamento puede ser modificado si el representante de un estamento inferior realiza una hazaña, demuestra cualidades espirituales únicas, se convierte en un miembro del clero, etc.
Aquí, junto con el principio de la casta, está el principio de la meritocracia, es decir, la recompensa por los servicios. El principio meritocrático se extiende también a los descendientes de la persona que logró la hazaña (ennoblece). La sociedad estamental era la predominante en la civilización cristiana hasta finales de la Edad Media. En la sociedad estamental, los estamentos superiores son el sacerdocio (el clero), y el militar o de los hombres de armas (aristocracia), y el más bajo es el tercer estado de los campesinos y artesanos. Precisamente de la misma manera que en una sociedad de castas, sacerdotes y guerreros (brahmanes y kshatriyas) fueron las castas más altas, y la más baja estaba compuesta por los campesinos, los artesanos y los comerciantes (vaishyas).
La modernidad se convirtió en la era de la destrucción de la sociedad estamental. Las revoluciones burguesas de Europa exigieron el reemplazo de los privilegios estamentales de los estamentos superiores (el clero y la aristocracia militar, la nobleza), en favor del Tercer Estado. Pero los portadores de esta ideología no eran los campesinos, que estaban conectados a la sociedad tradicional por el carácter específico del trabajo estacional, la identidad religiosa, etc., sino por los burgueses y los habitantes urbanos más móviles. "Burgueois" es en sí mismo un término formado a partir de la palabra alemana "Burg", que significa "ciudad". De este modo, la modernidad ha dado prioridad precisamente al urbanita-ciudadano-burgués como unidad normativa.
Las revoluciones burguesas abolieron el poder de la Iglesia (el clero) y la aristocracia (nobleza, dinastías), y anticiparon el modelo de construcción de la sociedad basado en la dominación del Tercer Estado, representado por los urbanitas-ciudadanos-burgueses.
Esto es, en esencia, el capitalismo. El capitalismo, en su victoria, reemplaza las distinciones estamentales, pero conserva las materiales. Por lo tanto, surge la noción de clase: la clase significa un indicador de la medida de la desigualdad. La burguesía abolió la desigualdad estamental, pero preserva la desigualdad material. En consecuencia, precisamente, la sociedad capitalista burguesa de la modernidad es una sociedad de clases en el pleno sentido de la palabra. Anteriormente, en la Edad Media, pertenecer a un estamento era principalmente un atributo social primario. En la modernidad, toda la estratificación social se redujo al atributo de las riquezas materiales. La clase es, pues, un fenómeno de la modernidad.
La lucha de clases
El carácter de clase de la sociedad burguesa, sin embargo, se percibe más claramente no en la ideología de la burguesía, sino en Marx. Él desarrolló su doctrina revolucionaria sobre la base del concepto de clase. En su fundamento estaba la idea de que la sociedad de clases y su desigualdad material característica, elevada como el más alto criterio, muestra la esencia de la naturaleza de la sociedad, del hombre y de la historia. En la imagen de clase de Marx, siempre hay ricos y pobres, y los ricos siempre se hacen más ricos y los pobres, más pobres. En consecuencia, hay dos clases, la burguesía y el proletariado, y su lucha es el motor y el sentido de la historia.
Todo el marxismo está construido sobre esta idea: cuando hablamos de clases, se habla de dos clases antagónicas, la diferencia entre ellas no es relativa, sino absoluta, ya que cada una encarna en sí misma dos mundos irreconciliables: el mundo de la explotación y el mundo (honesto) del trabajo. Hay dos clases: la clase trabajadora (el proletariado) y la clase explotadora (la burguesía). En el sistema capitalista, domina la clase explotadora. La clase trabajadora debe tomar conciencia de sí misma, levantarse y derribar la clase de los explotadores. Deben crear primero el Gobierno del Trabajo, el socialismo. Entonces, después de que los últimos restos de la sociedad burguesa hayan sido destruidos, aparecerá la sociedad comunista, ahora completamente sin clases. Según Marx, una sociedad sin clases es posible sólo después de la victoria del proletariado y de la destrucción radical de la burguesía.
Para Marx, la "clase media", simplemente no puede existir. Este concepto no posee una semántica independiente en la ideología marxista, ya que todo lo que se encuentra entre la burguesía y el proletariado (por ejemplo, la pequeña burguesía o los campesinos acomodados) está relacionado principalmente bien con la burguesía, bien con el proletariado. Para los marxistas, la "clase media" es una ficción. No existe, y el concepto en sí no es más que un instrumento de la propaganda ideológica de los capitalistas, tratando de engañar al proletariado con la promesa de un futura integración en la burguesía (que, según Marx, no puede suceder, ya que la apropiación de la plusvalía impide el enriquecimiento del proletariado).
Podemos sacar la siguiente conclusión: el término "clase media" es una ficción para los marxistas, una figura artificial de la ideología burguesa, llamada a ocultar la imagen real de la sociedad y de los procesos que tienen lugar en ella. Al mismo tiempo, los marxistas admiten el hecho de una transición desde la sociedad estamental a la sociedad de clases y, en consecuencia, están de acuerdo con la burguesía en que una sociedad de desigualdades materiales (la sociedad de clases) es "más progresista" que una sociedad de desigualdad estamental; no están de acuerdo con la burguesía en que, para los comunistas, este no es el "fin de la historia", sino sólo el comienzo de una lucha revolucionaria en toda regla. Los liberales, por su parte, insisten en que la desigualdad material es completamente moral y justificada, y sostienen que la lucha de los comunistas por la igualdad material es, por el contrario, amoral y patológica. Para los liberales, el "fin de la historia" comienza cuando todo el mundo se convierte en "clase media". Para los comunistas, se inicia cuando el proletariado finalmente destruye al burgués y construye una sociedad comunista de total igualdad.
La clase media en el liberalismo
El concepto de una clase media está implícitamente presente en la ideología liberal desde el principio. Dicho esto, sólo recibe plena aplicación en el curso de la creación de la sociología, que pone todo su empeño en combinar muchas teorías vanguardistas del marxismo (en particular, la centralidad del concepto de clase), y las condiciones burguesas. La sociología es, pues, una forma híbrida: ideológicamente, está entre el comunismo y el liberalismo; metodológicamente, hace hincapié en un enfoque científico, analítico. Podemos distinguir dos polos en la sociología, el social (escuela de Durkheim, las teorías de Sorokin, etc.), y el liberal (Weber, las escuelas de Chicago y "austriaca" en los EEUU, etc.).
En cualquier caso, el carácter específico de la interpretación liberal de clase es la convicción de que, en la sociedad burguesa estándar, hay una sola clase, y todas las diferencias entre las profundidades y las alturas son relativas y condicionales. Si, para Marx, siempre hay dos clases, y existen en enemistad implacable, para los liberales (Adam Smith, por ejemplo) siempre hay en última instancia una clase: la burguesía. La burguesía abarca nominalmente el conjunto de la sociedad capitalista. Las capas más pobres de la sociedad son, por así decirlo, burgueses incompletos. Los más ricos, por el contrario, son unos superburgueses. Pero la naturaleza social de todas las personas es cualitativamente idéntica: a todos se les da igualdad de oportunidades de partida, a partir de la cual el burgués puede, o llegar a un cierto nivel de éxito, o fallar en alcanzarlo y caer hacia abajo en forma de burgués incompleto.
Por lo tanto, Adam Smith toma como una situación normal la siguiente narración clásica liberal:
El panadero contrata a un trabajador, que ha llegado recientemente a la ciudad para trabajar. Después de trabajar como ayudante para el propietario, el trabajador contratado aprende a hacer pan y observa la organización de los procesos de interacción con proveedores y clientes. Después de algún tiempo, el trabajador contratado puede pedir un préstamo y abrir una panadería. Después de trabajar de forma independiente primero, finalmente contrata a un ayudante, que ha llegado a la ciudad para trabajar, y el ciclo se repite.
En este modelo vemos lo siguiente: No sólo la sociedad se piensa como de clase media, sino que existe lo que ya-es-clase-media y lo que todavía-no-es-clase-media. En esta imagen, el trabajador contratado no forma un tipo peculiar, sino que representa al burgués potencial, mientras que el panadero es efectivamente burgués (aunque, si va a la ruina, todavía puede teóricamente acabar de nuevo en la posición del trabajador contratado, el todavía-no-burgués).
Según Marx, la cantidad de riquezas en una sociedad es una cantidad fija, y la presencia de dos clases se basa precisamente en esto: los que tienen riquezas nunca comparten con los pobres, ya que la vida en la sociedad capitalista es un juego de suma cero. Para Smith, por otro lado, la riqueza crece constantemente. Como resultado, los límites de la clase media se expanden continuamente. El capitalismo se basa en la presunción de un crecimiento constante de la riqueza para todos los miembros de la sociedad; idealmente, toda la humanidad debe convertirse en clase media.
Al mismo tiempo, hay dos enfoques para la clase media en la ideología liberal. El primero corresponde a los liberales de izquierda: exigen que los superburgueses (los grandes capitalistas,) compartan conscientemente una parte de las ganancias con la clase media y la pequeña burguesía, ya que esto dará lugar a la estabilidad del sistema y a una aceleración del crecimiento de la clase media a nivel global.
El segundo enfoque es característico de los liberales de derecha: plantean objeciones a la carga que pesa sobre la superburguesía por los impuestos y los proyectos de bienestar; ellos creen que contradice el espíritu de la "libre empresa" y ralentiza la dinámica del desarrollo del sistema capitalista, ya que la superburguesía estimula el crecimiento de la burguesía media, lo que, a su vez, alienta a la pequeña burguesía y a la todavía-no-burguesía.
Por lo tanto, el concepto de clase media se convierte, para los liberales de izquierda, en un valor moral y un eslogan ideológico (como: "¡Debemos construir una clase media más fuerte!"). Para los liberales de derecha, por otro lado, el crecimiento de la clase media es una consecuencia natural del desarrollo del sistema capitalista, y no requiere de una atención especial o ser elevada a la categoría de un valor.
Clase como estrato social en Sociología
En sociología, esta actitud ideológica básica del liberalismo respecto a la primacía de la clase media, se manifiesta en la relativización del modelo de estratificación. La sociología divide a la sociedad en tres clases: superior, media y baja (a la que a veces se suma la subclase de marginales puros y desviados sociales). Estas clases no son idénticas a las marxistas, ni a los conceptos de clase estrictamente liberales (en el liberalismo sólo cabe una clase, la clase media, mientras que las otras son consideradas como sus variaciones). Esta división sitúa la dimensión de los individuos sobre cuatro indicadores: la suficiencia material, el nivel de fama, la posición en la jerarquía administrativa, y el nivel de educación. Sobre la base de criterios estrictamente cualitativos, cualquier persona puede ser encajada en uno de los tres estratos sociales.
Aquí, el concepto de clase no tiene un contenido ideológico directo, pero, por regla general, se aplica a la sociedad burguesa, donde surgió la sociología como ciencia. Estas clases sociológicas identificadas con los estratos sociales, deben distinguirse de las clases marxistas y de las concepciones liberales típicas sobre la clase media como una clase universal y única.
En este caso, en un esquema burgués, la lucha por los derechos de la subclase o el apoyo a la clase baja (en un sentido sociológico), se puede considerar como una continuación del enfoque liberal de izquierda: la atención a la capa inferior de la sociedad burguesa estipula la lucha para facilitar su integración en la clase media, es decir, para tirar de ellos hasta el nivel de la burguesía. Para los liberales de derecha, tal esfuerzo es "amoral", ya que contradice el principio básico de la libertad social: iniciativa y competencia leal (los fuertes ganan y los débiles pierden, pero esas son las reglas del juego, todo el mundo debe esforzarse para llegar a ser fuerte). La versión extrema del liberalismo de derecha o incluso de extrema derecha es el "objetivismo" de Ayn Rand.
La clase media y el nacionalismo
Hay otro sistema ideológico de la modernidad que todavía tenemos que tener en cuenta: el nacionalismo. El nacionalismo es una variación de la ideología burguesa que insiste en que el horizonte estándar de la sociedad burguesa no debe ser la humanidad (el "cosmopolitismo" y la "globalización" de los liberales clásicos), sino la sociedad en tanto que definida por las fronteras de un Estado-nación. La nación o el pueblo es tomado como la unidad máxima de integración. El mercado está abierto dentro de las fronteras de la nación. Pero en el sistema internacional, la actividad económica se mueve a nivel estatal, no al de los actores privados. De aquí emana la legitimidad de instrumentos tales como los aranceles, el proteccionismo, etc.
El nacionalismo piensa en la clase media no en abstracto, sino concretamente, como la clase media de determinada formación nacional de un Estado. El nacionalismo, como el liberalismo, también acepta como figura estándar de la sociedad el urbanita-ciudadano-burgués, pero pone el énfasis precisamente en el ciudadano, y más que eso, en el ciudadano de un Estado nación en particular.
La "nación" como formación política se convierte en sinónimo de la sociedad burguesa. Para los nacionalistas, más allá de esta sociedad, sólo existe una zona de riesgo nacional y social. La nación se concibe aquí como una comunidad de clase media. Y la tarea consiste en integrar las capas inferiores en el conjunto nacional, a menudo con la ayuda de medidas de bienestar social. Es por eso que el nacionalismo puede poseer numerosas características socialistas, aunque la base ideológica aquí es diferente: tirar de los económicamente débiles hasta el nivel de la clase media es una tarea de integración nacional, no una consecuencia de una orientación hacia la justicia y la igualdad material. Vemos algo similar con los liberales de izquierda, que consideran la integración de la subclase en la sociedad en general, como condición para la estabilidad del desarrollo del sistema capitalista.
El nacionalismo, por regla general, se relaciona negativamente con las minorías nacionales y especialmente con los inmigrantes. Esto está relacionado con el hecho de que, a los ojos de los nacionalistas, estos elementos perturban la homogeneidad de la clase media nacional. Por otra parte, a algunas minorías nacionales se les acusa de concentrar en sus manos excesiva riqueza material, es decir, a aquellos que desafían a la clase media nacional "desde arriba". Sentimientos nacionalistas de injusticia se expresan en el antagonismo con los "oligarcas" y, a veces, como "antisemitismo económico", un sentimiento que no fue ajeno al propio Marx. A su vez, otros no nacionales (generalmente inmigrantes) son culpados por el incremento de los números en la capa más baja y en la subclase, cuya integración se ve complicada por las diferencias nacionales. Una variante del nacionalismo anti-inmigrante consiste en la acusación de que el aumento de la mano de obra barata, raentiza el proceso de enriquecimiento de la población "nativa", y el "armonioso" crecimiento (para los nacionalistas) de la clase media.