Jean Thiriart: el imperio europeo de Dublín a Vladivostok
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
La loable iniciativa de Yannick Sauveur y las ediciones Pardès, de publicar una biografía del fallecido Jean Thiriart, de este activista belga, "doctrinario de lo real", lector de Maquiavelo y Pareto y admirador de Stalin, huele el azufre y provoca comentarios mordaces.
La gran fortaleza de este texto, nutrido de abundante documentación e ilustrado por iconografía inédita, es que no esconde nada de su itinerario político, primero en la extrema izquierda, en la Joven Guardia Socialista Unificada y la Unión Socialista Antifascista, luego en la extrema derecha, en la Fichte-Bund y la Asociación de Amigos del Gran Reich Alemán.
Sin duda algunos habla de un recorrido tortuoso, incluso incomprensible. Sin embargo, Jean Thiriart siempre ha estado impulsado por una visión, la de la Gran Europa, esa Gran Europa que, con apenas veinte años, pensó que vería nacer gracias a Adolf Hitler. Si siempre ha mostrado una gran constancia en el plano político ("constancia" no es en modo alguno sinónimo de glaciación del pensamiento), no pareció comprender inmediatamente después de la guerra que la Historia ya no se escribió en el viejo continente, sino en sus afueras.
A este respecto, habría sido interesante conocer sus escritos (si los hay) sobre la conferencia de Bandung (Indonesia; 18-24 de abril de 1955) organizada por iniciativa de Birmania, Ceilán, India, Indonesia y Pakistán y en el que participaron no menos de veintinueve países africanos y asiáticos declarándose no alineados, es decir rechazando tanto la tutela de Estados Unidos como la de la URSS.
A principios de los sesenta, vio cómo el mundo se desmoronaba. Rechazando lo que considera una puñalada en los flancos de una Europa ya atrapada entre Estados Unidos y la URSS, milita a favor del Congo Belga y la Argelia Francesa dentro del Comité de Acción y Defensa de los Belgas en África y el Movimiento de Acción Cívica.
Sin embargo, ponerle el infame epíteto de "reaccionario" sería una prueba de reduccionismo. A lo que aspira es a dar rumbo al viejo continente. Escribió en Nation Belgium el 12 de mayo de 1961: "Francia, Europa no se salvará ni por una derecha clásica ni por una extrema derecha romántica (...). Lo que hay que despertar es una especie de titoísmo europeo. "
Publicado el 1 de septiembre de 1961 en Nation-Belgium n ° 59, el Manifiesto de la nación europea, resume su pensamiento entonces: ni Moscú, ni Washington; De Brest a Bucarest, borremos Yalta; ni comunismo ni plutocracia; la democracia es incapaz de defender a Europa; Contra el racismo de todos los colores; por un patriotismo europeo contra los nacionalismos estrechos; contra la "Europa de las patrias" y por una Europa de los europeos; Europa debe permanecer neutral, fuertemente neutralidad, es decir armada; reunificación de Alemania A TRAVÉS de la reunificación de Europa, etc.
Los años sesenta serán muy prolíficos para Jean Thiriart (hay que decir que la sociedad de entonces estaba mucho más politizada que la de hoy). Fundó el movimiento transnacional Jeune Europe y publicó en 1964 lo que será durante mucho tiempo su obra maestra: Un imperio de 400 millones de hombres: Europa. Desde noviembre de 1965, supervisó la publicación de la revista La Nation européenne, donde entrevistas con el líder afroamericano Stockely Carmichael, con el Chérif Belkacem del Frente Argelino de Liberación Nacional y Ahmed Choukeiri de la Organización para la Liberación de Palestina.
Mostrando un gran pragmatismo, declaró en 1975, después de siete años de retiro de la vida política: “Nunca elegimos a nuestros aliados a nivel internacional. Los aliados son designados por la geografía y las circunstancias. Actualmente, de facto, los chinos son los "mejores aliados" de una Europa que aún no existe como unidad política. Los árabes antiamericanos también”. Añadió: “Los aliados de ayer pueden ser los enemigos de mañana y viceversa. Pensemos siempre en términos de los intereses de Europa y no nos dejemos atrapar por los romanticismos chinos o árabes".
Abandonando su reserva, consideró en 1982 que esperaba que la U.R.S.S. "hiciera Europa" y comienza a escribir un nuevo ensayo: El Imperio Euro-Soviético.
En febrero-marzo de 1990, se publicó un largo artículo en la revista Forces Nouvelles, L’empire européen de Dublin à Vladivostok, cuyo contenido sin duda hizo palidecer a muchos lectores de esta revista nacionalista, ya que Jean Thiriart defiende "el comunitarismo como una forma alternativa al comunismo”. Llegando a los extremos, va tan lejos como para señalar que el comunitarismo es un comunismo desmarxistizado, un "comunismo moderno", donde el Estado solo controla la economía desde un cierto nivel de actividad. Poco después de la implosión de la URSS, que había predicho durante mucho tiempo, viajó a Moscú y conoció a Alexander Dugin, el futuro fundador del Partido Nacional Bolchevique.
Yannick Sauveur, cuyo ensayo está lleno de detalles, destaca lo que distinguió y unió a los dos hombres. El primero, ferozmente materialista, sólo tenía "desprecio por la Nueva Derecha" ("charlatanes de la sala de estar"), mientras que el segundo, un evoliano, estaba influenciado por las ideas de Alain de Benoist. Pero ambos vieron a Estados Unidos como "el principal enemigo" y a Rusia como "un Estado europeo". Dos ideas terriblemente de actualidad si pensamos por un momento en Siria o en Donbass. Como subraya Yannick Sauveur: "La muerte no le permitió a Jean Thiriart (que murió prematuramente la noche del 22 al 23 de noviembre de 1992, nota del editor) conocer a Vladimir Putin, el único estadista de Europa y el único capaz de lograr la unidad del continente europeo".
Si en determinados aspectos (ultrajacobinismo, ausencia de una visión viva de la comunidad y del socialismo, etc.) sus posiciones se alejan mucho de las defendidas por Rébellion, podemos apostar que la minuciosa obra de Yannick Sauveur animará a los lectores a (re) descubrirla, mientras espera que un editor desentierre sus textos más importantes.