Herman Wirth: Runas, el Gran Yule, y la patria ártica
Prefacio del libro Signos del Gran Norte: La Teoría Hiperbórea (Moscú, Veche, 2008)
Traducción por Juan Gabriel Caro Rivera
A modo de prefacio
«No existe mayor misterio en el ser del hombre que el misterio de la vida y la muerte, de la muerte y el nacimiento. Para el hombre, el Año es la suprema Revelación de la acción divina en el Universo. El Año es la expresión de la ley cósmica dada por Dios, según la cual la formación del mundo tiene lugar en un retorno interminable y duradero. La imagen más profunda y mágica de la naturaleza frente a nosotros es el Año de Dios. Un número determinado de días que compone el Año, y cada uno de estos días reproduce la imagen del Año: el nacimiento de la Luz de la cual proviene la vida, llega a su apogeo, y desciende, muere, y se hunde, solo para surgir de nuevo. La mañana, el mediodía, la tarde, y la noche corresponden a la primavera, el verano, el otoño, y el invierno en el Año.
En primavera, “La Luz del Mundo” despierta la vida de nuevo, la rectifica, y desarrollándola hasta que alcanza todo su esplendor y el límite de su crecimiento en el medio día-verano, y después comienza de nuevo su ciclo hacia la noche y el invierno, preparando la muerte, y a continuación sigue el inevitable renacimiento. El hombre Nórdico observaba así la imagen de su existencia diaria y anual: en el alba del amanecer era un niño, después su juventud, al medio día y en la tarde llegaba a su madurez, y finalmente la decadencia de la vida y la vejez que trae el invierno de la muerte, y a través de esto una nueva vida, el renacimiento y un nuevo retorno que personifica la descendencia. El ciclo de los días se refleja en la permanente e ininterrumpida repetición del ciclo del año, porque el Año es el círculo de la vida humana. El ciclo, el movimiento circular, y la rotación incesante es la suprema ley cósmica de Dios, el Fundamento ético de todos los seres del Universo. Sobre este principio se fundamenta toda reflexión acerca de Dios y todo sentido de justicia. La ley de la rotación eterna, cuya expresión son el tiempo y el espacio, que se realizan especialmente en el Año, fueron reconocidos por la raza Atlántico- Nórdica como el símbolo del Año y el Árbol del Mundo, el Árbol de la Vida».
Estas palabras son extraídas del libro del gran erudito holandés Herman Wirth. Su nombre es poco mencionado por la gente de hoy, incluso por los muy eruditos, y sus libros no pueden encontrarse en ninguna biblioteca universitaria, pero la razón de esto será expuesta más adelante. No obstante, Herman Wirth fue una de esas personas que, en este siglo, en este oscuro periodo de la Edad de Hierro, el Kali Yuga, restauró una cantidad increíble de la Gran Tradición de la Edad de Oro y la misteriosa región de Hiperbórea – la mágica tierra de Apolo que está más allá del Norte. Réne Guénon y Julius Evola escribieron sobre la Tradición Primordial y el paraíso polar, y sus nombres son conocidos por todos los Tradicionalistas. Pero muy pocos de ellos conocen a Herman Wirt, este profesor alto, delgado, modesto y apasionado como cualquier genuino erudito, descubrió el secreto de los secretos de esta Tradición Primordial, reconstruyó su lenguaje, reveló los secretos de las runas antiguas, y descifró el mensaje de la Edad de Oro.
Tal vez parezca increíble, pero es un hecho. Herman Wirth logró nada más ni nada menos que recrear el “Proto-Lenguaje Sagrado de la Humanidad”, Heilige Urschrift der Meinscheit, el nombre de este libro pequeño, fascinante y fundamental.
Herman Wirt nació en 1885 en Utrecht, Holanda. Su familia pertenecía a un viejo linaje de Frisios, los habitantes del Norte de Holanda que difieren hasta hoy día por su altura y sus rasgos faciales clásicos indo-europeos. Desde su niñez, Wirt estuvo muy interesado en la historia de su país y de su pueblo. Él recolectó cuentos y leyendas, y estudió atentamente los signos y símbolos que decoraban las casas de los campesinos holandeses.
Wirt exploró a profundidad y completamente su país. En 1910, defendió su tesis titulada La degradación de las canciones populares holandesas y ya en este libro sorprendía a todos con su increíble erudición, la cual revisaba la prácticamente totalidad de todo el material disponible del folclore holandés. Principalmente, intentaba construir un modelo general, una especie de proto-mitología que explicara todo el arte nacional y que pudiera ayudar a la mejor comprensión de la cosmovisión de sus antiguos ancestros. Partiendo de los antiguos símbolos y elementos holandeses, Wirt expandió el alcance de sus investigaciones etnográficas, culturales, simbólicas primero a todas las tierras germanas, a las fronteras de Europa, Eurasia y, finalmente, a las regiones más alejadas de la misma Europa: América, Oceanía, África y demás. Buscando una formula que pudiera generalizar la cosmovisión ancestral de los antiguos Arios, Wirt se movió en una espiral, clarificando, corrigiendo, extendiendo, o reconsiderando toda la información reunida hasta la fecha por lingüistas, arqueólogos, historiadores de la religión y del arte, antropólogos, etc. Su esfuerzo fue de una increíble intensidad.
Herman Wirth dominaba unos cuantos cientos – ¡sólo imaginen, unos cuantos cientos! – de lenguas antiguas, tratando de encontrar alguna clase de patrón común que pudiera rastrearse a épocas olvidadas. El modelo que Wirt desarrolló anticipó la “teoría Nostratica” de Illich-Svitych, la cual apareció mucho después, según la cual los pueblos de Europa, Asia y África hablaban un mismo idioma en el alba de la humanidad.
Pero las virtudes de Herman Wirth no se reducían a un deslumbrante intelecto. A diferencia de la comunidad científica positivista, él categóricamente estaba en desacuerdo con confinarse a sí mismo a un espacio pequeño y pasar toda la vida clarificando y revisando una vez más detalles menores, como era la práctica común entre los círculos de eruditos en este siglo “crítico” y pesimista. Wirt, como los eruditos de la Edad Media, se esforzaba por abarcar un enorme campo de conocimiento de una vez. Su aproximación no era analítica, sino sintética. Por lo tanto, para fundamentar una hipótesis histórica él no apelaba a fragmentos caóticos y aislados como lo hacen los estudios antropológicos modernos que idolatran los hechos, sino que recurría a los mitos antiguos, la Tradición, y las fuentes sagradas. Como Réne Guénon, Wirt consideraba que el mundo moderno era una anomalía, regresiva y degenerada, y la verdad se encuentra en los mitos, símbolos, leyendas, religiones, cultos, ritos y el folclore.
“Yima – el primer hombre – siguió el consejo de Ahura Mazda y construyó la ciudad de Vara en el lejano Norte rodeada por murallas y adonde llevó la simiente de los mejores pueblos, animales y plantas, para preservarlos del mortal invierno, el castigo del espíritu maligno, Angra Mainyu, que descendía sobre las tierras sagradas de la felicidad. Yima construyó la ciudad de la flecha de oro e hizo que las puertas resplandecieran y otras brillaran. Y Zaratustra preguntó a Ahura Mazda: “¡Oh creador del mundo material, gran guía de los Arios y constructor de Asha! ¿Qué son las luces de la ciudad construidas por Yima? Y Ahura Mazda dijo: Esas luces son eternas y trascendentes. Solo una vez al año ellas ascienden y descienden en la ciudad de Vara, las Estrellas, la Luna, y el Sol. Los habitantes de la ciudad creen que todo un año es solo un Día”.
Este fragmento del Bundahism, el libro sagrado del zoroastrismo, puede ser interpretado de varias maneras, muchas otras Tradiciones indican que en el lejano Norte en tiempos ya olvidados existió un país maravilloso y paradisíaco, Hiperbórea (Tule, Sarahi) donde los alegres ancestros de los Arios de cabello rubio y ojos azules vivieron, la raza divina de reyes y héroes. Herman Wirth tomó el mensaje de la Tradición literalmente, y esto le permitió crear una teoría única del origen de la humanidad, “Aufgangder Menschheit”, descifrar los signos antiguos, explicar el secreto, el lado insondable de los símbolos, cultos, y rituales, que vislumbraban el significado de los ritos sagrados, y restauraban el hace mucho tiempo perdido alfabeto de la humanidad del paraíso. Tal vez parezca imposible. ¿Por qué este gran descubrimiento pasó desapercibido al público general? ¿Cómo puede esta asombrosa y sorprendente revelación ser ignorada? ¿Por qué la gente común y la comunidad científica no hablan de tal erudito? Una vez más volvemos a la corrección política. Herman Wirt tuvo la imprudencia en su juventud de unirse al movimiento patriótico de Holanda, y después de Alemania. Wirt fue la inspiración detrás del movimiento juvenil holandés, Dietske Trekvogels, análogo al Wandervogel alemán. Esta fue una amplia organización juvenil cuyos miembros visitaban las áreas rurales, recolectaron el folclore nacional, e investidos con el típico entusiasmo juvenil revolucionario con un paradójico interés en lo arcaico. Odiaban el mundo moderno, el espíritu comercial de las ciudades y los intercambios financieros, y la actitud cínica del corrupto infierno cosmopolita hacia el cual Europa se estaba movimiento inexorablemente durante el siglo XX. El anarquismo de los Wandervogel iba emparejado con el amor a su pueblo, los vestidos de los ancestros, y la Tradición. Para 1930, esta tendencia no podía sino terminar siendo sino un componente de otro movimiento político cuyo nombre produce terror entre los ciudadanos comunes. Las ideas y trabajos de Herman Wirth, el gran restaurador y descubridor del más antiguo proto-lenguaje de la humanidad, fue desafortunadamente asociado con un régimen político que se volvió extremadamente impopular después de 1940. Al final, el Norte y su luz, su pueblo, su Tradición, y sus símbolos desde ese entonces se volvieron políticamente incorrectos.
Herman Wirth formuló los fundamentos de su teoría en 1928 en su trabajo Der Aufgang der Menschheit (“El ascenso de la humanidad”). Él creía que las alusiones a un continente antiguo que se encontraba en el Polo Norte no eran mitos o fantasías, sino hechos históricos. Para confirmar esta hipótesis, citaba los trabajos de los geólogos modernos, en particular Wegener, según los cuales los continentes no se quedan inmóviles, sino que están en constante movimiento sobre la superficie y por lo tanto pueden moverse alrededor del globo en largos intervalos de tiempo. Hace mucho tiempo, en el Polo Norte existió un continente donde reinaban condiciones atmosféricas diferentes. Los recuerdos de este antiguo continente fueron preservados por las antiguas leyendas, mitos, y cuentos, etc. Es desde este continente donde la cultura espiritual de la humanidad estaba unida por una fórmula común que comenzó a propagarse.
La base de esta cultura, el culto Hiperbóreo, no era simplemente un Año, sino el Año en condiciones polares donde hay seis meses de día y seis meses de oscuridad. De acuerdo a Herman Wirth, las descripciones del Año Polar se encuentran en el corazón de todos los textos sagrados y cultos, símbolos, y signos de las pinturas de las cuevas y las primeras marcas sobre los huesos de los mamuts hasta en las más refinadas y sofisticadas construcciones teológicas y místicas. Este hecho, el cual otros historiadores de la religión y antropólogos no han considerado, puede explicarse muy simplemente. Si aplicamos los ciclos de culto de los calendarios a la condición primordial de la tierras en la cual se encuentran los restos de las culturas antiguas, tales como Sumeria, India, Eurasia, los Pirineos, el Mediterráneo, el Medio Oriente, etc., entonces es imposible rastrear las verdaderas correspondencias debido a que solo una parte de los jeroglíficos permanecen sin cambios desde los tiempos Hiperbóreos, polares, mientras que otra parte fue construida bajo nuevas circunstancias, no polares ni árticas. La clave verdadera para la interpretación de los símbolos antiguos solo es posible si se acepta la hipótesis del origen polar, nórdico de la civilización.
“Un Día de los dioses equivale a un año humano” – esta afirmación se encuentra en el Rig Veda, el Avesta, los antiguos mitos griegos, las sagas germánicas, la épica sumeria, y los más arcaicos fragmentos bíblicos. El profesor alemán Herman Wirth aceptó esto literalmente y llevó a cabo un increíble descubrimiento sin par.
Los primeros seres humano no fueron idiotas Neandertales que se resguardaban en las cuevas y se golpeaban con palos como lo aseguran los darwinistas, marxistas y otros pensadores profanos. Eran seres humanos perfectos con una cosmovisión refinada, simple y aun así infinita. Eran los heraldos de la Religión Suprema de la Luz, la Pureza y el Espíritu. Ellos no conocían a un Dios Creador imparcial que actuaba sobre la humanidad y la naturaleza como algo externo. El mundo entero estaba permeado con la energía divina, y los hombres se veían a sí mismos como los hijos del Sol, descendientes de los dioses, como ángeles, seres supremos que profesaban una visión del mundo singular, la cosmovisión de Dios, o Gottesweltanchaung. No necesitaban la ley ni la moral, porque la ley y la moral estaba dentro de ellos. Eran seres de alta estatura, cabello rubio y ojos azules para quienes los pensamientos malvados, el espíritu de codicia, la lujuria por el poder y otros defectos subhumanos eran desconocidos. Es muy interesante que Herman Wirth fue cercano a los comunistas holandeses durante un tiempo, en cuyos planes veía el regreso al sistema primordial, supremo, Nórdico. Por supuesto, que el comunismo nordo-ario del profesor Wirt difería bastante de la utopía marxistas. Wirt estableció la teoría de un “proto-monoteísmo” polar, un “proto-Dios”. Todos los elementos de los antiguos rituales estaban estrictamente de acuerdo con la armonía de la naturaleza. No había divisiones rígidas entre lo humano, lo natural, lo social, religioso y temporal.
El dualismo era desconocido. El pensamiento y la materia, el espíritu y la substancia, lo particular y la totalidad, lo divino y lo no divino existían en total harmonía y estaban determinados en una sola fórmula, el conocimiento podía ser descifrado no solo por medios lingüísticos y simbólicos – productos artificiales de origen humano – sino también por el lenguaje de la naturaleza, la voz de los animales, plantas rocas y montañas. Con esto Wirth trascendía por fin el materialismo aceptado generalmente por los círculos académicos. El creía que la gran fórmula sagrada se encontraba en el corazón de la civilización polar no era simplemente una descripción externa del mundo, sino un pensamiento mágico que se encarnaba. Wirt citaba una famosa frase de una canción rúnica islandesa: “Dios crea pensando”. El Conocimiento es el Ser, ambos coinciden y ninguno prevalece sobre el otro. Por lo tanto, comprender y crear son iguales y lo mismo. La Tradición no es un mero agregado que describe hechos históricos, sino algo vivo que existe fuera del tiempo y el espacio. Quien es capaz de revelar sus secretos, no solamente aumenta su conocimiento, sino que lo transforma en su totalidad. Tales aproximaciones son entendidas por los creyentes, pero no por los cultos y engreídos profesores con bocas respingadas y cerebros castradas que están acostumbrados a creer que la ponzoñosa duda y el escepticismo egoísta son la norma científica.
La comunidad científica alemana rechazo a Herman Wirth. Sus ideas fueron consideradas demasiado extravagantes y radicales. Ninguna objeción esencial fue hecha con seriedad en contra de este gran académico erudito, debido a que ninguno de sus opositores poseía las cualidades mínimas para enfrentarse a él. La principal crítica hacia él era su aproximación demasiado “idealista” y la excesiva confianza que ponía Wirth en las fuentes sagradas. Pero hoy, después de las investigaciones de Dumézil, Eliade, Levi-Strauss, Kerenyi, Jung, etc., las dudas de los científicos de ese entonces carecen de fundamentos. Sin embargo, el positivismo aún domina. A pesar de todo, Wirt hizo poco caso a los ataques de sus colegas, y continúo explorando la Tradición Nórdica y atestiguando que la fórmula secreta, este conocimiento que, en su opinión, como la palanca de Arquímedes, sería capaz de cambiar el mundo.
Estudiando el proto-lenguaje de la humanidad, Herman Wirth llegó a la conclusión de que las escrituras rúnicas y especialmente los calendarios circulares nórdicos descubiertos en Europa del Norte eran los restos de la proto-escritura hiperbórea. No habían sido distorsionados por el latín ni eran una variante degenerada del alfabeto mediterráneo fenicio. Por el contrario, se trataba de las huellas de un gran calendario circular del cual posteriormente se derivaron el resto de los alfabetos históricos, incluyendo el fenicio, el cual no tiene que presumir su superioridad sobre los otros tipos de escritura. Pero las runas y su significado sólo pueden ser entendido si se acepta la hipótesis de un Continente Polar, Hiperbóreo, ya que el significado, nombre y distribución de los calendarios circulares revelan su sentido únicamente en relación a los fenómenos naturales que acontecen en el Ártico. Los científicos han sido incapaces de armar el rompecabezas histórico y reunir los diferentes detalles arqueológicos y pistas antropológicas. Por supuesto, las runas primordiales difieren mucho de las de hoy. Pero pueden restaurarse. En los miles de páginas que escribió, Herman Wirth examinó miles de ilustraciones, símbolos antiguos, grabados en roca, grabados de los objetos caseros antiguos, vasijas, y varios utensilios, etc. Todo esto nos lleva más cerca del círculo rúnico secreto y original.
El centro de este círculo es el solsticio de invierno. El Gran Yule es la fiesta principal del Año Hiperbóreo. Aquí yace el secreto de las runas y la Tradición Primordial. En Hiperbórea, Yule era celebrado el 22 de diciembre. El Año Nuevo comienza verdaderamente el 22 de diciembre, el momento en que nacieron las runas, el momento del Eterno Retorno, el segundo en que Hiperbórea se ubica fuera del tiempo y el espacio, extraída de los ciclos de las épocas oscuras, la confusión del Sur, las teorías falsas y miserables que niegan la Pureza Suprema de la Magia… Vara, Varahi, Ultima Tule.
Heman Wirt decía que el secreto de las runas era custodiado originalmente no por sacerdotes, sino por sacerdotisas. La Dama Blanca. Weise Frau-Weisse Frau. Las palabras “sabiduría”, “mujer” y “blanco” están estrechamente relacionadas en muchas lenguas. Pallas es la diosa de la Sabiduría, y la Sofía de los gnósticos también representa el conocimiento y el elemento divino femenino. La palabra rusa mudrost´ (sabiduría) es similar al alemán Made, Madchen o Maiden, la joven. Podemos citar el antiguo culto de las vírgenes vestales, las guardianas del fuego sagrado de Roma. También podemos incluir la practica del sacerdocio femenino en el primer cristianismo, y la teoría de los Viejos Creyentes de la “salvación por intermediación de la esposa”. Siguiendo a Bachofen, Herman Wirth sostenía que la Tradición Primordial era matriarcal. Era el reino de la Dama Blanca, de la Virgen Pura. El panteón nórdico primordial era encabezado por una Diosa – no una mujer en nuestro sentido patriarcal de un ser caprichoso, estúpido, cruel y demandante – sino como una criatura especial, la Creación Más Pura, una especie de Andrógino que está más allá del dualismo, una intuición espiritual que penetra la esencia de todas las cosas. El Paraíso Polar, la raza Aria, la Tradición Primordial, el reino de la Dama Blanca, los guardianes de los cultos rúnicos y las sacerdotisas de los dolmenes y mehires – eran sinónimos para Wirt. Wirt insistía en el matriarcado primordial de la Tradición polar.
En la práctica, esto se manifestaba en su profesar un particular “feminismo ario-germano”. Wirth desarrolla en sus trabajos la siguiente imagen de los arquetipos sagrados en la historia: el Matriarcado primordial es considerado intrínseco a los pueblos del Norte, los primeros portadores de la cultura. Las otras tribus del planeta recibieron de ellos los fundamentos del culto, el lenguaje, los rituales y mitos. Pero como resultado de su mezcla con los pueblos del Sur, los mensajeros del Norte perdieron las proporciones de la Tradición, olvidando el significado de las runas, y adaptando los rituales del calendario religioso a nuevas condiciones naturales. Con esto surgió una nueva institución sacerdotal en la cual el rol principal era interpretado por hombres. Los pueblos germánicos, y especialmente los ancestros de los holandeses y los frisios, eran los últimos portadores del matriarcado ario, aunque pertenece a esta categoría la adopción por parte de otros pueblos indo-europeos de determinar su identidad por línea materna. Estos son los legendarios Tuatha Dé Danann, “las tribus de las diosas de Danu” de las sagas irlandesas, los frisios como los “hijos de Freya”, etc.… La mezcla gradual de estas formas culturales se dio ante el patriarcado, el cual era común en los etnoi del Medio Oriente, especialmente entre los pueblos semitas.
Las mismas civilizaciones indoeuropeas estuvieron sujetas a las influencias de este nuevo culto. Y la institución sacerdotal femenina de los Antiguos Hiperbóreos fue abolida, demonizada, o reducida simples vestigios.
Estas ideas le costaron mucho a Herman Wirth. Cuando en 1920 el comenzó a presentar y promover ampliamente su punto de vista de un feminismo ario, encontró un implacable enemigo entre las filas de los inmigrantes de las tierras de la Rusia báltica, un tal Alfred Rosemberg quien, por el contrario, creía que el patriarcado era una institución propia de los Arios. A diferencia de Wirt, Rosemberg era pedante, un mediocre y agresivo plagiador. Pero ni siguiera eran sus ideas… Herman Wirt era el arquetipo del investigador apasionado, el visionario y vidente. Rosemberg era un patético adoctrinador que regurgitaba fragmentos indigestos de conocimiento y organizaba pretenciosamente estos trozos irritantes e insignificantes en su libro El mito del siglo XX. Lamentablemente fue este oficial báltico enredado en su resentimiento quien determinó las políticas culturales del Nacional Socialismo cuando ganó en 1933. No debe sorprendernos que después de eso los mejores intelectuales y fuerzas espirituales de la Revolución Conservadora – tales como Jünger, Heidegger, Hielscher, y el mismo Wirt – acabaron en la oposición.
En 1932, Herman Wirth fundó la sociedad para el estudio de las culturas antiguas bajo el nombre de la Herencia de los Ancestros, o Abnenerbe. Esta organización acabó bajo el control de Heinrich Himmler en 1933, quien era el principal oponente y rival de Rosemberg entre los líderes Nazis. Durante todo este tiempo, Herman Wirth continuó sus estudios para elucidar el origen de la humanidad, el lenguaje, las culturas ancestrales, y los cultos primordiales. La Abnenerbe organizó una expedición singular al Mar del Norte donde Wirt creía que los restos de la antigua civilización hiperbórea yacían – en lugares como Dogger Bank o Dogger Shallows, tierras que se habían inundado recientemente, hace apenas 12.000 años atrás. De acuerdo con la reconstrucción de Wirt, estas tierras de Poseti o Forseti, Forsetiland, eran los restos del mucho más antiguo continente de Mo-Uru. La expedición hizo hallazgos únicos. Paralelamente, Wirt dirigió la expedición de Schaeffer al Tíbet para confirmar su hipótesis sobre la preservación de los rastros de la cultura Hiperbórea en los desiertos del Gobi y en el Tíbet Occidental, en las montañas de Shan, la tierra natal de la religión Bön.
La Abnenerbe yuxtaponía una enorme cantidad de materiales arqueológicos, paleo-epígrafes, así como etnológicos y lingüísticos que estaban a la disposición de la organización. Una investigación sin precedentes a una escala única y profunda fue llevada a cabo. Principalmente porque los líderes de la Abnenerbe no compartían para nada el totalitarismo y el chovinismo oficial del régimen. En la opinión de Wirt y sus discípulos, los descendientes de los hiperbóreos, o los Arios puros, se encontraban entre todos los pueblos de la tierra independientemente de su color, y los europeos, incluyendo a los germanos, no estaban investidos con ninguna clase de superioridad a este respecto. Todo esto llevo a inevitablemente a Wirt a la oposición. Los pupilos u discípulos de Wirt, Wolfram Sievers y Friedrich Hielscher fueron cabecillas de la conspiración anti-Hitler. Ayudando a numerosas personas, incluyendo judíos, a escapar y relocalizarse en lugares seguros. No es sorprendente que el director del Abnenerbe en 1938, Hermann Wirth, que no era miembro del Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes, fuera expulsado de su cargo y puesto bajo la escrupulosa vigilancia de la Gestapo. Su casa fue allanada y muchos valiosos artefactos de su colección personal fueron retirados. Sus esfuerzos fueron arruinados por los conformistas y los idiotas. Algo que se repite constantemente en la historia. Aquellos que demuestran alguna clase de singularidad, viveza, creatividad, fantasía, iniciativa vanguardista son asquerosamente arruinados por los groseros, estupidos, envidiosos e incompetentes. No solo en la ciencia, sino también en la política y el arte. El único verdadero racismo debe ser dirigido contra los mediocres agresivos y vanos con cabezas huecas, los ubicuos miembros de la “conspiración de los mediocres”, la orden secreta de los que tienen habilidades inferiores que constantemente e invariablemente destruyen los planes gloriosos de los héroes y genios.
Y así, Herman Wirth cayó en desgracia y quedó bajo la supervisión de la policía secreta. Si no hubiera sido por la intervención de su amigo y colega, el sofisticado místico y amante de la naturaleza, Walter Darré, Wirt no hubiera evitado los campos de concentración. Pero, ¿qué hacer? En esta edad oscura, triunfan la deshonestidad y la mentira. La injusticia es la ley de la época cuando la rueda del Dharma se ha salido de su eje…
Herman Wirth explicó todo, como la costumbre de adornar los árboles de navidad. Resulta que se trata de una costumbre muy antigua, en la cual el árbol simboliza el Árbol del Mundo, cuyos orígenes se encuentran en algún punto del solsticio de invierno, el día más corto, y la estrella en la cima representa el solsticio de verano, el 22 de junio. Los meses del año son las ramas y lo adornos son los meses. El arreglo es el eterno árbol verde, a este respecto similar al Año o a la Zarza Ardiente bíblica. Los años pasan, pero permanecen iguales a las agujas de los pinos que no cambian en ningún momento del año. La zarza ardiente del monte Sinaí arde, pero no se quema. Wirt rastrea el nombre ruso para arbusto y él, retrocediendo hasta la raíz ii o ei, que se refiere a Luz y Divinidad, así como a artefactos sagrados que simbolizan la Luz. Los regalos puestos bajo el árbol de navidad son el Año Nuevo, el mundo nuevo, rebosante y lleno de energía. También existe la costumbre de colgar calcetines y medias llenos de regalos. Normalmente no combinan. Esto simboliza el hecho de que el Tiempo cruza la línea mágica de Yule con un pie, en el solsticio de invierno, mientras el otro pie se encuentra en año viejo. Las luces representan las diferentes órbitas del sol en distintos momentos del año. Por esa misma razón, el abrigo rojo de Ded Moroz (o Santa Claus) describe un gran círculo solar. Ded Moroz mismos representaba una deidad de Luz, de los días antiguos. Más tarde sus funciones fueron asumidas por San Nicolas, él hace maravillas, cuya festividad es celebrada por la Iglesia poco antes del solsticio de invierno. Incluso las ramas hacia abajo del árbol tienen un significado simbólico de acuerdo con Wirt. Repiten el signo de la runa Tiu (ᛏ). El hombre que se para sobre sus brazos. Esto simboliza la mitad del año en el curso del cual el sol polar desciende hacia abajo en una espiral hacia las regiones oscuras de la noche. De acuerdo con Wirt Tiu, Tyr, y Tuisto no son simplemente nombres de antiguas deidades del paganismo germano. Después de todo el paganismo fue una perversión del antiguo proto-monoteísmo el cual nació con la usurpación matriarcal. Los Arios ancestrales jamás reconocieron la existencia de deidades individuales separadas. Ellos adoraban un Solo Mundo imbuido de un Único Dios cuyos signos de manifestación cambiaban, revelándose en el tiempo y el espacio, pero permanecían esencialmente siendo los mismos, el Yo. El paganismo surgió con la crisis del matriarcado nórdico primordial. La Dama de Blanco, la Reina de la Nieve, o nuestra Snegurochka paradójicamente resultan ser figuras más antiguas y auténticas que Ded Moroz. La verdadera Señora del Gran Yule, el Solsticio de Invierno, es die Weisse Frau, die Weise Frau. Ella da un nacimiento inmaculado al Nuevo Eón Divino, al Año Nuevo, al Nuevo Dios. Todo encaja. No es coincidencia que Herman Wirth llamó a la tradición primordial hiperbórea una extraña combinación de “cristianismo polar”.
El Año Nuevo. El Gran Yule. La runa Tiu, por ejemplo, el hombre con las manos hacia abajo, desciende a las raíces del Árbol del Mundo. Este es el lugar de la muerte. El centro del infierno. Y en la tradición cristiana, Satanás se disfraza con todas las características de los complejos símbolos que posee el solsticio de invierno. Satanás y sus demonios tienen colas y tridentes. ¿Alguien se ha preguntado por qué? Porque el tridente que apunta hacia abajo es la runa ig (ᛦ), el signo lúcido de las raíces del Árbol del Mundo. Y esta runa se encuentra en el punto del solsticio de invierno. Con el mismo sentido que el tridente del Neptuno griego.
En la mitología el mundo subterráneo está asociada a las aguas debajo de la tierra, como en lituano, donde jura significa mar. Las colas de los demonios cumplen con el bipedismo para completar el signo. De hecho, la cojera de Satanás tiene el mismo significado que los calcetines llenos de regalos en el árbol de navidad para los niños. Y el tridente del demonio, con los cuales atormentan a los pecadores en el caldero (el cual es en sí mismo un símbolo de Yel) completa la imagen. Son negros y viven en el subsuelo. El fuego del infierno es una visión siniestra de las luces de navidad. Gracias a la fórmula de Wirt, puede interpretarse el folclore y la teología antigua y moderna, el significado de los ritos e incluso el mensaje de la naturaleza. Y esto es personificado por el lenguaje primordial hiperbóreo en el que al principio era Dios. Gott ist Angang jelicher Sprache. Martin Heidegger sostenía algo parecido cuando decía que la poesía es la base del lenguaje. Para Wirt, el lenguaje no era un instrumento para formular mensajes y expresiones, sino que es el más alto mensaje y la más importante expresión. Pero la mayor parte de la gente es sorda ante esta realidad. Usan el lenguaje de una manera tosca y de forma utilitaria privilegiando solamente las funciones de decodificación, conocimiento, entendimiento y demás – y así debemos tolerar escuchar todos esos sinsentidos a los cuales nos hemos acostumbrado y que nos parece tan familiar y obvio. Pero esto es un excurso; volvamos a los demonios.
Después de todo, es sabido que, en el Año Nuevo, las fuerzas del infierno surgen del subsuelo para acosar y aterrorizas a los bípedos. Todo lo que escribió Gogol es verdad, y el registro muchas cosas de las que nos arrepentimos. Y los demonios tienen cuernos. ¿Por qué? Herman Wirt dice que esta es otra runa, la runa ka, el hombre con las manos elevadas y dos líneas quebradas hacia arriba. Estos cuernos de luz se encuentran en la frente de Moisés. Las dos manos elevadas también se encuentran en los jeroglíficos egipcios que refieren la resurrección del alma. Y en egipcio el sonido – no debe sorprendernos – es del mismo tipo que la runa islandesa ka (ᛉ). Además, la Muerte es Tiu, y la Resurrección ka. El descenso y el sacrificio al infierno precede al Gran Yule, después del cual sigue el ascenso victorioso. Frente a este momento mágico, Dios – la Luz del Mundo – el Árbol de Navidad – el Hombre – el Sacerdote – la Sacerdotisa – la Dama Blanca bajan sus manos, Luego las suben. Ka o Kai. El nacer de nuevo.
Este es el significado de la iniciación – la transición de lo viejo a lo nuevo, de lo profano a la iluminación, de lo mortal a lo inmortal, de lo material a lo espiritual. El Gran Yule es el momento de la iniciación, la dedicación. Dentro del corazón, dentro del pequeño ventrículo en el corazón, en la cueva, en el pesebre, en el lugar de Brahma nace un ser nuevo, homo novus, Sonnenmensch.
Los trabajos de Wirt exploran la metafísica del Año Nuevo, la reconstrucción de un Lenguaje Nuevo – el lenguaje único que era hablado antes de la confusión de Babel. Esta es la glosolalia nórdica, sistematizada y explicada. Todos los intentos de los cabalistas, sin hablar de los patéticos intentos de los ocultistas modernos, se desvanecen en frente de esta imagen. Wirt trabaja con una realidad mucho más antigua que el surgimiento del antiguo hebreo o el sistema de escritura fenicia el cual es considerado por los académicos mediterráneos como el más antiguo de todas las culturas. Herman Wirth interpreta con facilidad la Biblia, cada una de sus historias, con sus dificultades lingüísticas, cada símbolo y pasaje. Toda la teología del Levítico colapsa frente a nosotros. El Antiguo Testamento es una narrativa detallada de la Tradición Primordial y la fórmula hiperbórea, pero no es la única de todas. Se encuentra igualmente en las construcciones mitológicas del hinduismo, el budismo, las mitologías griegas, iraníes, eslavas y germanas, y los mitos de la India, Malasia, África y Oceanía. Los tatuajes rituales de los maoríes, el lenguaje iniciático de sus sabios, y el alfabeto africano de la escritura Bamun nos hablan de la realidad divina tan claramente (o quizás con mayor claridad) como los maravillosos y pórticos pasajes de la Tora. De hecho, Herman Wirth dedicó un enorme libro de mil páginas, Palestinebuch, a este tema. Pero, lamentablemente, nadie puede leerlo ahora, aunque quiera. El libro fue robado en 1969 de la casa del veterano profesor por ladrones desconocidos. Alguien de verdad no deseaba que esta verdadera interpretación del Antiguo Testamento existiera, ni siquiera como manuscrito.
En 1945, Herman Wirth, después de siete años de estar bajo la vigilancia de la Gestapo, fue internado en un campo de concentración. Lo que había quedado de su colección bajo las bestias de la Gestapo fue destruida por los “civilizados” estadounidenses. Durante dos años, Herman Wirth – un declarado enemigo del estrecho chauvinismo alemán y miembro del movimiento clandestino anti-Hitler – atravesó el tortuoso y humillante proceso de des-nazificación. Pero los vencedores no estaban interesados en pequeñeces. Estaban poco interesados en el proto-lenguaje espiritual de la humanidad, el norteño lugar ancestral, el lenguaje pre-babélico, y el secreto de las runas. Una parte de los vencedores estaban interesados en nada más que el dinero y el confort, mientras que la otra mitad estaba absorta por completo en el totalitarismo y los delirios de Engels y las construcciones simplonas y sin contenido. El hecho de que Herman Wirth fuera un “nordicista” y apoyara la teoría de los “círculos culturales”, (Kulturkreise), lo cual era un indicador de “misantropía”, resultó ser suficiente para poner su nombre junto a la lista oficial de intelectuales como Klages, Baeumler, Kossina, Teudt, Horbiger y otros. Sin embargo, Wirt resultó afortunado; su discípulo y sucesor Wolfram Sievers – quien era un miembro del movimiento clandestino que intentó asesinar a Hitler y preparó un intento de asesinato de Himmler – fue ejecutado en los Juicios de Nuremberg. Pero en esta época del Solsticio de Invierno, de la Noche Polar, tal resultado es natural.
Heidegger escribió: “Los hombres modernos han estado tanto tiempo en la oscuridad que son incapaces de percibir que se encuentran en la noche. Bajo la completa ausencia de Luz, la oscuridad misma deja de ser oscuridad ya que no hay nada con que compararla”. Wirt decía lo mismo, solo que el identificaba la Luz y el Ser con el entendimiento del Año Divino, la fuente del lenguaje, el pensamiento, los símbolos y las doctrinas espirituales. Herman Wirt escribió:
«El significado sagrado del Año es desconocido por completo para el hombre de a pie citadino de hoy. Para él, el año es algo abstracto, el entendimiento de lo temporal no se diferencia de los intervalos de tiempo en los que opera la vida “socio-económica”. El año es para el simplemente un calendario, un registro de negocios, un cambio de guardarropas. El hombre urbano moderno es incapaz de seguir los pasos del ritmo de la creación. Su encuentro Anual con Dios en la naturaleza solo ocurre esporádicamente, durante las vacaciones o ante un desastre natural. Para volver a experimentar el orden del Año, el hombre moderno debe “recuperarse” de su existencia civilizada que esta separada de la experiencia del ser. Mientras el ritmo de la vida y el trabajo se vuelve mas rápido, la brecha entre el Año humano, con el ciclo del Destino de vida el hombre, se incrementa. Es necesario “recuperar” esa “sociedad” de personas que, habiéndose liberado de las leyes naturales del Año de Dios, convierten la noche en día, el día en noche y al hacer un “uso óptimo del tiempo” en realidad están matando el tiempo en sí. El Año de Dios natural reanima al hombre, no obstante, ya nadie puede encontrar su camino interior hacia él. Si el hombre aún hoy comprendiera su significado, no se hubiera entregado frenéticamente a buscar a Mammón, a ganar dinero como el objetivo de la vida; no hubiera comenzado a creer que era inevitable la industrialización sin sentido y el crecimiento de las ciudades; y vería que este profundo materialismo esconde la pobreza, la debilidad y el nihilismo de su alma, el alma de la “sociedad moderna”. La principal razón de la enfermedad del hombre moderno se encuentra en el olvido del ritmo eterno del Año de Dios. No viven el tiempo, sino que son vividos por al algo extraño, algo externo. El cuerpo y el alma del hombre se pudre y envejece incluso en la juventud».
Herman Wirth vivió muchos años y murió en 1981. Toda su vida fue una lucha, un activismo desinteresado y el preparar el camino a una Revolución Espiritual. Un poco antes de su muerte, dijo en una entrevista a un pequeño diario regional alemán, Humus, lo siguiente: “Mein Leben ist immer geistige Revolution-Arbeit gewessen” (Mi vida ha sido un trabajo preparatorio para una revolución espiritual). Como todos los héroes en tiempos oscuros, en un nivel externo el conoció la derrota, pero a un nivel espiritual se alzó con el Triunfo y la Victoria. Mientras más oscura es la noche, más cercanos están los rayos dorados del alba, el surgimiento de la Aurora. Entre nosotros vivió un hombre que reveló los grandes secretos, que descifro el secreto del pasado, un hombre que reconstruyó la totalidad del lenguaje de la Gran Tradición Primordial, pero que fue prácticamente desconocido, inadvertido, malentendido y no leído. A pesar de que Julius Evola llamó a Wirt uno de sus tres maestros (junto con Réne Guénon y Guido de Giorgio), y a pesar también de que Guénon dedicó gran parte de sus estudios del ciclo y los simbolismos de las razas humanas a Wirt, los Tradicionalistas de hoy ignoran por completo a este gran autor. Resulta tan extraño que despierta sospechas. ¿Están incluso los elegidos en las sombras y cubiertos por el manto de la media noche? ¿Acaso su imprudencia y deseo por mantener una ortodoxia fantasiosa no expone su propia parodia y fraude?
Pero los trabajos de Herman Wirth no se han perdido. La Luz del Norte arde en nuestro corazón. La Reina del Invierno arrebata nuestras almas y las hechiza con la magia del sueño polar. Allá, en la noche Ártica, en Arctogaia, nosotros, bajo el nombre iniciático de Kai – el resucitado, el que asciende, el que pertenece a la primavera del Año Divino – une los carámbanos de la palabra mágica, EWIGKEIT, la palabra favorita del profesor alemán, Herman Wirth.