“Habemus presidentum”, 10 meses después

01.11.2016

Tras dos elecciones generales, y sumando 10 meses de parón institucional, ya fue investido un presidente del gobierno en España. El pasado sábado 29 de octubre, en el Congreso de los diputados, Mariano Rajoy del Partido Popular (PP), fue investido presidente con 170 votos a favor, 111 en contra, y 68 abstenciones.  Así parece concluir un periodo inédito en la política española. Hasta ahora, nunca habían concurrido tantos nuevos elementos en el mismo momento. Hagamos un repaso.

Hace 2 años, en 2014, empezaron las novedades en la política española, cuando apareció un nuevo partido político en escena, ‘Podemos’, que se afirmaban como sucesores del 15-M. Aquellas movilizaciones del 15 de Mayo de 2011, en el modelo típico de revolución de color, ocuparon en primer lugar la Puerta del Sol en Madrid, una plaza muy emblemática en España, y además, allí acamparon para protestar contra los políticos, y al principio parecía una revuelta muy espontánea, fruto del enfado general contra los políticos y sus tramas de corrupción. Pero, aquello fue tomado principalmente por grupos izquierdistas, con lo que acabó marginalizándose y desapareciendo. Eso parecía hasta que llegó un grupo de profesores universitarios encabezados por Pablo Iglesias, y lanzaron su nuevo proyecto. De repente, tuvo un rápido e inmenso auge, pero, al igual que el 15-M, para ser supuestamente tan antisistema, gozaron de una increíble atención desde los medios de comunicación del sistema, que sin ello, difícilmente les habría sido posible tanta difusión en tan poco tiempo.

De repente, apareció ‘Ciudadanos’, la contraparte de derechas mediante el ascenso a la arena nacional de un partido que entones sólo se presentaba en Cataluña. Un partido encabezado por Albert Rivera, el cual, se había hecho conocido por la defensa constitucionalista en un parlamento autonómico de Cataluña con una deriva sin freno, tanto hacia la corrupción política, como hacia el separatismo. Así aparecieron dos jóvenes, de unos 30 años, encabezando dos nuevos partidos políticos.

Por su parte, en el Partido Socialista (PSOE), tras una severa crisis electoral en 2011, terminaron por elegir en 2014, a un nuevo dirigente del partido, esto es, a Pedro Sánchez, alguien de mediana edad, que no diera imagen de excesiva juventud ni de excesiva vejez, para que no se les calificara ni de novatos ni de ‘vieja política’. Aquella fórmula, pareció darle un vigor renovado al viejo partido, pero, no obtuvieron la remontada política que pensaban. En las elecciones generales, tanto del 20/12/2015 como en las elecciones del 26/06/2016, el PSOE obtuvo su peor y su aún peor resultado electoral (90 y 85 diputados respectivamente). Cada vez más dirigentes territoriales del PSOE, pedían a Pedro Sánchez que se abstuviera y dejase gobernar al PP de Mariano Rajoy, porque unas terceras elecciones serían todavía más catastróficas para el PSOE. Pedro Sánchez mantuvo su ‘No rotundo’ a la abstención, hasta que acabó expulsado y reemplazado por una gestora temporal, dirigida por Javier Fernández. Desde la gestora dijeron que se abstendrían para dejar gobernar al PP, pero a su vez, esa decisión trajo divisiones internas porque algunos diputados del PSOE estaban en desacuerdo absoluto. Aun así, 68 de los 85 diputados del PSOE se abstuvieron en la votación del pasado 29 de octubre.

Pero la crisis en el PSOE no terminó allí. Justo, el mismo 29 de octubre por la mañana, Pedro Sánchez, el anterior dirigente del PSOE, renunció a su acta de diputado y afirmó que se iba a presentar a las elecciones primarias en el PSOE para volver a ser su dirigente y “recuperar el partido para sus militantes”. Todo un bombazo informativo que parece dejar 3 facciones en el PSOE: La oficial, la disidente y la de Pedro Sánchez.

En esta situación comienza la legislatura aparentemente más difícil de cuantas hubo desde la aprobación de la Constitución de 1978. Con un gobierno –a priori– monopartidista del PP, que tiene poco más de 1/3 de los diputados, y necesita el apoyo de ‘Ciudadanos’, además del apoyo o abstención del PSOE, para la aprobación de nuevas leyes. La primera prueba legislativa del gobierno será la aprobación de los presupuestos generales para el 2017.

Es difícil prever si la legislatura durará 4 años o terminará antes y de manera brusca. En principio, a tenor  del carácter de Mariano Rajoy, como alguien con mucha pasividad o paciencia (depende cómo se mire), la legislatura durará los 4 años completos, hasta el último día. Recordemos que aunque el gobierno no pueda aprobar las leyes que propone, quien mantenga el gobierno, también controlará numerosas instituciones estatales, como la administración, la policía, el ejército, etc. O participa en el nombramiento de otras importantes instituciones estatales.

Es difícil prever qué cosa podría tambalear o tumbar al gobierno de Rajoy para los próximos 4 años. Ya que los numerosos casos de corrupción, les han pasado factura, pero ya parecen olvidados ante algo aparentemente peor, que es la falta de gobierno en España. También es cierto que el resto de partidos, en mayor o menor medida también ha tenido sus propias tramas de corrupción, sus nombramientos de familiares y amigos para cargos de libre designación, sus contratos dados a ‘dedo’ para sus allegados, etc.

Tal vez sea el denominado como “desafío separatista” del gobierno autonómico catalán, el principal desafío al que un gobierno de España podría enfrentarse. Tal desafío separatista comenzó seriamente en 2010, con el entonces presidente autonómico, Artur Mas, de CiU (Convergencia i Unió). El desafío separatista no sólo le costó el puesto presidencial al propio Artur Mas, sino que también supuso la debacle electoral de su partido, CiU, y además, algo muy importante, se destapó el enorme caso de corrupción y desvío de dinero por parte del expresidente autonómico catalán, Jordi Pujol. Este caso también salpicó a la familia Pujol, cuyos miembros estaban implicados en uno u otro modo en el desvío de fondos públicos a cuentas familiares en paraísos fiscales. Pujol, el presidente otrora ‘muy honorable’, el símbolo del nacionalismo catalán de CiU se convirtió en el símbolo del saqueo nacionalista catalán. Con lo cual, la situación ahora parece una especie de juego por ver quien se sale antes de su camino, si el presidente del gobierno español, de nuevo Mariano Rajoy, o el presidente autonómico catalán, Carles Puigdemont. Desde ambas presidencias, con un trasfondo de corrupción al descubierto, con una credibilidad política limitada o muy limitada. Y de nuevo, parecería que Rajoy está esperando a que desde CiU vuelvan a forzar unas nuevas elecciones anticipadas por tercera vez (desde 2010 hubo elecciones en 2012 y 2015), y de nuevo vuelvan a obtener otro mal resultado, ya que la deriva separatista no sólo ha reducido los votantes de CiU, sino que incluso provocó su escisión en dos partidos: CDC (Convergencia Democrática de Cataluña) y UDC (Unión Democrática de Cataluña). De hecho es la CDC quien tiene ahora 8 asientos en el Congreso de los Diputados (en 2011, CiU consiguió 16).

Además, siempre está la vigilante mirada de la Unión Europea para decir lo que debe hacer el gobierno español, sin importar qué partido pueda gobernar. El Partido Popular tiene con la UE su mejor excusa para justificar las políticas de recortes en España: “Lo manda Europa”, dicen. Y con ello esperan que los españoles les perdonen y les sigan votando. Por supuesto, si alguna vez surge algún partido contrario a la UE, entonces los que ahora excusan sus recortes por órdenes de la UE, entonces llorarán porque hay un “euroescepticismo” creciente en España.