Era de la Red, hombre virtual y cibergeopolítica (III)
Otro factor importante antes mencionado es la fuerza de movilización que han cobrado ciertos movimientos políticos en la última década gracias a Internet. Las llamadas «revoluciones de colores» —el Maidán en Ucrania o las «Primaveras árabes», que ciertamente han devenido en otoños negros— se fraguaron en el mundo virtual y se consolidaron en la calle, lo que implica que el mundo virtual estuvo estrechamente relacionado con la materialización de cambios en el mundo físico. De hecho, es necesario que tomemos consciencia de que todo lo que hagamos en el mundo virtual queda registrado en el mundo real, y que puede verse reforzado o bloqueado desde el mundo real; y viceversa. En resumen, todo conflicto real tiene su repercusión y su reflejo en el mundo virtual.
Esto nos lleva a hacernos una pregunta: ¿son realmente estas revoluciones una acción espontánea de personas descontentas con los políticos de su país o más bien hay alguien detrás fomentándolas? «Los sociólogos se refieren a los “movimientos populares no identificados”. Estos enormes montajes, más o menos espontáneos, representan realmente el tipo de manifestación que se corresponde con el mundo de la Red». No es ya que uno quiera planificar como individuo, grupo, organización o estado algún tipo de acción y ejecutarla en la vida real, sino que la cuestión reposa en que puedes ser saboteado, atacado y espiado desde el mundo virtual, desde una pantalla. Ninguna novedad suponen los problemas de Sony a la hora de salvaguardar los datos bancarios de sus clientes. Y de nuevo la dicotomía de la Red: exponerte inerme a tus enemigos geopolíticos o protegerte de ellos.
Reparamos por inercia en otra cuestión: el marco jurídico-legal bajo el cual sujetar los ciberdelitos y al ciberdelincuente. Supongamos que un serbio sabotea las bases de datos de la C.I.A. y que en Serbia aquello no es delito. ¿Cómo haría la Justicia estadounidense para traer de Serbia a un tipo que no ha cometido delito alguno en su país de origen pero que, sin embargo, se enfrenta a durísimas penas en Norteamérica? He aquí otro punto clave: el ciberchoque entre el poder tradicional y el poder virtual.
La nueva disciplina de la cibergeopolítica ya no es vista como algo futurista, sino como algo principal, como una herramienta eficaz y resolutiva. Los drones son cibergeopolítica. La ciberdefensa en la protección de los sistemas tecnológicos es una realidad existente desde hace al menos dos décadas de la que poco se ha hablado. No sólo los estados: las empresas también guardan sus datos en la nube, en el mundo virtual. Ya no son necesarios archivos secretos guardados a cien metros de profundidad en un desierto recóndito; ahora es un servidor accesible desde el exterior —los estados también se han dado cuenta de que algo es más seguro cuando no está conectado a la Red—. «[…] se puede encontrar —señala Leonid Savin— mucho en común con la geopolítica: la forma de vida, el proceso de control, la propagación del poder, la dinámica del cambio político, el diseño de los objetivos y de su posterior aplicación, e incluso las circunstancias de fuerza mayor». Pero muchas hay novedades. La disciplina es una novedad en sí.
Habrá también cambios en lo económico, pues a medida que el consumidor compre por Internet, el papel socioeconómico de la tienda de barrio irá quedando relegada a un segundo plano. Entonces se demandarán informáticos y diseñadores web, no tenderos y dependientes.
Los grandes estadistas y geoestrategas de nuestro tiempo conocían todos estos fenómenos recientes sobre los que hemos escrito, pero hasta ahora nadie se había parado a estudiarlos. Palabras como cibergeopolítica y cibergeoestrategia resonarán cada vez con mayor frecuencia en las tertulias políticas.