El Sur y la geopolítica (3ª parte)

13.09.2016

III. El Sur y la tierra

Ahora que estos preámbulos están terminados, permítanme decirles algunas cosas sobre el Sur como pueblo “terrestre” y cómo esto debería guiar sus relaciones con otros países.

La comprensión de una diferencia entre los tipos terrestres y marinos han sido persistentes en el Sur, aunque su expresión ha cambiado a veces. Frecuentemente, uno encontrará el “mar” equiparado con dinero fíat, industrialismo, y otros términos así.

El reverenciado Robert Lewis Dabney, que sirvió bajo el general Jackson durante la guerra, escribió en 1866,

Los norteños eran estados marítimos; los sureños estaban inclinados, por población, clima, hábitos y posición geográfica, a los propósitos agrícolas (Life and Campaigns, p.137).

La señora Flannery O’Connor, la gran novelista de Georgia y escritora de novelas cortas, puso la distinción de este modo en su historia “The Life You Save May Be Your Own”, p.1.875).

“Un cuerpo y un espíritu”, repitió. “El cuerpo, señora, es como una casa: No puede irse a ningún sitio; pero el espíritu, señora, es como un automóvil; siempre en movimiento, siempre…”.

Más próximos a nuestro tiempo, Wendell Berry, el escritor y granjero de Kentucky escribió en 2002:

La diferencia fundamental entre el industrialismo y el agrarianismo es esta: Mientras que el industrialismo es un modo de pensamiento basado en capital monetario y tecnológico, el agrarianismo es un modo de pensar basado en la tierra.

El agrarianismo, además, es cultura a la vez que economía. El industrialismo es una economía antes que una cultura. La cultura industrial es un subproducto accidental del esfuerzo ubicuo para vender productos innecesarios por más de lo que valen (“The Whole Horse”, págs. 238-239)

La casa autosuficiente es siempre central en el pensamiento Sureño. De nuevo, el Señor Berry:

Una economía agraria es siempre una economía de subsistencia antes que una economía de mercado. El centro de la granja agraria es la familia (ibíd., p.239).

Esta economía de mercado

…sustituye a la economía real, por la que nosotros construimos y mantenemos (o no mantenemos) nuestra familia, una simbólica economía del dinero, que a largo plazo, … no puede simbolizar o representar nada por sí misma (“La idea de la economía local”, pág.252).

… La economía global se basa en el transporte barato… lo que sea puede decirse por la “eficiencia” de tal sistema, su resultado (y asumo, su propósito) es destruir las capacidades de producción locales, la diversidad local, y la independencia económica local (ibíd., págs.. 254-255).

Thomas Jefferson escribió algo sobre los dos siglos anteriores sobre la economía terrestre contra la economía del papel de la civilización marina:

“Ahora nos han enseñado a creer que los trucos de prestidigitación sobre el papel pueden producir riqueza tan sólida como el trabajo duro en la tierra. Es de sentido común instar a que la nada no puede producir nada; que es un sueño ocioso la creencia en una piedra filosofal que ha de convertir todo en oro, y redimir al hombre de la sentencia original de su creador, “en el sudor de su frente deberá comer su pan” (Kimball, “Thomas Jefferson vs. Paul Krugman, Alan Greenspan, et. al.”).

Con este énfasis sobre el hogar y los productos reales de la tierra, la tecnología no es considerada como una salvadora. El señor Berry de nuevo da un buen ejemplo del temperamento sureño cuando discute sus experiencias con una guadaña de mano y una guadaña a motor:

…Nunca tuve el mínimo gusto al usar la guadaña a motor, mientras que usando la guadaña de mano, sin importar el clima ni la dificultad de corte, siempre trabajo con el gusto que uno invariablemente obtiene al usar una buena herramienta…

La guadaña a motor –y está lejos de ser un ejemplo aislado o inusual- no es un atajo o ahorro de trabajo. Es una creadora de trabajo (tienes que trabajar para pagar por ella así como para usarla) y no es un atajo. Los apologistas de tales soluciones tecnológicas costosas les gusta decir que “no puedes retrasar el reloj”. Pero cuando se le da un sentido perfecto –como cuando el reloj está mal- ¡por supuesto puedes! (“A Good Scythe”, págs. 174-175).

Es evidente que en el Sur todavía hay un corriente fuerte de sentimiento expresado por el estadista de Carolina del Norte, Nathaniel Macon, a principios del siglo 19.

¿Por qué abandonar el viejo y buen camino que nos ha mantenido en quietud, paz, y armonía; todos viviendo bajo su propia vid e higuera, y nada que temer? ¿Por qué abandonar la carretera de la experiencia, que nos ha satisfecho a todos y nos ha hecho felices, para tomar este nuevo camino… del que no tenemos experiencia? (Evangelicals and Conservatives, p.169).

Este sentimiento puede ser visto en otras dos áreas, jerarquía y religión.

La jerarquía estaba presente en el Sur desde el principio:

… El concepto feudal de aristocracia fue expresado en el desarrollo de la esclavitud y los grandes estados, y en la creencia creciente de que los esclavistas eran descendientes de los caballeros (Simkins, A History of the South, p.58).

Alcanzó su máximo desarrollo cuando la guerra se aproximaba, cuando las llamadas públicas empezaron a oírse sobre el coronamiento de un rey en el Sur. Por ejemplo:

En Georgia, el unionista Augusta Chronicle and Sentinel… propuso una monarquía constitucional para la nueva confederación sureña (Fox-Genovese and Genovese, Mind of the Master Class, pág. 705).

Este progreso en política antes de la guerra estuvo emparejado con un avance similar en el pensamiento religioso:

Los protestantes sureños cada vez más se preguntaban en voz alta: ¿La reforma fue responsable por el individualismo que ahora se escapa de las manos?

Este movimiento lejos de un individualismo atomista en política, religión, y economía, fue detenido bruscamente por la guerra, la reconstrucción y lo demás posterior.

Eliza Frances Andrews de Georgia lamentaba [después de que el sur hubiera sido derrotado en la guerra] “En una generación o dos, este bonito país nuestro habrá perdido su distintiva civilización y se convertirá en nada mejor que una nación de tenderos yanquis” (Genovese, Consuming Fire, pág. 104).

No ha conseguido algo tan malo. Algo más que la torpe igualdad y uniformidad democrática, y el truncado y deformado cristianismo del fundamentalismo (ambas importaciones de Nueva Inglaterra al Sur) han sobrevivido en Dixie, especialmente cuando uno huye de las grandes ciudades y se encuentra a sí mismo en medio de una extensa familia con un patriarca o matriarca a su cabeza. O cuando lea la ficción o no ficción de Flannery O’Connor, Richard Weaver, Walker Percy, M. E. Bradford, Eudora Welty, William Faulkner, y otros. Para hablar más específicamente de religión, no obstante.

Lo no-creado puede conocerse a través de lo creado: Muchos sureños todavía creen que esto es verdad en algún nivel. Para ellos la creación todavía tiene una cualidad sagrada. ¿Por qué la imagen del Edén aparecería tan a menudo en la literatura sureña? Para ilustrar, Alexander Meek en 1857 abrió uno de sus poemas, “Come to the South” (“Ve al sur”), de este modo:

Oh, ve al sur, el dulce, el hermoso,

Es el clima del corazón, es el brillo del sol;

Donde el cielo siempre brilla con un ardor pasional,

Y las flores extienden sus tesoros de carmesí y nieve;

Donde la brisa, sobre las aguas brillantes, mece el incienso,

Y alegres pájaros están observando la belleza y cantan;

Donde el verano siempre sonríe sobre las montañas y planicies,

Y los mejores regalos del Edén, soleados, permanecen (Songs and Poems of the South, pág. 1).