Cultura estratégica y política exterior de los EEUU
A menudo se dice que cada nación tiene un código cultural único, y si el enemigo logra romperlo, puede derrotar fácilmente a dicha nación. De hecho no sólo existe un sistema espiritual y psicológico, puede ser considerado como una matrioska o poseer propiedades híbridas, tales como el establecimiento de objetivos y la memoria nacional que contiene un gran potencial y es la conexión entre las generaciones. La cultura estratégica va de la mano con la posibilidad de revisar la misión histórica y, por lo tanto, los intereses nacionales. Por ejemplo, los expertos hablan a menudo del tipo de civilización anglosajón. Pero ¿cuál fue la razón por la que las colonias británicas en Norteamérica comenzaron la guerra de independencia y, como consecuencia, la formación de los Estados Unidos de América? ¿Cuál es el papel de las sociedades secretas? Se sabe que los masones dispusieron el llamado Boston Tea Party, con el que se inició el movimiento por la independencia de la corona británica. Viendo cómo Gran Bretaña sostuvo vastos territorios en los que era posible llevar a cabo casi cualquier experimento político, ¿de qué carecían los anglosajones en Norteamérica? ¿Por qué los Estados Unidos deciden atacar a sus “hermanos de sangre y espíritu” en Canadá en 1812 (la guerra tuvo consecuencias tanto para los británicos como para los estadounidenses: en agosto de 1814, los británicos capturaron Washington y quemaron la Casa Blanca y el Capitolio)? Una aventura tal difícilmente puede explicarse por los intereses territoriales.
Probablemente, la frontera desempeñó un papel especial en los Estados Unidos, es decir, la zona de desarrollo continental hasta la costa del Pacífico adonde se dirigieron, a finales del siglo XVIII, cientos de colones destruyendo la población indígena en su camino.
Es más, el folclore norteamericano absorbió la historia de los primeros pioneros de la frontera, y todavía son muy populares y son considerados como símbolos del espíritu americano. Los primeros personajes históricos de Estados Unidos, Davy Crockett, Paul Bunyan, Mike Fink, Pecos Bill, etc., son la quintaesencia de la aventura, el engaño, la vulgaridad, la brutalidad y la estafa a sangre fría. Además, estos personajes tienen una fuerza fantástica y una salud capaz de tragar con facilidad un rayo o echar el lazo a un tornado. Incluso sus cosas particulares tienen nombres distintivos: el arma de Crockett fue llamada La Muerte del Diablo, y las de los Fink Old Bang-all. Mientras que el pueblo alemán lee a sus hijos Pulgarcita, Caperucita Roja, La Reina de las Nieves y Blancanieves, y los rusos se empapan con los cuentos de leche maternos sobre Ilya Muromets, Ivan Tsarévich y Basilisa la bella, el estándar norteamericano son estos hombres ordinarios pero fuertes, y las maravillas, si ocurrieron, se asociaron con la conquista y sus, por lo general, crueles y despiadadas luchas.
La Homestead Act [Ley de Asentamientos Rurales] de 1862, resultado de la política del Partido Republicano de Estados Unidos, que llegó al poder dos años antes, organizó la frontera, disponiendo el suelo no urbanizable en áreas separadas. Los yanquis ganaron el acceso al Océano Pacífico, pero eso no fue suficiente para saciar su sed de expansión, que los obligó a moverse hacia el norte y hacia el sur. Si no habían tenido éxito en liberar a los canadienses del control británico, había sido bastante fácil liberar la Florida española. Y luego fue capturada una gran parte de México, costándole al país perdedor un tercio de su territorio.
Obviamente, tal éxito de los militares del gobierno de Estados Unidos inspiró la idea de un pueblo invencible y elegido por Dios. Los teólogos, historiadores e ideólogos norteamericanos en la segunda mitad del siglo XIX iniciaron la base científica y política del mesianismo, creando los fundamentos para la exclusividad geopolítica.
Cabe señalar que la cultura estratégica en sí (al menos, según los estadounidenses), comúnmente es entendida como el sistema estable de valores comunes de los líderes del grupo o de los líderes del estado y está ligada al uso de la fuerza militar [1]. Por lo tanto, la cultura estratégica no es la idea del desarrollo del estado y su lugar en el mundo, sino que se establece orientada claramente hacia el conflicto y algunas ideas básicas del mismo.
Sin entender estos principios sería difícil comprender las razones y los métodos de guerra que ayudaron al “Occidente ilustrado” a iniciar conflictos en todo el mundo. El crecimiento tecnológico y la idea de progreso, sea cual sea, no pueden eclipsar la ideología y los valores que fueron utilizados por la élite política occidental para seguir adelante en diversas aventuras. Más seguro es que el progreso científico y tecnológico en manos de estas personas se convierta en un medio para la guerra. Durante muchos años, China utilizó la pólvora sólo para los fuegos artificiales, pero, una vez llegó a Occidente, comenzó a ser utilizada para el asesinato y la destrucción. Es la misma situación que con la tecnología nuclear: en los EEUU, la investigación tenía como objetivo la creación de una nueva arma mortal que casi inmediatamente después se probó contra Japón.
La unificación del sistema político-militar de Estados Unidos y de la ciencia en el siglo XX estaba claramente dirigida a la guerra. Un grupo secreto desarrolló la doctrina que justificaba el conflicto como la norma del orden internacional, y preparó algunas dulces píldoras de propaganda para las masas crédulas.
Una de estas doctrinas fue el famoso informe Iron Mountain, preparado por un grupo de especialistas de diferentes ámbitos. En 1967, los Estados Unidos publicaron un libro llamado The Report from Iron Mountain: On the Possibility and Desirability of Peace [2] [Informe Iron Mountain: sobre la posibilidad y la conveniencia de la paz], afirmando que en agosto de 1963 había sido creado un equipo especial de investigación que terminó su trabajo en un plazo de tres años. El grupo incluía al Ministro de Defensa de las administraciones Kennedy y Johnson, Robert McNamara, al asesor de política exterior de las administraciones Kennedy y Johnson, William Bundy, y al Secretario de Estado de 1961 a 1969, Dean Rusk. Aunque el gobierno de Estados Unidos negó cualquier implicación en la investigación, algunas personas involucradas en su creación confirmaron la autenticidad de su participación.
Los autores señalaron que un estado de paz universal en el mundo daría lugar a cambios en la estructura social de todos los estados en una escala revolucionaria y sin precedentes. El efecto económico del desarme general, que es la consecuencia más evidente de la paz, sería la reconstrucción del modelo de producción y distribución del mundo a un nivel tal que los cambios ocurridos en los últimos 50 años parecerían insignificantes. Los cambios políticos, sociológicos, culturales y ambientales tendrían igualmente consecuencias de gran alcance. La conclusión era que el mundo no estaba preparado en absoluto para hacer frente a esta situación. Por lo tanto, la guerra era absolutamente normal e incluso un fenómeno útil, necesario para el funcionamiento de los estados modernos. “La guerra no es, como se reconoce ampliamente… un instrumento político utilizado por las naciones para la difusión o para la protección de sus principios políticos o intereses económicos. Por el contrario, es la base principal de la organización de las sociedades modernas“. Y más adelante: “… La raíz de todas las diferencias significativas de los intereses nacionales se basa en la dinámica de las necesidades del sistema militar en los conflictos armados periódicos“.
A la guerra como principal fuerza organizadora se le atribuyen una serie de funciones: económicas, políticas, sociológicas, ambientales, culturales, científicas y psicológicas. Se le asignó incluso un papel en el control de la calidad y el nivel de empleo.
El autor señaló que “el sistema militar permite la regulación estable de la sociedad… debemos hacer hincapié en la necesidad de encontrar un enemigo convincente en calidad y alcance. Lo más probable, a nuestro juicio, es que esta amenaza deba ser inventada, en lugar de creada en circunstancias poco claras“. Sin embargo, este enemigo es identificado por el gobierno de Estados Unidos usando términos como “terrorismo islámico”; “Imperio del Mal”, es decir, Rusia; “Eje del mal” (que incluye a Irán, Corea del Norte, Siria y Venezuela); y otros términos extraños como “fascismo islámico” o “hegemonía china”.
Por otro lado, a lo largo de los últimos años y décadas, una serie de propuestas hechas en este informe se llevaron a cabo con escrupulosa exactitud. De modo que no es conspiración ficticia, porque ideas tales como la creación de Cuerpos de Paz, o el proyecto global sobre el tema del cambio climático, pueden ser llevadas a cabo únicamente por una estructura altamente organizada con una visión estratégica, representada por la red del Council of Foreign Relations [Consejo de Relaciones Exteriores], la RAND Corporation y los diversos centros de análisis y la clase política.
Bien, entonces ¿cuál es la cultura de los militares estadounidenses? Su núcleo es una manera particular de comprensión global, que es transmitida naturalmente a parientes, simpatizantes y seguidores de los militares. De acuerdo con este punto de vista, hay tres tipos de personas: ovejas, lobos y perros que custodian a las ovejas. La posición de los militares es el papel de los perros, que se ven obligados a matar a los lobos para salvar a las ovejas [3]. Y este simple esquema les permite matar fácilmente a millones de personas en todo el mundo año tras año.
Los Estados Unidos, como los más experimentados y poderosos (en términos militares), utilizan todo tipo de armas en los conflictos, incluidas las armas nucleares. Su presupuesto de defensa es el más grande en el mundo, mientras que al mismo tiempo sus líderes abogan constantemente por la paz. Tal vez, conociendo los intereses nacionales del país podamos comprender los mecanismos de toma de decisiones sobre la guerra o la intervención.
Quizá deberíamos comenzar por el hecho de que los dos partidos gobernantes en los Estados Unidos, los republicanos y los demócratas, siguen diferentes enfoques en las relaciones internacionales. Los republicanos promueven el realismo, que establece que cada país tiene sus propios intereses nacionales que defender y que deben ser respetados. Los intereses de los estados pueden chocar, y por lo tanto aparecen conflictos. Así, la guerra es un proceso natural y lógico (como dice el informe Iron Mountain. Por cierto, uno de sus principales autores, Robert McNamara, fue republicano). La pregunta es hasta dónde pueden llegar en la defensa de sus intereses (sobre todo si la zona de interés está lejos de sus fronteras) y hasta dónde están dispuestos a sacrificar sus propios recursos y ciudadanos. Los demócratas prefieren la escuela liberal de relaciones internacionales y creen que debe lograrse el consenso universal (por supuesto, de acuerdo con los patrones occidentales), y que la oposición debe ser castigada y reeducada. Por lo tanto, los dos partidos no niegan la posibilidad de la guerra, e incluso, por el contrario, la consideran una herramienta esencial en las relaciones internacionales.
En cuanto a los intereses, por supuesto, los demócratas y los republicanos tienen diferentes puntos de vista sobre este tema, pero es más complicado de lo que parece en un principio.
El politólogo estadounidense Christopher Paul argumenta que el interés nacional es la construcción social, y su uso, definido por la misma estructura social, es coordinado a través de los procesos sociales. Si se trata de una construcción, por lo tanto, en muchos aspectos no es natural. Por ello, los intereses nacionales pueden cambiar en este sentido. Hay tres estructuras básicas diferentes, pero relacionadas, de intereses nacionales: el interés nacional, el interés nacional del presidente (esto es, según el presidente), y el interés nacional (por) la legitimidad.
Los ciudadanos en general utilizan el concepto de interés nacional para entender si la política es “buena” para el país en un sentido normativo.
De acuerdo con Alexander George, el concepto de interés nacional sigue siendo importante para la política exterior, a pesar de las limitaciones del enfoque teórico y científico. Los políticos lo utilizan de dos maneras diferentes: en primer lugar, como criterio para estimar las amenazas de la situación para determinar el mejor rumbo; en segundo lugar, como justificación de la decisión [4].
Se estima que durante los últimos cien años los EEUU han cambiado varias veces la definición del interés nacional.
En el período anterior a la guerra, la política exterior de Estados Unidos tenía como objetivo mejorar el bienestar material del pueblo estadounidense, no la puesta en práctica de los intereses nacionales. Era básicamente aislacionista respecto a la política de intervencionismo en la región (Iberoamérica), y se enfatizaba especialmente la reducción de la influencia de las potencias europeas en el Nuevo Mundo. Es conocida como la Doctrina Monroe. Además, el conocido analista político Samuel Huntington escribió que, desde el principio, los estadounidenses construyeron sus creencias personales sobre la diferencia de los no deseados “otros”. Los adversarios siempre definen a los Estados Unidos como lo opuesto a la libertad [5]. Este es un punto muy importante.
¿Quiénes son esos “otros”? Es muy sencillo: todo el resto. No por casualidad, otra obra de Huntington se llama Occidente y el Resto. El concepto del “otro” entró en la geopolítica y las relaciones internacionales desde la antropología cultural. En 1906, el sociólogo norteamericano William Sumner utilizó el término “etnocentrismo”. Éste describe la actitud de prejuicio o desconfianza hacia los extraños (que puede haber dentro del grupo social) y formula una idea muy fructífera sobre el impacto ambiental hostil o la agresión externa en la cohesión interna [6]. Señala que la constante amenaza de guerra contra los extranjeros es algo que une a los miembros del “grupo-nosotros” desde el interior y no permite el desarrollo de desacuerdos que debilitarían su poder militar. Esta necesidad de defensa también crea el gobierno y la ley en el “grupo-nosotros” para evitar conflictos y fortalecer la disciplina… La gente del “grupo-ellos” son los otros, cuyos antepasados lucharon con los del “grupo-nosotros”. Sus espíritus estarán encantados de ver a sus descendientes continuar la lucha y les ayudarán. La virtud es el asesinato, el robo y la esclavitud de los otros [7].
Este principio de dicotomía, junto con la idea de superioridad (recordando que el racismo y sus derivados, como el nacionalsocialismo y el fascismo, también fueron inventados por Occidente) causó gradualmente que la sociedad estadounidense se segregara tanto del Viejo Mundo como del resto de los relativamente nuevos estados, como los de Iberoamérica.
Las dos guerras mundiales influyeron en el cambio de tal enfoque. Los Estados Unidos se involucraron mucho más profundamente que antes en los asuntos de Europa y, a mayor distancia, en los de Eurasia, pero como el nuevo poder hegemónico del “mundo libre”. La red de la política exterior de la élite estadounidense comenzó su labor durante la Segunda Guerra Mundial, mucho antes del inicio de la Guerra Fría. Incluso entonces, el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR) señaló “áreas importantes” para la demanda estadounidense de materias primas y nuevos mercados para garantizar la prosperidad económica [8].
En general, la Segunda Guerra Mundial fue una guerra organizada por los estrategas estadounidenses, que unieron a un montón de gente para desarrollar un plan tanto en las capitales como en la sede central. La estrategia y la logística se convirtieron en un negocio lucrativo para la industria americana, y esta lección fue bien aprendida por los planificadores militares estadounidenses. El general Marshall fue capaz de aplicar su experiencia en la I Guerra Mundial en las carreteras, ríos y ferrocarriles, pero esta vez la amplió y la adaptó al océano. El hecho importante es que fue la primera guerra mundial abierta a la participación de los Estados Unidos.
William Domhoff afirma que la nueva definición del interés nacional ofrecida por la red de planificación de la política exterior de la élite en la década de 1940, fue principalmente económica en su naturaleza y tenía como objetivo el cumplimiento de todas las funciones del sistema capitalista estadounidense, con cambios al mínimo [9].
Esto corresponde a los estándares de los valores fundamentales de los intereses nacionales; si los ciudadanos y la soberanía del país están a salvo, el interés principal que debe ser defendido es el bienestar de la economía. El CFR esbozó el orden mundial en general que podría satisfacer estos intereses económicos, y el gobierno de Estados Unidos lo adoptó como estrategia de futuro. Durante este período, el interés nacional presidencial demostró su adhesión a la protección de las “áreas críticas”.
Domhoff cree que el anti-comunismo como política clave y sus concreciones ideológicas apareceron sólo después de que surgieran las amenazas al “área crítica” [10]. Los periodistas Christine Jones y Ward Johnson consideran en general que “la preocupación de la política de las élites estadounidenses no es el establecimiento o la protección de la democracia; es, por lo tanto, el establecimiento del capitalismo en todo el mundo y el control sin trabas de recursos y mercados” [11].
El cambio de enfoque en la lucha contra las drogas, el terrorismo (Bush padre), el terrorismo global (Bush hijo), era sólo una tapadera para el control directo de las “áreas importantes”, a menudo con la ayuda de los aliados, que han sido utilizados por Washington para sus propios fines.
Es significativo que en los últimos años ha habido un desplazamiento en la confusa noción de “terrorismo” hacia la especificación de “estado”. Parece que la técnica de sustitución de conceptos terminológicos se utiliza para justificar más fácilmente la guerra contra algunos “estados”, o contra estados reales.
Como Christopher Paul muestra en su libro convincentemente, en las decisiones políticas de intervención militar de los EEUU, a menudo no había ninguna necesidad de acciones agresivas contra otros países [12].
Notas:
[1] Scobell, Andrew. Soldiers, Statesmen, Strategic Culture and China’s 1950 Interventionin Korea // Journal of Contemporary China 8, no. 2, Spring 1999. P. 479.
[2] Report from Iron Mountain: On the Possibility and Desirability of Peace. The Dial Press, Inc. 1967
[3] Ernest Price, Sickening piece of propaganda for US power // 19 February 2015
http://www.solidarity.net.au/reviews/sickening-piece-of-propaganda-for-us-power/
[4] George, A. Presidential Decisionmaking in Foreign Policy: The Effective Use of Information and Advice, Boulder, CO: Westview, 1980, P. 218.
[5] Scobell, Andrew. Soldiers, Statesmen, Strategic Culture and China’s 1950 Intervention in Korea // Journal of Contemporary China 8, no. 2, Spring 1999. P. 479.
[6] Sumner W., Folkways. New-York: Dover, Inc., 1959.
[7] Sumner W. G. War // WSPSA, 1964.
[8] Domhoff, William. The Power Elite and the State: How Policy Is Made in America. New York: Aldine DeGruyter, 1990
[9] Ibid., Р. 137
[10] Ibid., chap. 5.
[11] Christina Jacqueline Johns and P. Ward Johnson, State Crime, The Media, and The Invasion of Panama, Westport: Praeger, 1994. P. 7.
[12] Paul, Christopher. Marines on the Beach. The Politics of U.S. Military Intervention Decision Making. Praeger Security International. Westport, Connecticut. London, 2008
(Traducción Página Transversal).