Consecuencias geopolíticas de las próximas elecciones de Estados Unidos

26.10.2020

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera

Si Trump gana, el realismo en las relaciones internacionales ciertamente triunfará (al menos por un tiempo) sobre el liberalismo en las relaciones internacionales. 

El realismo de Trump frente al globalismo de Biden. 

Consideremos cómo las elecciones estadounidenses y su resultado afectarán el campo de la política internacional. 

En primer lugar, examinemos los principales puntos de la visión de la política internacional en Trump y Biden. 

Trump se opone a la globalización y el retorno a una política nacionalista estadounidense. Eso significa que se debilitarán las estructuras internacionales y se reforzará la defensa nacional. Como resultado, esto puede conducir al establecimiento de la multipolaridad fáctica con el liderazgo estadounidense asegurado (como el propio Trump supone). En su primer mandato, Trump dudaba entre este nuevo (en realidad muy antiguo) nacionalismo estadounidense y un cierto aislacionismo frente al imperialismo neoconservador ilustrado por el nombramiento y el comportamiento de John Bolton. Cuando Bolton fue despedido, traicionó a Trump. De modo que la interacción con los neoconservadores ha terminado en una decepción mutua. El líder de los neoconservadores, Bill Kristol, ha adoptado una posición claramente anti-trumpista, por lo que podríamos suponer que durante el segundo mandato Trump se verá menos afectado por el imperialismo neoconservador y será mucho más nacionalista y antiglobalista que durante el primer mandato. 

Eso conduciría a que el paso a una estructura mundial multipolar se haga cada vez más poderoso a pesar de las posibles intervenciones de Estados Unidos en los conflictos regionales. En términos generales, si Trump niega la misión universalista “liberal-democrática” de Estados Unidos, apartándose de la política mundial wilsoniana que duró casi 100 años y fue claramente predominante sobre todo durante los últimos 300 años, su política internacional ayudará a que otros polos se formen de forma más clara y definitiva. No tenemos razones para estar seguros de que sucederá de manera pacífica y suave, pero podemos suponer que posibles conflictos seguirán siendo limitados. Esa es la conclusión lógica del abandono del liberalismo mesiánico universalista a escala planetaria que es el marco ideológico de los globalistas.

Entonces, si Trump gana, el realismo en las relaciones internacionales ciertamente triunfará (al menos por un tiempo) sobre el liberalismo en las relaciones internacionales. Eso significa que vamos a entrar en una época de renacimiento de las soberanías y el regreso de las Naciones. Con el fenómeno simultaneo del caos internacional y el debilitamiento de las estructuras e instituciones supranacionales.

Joe Biden es bastante opuesto a Trump en esta importante línea de la política internacional. Es un liberal clásico en las relaciones internacionales, un liberal convencido y globalista. Entonces, si es elegido presidente de EE.UU., intentará desmantelar totalmente la política de Trump y volver a la estrategia Clinton-Bush-Obama, es decir, promover la agenda universalista, imponer los derechos humanos, el liberalismo, LGBT+, etc. Biden hará esfuerzos para restablecer el marco globalista, reforzando la asociación entre la OTAN y Estados Unidos y Europa, recurriendo a "intervenciones humanitarias", etc. Podemos imaginarnos fácilmente la política exterior de Biden si ponemos entre corchetes los 4 años del nacionalismo de Trump y reanudamos el rumbo de Obama.

Seguro que Biden destruirá todos los signos y símbolos de la época de Trump. El Muro con México será destruido y todos los nombrados por la administración de Trump serán despedidos y pueden ser procesados. A los ojos de los demócratas y globalistas Trump es una especie de criminal ideológico, “fascista” y su nacionalismo es totalmente inaceptable.

Trump = multipolaridad, Biden = unipolaridad

La ideología liberal se está volviendo hoy cada vez más exclusivista y totalitaria, por lo que esta vez no queda el menor rastro del consenso entre republicanos y demócratas en Estados Unidos. En cambio, vemos dos campos ideológicos con una comprensión divergente de los valores y objetivos más esenciales. En la época de Trump se ha restablecido el núcleo "aislacionista" paleoconservador del Partido Republicano, anteriormente marginado por los liberales globalistas del campo neoconservador. Así que esta vez somos testigos de la división real dentro de las élites políticas estadounidenses: Trump encarna el nacionalismo, el realismo y, en consecuencia, la multipolaridad, Biden: el internacionalismo, el liberalismo, el globalismo y la unipolaridad centrada en Occidente disfrazada de pretendida “preocupación por el bien, la democracia, el progreso y la paz para toda la humanidad”, pero de hecho aboga por la continuación de la hegemonía capitalista occidental.

Si Trump presumiblemente puede iniciar una guerra local a pesar del hecho de que lo intentó y lo logró en parte durante su primer mandato para evitarlo a cualquier precio, es probable que Biden provoque una guerra mundial (global). El globalismo de los demócratas es una especie de ideología totalitaria y fácilmente encenderían el Apocalipsis nuclear si sintieran que su dominio y hegemonía están realmente desafiados y en peligro.

Entonces Trump significa multipolaridad. Biden significa los esfuerzos agonizantes para salvar la unipolaridad, continuando así el momento unipolar (globalista) establecido después de la caída de la Unión Soviética en 1991, que reemplazó el bipolarismo que se había acabado.

Esta vez, las elecciones estadounidenses son el testimonio de la verdadera lucha entre dos visiones del mundo radicalmente opuestas. Y eso los hace tan importantes. De su resultado depende el orden mundial.

Estados Unidos y los Otros: luchar o destruir

Aunque Trump está más inclinado hacia la multipolaridad y Biden hacia la unipolaridad, ambos se verán obligados a luchar desesperadamente para salvar el liderazgo estadounidense: el primero en una forma nacionalista, el segundo en una forma globalista. Así que el crecimiento de polos alternativos será visto con cierta hostilidad por parte de Washington. Pero en los casos de Trump y Biden, esta hostilidad se organizará y estructurará de manera diferente.

Trump, fiel a la tradición realista, considerará el surgimiento de centros de poder alternativos como competencia y desafío entre Estados soberanos. Sin duda, reaccionará en consecuencia a cualquier esfuerzo por infringir los intereses estratégicos estadounidenses, pero eso se presentará en forma de legítima defensa de la Gran Nación.

Por el contrario, Biden procederá con la misma preocupación en el campo ideológico: la autoafirmación de las áreas emergentes de la multipolaridad será descrita como el desafío a la “humanidad”, el “progreso”, los “derechos humanos” y la “paz universal”. Entonces habrá demonización y deshumanización en los medios globales. La diplomacia y la política de todos los Estados y potencias que desafían la hegemonía capitalista liberal es equivalente a los ojos de los globalistas con el “mal universal”.

Podríamos encontrar en esa lectura y discurso una convergencia; un significado similar con diferentes formas externas podría enfatizar una divergencia muy seria, porque en una perspectiva larga eso significa dos órdenes mundiales: el realista y el liberal. La línea de Trump aceptará de alguna manera la multipolaridad como un hecho establecido que intenta asegurar el papel de liderazgo de Estados Unidos en el orden mundial multipolar, mientras que el globalismo de Biden intentará prevenir a cualquier precio la llegada de la era multipolar porque eso destruye el progreso lineal de la democracia liberal que ahora es casi un dogma “religioso” entre los demócratas y globalistas.

Eso crea una nueva diferencia en la relación de Trump y Biden hacia polos alternativos de la multipolaridad. Para Trump son competidores y enemigos relativos (que pueden convertirse en determinadas circunstancias en poderes neutrales o incluso en aliados y “amigos”). Para Biden son enemigos absolutos, los “enemigos de la sociedad abierta” (K. Popper) que deben ser destruidos imperativamente porque de lo contrario van a destruir el globalismo y la hegemonía liberal relativizándolo en el espacio y el tiempo. Trump puede aceptar al Otro. Biden no lo puede hacer de ninguna manera. Esa es la principal diferencia.

Trump y la política anti-china

Cuando aplicamos estas consideraciones generales a la política real, inmediatamente notamos la diferencia destacada en las actitudes de Trump y Biden hacia estos mismos polos de creciente multipolaridad. Sin lugar a dudas, en el mundo actual sólo dos potencias mundiales pueden pretender desempeñar el papel de polos alternativos: China y Rusia. China es más un gigante económico con una enorme soberanía política otorgada por una política hábil y una ideología profunda encarnada en el gobernante Partido Comunista de China. Rusia es más una potencia militar con una gran cantidad de recursos naturales y posee territorios estratégicos. Ambos países están gobernados por partidarios convencidos de que el orden mundial multipolar se acerca. La China de Xi Jinping y la Rusia de Putin tienen clara conciencia de ser civilizaciones particulares y originales y no solo una parte del mundo capitalista liberal global centrado en Occidente.

Por lo tanto, el principal desafío para Trump y Biden en política exterior será la redefinición de la actitud hacia China y Rusia.

Aquí vemos ya la principal diferencia entre candidatos. Trump, en su realismo y nacionalismo, elige claramente a Rusia como jugador neutral y a China como principal competidor y "enemigo". Pero por "enemigo" en el caso de Trump deberíamos entender "enemigo relativo". En primer lugar, Trump y los trumpistas culpan al rival económico de Estados Unidos de "invadir y subvertir la economía nacional estadounidense". Así que Trump identifica a China con el “globalismo” y el “internacionalismo” y llama a los estadounidenses a resistir “el peligro amarillo”, ante todo en el campo económico. Rusia es, en su opinión, una cuestión secundaria, en primer lugar, debido a la capacidad relativamente pequeña del sector económico ruso. En la política conservadora de Putin, Trump ve algo bastante comprensivo: la versión rusa del nacionalismo. Pero, por otro lado, el comunismo chino provoca en él una reacción hostil y se percibe como una amenaza concreta al sistema capitalista estadounidense. Eso se ve claramente cuando China está expandiendo su comercio fuera de sus fronteras nacionales y, sobre todo, cuando llega a suelo estadounidense.

Entonces, si Trump gana, continuará compitiendo con China sobre la base de los intereses nacionales en el marco principal del realismo en las relaciones internacionales.

Eso no significa en absoluto que Estados Unidos con Trump sea amable con Rusia y convierta a Moscú en un socio estratégico. Es imposible por razones geopolíticas. Todas las afirmaciones de influencia rusa sobre Trump son noticias falsas utilizadas por sus rivales estadounidenses. Pero Rusia no será el principal enemigo.

Biden y la política antirrusa

Entre las principales potencias multipolares, Rusia y China, Biden elige a Rusia como principal enemigo y China como una preocupación neutral o secundaria. Es una reacción a Trump y la señal de que a los globalistas les molesta más el poder militar de los polos alternativos que su poder económico. Rusia es una gran potencia geopolítica con armas nucleares y política conservadora. Ese es el principal obstáculo para el establecimiento del orden mundial liberal. Entonces, en caso de la victoria de Biden, Rusia será el principal objeto de presión, ataques y posibles conflictos. Aquí entran en juego los principios fundamentales de la geopolítica, el poder del mar contra el poder de la tierra. La hegemonía global del Occidente liberal está asegurada por la debilidad del poder de la tierra, es decir, de Rusia como Eurasia. Entonces, a los ojos de Biden, China puede considerarse como una parte orgánica del sistema liberal internacional y la expansión internacional de la economía china no representa la principal amenaza para el globalismo. Pero una Rusia autoritaria sí es una amenaza. Sin duda, China sigue siendo un problema grave para los globalistas. Podemos ver eso en el caso de una figura simbólica del campo globalista: George Soros apoyó las protestas en Hong Kong y aboga por una política abiertamente anti-china entre los globalistas. Trata de impulsar una revolución de colores dentro de la China continental jugando con el ala liberal de la ideología de izquierda y promoviendo una versión de extrema izquierda del liberalismo.

Pero la principal agresión de Biden se concentrará en Heartland de Eurasia, es decir, en Rusia. China, como el Rimland, tendrá una importancia secundaria.

Sin embargo, sería un error considerar a Biden como un candidato pro chino. Lo mismo es cierto con Trump: de ninguna manera es prorruso. Ambos son, ante todo, proestadounidenses. Pero para Trump Estados Unidos es un país nacional, una Gran Potencia; para Biden Estados Unidos es la vanguardia del globalismo, la fortaleza de la hegemonía mundial liberal, del Imperio global que tiene como misión principal liquidar los Estados nacionales e instalar un Gobierno Global liderado por los capitalistas internacionales, las élites y los monopolios de forma generalizada, incluidos segmentos occidentales y no occidentales.

En ambos casos, independientemente del resultado de las elecciones estadounidenses, el próximo presidente de EE.UU. en Washington (si no se produce una guerra civil, que es bastante posible en las circunstancias actuales), se opondrá al auge de la multipolaridad. La principal diferencia consiste en el hecho de que Trump se concentrará en la contención (principalmente económica, pero no exclusiva) de China y Biden promoverá una política radicalmente antirrusa. En el caso de la victoria de Biden, las posibilidades de una nueva guerra mundial son mucho mayores, porque una potencia nuclear cuya soberanía se basa en la capacidad militar es designada como su principal enemigo desde el principio. Biden actuará en el marco de la geopolítica clásica tratando de atacar el Heartland (Rusia) y de alguna manera seducir o neutralizar por lo menos el Rimland (China).

Pero ambos se opondrán al surgimiento de nuevos polos, aunque de manera diferente. Trump, aceptando de alguna manera las características generales de la multipolaridad, Biden, tratando de oponerse a ella a cualquier precio.

Relaciones de Estados Unidos con Irán y Turquía

Finalmente, podemos agregar algunos otros aspectos a este análisis sobre la actitud del futuro presidente estadounidense hacia otras potencias regionales. Trump, con sus puntos de vista particulares sobre el judeocristianismo, tiene sentimientos anti-iraníes y anti-turcos muy fuertes. Estos dos países islámicos, junto con un tercero, Pakistán, se afirman cada vez más como polos independientes que llenan el vacío de la influencia en retroceso del Islam radical wahabí y salafita patrocinado por los Estados del Golfo. Este Islam fundamentalista puramente árabe fue diseñado como arma antisoviética en el período de la Guerra Fría y fue ampliamente utilizado por Occidente. Desempeñó un papel principal en el período anterior para salirse de control después del ataque del 11 de septiembre. Pero con la intervención rusa en Siria y el claro fracaso en establecer una estructura política duradera en Irak, Siria, Afganistán y Libia, su energía se agotó y este método quedó demasiado desacreditado. Entonces, nuevos actores, como Irán y Turquía, comenzaron a establecer sus reglas en el Medio Oriente, tradicionalmente una zona de gran preocupación para la política estadounidense.

Trump los considera una vez más como competidores y, en su posición pro israelí, como una amenaza para Israel como aliado estadounidense. Entonces, una vez que Trump sea elegido, el nivel de tensiones con estos dos polos menores de multipolaridad emergente puede crecer. Pero una vez más, Trump está construyendo su política exterior sobre el pragmatismo y el realismo.

Competir no significa pelear.

Por lo tanto, las relaciones de Estados Unidos con Irán y Turquía se equilibrarán al borde del conflicto, pero como fue el caso con el primer mandato de la presidencia de Trump, ese equilibrio puede durar algún tiempo sin bascular a una guerra a gran escala.

Biden, por su parte, puede dar algunos pasos para mejorar las relaciones de Estados Unidos hacia Teherán y Ankara tratando de atajar la influencia de los otros polos de la multipolaridad: Rusia y China, pero esto difícilmente puede ser realmente exitoso considerando la naturaleza no liberal de ambos regímenes que están mucho más cerca del orden mundial multipolar -eurasiático- que del globalismo. Entonces, aquí la diferencia entre Trump y Biden no será tan profunda.

La multipolaridad como estrategia común

Entonces, ¿qué debería esperar la humanidad del resultado de las elecciones estadounidenses? Solo hay una solución: debemos mantenernos firmes defendiendo el orden mundial multipolar a pesar de su resultado. Ni Trump ni Biden pueden ser una solución real. Ambos representan el desafío, el peligro y la amenaza. Pero podemos evaluar a priori sus diferencias y prepararnos para las consecuencias del resultado del voto presidencial estadounidense.

Aquellos que esperan que Trump facilite la llegada de la multipolaridad tienen parte de razón, pero al mismo tiempo, es muy poco probable que nos haga un regalo tan benévolo. Está bastante más preparado para aceptar la multipolaridad como un hecho y lidiar con ella de manera pragmática tratando de asegurar los intereses estadounidenses en estas nuevas condiciones post-globalistas. Es muy posible que lo haga de una manera muy severa tratando a los competidores de forma tan dura como a los enemigos a gran escala: el mercado es un campo de batalla. Entonces, para tratar adecuadamente a Trump, los Otros polos ya existentes y potenciales del orden mundial multipolar, debería reforzar su soberanía, independencia y poder.

Con Biden la situación es mucho más complicada. Individualmente, es un anciano que es casi incapaz de hablar coherentemente, por no decir sobre el razonamiento independiente y la toma de decisiones sólidas. Pero no gobernará Estados Unidos. Su función se limita al rol representativo. Detrás de él está toda la élite globalista de Occidente, el Gran Capital, todos los centros estratégicos e intelectuales de los que toman decisiones y forman el Gobierno Global se encuentran allí: Wall Street, el Deep State, las estructuras de Soros y el poder militar estadounidense. Entonces su insignificancia individual es de alguna manera engañosa. Puede parecer estúpido y puede serlo, pero eso no cambia nada. Es tan poderoso y peligroso como el propio globalismo.

Por lo tanto, su relativa benevolencia con respecto a China o (en menor escala) frente Irán debe evaluarse críticamente: Biden es aún más irreconciliable con la multipolaridad que Trump. Trump, como realista, es más sincero y de alguna manera honesto, incluso en su agresividad y egoísmo. Biden solo parece más suave, pero es una amenaza real.

Entonces, los Otros comparan la unipolaridad agonizante con el orden mundial multipolar. Eso debería unirnos a todos: a los rusos y los chinos, a los turcos e iraníes, a los africanos y a los latinoamericanos.

Y todos los polos deben entender que el éxito es la afirmación irreversible de tal multipolaridad y que exige una fuerte alianza entre todos ellos.

Los rusos no deberían dejarse seducir por la actitud de Trump hacia Rusia, ni tampoco los chinos por la posición de Biden. La unipolaridad es incompatible con la multipolaridad, es decir, es una relación de un juego de suma cero. La estrategia de ganar-ganar solo es posible para aquellos que aceptan el paradigma común. En nuestro caso es el paradigma multipolar. Solo ganaremos si somos capaces de insistir en ello y convertirlo en un hecho, la realidad irreversible e incuestionable que será aceptada como tal por todos, incluido los Estados Unidos. Independientemente de quién será el próximo presidente estadounidense.