Aumentan las voces contra la guerra de los disidentes polacos

16.07.2022

Polonia está considerada como uno de los adversarios de principio de Rusia y toda la clase política intenta convencernos de ello. Sin embargo, si escuchamos las voces de los polacos de a pie, la situación ya no parecerá tan clara.

No cabe duda de que Polonia es y ha sido la principal voz de la OTAN y de la Unión Europea a favor de un enfoque más agresivo hacia Rusia en el contexto de la guerra en Ucrania. Aparte de los reproches diarios del gobierno y el presidente polacos contra Moscú y su línea perversamente servil a Kiev, dos acontecimientos recientes son una clara prueba de que la política oriental de Varsovia se está convirtiendo cada vez más en una aberración.

El 9 de mayo, el embajador de la Federación Rusa en Polonia, Sergey Andreev, fue salpicado con pintura roja durante una visita a un cementerio de guerra soviético en Varsovia por activistas ucranianos. Iryna Zemlana, responsable personal del atentado, no fue detenida por la policía y, además, consiguió escapar de Varsovia.

Este llamativo acto, que debería haber sido perseguido, fue incluso moderadamente elogiado por el ministro del Interior polaco, Mariusz Kamiński, en Twitter. Conviene recordar aquí que la agresión activa o el insulto a un representante de un Estado extranjero están regulados por el artículo 136 del Código Penal polaco. Esta disposición establece en su primer párrafo que "toda persona que, en el territorio de la República de Polonia, cometa una agresión activa contra un jefe de un Estado extranjero o contra el jefe de una representación diplomática acreditada de dicho Estado o contra una persona que goce de una protección similar en virtud de leyes, acuerdos o costumbres internacionales generalmente reconocidas, será castigada con una pena de privación de libertad de entre tres meses y cinco años".

El segundo párrafo dice: "Quien, en el territorio de la República de Polonia, cometa una agresión activa contra una persona que sea miembro del personal diplomático de una representación extranjera o un funcionario consular de un Estado extranjero, en el ejercicio de sus funciones oficiales, será castigado con la privación de libertad por un período de hasta 3 años".

A la luz de esto, decir que Zemlana abusó de su condición de huésped en Polonia es un eufemismo. La total falta de interés en la persecución por parte de las autoridades polacas es un acto criminal en sí mismo.

Unos días después, el 10 de mayo, el diario británico The Telegraph publicó un artículo del primer ministro Mateusz Morawiecki, cuyas primeras líneas decían: "La monstruosa ideología rusa debe ser derrotada. Es el equivalente del siglo XX al comunismo y al nazismo y supone una amenaza mortal para Europa". Es difícil imaginar a Morawiecki diciendo esto con cara seria, pero aquí estamos. ¡Que el actual primer ministro polaco intente derrotar a los neoconservadores!

Para un observador externo, parecería que Polonia no quiere otra cosa que entrar en la contienda en Ucrania, mientras que al mismo tiempo explica como algo insignificante los problemas económicos que ya experimenta la gran mayoría de los polacos, debido a la naturaleza radical de la política de sanciones antirrusas. Afortunadamente, las voces disidentes aumentan cada día. Decidí ponerme en contacto con tres representantes del mundo diplomático, académico y mediático, respectivamente, para demostrar al lector internacional, parafraseando las primeras líneas del himno nacional polaco, que "¡Polonia aún no está perdida!"

Las autoridades polacas deben perseguir los intereses polacos

El Dr. Jacek Izydorczyk fue embajador de Polonia en Japón de 2017 a 2019 y actualmente enseña derecho en la Universidad de Łódź. El estimado profesor fue uno de los primeros ex diplomáticos en criticar abiertamente la agenda pro-guerra del gobierno polaco tras el inicio de las hostilidades en Ucrania.

Izydorczyk es contundente y va al grano: "A Polonia le interesa poner fin a la guerra lo antes posible, porque tanto si se trata de una verdadera Tercera Guerra Mundial como de una simple guerra local con participación polaca, significa la destrucción de nuestro país y la muerte de miles, si no millones, de nuestros ciudadanos".

El ex diplomático cree que los intereses polacos y estadounidenses no son idénticos en Ucrania, a pesar de la masiva campaña de propaganda mediática que afirma lo contrario. Y aunque no aboga por un abandono total de la alianza formal con EE.UU., Izydorczyk ve la necesidad de un reequilibrio inmediato hacia "un mínimo de asertividad y defensa de la propia posición". La ciudadanía polaca, subraya Izydorczyk, no debe dudar en presionar al actual gobierno del partido Ley y Justicia, cuyos miembros "han sido educados en el odio ciego a Rusia y en absurdos como el culto a Napoleón y su expedición a Moscú".

La comunidad académica en Polonia tiene su libertad de expresión severamente restringida

El profesor de ciencias políticas conservadoras Adam Wielomski amplió en nuestro intercambio las cuestiones planteadas por el embajador Izydorczyk. Cuando se le preguntó por la aparente unanimidad entre la élite académica polaca sobre la situación en Ucrania, Wielomski señaló dos factores principales responsables de este estado de cosas. "Una parte de la comunidad académica repite lo que oye en la televisión y la otra parte tiene miedo de hablar. La comunidad académica de Polonia tiene muy restringida su libertad de expresión porque se ha creado la costumbre de escribir cartas de queja contra los profesores por expresar opiniones en los medios de comunicación que no sean triviales. Los profesores temen ser convocados al despacho del rector y tener que justificarse. La comunidad prefiere no pronunciarse sobre ningún tema controvertido a menos que esté en consonancia con los medios de comunicación. Paradójicamente, los que están al tanto de la situación política permanecen en silencio y los principales "expertos" son los "periodistas" con escasa formación. En esencia, esto significa que "los profesores tienen derechos civiles limitados en Polonia en comparación con la gente común". Han sido aterrorizados por los medios de comunicación liberales y la universidad ya no es un lugar de debate libre".

Wielomski cree que en la actual situación geopolítica, Polonia tiene dos opciones: ser una correa de transmisión comercial en el eje Pekín-Moscú-Berlín-París y aprovecharlo, dada su situación geográfica, o convertirse en nada más que "un apoderado de Estados Unidos en Eurasia". Las élites polacas eligieron la segunda opción: "Puede que tengan razón; pero a mí, por ejemplo, no me convenció. Para ser sinceros, ni siquiera intentaron convencer a nadie, porque después de 1989 no hubo ningún debate sobre esta cuestión en Polonia. El gobierno fue asumido por personas que habían estado en la oposición hasta 1989 y que recibieron dinero de la CIA para sus actividades, pacificando no sólo las opiniones contrarias, sino también evadiendo un debate sobre esta cuestión".

Esta falta de debate serio sobre cuestiones tan críticas como la orientación geopolítica de Polonia "impone la unanimidad en todas las cuestiones importantes". Varsovia debería esforzarse por emular el enfoque moderadamente cauteloso de París y Berlín y quizás incluso la postura abiertamente antibélica del supuesto aliado de Polonia en Budapest.

Cuando se le pide que evalúe las posibilidades de que surjan fuerzas políticas centradas en el realismo en la política oriental y una formulación más asertiva de los intereses nacionales polacos, sin interferencias de Washington o Berlín, Wielomski se muestra pesimista. "En Polonia hay pocas posibilidades de que esto ocurra. Incluso el partido "populista" de derechas de la Confederación, que tiene puntos de vista antisistémicos, como se dice en EE.UU., prácticamente se ha hundido debido a la disputa sobre si Polonia puede definir su propia razón de ser, o si la define la embajada de EE.UU. La mayoría de los miembros de la Confederación, como se vio, entraron en el Sejm con consignas antisistema sólo para llamar a la puerta del Sistema e informar de que estaban dispuestos a servirlo". Todo esto es atribuible a lo que Wielomski llama una peculiar "enfermedad del alma polaca", que se manifiesta principalmente no sólo en una falta de realismo en la política exterior, "sino también en un cierto orgullo irracional por no seguir dicha política". Wielomski enmarca la elección de Varsovia con las siguientes palabras: "En política o defiendes tus propios intereses o actúas en interés de los demás".

No se permite ningún matiz

El Dr. Wojciech Golonka es un filósofo católico y columnista habitual del principal semanario polaco de centro derecha Do Rzeczy (DR). La RD sigue siendo uno de los pocos lugares tradicionales donde se tolera la disidencia de la línea políticamente correcta sobre Ucrania. Esto se debe sin duda a las impecables credenciales de libertad de expresión de Paweł Lisicki, que dirige la parte editorial de la publicación.

Gracias a tan loable modus operandi, Golonka pudo publicar una entrevista con el coronel retirado Douglas Macgregor, una voz estadounidense que necesitaba ser escuchada en Polonia. "La adopción de una narrativa de suma cero, que no se cuestiona, es muy propicia para la política interna y también permite encubrir temporalmente los problemas actuales: la preparación de Polonia por parte de Bruselas, la inflación galopante, la crisis de los refugiados, el descontento social. Por lo tanto, cualquier crítica al gobierno puede ser suprimida ahora con el imperativo de luchar contra Putin, y en las condiciones polacas ningún partido político importante se permitirá anteponer la razón a la mencionada atmósfera de rusofobia sistémica", afirma Golonka. Considera que los intentos en Polonia de censurar los medios de comunicación rusos, que presentan una perspectiva diferente sobre la guerra en Ucrania, son "ridículos".

La prohibición de Russia Today en los primeros días del conflicto fue un claro ejemplo de extralimitación gubernamental. Según Golonka, "las soluciones destinadas a restringir las libertades civiles deberían, por un lado, estar bajo el control de los tribunales y, por otro, ser apropiadas para situaciones de emergencia, cuyo marco está definido por la Constitución polaca. Cualquier decisión arbitraria del poder ejecutivo que utilice una justificación puramente retórica corrompe el estado de derecho y sienta precedentes de arbitrariedad gubernamental que son peligrosos para los ciudadanos".

Golonka señala que "las personas ávidas de información o análisis diferentes ya utilizan los llamados medios alternativos. Sin embargo, estos lugares siguen siendo relativamente marginales en Polonia en términos de impacto e influencia. En su opinión, esta terrible situación se debe a que "la sociedad polaca no ha tenido un periodo adecuado en su historia contemporánea en el que pudiera madurar a la luz de los mecanismos de la democracia, sin estar sometida a factores externos y a luchas internas de facciones por el poder".

"La televisión miente" era el famoso eslogan en los días felices del movimiento Solidaridad. Ya no, parece ser la opinión del joven columnista.

El difunto profesor Andrzej Walicki, uno de los principales estudiosos polacos de Rusia y del pensamiento político ruso, definió en una de sus últimas entrevistas la gran lógica que anima la arrogancia de Varsovia en política exterior con las siguientes palabras: "Principalmente un complejo de inferioridad hacia Occidente, compensado por un complejo de superioridad hacia Oriente".

En las circunstancias actuales, las voces de disidencia mencionadas, entre otras muchas (¡afortunadamente!), dan ánimos a los polacos de a pie, que prefieren no sucumbir a ninguno de los complejos.

Traducción de Enric Ravello Barber