Aleksandr Dugin y la geopolítica de la operación especial de Ucrania

08.06.2023
"La geopolítica se construye en torno al eterno enfrentamiento entre potencias marítimas (talasocracias) y potencias terrestres (telurocracias)", afirma Aleksandr Dugin.

En la antigüedad, estas premisas se expresaban vívidamente en los enfrentamientos entre "la Esparta terrestre y la Atenas portuaria, y la Roma terrestre y la Cartago marítima".

"Estas dos civilizaciones difieren no sólo en términos de estrategia y geografía, sino también en su orientación principal", explica Dugin. El imperio terrestre se basa en una "civilización del espíritu", "la tradición sagrada, el deber y una jerarquía vertical encabezada por un emperador".

Los imperios marítimos son oligarquías, "sistemas comerciales dominados por el progreso material y tecnológico". Para Dugin, son "Estados esencialmente piratas". Sus valores y tradiciones son "condicionales y cambian constantemente, como el propio elemento del mar". De ahí su característico "progreso, especialmente en la esfera material". En cambio, la potencia terrestre, la 'Roma eterna', se caracteriza por 'la permanencia del modo de vida y la continuidad de su civilización'.

Cuando la política se globalizó y se apoderó de todo el planeta, las dos civilizaciones acabaron adquiriendo sus propias esferas de influencia: "Rusia y Eurasia se convirtieron en el núcleo de la civilización terrestre, y el polo de la civilización marítima se fijó en la esfera de influencia anglosajona, desde el Imperio Británico hasta Estados Unidos y el bloque de la OTAN", concluye Dugin.

Así, Dugin contempla la historia de los últimos siglos desde una perspectiva geopolítica: "El Imperio ruso, la Unión Soviética y la Rusia moderna heredaron el testigo de la civilización terrestre. En el contexto de la geopolítica, Rusia es la Roma eterna, la tercera Roma, y el Occidente moderno es la Cartago clásica".

El colapso de la Unión Soviética fue un gran triunfo para la civilización talasocrática del Occidente de la OTAN y un terrible desastre para la civilización del imperio terrestre ruso. Este resquicio de la historia todavía se está remendando, como refleja la "operación militar especial" de Rusia; como dijo el infiltrado de la élite estadounidense Zbigniew Brzezinski, "sin Ucrania, Rusia dejará de ser un imperio".

Para Dugin, la talasocracia y la telurocracia son "como dos vasos comunicantes, de modo que los territorios que salieron del control de Moscú acabaron bajo el control de Washington y Bruselas". Esto afectó a Europa del Este y a las repúblicas bálticas, que se separaron de la Unión Soviética, y después les tocó el turno a los Estados postsoviéticos.

En este caso, la derrota de Moscú condujo al establecimiento de un sistema colonial en Rusia en la década de 1990: los atlantistas crearon una "avalancha", con sus agentes en los puestos más altos del Estado. Así se formó la "élite moderna de Rusia, una prolongación de la oligarquía occidental", bajo el control de una civilización marítima.

Varias antiguas repúblicas soviéticas comenzaron a prepararse para integrarse plenamente en la civilización marítima occidental. Otras (¿como Hungría?) siguieron una estrategia más cautelosa, sin apresurarse a romper los lazos geopolíticos históricamente establecidos con Moscú.

Surgieron dos campos: el campo euroasiático (Rusia, Bielorrusia, Kazajstán, Kirguizistán, Tayikistán, Uzbekistán y Armenia) y el campo atlántico (Ucrania, Georgia, Moldavia y Azerbaiyán). "Azerbaiyán, sin embargo, se alejó de esta posición extrema y comenzó a acercarse a Moscú", argumenta Dugin.

Todo esto también condujo a "los acontecimientos en Georgia en 2008 y luego, tras el golpe pro-OTAN en Ucrania en 2014, la secesión de Crimea y el levantamiento en Donbass". Algunas regiones de las entidades recién creadas no querían unirse a la "civilización marítima" y se rebelaron contra esas políticas, buscando el apoyo de Moscú.

Esto condujo al inicio de una "operación militar especial" en Ucrania en 2022. Moscú, como civilización terrestre, se había "fortalecido lo suficiente como para entablar una confrontación directa con la civilización marítima en Ucrania e invertir la tendencia creciente de la talasocracia y la OTAN" hacia la telurocracia del mundo ruso.

Así surgió el conflicto geopolítico actual: Rusia, como Roma, luchando contra la Cartago anglo-estadounidense-judía y sus satélites coloniales. El portavoz neoconservador de Washington, Antony Blinken, sabe todo esto, pero al hablar hoy en Helsinki, todavía sugirió que Ucrania "nunca será parte de Rusia" (¿dejará de serlo Ucrania?).

Lo nuevo de esta geopolítica, en opinión de Dugin, es que "Rusia-Eurasia" no puede ser la única representante de la civilización de las potencias. Por ello, el pensador ruso plantea el concepto de un "corazón descentralizado". Además de Rusia, "China, India, el mundo islámico, África y América Latina" también se convertirán en "polos de civilizaciones terrestres" en las nuevas circunstancias.

Dugin sugiere que los "grandes espacios" talasocráticos de Europa a América también pueden convertirse en "heartlands" telurocráticos. "En Estados Unidos, Trump y algunos republicanos que se apoyan en los Estados del continente lo están pidiendo casi abiertamente. En Europa, los populistas y los partidarios de la 'Fortaleza Europa' se orientan intuitivamente hacia este escenario", confirma el político ruso.

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