La evolución de la guerra y su actualidad en el caso venezolano

15.05.2019

Las guerras son un acontecimiento sangriento y recurrente a lo largo de la historia, en todo el mundo han acontecido guerras desde muy antiguo. No obstante, la manera de hacer la guerra y sus objetivos han cambiado a lo largo del tiempo. Una de las clasificaciones bélicas más conocidas son las cuatro generaciones de la guerra moderna descritas por el paleo-conservador estadounidense William Lind y otros cuatro militares estadounidenses[1], en su artículo conjunto de 1989 titulado “The Changing Face of War: Into the Fourth Generation”[2] (El cambiante rostro de la guerra: Hacia la cuarta generación). Posteriormente William Lind publicó un artículo profundizando esta comprensión de las guerras, titulado “Understanding Fourth Generation War”[3] (Entendiendo la guerra de cuarta generación). Veamos de qué manera se comprendían esas cuatro generaciones de la guerra moderna.

Primera generación

Según Lind, esta generación abarca el periodo entre 1648 y 1860 y consiste en la guerra de líneas y columnas tácticas, con armas de fuego y ejércitos profesionales estatales. Además según Lind, se creó una cultura militar del orden, y aquí aparecen diversos elementos que distinguen a un militar de un civil, como los uniformes y gradaciones.

Segunda generación

Ésta generación se enmarca en la revolución industrial y la potencia de fuego. Lind la ejemplifica con el periodo de la primera guerra mundial (1914-1918), una guerra basada en la capacidad industrial y de transportes así como la creación masiva de trincheras para proteger a los soldados de la potencia de fuego. Así mismo Lind también señala que esta generación sigue manteniendo el orden los procesos y procedimientos, donde la obediencia es más importante que la iniciativa. El objetivo principal de los combates sigue siendo el ejército enemigo.

Tercera generación

Es una respuesta a la guerra de posiciones que se basa en la guerra de maniobra (mediante blindados y aviones), es decir en la guerra relámpago ejemplificada en el ejército alemán de la segunda guerra mundial. Según expone Lind, la tercera generación no está basada en la potencia de fuego y el desgaste sino en la velocidad, sorpresa y dislocación mental así como física. Además, busca rodear y colapsar en vez del contacto directo, por ejemplo mediante un ataque fulgurante contra las comunicaciones del enemigo para aislar sus fuerzas y bloquear una respuesta sostenida conjunta. En este sentido la superioridad tecnológica es crucial para el éxito.

Cuarta generación

Ante la existencia de una gran superioridad tecnológica, la oposición armada solo puede descentralizarse y difuminarse (incluso ocultarse), según Lind. Además, los Estados pierden su monopolio sobre la guerra y las guerras no solo son entre Estados sino también contra actores no estatales, como grupos terroristas y guerrillas. En este nuevo contexto estratégico, la victoria no está en un campo de batalla porque tales acontecimientos ya no tienen lugar como en las tres primeras generaciones. Ahora la victoria se consigue al influir y convencer a la sociedad (opinión pública) de un país objetivo, es decir, el objetivo principal radica en ganarse el apoyo de personas y no en matar soldados enemigos. Y esta influencia se consigue se consigue mediante propaganda (por ambos lados) y por ataques terroristas en el caso de actores no estatales para infundir miedo en una sociedad objetivo y así condicionarla a las exigencias mediante el terror.

Guerras híbridas y cuarta generación

En la actualidad hay un gran debate mundial sobre las guerras híbridas, es decir, aquellas guerras asimétricas que mezclan elementos regulares e irregulares cuyo objetivo principal no es el triunfo militar en batalla sino la influencia y convencimiento social en un país objetivo. El objetivo es conquistar la mente, y para ello se requiere conocer con precisión la sociedad objetivo y sus vulnerabilidades.

Así pues, las nuevas maneras de hacer la guerra combinan elementos de revolución de color y de guerra no-convencional, esto es, del uso de intermediarios para realizar protestas sociales que influyan en un país objetivo o directamente el uso de intermediaros armados para que conduzcan a un escenario de guerra civil en un país objetivo. La estrategia de acción  actual requiere, por tanto, la creación artificiosa de caos controlado en un país objetivo.

Estados Unidos y Venezuela

Uno de los casos más representativos en el espacio suramericano actualmente es Venezuela, puesto que ahí se constata cómo desde los Estados Unidos han apoyado a la oposición anti-chavista en su escalada de protestas sociales y armadas para desestabilizar al país con vistas a derrocar al gobierno actual de Nicolás Maduro.

En este escenario, una invasión militar convencional de los Estados Unidos para realizar un cambio de gobierno en Venezuela tendría un coste elevadísimo, no en un sentido militar puesto que Venezuela es inferior en todos los niveles militares tecnológicos e incluso numéricos, sino en un sentido de opinión pública, es decir, de influencia estadounidense en el mundo. Su credibilidad se vería aún más socavada y su economía se vería entrampada en una guerra costosa de la que salir victoriosos es la única manera de salvar la bandera, sin embargo, a la luz de lo sucedido en Afganistán e Irak desde 2001 y 2003 respectivamente, el ejército estadounidense no puede vencer a una fuerza asimétrica en campo de batalla, sino que únicamente puede vencer cuando pueda convencer.

Así pues, realizar una invasión directa provocaría en todo el espacio latinoamericano una repulsa social contra un nuevo episodio que expone el retorno de la Doctrina Monroe a los pasillos de Washington. Y tal repulsa significaría un rechazo a dejarse convencer por las palabras estadounidenses.

Por otro lado, podemos ver que en las operaciones estadounidenses no solo se encuentra un objetivo de cambio de régimen, similar a los muchos que realizaron durante todo el siglo XX en Nuestra América, sino también el objetivo es la creación de un caos regional, similar a los escenarios de Oriente Medio que provocaron la destrucción de Siria e Irak, así como Afganistán, y la huida de millones de personas que se transformaron en refugiados. El caso más representativo es Siria, con millones de refugiados repartidos en los países vecinos de Líbano, Turquía, y Jordania.

Esto nos lleva a pensar que el gobierno de Washington no solo pretende tumbar el gobierno de Nicolás Maduro, sino asestar un golpe letal en Suramérica, y provocar otra de sus guerras sin fin, entre partidarios y detractores del gobierno (de nuevo, tal como en Siria), sino también, piensen el impacto de millones de refugiados venezolanos huyendo hacia Colombia y Brasil.

Con lo cual, no asistimos a una simple lucha ideológica entre chavistas y liberales occidentales, sino también a una lucha geopolítica en la que Estados Unidos, en vista de su retroceso mundial, también quiere reordenar su espacio geopolítico inmediato bajo la nueva Doctrina Monroe y para eso necesita alinear a todos los países con Washington, y de no ser así, entonces sumir a Nuestra América en un caos sin fin de odios ideológicos externamente implantados.

 


[1] Colonel Keith Nightengale (USA), Captain John F. Schmitt (USMC), Colonel Joseph W. Sutton (USA), and Lieutenant Colonel Gary I. Wilson (USMCR).