Hillary Clinton, la candidata posdemócrata

17.08.2016

Escogiendo a Hillary Clinton, la Norteamérica más progresista apartó a un lado el socialismo abanderado orgullosamente por Bernie Sanders. Por lo tanto, en la era del "populismo global", los dem estadounidenses, nunca en la historia tan divididos entre dos candidatos, se han puesto del lado de la conservación-reacción de todo un sistema. Con la elección de Barack Obama en 2008, una parte del electorado había decidido poner fin a una política agresiva a nivel nacional e internacional. Las esperanzas se han desteñido con el paso de los años: el discurso de El Cairo, que puso fin a la cruzada iniciada por Bush en el Medio Oriente contra el mundo árabe-musulmán y persa, con un cierre adjunto de la prisión de Guantánamo, ha sido reemplazado por nuevos frentes de guerra abiertos por el Pentágono (Libia, Mali, Costa de Marfil, Siria e Irak), aprovechando que la Patriot Act garantiza efectivamente poderes especiales al presidente y elude la votación en el Congreso. Por otra parte, los buenos propósitos del "sistema sanitario para todos", el llamado Obamacare, ha terminado por beneficiar a los seguros privados y a las empresas farmacéuticas, riesgo que había denunciado en su momento por el New York Times. Esto no ha impedido al primer presidente afroamericano, como de costumbre, ser elegido para un nuevo mandato en 2012. Su segunda oportunidad.

Para interpretar el destino del Partido Demócrata es ahora Hillary Clinton: personalidad del establishment, ex senadora por el Estado de Nueva York, ex primera dama, ex secretaria de Estado, que amenaza con traer de vuelta la agenda presidencial de hace un par de décadas; expresión de una dimensión femenina alternativa a aquella de Nancy Pelosi, "asistente legislativa" de Obama, como viene definida en Politico, speaker de la Cámara, política profesional atenta a las cuestiones sociales, así como enemiga acérrima de los tratados internacionales de libre comercio, que ella considera como un favor a los monopolios de las grandes corporaciones. Pero sobre todo, lejana de la visión política de Bernie Sanders, auténtico outsider, el candidato de los más jóvenes, que, a pesar del respaldo a Hillary Clinton durante la última Convención - también abucheado por sus propios partidarios - nunca ha ocultado su oposición a las grandes centrales cultural-financieras que en realidad ayudan directa o indirectamente a la nueva dinastía, más cerca que cualquier otra en el Partido Demócrata de las posiciones neocons y neoliberales mezcladas con avances en los derechos (civiles) de las minorías. Los grandes patronos de la Clinton Foundation son más o menos los mismos con los que George W. Bush tuvo que hacer frente al reto ante Al Gore. Entre los "principales donantes", según sus adversarios políticos, estarían en efecto, las petro-monarquías del Golfo - Arabia Saudita y el Emirato de Kuwait - (entre 10 y 25 millones de dólares, según el Wall Street Journal), Goldman Sachs (más 3,7 millones de dólares, según el Washington post) y, finalmente, George Soros (alrededor de 8 millones de dólares a través del Súper Pac "Priorities USA Action", según Politico), y varios financieros.

Una fuente adicional de dificultad para Hillary Clinton es el denominado email gate, generalmente subestimado por los comentaristas italianos, pero crucial a los ojos del ciudadano nortamericano, porque en virtud del mismo, la candidata demócrata habría violado ese mismo principio de sinceridad y transparencia bastión del pensamiento puritano USA, en el cual quedó entrampado su marido Bill con "l'affaire Lewinsky".

Si bien es cierto, por lo tanto, que el "siglo americano" está en una encrucijada, es evidente que Hillary Clinton pertenece a esa tradición internacionalista y liberal establecida en la segunda mitad del novecientos, convencida todavía del papel hegemónico de los Estados Unidos, ese mismo papel puesto en crisis en un mundo donde el imperialismo retrocede con su imperio. Fue justo ella, como secretaria de Estado, quien rompió el compromiso entre intervencionismo y aislacionismo de Barack Obama, sobre todo con el activismo desarrollado durante la controvertida temporada de levantamientos en el norte de África, con la anexa guerra a Libia. Muchos recordarán su reacción cuando fue asesinado Muammar Gaddafi, así como la frase "llegamos, vimos, y murió", y la ironía que la acompañó. Así como recordarán el papel que desempeñó en la decisión de su marido Bill, entonces presidente, de bombardear Serbia, y lo que ha hecho en primera persona, en el año 2013, en la aceleración del "cambio de régimen" en Siria. ¿Será Hillary Clinton, frente a la voluntad de repliegue sobre sí mismos de muchos estadounidenses, la última figura política en perseguir ese papel mesiánico como garante del globalismo que hoy es cada vez más impopular a los ojos de sus aliados?

Fuente: Treccani.it