Repites porque recuerdas. Y también repites sin recordar. Tú y los demás
La repetición es el espacio entre el destino y el recuerdo. La repetición produce tantos sentimientos encontrados como umbrales del deseo trastoca. Porque no siempre el sujeto es plenamente consciente del proceso de repetición que tiene lugar una y otra vez. Repetición que tiene mucho de petición, en cuanto hay un recuerdo que se quedó sin palabras, y a veces, hasta sin letras.
El sujeto repite porque recuerda y lo recuerda porque lo tiene que reelaborar y actualizar. También lo hace porque necesita detener el tiempo para vivir con mayor intensidad una experiencia. No hay tiempo suficiente para el insaciable apetito de Dionisio. Es que solamente en la repetición logra materializarse debidamente. Y es que el deber puede complementar lo dionisíaco.
El refugio por excelencia de la ideología también es la repetición que, a través de sus largas aceras, mantiene las estructuras de poder en la sociedad. Porque es ella la que retiene, o al menos ralentiza, la perennemente presente necesidad de cambio. El sujeto repite para memorizar aquello que debe prevalecer en el tiempo y recuerda para que la idea permanezca congelada en el nivel más cercano posible a su pureza ideológica.
La repetición no solo desrealiza la escritura de una nueva historia, sino que la deslegitima, en tanto impone nuevos recuerdos y silencia la otra voz. La silencia sumergiéndola; no logra su desaparición, sino su enmudecimiento. Pero también puede incidir en el pasado, a través de la nueva atribución de significados al símbolo. Sin la necesidad de volverlo a escribir lo repersonifica y lo cría.
Es que la repetición no depende siempre del sujeto en su sentido más individual. Los demás dependen tanto del sujeto como el sujeto depende de los demás. El sujeto histórico es pensado, sobre todo, desde la noción de colectividad. El colectivo repite aquello que todavía debe o quiere vivir; aspira al individuo para respirar uno a uno cada uno de sus recuerdos. Ahí está la necesidad del estudio de la historia: la comprensión de los cíclicos deseos del sujeto histórico. Deseos que persiguen, en espiral, un recuerdo, una representación y una elaboración. Y es en ese proceso de transferencia en el cual inciden aquellos historiadores que insisten en la repetición del recuerdo como vehículo de influencia en la rematerialización del presente del pasado. Consuela reconducir aquello que no se logra evitar por completo.
Porque es que hacer recordar es hacer repetir, ya sea consciente o inconscientemente. La experiencia resulta en un viaje en torno a la repetición; viaje apalancado por la voluntad, el recuerdo, la intuición, la consciencia y el deseo. Porque la consciencia de la repetición no es más que el consuelo en forma de sensación de control y poder. Y es que, el mayor dilema de la repetición es que no todo se logra recordar, y por consiguiente, no todo se logra representar conscientemente. Aunque no logra representarlo conscientemente, lo repite a través del acto inconscientemente. Porque lo que se deja de recordar puede terminar encontrando una repetición inconsciente que, en última instancia, es el saldo de la negación de la historia. Repites porque recuerdas. Y también repites sin recordar conscientemente, en tanto la repetición en acto es reproducida por una consciencia superior. Superior y singular, en tanto lo singular evoca al Uno.
¿A quién le pertenece el recuerdo asociado a una repetición? Porque el recuerdo, en sus distintos grados de consciencia, es compartido. Compartido por el Yo y el otro. Otro en mayúscula o en minúscula; en plural o singular. Y es que la trama repetitiva del acto no es ni individual ni colectiva porque superó tales condiciones. La repetición congela el tiempo y además rompe la bifurcación de la dicotomía histórica.