“¿Quién soy yo?” La antropología metafísica de Yuri Mamleev

04.08.2021

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera

Yuri Mamleev es una figura destacada de la literatura rusa que muchos consideran como una especie de mito, además de ser un escritor radical y misterioso. Incluso podemos afirmar que fue el “pionero” de la literatura rusa contemporánea, cuando comenzó a escribir en 1960: sus escritos eran muy “distintos” a las corrientes y tendencias artísticas que dominaban en su momento. Mamleev era un místico y un esoterista, definiéndose como un espíritu o testigo que recibía mensajes que provenían de otra realidad; es por eso que sus obras crean un mundo muy particular: los muertos vuelven a la vida, aparecen monstruos, psicópatas, maníacos, asesinos y suicidas racionalistas junto con seres marginales, “subhumanos” y criaturas no antropomórficas. Estos “seres desconcertantes” (Provocadores) solo pueden ser encontrados en situaciones extremas y excepcionales (en las fronteras o en medio de la “brecha” que existe entre el Ser y el No-Ser); todos ellos exploran lo misterioso, lo inexplicable, lo trascendente, razonan sobre la Eternidad y el Infinito, la Muerte y la Inmortalidad, intentando encontrar pruebas que demuestren la existencia de la divinidad, tratando de buscar su “camino al Abismo” y responder esta pregunta eternamente inquietante: “¿quién soy yo?”. Por supuesto, esta pregunta se hace no en un sentido psicológico, sino metafísico...

Mamleev explica esta dimensión de su obra en una entrevista: “Mi obra es una descripción materialista del infierno terrenal, de los desastres espirituales, de los lados ocultos y no convencionales del alma humana”. Admite que su filosofía “nació de una valoración negativa del mundo”. Pero la “noche negra del alma”, que el experimento una vez en su interior y que es una constante en sus personajes, no es otra cosa que una etapa necesaria de la “iniciación” que nos conduce a la luz, a Dios y a la catarsis.

Por lo tanto, el representar de forma fantasmagórica y surrealista a sus personajes, las situaciones que viven y los acontecimientos que experimentan tiene, en primer lugar, una justificación metafísica, filosófica (porque según Mamleev el “realismo metafísico” de su obra “requiere antes que nada sumergirse intensamente en nuestra realidad mientras abordamos problemas globales y metafísicos”) o “intuitiva” que nos permita desentrañar el subtexto que esconden sus escritos. En segundo lugar, se trata de provocar un choque o un golpe que cause que el lector se detenga, reflexione y comience a “reconstruir” la alquimia humana que está detrás de todo eso. Por supuesto, esta “meta-exposición” no garantiza el retorno de una integridad espiritual completa, pero no se puede desconocerse “que tal operación implica un proceso de limpieza”. Por ejemplo, en el cuento de los Pensamientos vespertinos, Mijaíl Saveliev, “un conocido asesino y ladrón que se encuentra muy viejo”, recuerda un día un suceso que tuvo lugar en alguna fecha de Pascua: siendo aún joven entró a un apartamento ajeno y mató a dos personas con un hacha, eran un hombre y su esposa, pero de “repente salió de la bañera, ubicada al fondo del pasillo, un niño pequeño, de unos cinco años, que no había visto ni tampoco entendía lo que pasaba: era blanco, inocente, brillante y tierno. Me mira a mí, a su tío, y de repente me dice: ¡Cristo ha resucitado! Dice eso con tanto cariño y alegría que por comprendí lo que era realmente la Pascua. En ese momento enfermé; en un solo instante sentí como un relámpago atravesó mi cuerpo y caí al suelo inconsciente”. Este niño tosco e inocente lo salva, pues sus palabras tienen un poder sobrenatural: esta “anécdota metafísica” hace un hueco en el alma del criminal que provoca que se arrepienta de sus crímenes y termine en un monasterio.

Los personajes de Mamleev suelen ser descritos como monstruos, pero esa es una apreciación superficial: “son monstruos porque desean desentrañar los misterios que se encuentran más allá de la mente humana”, dice Mameleev. “Ellos quieren romper el flujo de la vida cotidiana y responder a preguntas eternas fuera de nuestra experiencia, por lo que se convierten inevitablemente en monstruos. Estoy interesado precisamente en estos viajeros y héroes que provienen del más allá”.

Las inusuales pautas del pensamiento filosófico y artístico de Mamleev provocan naturalmente discrepancias a la hora de definir su método creativo, llevándolo incluso a decir que “sus creaciones podrían ser consideradas como una especie de realismo metafísico”. Mamleev ha publicado más de cuarenta libros en Rusia y en el extranjero, además de ser el fundador de una escuela literaria y filosófica o haber sido galardonado con el premio Andrei Bely y el premio internacional Pushkin. Es sabido que un grupo de jóvenes autores se formó a su alrededor y todos ellos participaron en un proyecto filosófico-literario conocido como el “Misterio del Infinito”. La mayor parte de las ideas de ese proyecto fueron publicadas en varios almanaques como Misterio del InfinitoEl Equinoccio y Equinoccio. Hacia una nueva mística. La editorial Ripol-klassik publica desde el 2005 una colección titulada “Biblioteca de realismo metafísico”, que también es denominada como “Meta-prosa”. Podríamos decir que Mamleev es el fundador de una corriente literaria.

Mamleev explica su concepción del realismo metafísico y de la metafísica en general en su libro El destino del ser.

Si la filosofía académica define la metafísica como el origen de las ideas supra-sensibles del ser, “denotando con ello el intento tanto del pensamiento como de la razón de ir más allá del mundo empírico para alcanzar una realidad extra-empírica", entonces podemos decir que se trata del conocimiento del “ser en cuanto ser”, es decir, del “conocimiento de Dios y de la sustancia supra-sensible” (Aristóteles), lo que posteriormente llevó a la filosofía a considerar la metafísica como una forma de “interrogación con la cual tratamos de abarcar el conjunto total del ser y para que finalmente él, que nosotros constantemente interrogamos, nos interrogue también” (M. Heidegger, Problemas fundamentales de la fenomenología).

Y. Mamleev considera que la metafísica hace parte del “mundo de las esencias espirituales”, o sea, de “la esfera de lo supra-cósmico, de lo divino, aquello que hace parte de lo original y espiritual en sí: podemos decir que el mundo del cosmos ‘invisible’ hace parte de otra clase de conocimientos”. Es a esto a lo que Mamleev llama los principios metafísicos (o “realidades”) que subyacen al universo y que nos revelan el “curso nebuloso que siguen otros mundos” y tiempos, todo ello nos ayuda a descifrar los símbolos ocultos de la existencia humana. Esas “preguntas sempiternas que la mente humana suele dirigirle a ese principio Primordial – por muy ingenuas que sean desde el punto de vista de lo absoluto –, el cual permanece en silencio, tienen en muchas ocasiones una dimensión metafísica”.

La “realidad metafísica” se encuentra presente a priori en todos los mundos, independientemente del grado en que se hayan “materializado”, por lo que es posible que ellas se expresen con mayor profundidad y plenitud en la literatura que en la filosofía. Eso se debe a que la “imagen” es mucho más polifacética que la “idea”, pues la primera “expresa con mayor facilidad aquello que no se puede pensar” (La libertad en la poesía rusa). Los héroes de esta clase de literatura serían ante todo realidades filosóficas y metafísicas como la Nada, la cosa-en-sí-misma, el “yo” trascendental, etc. Es posible que esta sea la clase de literatura de la que habla Daniel Andreev en su libro La rosa del mundo: “solo de este modo serás capaz de comprender el sentido de las cosas inherente a la Rosa de la Paz: pues así lograras perforar la realidad física para poder acceder a niveles distintos, tanto materiales como espirituales. <...> Creo que tal arte... debería ser llamado realismo translúcido o meta-realismo”. Sin duda ha sido Y. Mamleev el autor que más ha desarrollado semejante meta-realismo.

La antropología de Mamleev parte de una comprensión del cosmicismo y las estratificaciones metafísicas del hombre, sin hablar de la conexión metafísica entre el hombre y el mundo. Según Mamleev “...el hombre es un espacio donde se conecta el cielo y la tierra. Además, el hombre está conectado con el mundo físico, el mundo intermedio (es decir, el mundo sutil y paralelo) y el mundo divino. Por lo tanto, existen abismos dentro del hombre que pertenecen a mundos superiores, divinos y ... satánicos... El hombre es tanto una bestia como un ángel, está conectado con seres que se encuentran tanto por debajo como por encima de él... reuniéndose en su interior el cielo y la tierra” (La Rusia Eterna).

El microcosmos humano es un reflejo del macrocosmos del mundo: la singularidad metafísica del hombre no solo consiste en ser un lugar donde se “conectan el cielo y la tierra”, sino que también los seres humanos son “fisuras” por medio de las cuales se puede entrar en otros mundos. El alma humana (Mamleev la llama “el arquetipo del alma del Universo”) contiene en su interior un código universal. El hombre como fenómeno psico-bio-social no importa (“especialmente porque ha sido muy estudiado por la literatura”), ya que el objetivo del realista metafísico es conocer “lo invisible, el hombre oculto” y para eso es necesario ir más allá de la psicología profunda. El hombre de carne y hueso no es otra cosa que un fragmento del “lugar metafísico que ocupa el hombre”. Y si el realismo tradicional nos lleva a plantear la existencia de dos abismos dentro de nuestra alma, el inferior y el superior, entonces podemos decir que el objetivo de Mamleev es crear una visión multidimensional del espacio interior del hombre que nos permite observar toda una multitud de abismos dentro de nosotros. Según H. Hesse, la “vida de todos los hombres oscila no ya entre dos polos, por ejemplo, el instinto y el alma, o el santo y el libertino, sino que oscila entre millares, entre incontables pares de polos.... es una necesidad innata fatal en todos los hombres representarse cada uno su yo como una unidad.... alguna vez en las almas humanas organizadas delicadamente y de especiales condiciones de talento surge el presentimiento de su diversidad…  Pero en realidad ningún yo, ni siquiera el más ingenuo, es una unidad, sino un mundo altamente multiforme, un pequeño cielo de estrellas, un caos de formas, de gradaciones y de estados, de herencias y de posibilidades... Y es que, claro, el pecho, el cuerpo no es nunca más que uno; pero las almas que viven dentro no son dos, ni cinco, sino innumerables; el hombre es una cebolla de cien telas, un tejido compuesto de muchos hilos” (El lobo estepario).

Tal idea (o “conocimiento especial”) del hombre y del mundo implica que el escritor tiene una tarea muy específica: en primer lugar, tiene que ver detrás de la vida visible los atisbos de una “realidad mucho más formidable”, que “debe ser desnudada y visibilizada y, a pesar de lo abrumador de tal tarea, debemos descubrir los abismos del ser; en segundo lugar, es necesario revelar los abismos interiores del alma humana que observamos en nuestro comportamiento, vida espiritual y temores subconscientes. Una vez que conseguimos que los personajes expresen estos comportamientos, obtenemos lo que Dostoievski llama el realismo fantástico” (véase: La voz de la nada. Historias. M., 1991). Mamleev encontró varias formas de representar ese ser metafísico o “situación metafísica del hombre”. Por ejemplo, a través de la “profundidad del simbolismo”, pero de tal manera que se perciba claramente que el hombre no es sólo el ser humano, sino que “en sus profundidades... se oculta otro ser”, un ser secreto y trascendental que esta más allá de él mismo como hombre de carne y hueso y que no tenemos idea de su existencia (“ya que el hombre de carne y hueso no es más que un fragmento de la realidad humana”). Otra forma de representar este problema sería decir que el hombre exterior no es otra cosa que una proyección del hombre interior, una rendija o ventana que nos permite entrever una especie de esencia secreta. Sin embargo, existe una tercera de representación que consiste en pensar que el hombre es una entidad metafísica, una mónada original y eterna, un arquetipo metafísico, “un cierto reino autónomo que, por supuesto, no de este mundo...” El hombre no sólo es un ser misterioso, sino también incognoscible que esta “enraizado interiormente en lo infinito y lo desconocido. Los límites de nuestro autoconocimiento demuestran este punto”. No se trata de algún tipo o carácter específico, sino de una “centralidad metafísica” propia de nuestro interior.

Mamleev no considera ser el creador del realismo metafísico y por eso cita como ejemplos de este arte las creaciones de Dante o la alquimia espiritual de la Edad Media que rebelaban la existencia de un hombre oculto que “no puede ser reducido al conocimiento superficial que nos proporciona la psicología moderna más sofisticada”. Solo la literatura rusa, que Mamleev considera como la más filosófica de todas, ha “podido iluminar... los abismos espirituales del hombre y su constante disposición a dirigirse hacia el éxtasis o los sueños...”, por lo que “la literatura se ha convertido en una forma de vida y muerte” y el texto en una “prueba de la vida interior del hombre”. Los héroes de la literatura rusa “se deslizan constantemente hacia el abismo... hacia un fracaso que se convierte en un fracaso completo de la existencia debido a la inestabilidad y carácter catastrófico y apocalíptico de la vida terrenal”. En la literatura rusa del siglo XIX se dio un giro ontológico, ya que las obras de Gogol y Dostoievski dieron nacimiento a la literatura metafísica del futuro. N.V. Gogol fue el primero en incursionar dentro de este mundo que estaba más allá del espíritu del mundo real al llamar a sus personajes “almas muertas”. En esas palabras podemos “ver” el horror metafísico de un escritor que se aproxima a los abismos del ser. Por otra parte, el “realismo fantástico” de F.M. Dostoievski rompe con los códigos estéticos del siglo XIX, ya que su búsqueda artística se basa en una idea “fundamental y clave” de que la vida es más fantástica que cualquier fantasía. Todo ello define el verdadero programa del realismo metafísico.

N. Berdiaev decía que F. Dostoievski era “el mayor metafísico ruso”, un “simbolista metafísico”, y por eso estaba convencido de que el mundo artístico encarnado en las novelas de Dostoievski sólo podía ser entendido a la luz de sus descubrimientos sobre la esencia metafísica del hombre y su posición en el mundo. Cuando Dostoievski afirmaba “no soy psicólogo...” precisamente quería dar a entender que el hombre psicosocial es imposible de representar si se ignora su dimensión metafísica, por lo que el hombre debe ser considerado como una mónada original y eterna, un arquetipo metafísico, un concepto clave de la estructura ontológica de la realidad y un “enigma cósmico” (I. Yevlampiev). El despliegue del código metafísico oculto que está más allá del hombre empírico (o “externo”, como la llama Mamleev) es un intento de alcanzar un “realismo más elevado” (Dostoievski: “Soy un realista en el sentido más elevado del término, es decir, alguien que describe las profundidades del alma humana”). Mamleev, que sigue en esto a Gogol y a Dostoievski, consideraba que tales antinomias, abismos, orfandades, destrucciones interiores, omnipresencias y la búsqueda de Dios por parte del alma rusa, no son artificiales, sino que hacen parte de “la histeria metafísica del espíritu ruso, su intento de ir más allá de todos los límites y normas” (N. Berdyaev).

Saltikov-Shchedrin comprendió que Dostoievski “no solo se aleja de nosotros”, sino que el secreto que lo convierte en un Otro reside en que el escritor “penetra más allá del campo de lo inmediato, dentro de la previsión y el presentimiento, siendo este el campo de los grandes interrogantes de la humanidad”. Es precisamente en este “campo” donde se percibe lo “oculto, lo incomprensible, lo caótico, lo grandioso y el abismo sin fondo” el lugar en que penetra la mirada artística de Mamleev, porque es precisamente esta búsqueda la que determina el ser de todos sus personajes o “seres metafísicos”. Sin embargo, Mamleev le otorga al ser una existencia real, lo cual lo acerca al realismo mágico de la literatura latinoamericana del siglo XX, donde se fusionan lo real y lo mágico, lo mundano y lo fantástico. Pero a diferencia del realismo mágico Mamleev “no recurrió al mito, sino a una especie de prosa muy tradicional y ordinaria, incorporando todas las facetas de la realidad a ella... como tejido metafórico... Por lo que estamos hablando de un género completamente nuevo... donde lo metafórico, metafísico y simbólico terminan por ‘incorporarse’ al relato realista y todo ello alcanza una síntesis” (1). Semejante síntesis es “una de las variantes de todos los procesos artísticos del siglo XX donde interactúan sistemas no clásicos de pensamiento” (2).

Sin embargo, es posible hablar de otra clase de “interacción”. Los personajes de Mamleev, capturados por esa “otra realidad”, cambian no sólo externamente, sino también en su “esencia”, es decir, se produce una alquimia humana. Mamleev llama metáforas a las transformaciones “milagrosas” de sus personajes: la crítica artística contemporánea considera que estas no son metáforas sino simulacros, imágenes artificiales o “imágenes de una realidad ausente”. Las obras de Yuri Mamleev por lo general están sobrecargadas con citas y se encuentran sumergidas en un contexto cultural y artístico muy amplio, rebelando la existencia de diferentes tradiciones literarias. Existen claras huellas de tradiciones como el Menippeae (género satírico romano, n.d.t.) y las realidades grotescas del carnaval, donde la muerte y la fiesta convergen, en cuentos cortos como La boda y Encuentros crueles. Los monstruosos personajes de Encuentros crueles parecen salir de los grabados del Bosco y de Goya: cuerpos con dos cabezas, cadáveres andantes y un hombre-oso. También es evidente la influencia de la literatura gótica de terror y el romanticismo de Hoffmann y E. Poe en tales narraciones. Además, es muy evidente en los escritos de Mamleev la inspiración que saca de la fantasía clásica rusa, especialmente todo lo que tiene que ver con las múltiples referencias a El fabricante de ataúdes y la Fiesta durante la plaga de Pushkin o Diarios de un loco y Almas muertas de Nikolái Gógol, pero sobre todo son muy claras las referencias a Fiódor Dostoievski.

La poesía de Mamleev solo se parece exteriormente a elementos posmodernos como la realidad virtual y las imágenes-simulacro encarnada en la intertextualidad áspera, sombría, chocante, fenomenal y mezclada de Mamleev que polemiza con todos los autores que cita (entendiendo esto último en el sentido más amplio posible). La variabilidad lúdica que se desarrolla en todas estas colisiones o la forma en que se solucionan los problemas a veces crea la impresión de que el pensamiento del autor es muy incompleto y contribuye a que sus obras sean vistas como un texto abierto e infinito. Sin embargo, la realidad cotidiana es el fundamento de todas las obras de Mamleev. Lo desconocido no es concebido como algo fantástico, sino como una “realidad espiritual intuitiva”. Por eso el realismo de Mamleev está relacionado con su intento de articular su idea del mundo con una especie de cosmo-antropología filosófica.

Vasia Kurolesov, uno de esos “viajeros metafísicos” de Mamleev (El Abismo), confiesa: “Todo está en su sitio, como debe ser, Dios es Dios y, aun así, incluso después de eso, ¡sigo corriendo y corriendo! ¿Hacia dónde debo correr ahora, después de haber encontrado a la Divinidad? Solamente hacia Ti, oh Señor, que estas en mi interior, hacia el yo, o en su lugar corro hacia una distancia que ningún signo puede revelar y que el vacío no puede expresar...”.

Son palabras que nos señalan el camino hacia lo supra-real o hacia un Abismo exterior – que se encuentra más allá de todo lo conocido e imaginable – e interior – donde yacen los misterios del alma humana –. De todos modos, resulta inexacto definir los viajes que se dan en estas obras con el epíteto de “viajes espaciales”. Además, el camino hacia lo trascendental que siguen los personajes de Mamleev están siempre condicionados por el realismo. En el cuento de El corredor se habla de la capacidad de Vasia Kurolesov de volar por todo el universo, visible e invisible, es resultado de su imaginación, siendo en ese sentido una consecuencia (un síntoma) de la enfermedad mental de un hombre que intentó “ir más allá de sí mismo” y sobrepasó sus límites. La parte más importante de la historia está en el capítulo titulado las “notas de un loco”, dividido en dos partes que se corresponden con dos fases de la enfermedad y dos versiones distintas de su fantasía: la primera parte se llama “Notas de Vasia Kurolesov” (“cuando corría desprendiéndose de su cuerpo”) y la segunda parte recibe el nombre de “Notas de Vasia Kurolesov después de que Zamorisheva viera que él mismo se había convertido en un monstruo de otro mundo”. El personaje de Vasia Kurolesov hace referencia a la tradición literaria de los “locos sabios” (cf.: Poprishchin en Diarios de un loco de Gogol). A pesar de haber caído en una clase de psicosis maníaca, Vasia conserva su aguda capacidad de observación y perspicacia, siendo capaz de analizar y evaluar todo lo que ve.

Contrariamente a lo que sucede con el postmodernismo, no es Vasia quien está enfermo (la enfermedad es una convención artística, decía Dostoievski), son los “hombres promedios” modernos y filisteos quienes están enfermos porque se han alejado de las utopías tradicionales y los mitos religiosos: “Mi pensamiento y mi yo vuelan por sobre todos estos mundos de mierda, aunque estos sean dichosos. Dondequiera que mire y espíe, dondequiera que meta la nariz... le doy a los transeúntes una probada de lo que es la locura y asusto a los habitantes de este lugar. Es como si hubiera evadido todas las leyes cósmicas, gracias a la voluntad de lo Invisible, y con ello pudiera espantar a todos con mi particularidad. ¡Oh, estrellitas, estrellitas! Me muero de risa”. Creo que en estas frases existe una cierta alusión a la utópica “Edad de Oro” descrita por Dostoievski en El sueño de un hombre ridículo. En este cuento, se narra la vida de los hijos de una hermosa estrella en la que cae por accidente un “hombre ridículo”, “ellos vivían en el estado en que existían nuestros antepasados en el paraíso terrenal. Entre ellos había amor y nacían los niños, pero jamás observé entre ellos crueles arrebatos de la lujuria que se apodera de casi todo el mundo en nuestra Tierra, y que es la fuente de la mayoría de los pecados de nuestra humanidad. Se alegraban cuando nacían sus hijos por ser nuevos partícipes de su dicha. No había disputas entre ellos, ni celos, y ni siquiera comprendían lo que eso significaba. Sus hijos eran de todos, porque todos componían una familia. Apenas tenían enfermedades, aunque existía la muerte; sus ancianos morían despacio, como si se quedaran dormidos, rodeados de gente que se despedía de ellos, bendiciéndolos, y despidiéndose con alegres sonrisas. No se veían ni el dolor ni las lágrimas cuando esto sucedía, sino un amor que parecía multiplicado hasta el éxtasis, pero un éxtasis tranquilo, completo y contemplativo”. Vasia Kurolesov parodia la utopía Dostoievski cuando describe una de las muchas dimensiones del Universo a las que se asomó: “Su vida, difunta madre, no transcurre como el nuestro: es muy, muy lento, ellos son una especie de parásitos que viven durante millones y millones de años. Viven dichosos, satisfechos de sí mismos, como si fueran dioses cuyos cuerpos están hechos de la sustancia más fina de todas... ¿Y qué cosa buena han encontrado en semejante alegría y dicha? Nada más que estupidez y ningún Abismo dentro de sí mismos, solo se han quedado sentados alegremente allí durante millones de años. Nuestros compatriotas se volverían locos viviendo de esa manera”. Sin embargo, Vasia también critica al inframundo y a los demonios cuando los observa desde la perspectiva de la experiencia y las necesidades humanas más importantes: “Los demonios ... viven incluso peor que los dioses. Meros bastardos que solo trabajan a favor de sí mismo, pero, sobre todo, le temen a su Amo. Y su mayor temor es ver el Abismo, lo que significa que jamás conocerán la profundidad de la realidad. Los celestiales, especialmente aquellos que tienen un rango muy elevado, se reúnen todo el tiempo junto a su Amo diciendo que vivimos en un mundo claro donde nadie conoce el mayor de todos los misterios. Los demás demonios tiemblan al escuchar sobre el Espíritu de su Amo y creen que desaparecerán una vez que lo conozcan. Viven sometido por el miedo”.

Mamleev sostiene que la aspiración de Vasia por llegar al Abismo (incluso después de haber penetrado en lo Absoluto, es decir, en Dios) es una manifestación del espíritu ruso, que tiene como principio cosmológico mediar entre el Absoluto (incluido Dios en sí mismo) y el Abismo que existe más allá de él. Tal interpretación del espíritu ruso lleva a Vasia darse cuenta que Rusia no es solamente una sexta parte del globo, sino algo más: “Por cierto, Rusia no se encuentra sola en esta Tierra pecadora”. Es necesario explicar esta frase: Y. Mamleev y T. Goricheva escribieron un libro llamado La nueva ciudad de Kitezh en el cual explican su concepción cosmológica o metafísica de Rusia. Según ellos, “la esencia histórica de Rusia se encuentra mucho más allá de nuestro mundo terrenal y es uno de los misterios más profundos de la relación entre Dios y el Cosmos... Nuestra Rusia histórica no es más que una de las muchas manifestaciones de la Rusia Cosmológica que podemos encontrar en otros planetas y en otras realidades espacio-temporales. La idea de Rusia existe más allá de nuestro mundo terrenal y humano, si esto último es cierto, entonces esta idea inevitablemente también se manifestará en otros mundos” (3). Este concepto de una Rusia Cosmológica lo encontramos en N. Berdiaev y los “eslavófilos radicales”, quienes ligaron la idea de Rusia a la idea de la humanidad, de allí que los seres que viven en la Rusia Cosmológica no solo son análogos a sus contrapartes terrestres, sino que están ligados a un determinado arquetipo humano. Es posible que existan rusos en otros Mundos-Rusos viviendo en medio de la “angustia” y la “locura”. Por supuesto, para que eso pase estos seres deben encarnar una idea rusa adaptada a su mundo.

El cuento que narra la huida del “sabio loco” hacia la Eternidad revela en realidad el mito de la Rusia Cosmológica en el que cree Mamleev.

Otro de los mitos de Mamleev es su concepto del “yo metafísico”, del “Dios que existe en mí”, que ha esbozado en sus obras filosóficas (El destino del serRusia eterna) y cuyos orígenes están en la metafísica oriental. Este concepto sostiene que el hombre es capaz de encontrar a Dios dentro de sí mismo. No solo una chispa de Dios o su conciencia, sino a Dios como un todo hasta el punto de coincidir plenamente con lo Absoluto. Uno de los muchos viajeros metafísicos de Mamleyev, Andrei Artemievich (El camino al abismo), “predicaba y practicaba una cierta enseñanza antigua y tradicional (el Vedanta) nacida en la India, pero una vez que fue comprendida e iluminada por el ardiente espíritu ruso terminó por transformarse”, es por eso que les enseñaba a sus alumnos “el concepto del yo metafísico” de la siguiente manera: "Según el Advaita-Vedanta... el principio absoluto y supremo, eterno y supra-mundano, que la mayoría llama Dios se encuentra ‘dentro’ de nosotros, lo demás no es otra cosa que un horrible sueño. Todos pueden descubrir este Yo Superior o Dios que existe dentro de uno mismo y con el cual pueden incluso identificarse, pero para ello es necesario eliminar toda falsa identificación que tengan con su cuerpo, psique, individualidad y mente, de ese modo dejan de ser ‘criaturas temblorosas’... Y el hombre se convierte en lo que realmente es: no seremos, por ejemplo, Nikolai Smirnov, o cualquier otro hombre, sino una realidad absoluta eterna, que no puede ser expresada como una existencia individual por medio del tiempo, los números o el espacio y que puede existir incluso cuando no existe ni el mundo ni el universo”.

La antropología filosófica y artística de Mamleev es una síntesis de los conceptos de la filosofía religiosa rusa y de la “idea rusa”, especialmente de las teorías de N. Berdiaev, junto con la metafísica india, el Vedanta, la enseñanza dogmática cristiana sobre la teosis del hombre, la auto-devoción nietzscheana y ciertos elementos de la filosofía de Heidegger sobre cómo el hombre se aproxima al ser. Aquí también encontramos las ideas de Dostoievski de que el hombre posee una “chispa de Dios” en su alma que lo conecta a Dios y su Hijo.

Esto no es un juego de palabras ni tampoco una defensa de que es imposible llegar a la Verdad absoluta o una especie de justificación del relativismo posmoderno. Es más bien una muy compleja síntesis entre distintas ideas alrededor de las cuales gira toda la obra de Mamleev, sin hablar del pensamiento caótico y las tinieblas en que ha penetrado el alma del hombre moderno y de las cuales el amor cristiano ya no es capaz de salvarlo: el hombre de hoy, aun reconociendo a Cristo y aceptándolo como ideal, le es imposible salvarse, porque debe “ir más allá” de la encrucijada donde se encuentra Dios y el Abismo.

El concepto del Hombre como “situación metafísica” tal y como lo entiende Yuri Mamleev es un “cuadrillón” que se encuentra de forma “intuitiva” en la alquimia espiritual del Hombre.

Notas:

1. Метафизический реализм писателя-оптимиста. Беседа с А. Вознесенским. Независимая газета. 2000, 25 мая.

2. См.: Лейдерман Н. Л., Липовецкий М.Н. Современная русская литература: 1950-1990 годы. Т. 1. М., 2002. С.17.

3. Мамлеев Ю. В. Россия вечная. М., 2002. С. 116-125. Подробнее об этом см.: Мамлеев Ю. Судьба бытия (гл. “Последняя доктрина”). М., 1997.

Fuente: https://magazines.gorky.media/october/2007/3/kto-est-ya.html