No busque ideología donde sólo hay intereses

08.06.2016

Mucha gente interesada en la teoría política, cuando piensan en los asuntos internacionales, creen que se pueden equiparar tales teorías directamente a la práctica de las relaciones internacionales (sin importar si el ámbito es político, económico, social, militar o el que sea). Nada más lejos de la realidad.

Tanto en la geopolítica de actualidad como en la geopolítica que se remonta hacia siglos pasados, la dinámica de los asuntos internacionales se basa más en el realismo que en idealismo. De forma breve, el realismo apunta a los “intereses de Estado” por los que siempre hay que avanzar para incrementar todas las esferas de poder del “Estado” al coste y del modo que sea; lo importante para los realistas es aumentar el poder de su régimen, los valores son como las mercancías: Un producto con el que comerciar. Por el contrario la vía del idealismo, de modo general, apuntaría a que uno nunca debe actuar en contra de sus ideas, aunque eso supusiera un perjuicio para el poder mantenido por el “Estado”. En pocas palabras es la diferencia entre la volubilidad del interés con la inamovilidad de los valores.

Seguro que tienen en mente alguna serie de alianzas inverosímiles que se dieron -durante más o menos tiempo- entre potencias antagónicas. ¿Cómo pudo ser que Reino Unido, que estuvo en guerras contra Francia y Rusia durante el siglo XIX, resultara que a principios del siglo XX, compusieran una alianza? La respuesta es el realismo. Coincidieron en intereses y se aliaron, sin importar que sus gobernantes predecesores animasen a la guerra entre sí.

Yéndonos detrás del escenario geopolítico, podemos ver con bastante facilidad que los dirigentes políticos de diferentes grandes potencias percibieron que con la internacionalización de la política en sus respectivos países, ya no les servía el realismo descarado y descarnado para impulsar a la sociedad hacia el camino que esas élites querían transitar, sino que necesitaban algo que mientras impulsara sus intereses, pareciese a la sociedad algo intrínsecamente bueno y correcto. Ahí aprisionaron al idealismo, pero no cómo una ideología concreta, sino como una “manta”, algo con que recubrir el realismo que nunca ha dejado de dominar en la geopolítica de las grandes potencias.

De modo que aparecieron y se profundizaron progresivamente las nociones universalistas y pretendidamente bondadosas con que impulsar las políticas internacionales. Del desarrollo que han tenido estas mantas desde fechas tan emblemáticas como 1789, en la actualidad la que destaca es la “ideología de los derechos humanos”. Con esta manta por encima, se recubre el crudo realismo que se maneja desde EEUU, ya que sigue siendo la potencia en el mundo con mayor proyección internacional (basta con hacer el recuento de las bases militares que tienen en todo el mundo, dos de ellas en España).

Da cuenta de esta falsedad de ideología que recubre el realismo dominante cuando nos topamos con la voluble calificación de grupos armados como terroristas o como luchadores por la democracia, aunque ambos grupos cometan los mismos crímenes deleznables. Es el interés de “Estado”, esto es, de las élites que dominan en un momento concreto, lo que está en el fondo de esa cubierta con amables palabras de la “ideología de los derechos humanos”. El interés por acaparar más poder en todas partes y en todos los ámbitos que estén a mano de los gobernantes de las grandes potencias metidas en el “juego geopolítico”.

Por tanto, yo diría que no hay que buscar ideología donde no la hay, y por el contrario hay que procurar tirar de la manta (nunca más oportuno), porque en el mundo de la imagen y los discursos de una frase, la simplicidad para las masas recubre la multidimensionalidad de intereses que tienen las élites en el poder, que actúan para sus intereses, y la ideología en que se escudan es sólo un señuelo para distraer la atención general de sus tramas y ardides.