La teología del hiper-objeto y la hiper-pandemia
Morton utiliza el término filosófico de “hiper-objetos” para describir entidades que se encuentran por fuera de nuestra conciencia y que se hallan “fuertemente distribuidas tanto en el tiempo como en el espacio, trascienden la especificidad espacio-temporal, algo que podemos observar en el calentamiento global, la espuma de poliestireno, el plutonio radiactivo” (2) y, al parecer, también en el Covid-19.
Sin embargo, si queremos comprender de que estamos hablando, debemos tener en cuenta que Morton es uno de los “clásicos vivos” del realismo especulativo y de la cada vez más popular ontología orientada hacia los objetos, la cual plantea una especie de “magia realista” y “teología oscura” que recomiendo entrar en contacto con entidades “demoníacas” que existen dentro de los objetos y que se hallan dentro de un espacio totalmente caótica, destructivo e ilusoria (aquello que antes era denominado como “el mundo”). Por tanto, los “hiper-objetos” poseen una dimensión espiritual que será asumida por las sociedades del futuro de un modo muy semejante al asombro religioso. En ese sentido, los hiperobjetos serían los “dioses” que darían nacimiento a una Nueva Era.
Morton sostiene que “los hiperobjetos son un verdadero tabú, ya que se trata de la inversión demoníaca de aquello que la religión denomina como sustancias sagradas… ¿Acaso no resulta irónico que sociedades tan materialistas y seculares hayan sido capaz de crear estas sustancias espirituales superiores?”.
En realidad, todo esto resulta bastante sencillo: cualquiera que dijera semejante cosas en una sociedad tradicional (especialmente si usará repetidamente el pronombre “ellos” en lugar de “él” al referirse a sí mismo) sería considerado un poseso: “Pues Él decía: Sal, espíritu impuro, de ese hombre. Y le preguntó: ¿Cuál es tu nombre? Y le dijo: Legión es mi nombre, porque somos muchos” (Mc. 5:8-9). Sin embargo, en el mundo de hoy precisamente son estos seres los que crean nuestro vocabulario y nuestros conceptos filosóficos los cuales, poco a poco, se convertirán en realidades evidentes para la gente común.
Ahora bien, resulta que Timothy Morton se graduó del St Magdalene’s College de Oxford, donde en algún momento un famoso pensador cristiano impartía clases: Clive Staples Lewis. Lewis escribió a finales de la década de 1930 un famoso libro titulado Esa horrible fortaleza, cuya trama gira alrededor de que los científicos británicos intentan apoderarse del planeta mediante el uso de demonios. Estos científicos llaman a estos espíritus impuros “macrobios” (“hiper-objetos”) y su proyecto se resume en la imposición del transhumanismo (“el individuo se convertirá en el cerebro de la sociedad y la raza humana devendrá una tecnocracia”), la reducción de la población y la promoción del arte moderno como un medio para “eliminar” la subjetividad humana. Además, en algún momento desean imponer una dictadura médico-sanitaria donde “el tratamiento es continuo, ya que jamás termina hasta que no se encuentre una cura, y si un paciente termina por curarse es algo que no decide un tribunal. Tratar a un enfermo es un gesto de humanismo, pero es mucho más humanista prevenir una enfermedad”.
El libro de Lewis termina con la intervención de las fuerzas angélicas, pues en un mundo dominado por la “ontología orientada hacia los objetos” y “científicos británicos” que han hecho un pacto con los demonios solo un acontecimiento excepcional puede resolver las cosas. Al fin y al cabo, es imposible que los seres humanos comunes resistan semejante envestida: “Acudieron a los dioses, pero estos no les respondieron y en su lugar hicieron caer el cielo sobre ellos”.
Posdata:
Por otra parte, resulta interesante que uno de los colegas de Morton, Dominic Boyer – un defensor del movimiento antifa estadounidense y gran promotor del transhumanismo – haya propuesto la creación del concepto hipo-sujeto (4) (es decir, un infra-sujeto), el cual debería de sustituir al ser humano en el marco de un mundo dominado por “hiper-objetos”. Boyer dice sobre el hipo-sujeto lo siguiente:
“Los hipo-sujetos son la especie autóctona del Antropoceno y apenas estamos empezando a descubrir lo que pueden ser o llegar a ser”.
“Al igual que su entorno hiper-objetivo, los hipo-sujetos también son polifacéticos y plurales: no existen ni aquí ni allí y son menos que la suma total de sus partes. En otras palabras, son seres subyacentes más que trascendentes. No persiguen ni pretenden poseer un conocimiento o un lenguaje absoluto y mucho menos obtener poder. En vez de eso, se dedican a jugar, preocuparse por cosas insignificantes, adaptarse a las circunstancias, experimentar el dolor o reír.
“Los hipo-sujetos son necesariamente feministas, coloridos, queer, ecológicos, transhumanos e intrahumanos. No reconocen las reglas de juego que ha impuesto la androleukoheteropetromodernidad ni el comportamiento de la especie que hoy domina sobre el planeta. Además, los hipo-sujetos miran con felicidad-horror las fantasías de extinción, porque ya sea antes, ahora o después, ellos siempre serán muchos”.
La filosofía de Boyer considera que el populismo y el fenómeno Trump son intentos de retrasar el nacimiento de los hipo-sujetos ya que tratan de defender a una especie biológica “anticuada” (“seres frustrados”) en lugar de volar más alto y superar la gravedad. Es por eso que Boyer recomienda que los “seres vivos” deberían extinguirse, pues de lo contrario no surgirán otros. En este nuevo mundo que está surgiendo no hay espacio para los seres humanos.
Notas:
1. https://www.newyorker.com/culture/persons-of-interest/timothy-mortons-hyper-pandemic