La tecnología es una maldición que pesa sobre la humanidad
El desarrollo de la tecnología – principalmente por parte de un Occidente enloquecido – es ya una forma de escalar la guerra, pues la mentalidad agresiva de Occidente quiere utilizar todos sus desarrollos tecnológicos en este conflicto. Debemos recordar que toda tecnología es ante todo tecnología militar y que su aplicación en esferas civiles es solo una consecuencia secundaria. Antes que nada, el desarrollo tecnológico es impulsado debido a la necesidad de crear armas más eficaces, precisas y destructivas. La guerra crea un espacio de muerte y la tecnología también: su propósito principal es matar y garantizar el aumento del poder, la fuerza y la hegemonía de quien la controla.
La misma naturaleza de la tecnología es siniestra e incluso fatal hasta cierto grado, especialmente porque va dirigida en contra del ser humano. Uno de los efectos de la tecnología es la deshumanización de la guerra, debido a que la priva de su dimensión humana: tal antihumanismo de la técnica conduce directamente a la abolición de la humanidad por medio del posthumanismo, la Singularidad y la IA. Cada nuevo descubrimiento tecnológico es un nuevo paso hacia la deshumanización y no añade nada nuevo, sino que elimina otro elemento importante de nuestro ser. El aumento de la tecnología es una destrucción de nuestro ser.
La relación que existe entre la tecnología y la muerte conduce lógicamente a una guerra entre las maquinas y el ser humano. Las distopias de la ciencia ficción no son más que una exacerbación de las tendencias mismas que existen en nuestra civilización técnica. No resulta difícil extender esta visión del futuro desde el pasado pasando por el presente. El futuro se encuentra predeterminado por una serie de estructuras semánticas que dan forma a la historia. Y la tecnología es una maldición que pesa sobre la humanidad. Es por eso que la ciencia ficción actual únicamente nos describe un futuro negro donde el triunfo de la tecnología será el triunfo del mal.
Los amos de la tecnología son los perfectos exponentes morales y espirituales de lo peor de nuestra cultura, por lo que han perdido su alma. Pero para contrarrestar este problema debemos estar a la altura de estos tecno-dementes: para vencer al demonio es necesario convertirse en un demonio. Tal idea es cuestionable y problemática, ya que si la tecnología es mala intrínsecamente no dejará de ser mala incluso si se encuentra en buenas manos, porque tales manos, que sostienen la maldad de la máquina, pronto dejarán de serlo. Se trata de un problema metafísico complejo que no podemos ignorar. No existe una solución fácil, aunque es absolutamente necesario el plantearlo.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera