La peligrosa ignorancia de los necios
Con esa prepotencia que caracteriza a los acólitos de todo lo que hace y deshace el país de las barras y las estrellas, la de los que creen saber lo que no saben, a los cuales Sócrates ubicaba en la peligrosa ignorancia de los necios, un ciudadano de ese país nos hizo la temeraria afirmación de que su adorado imperio podía destruir en pocas horas el poderío militar de Rusia y China juntas. Con la debida prudencia y respeto que nos merecen las voces discrepantes de nuestras opiniones nos permitimos responderle lo siguiente, que deseamos compartir:
Tienen ustedes la lengua tan suelta cuando hablan de guerra entre naciones porque no la conocen en su propio territorio. Ni por asomo la han sufrido como sí otros pueblos, entre los que se cuentan los que hace referencia. En esa infinita estupidez humana de la que hablaba Einstein les cuesta identificar un país en el mapa, ignoran quiénes son sus habitantes, su historia, su lengua y su cultura. Solo cuando deciden invadir para asegurar dominios y de paso saquear riquezas se informan bien.
Viven de apariencias y llenan sus bocas de falsedades porque carecen de argumentos. No podrían jamás tenerlos para justificar tanto crimen, como los que siguieron a las bombas atómicas arrojadas sobre dos ciudades indefensas matando a cientos de miles de inocentes; uno de los peores genocidios de la historia sobre el cual no les ha pasado siquiera por la mente pedir perdón. Las innumerables invasiones, el uso de armas químicas y los golpes de Estado en América Latina y en otras latitudes para imponer cruentas dictaduras, son parte de una dramática historia que sigue provocando grandes cataclismos sociales de refugio, locura y cementerios.
El recuento del arsenal que dice poseer su país, que con tanta petulancia, altanería y “orgullo” exhibe usted, solo ha demostrado servir para aplastar a otros como parte de ese típico matonismo que los caracteriza. Finalizo mi respuesta para decirle que lo suyo no es más que un típico “botellazo de cantina” en esos ambientes que tan bien nos describe Hollywood, de licor barato, plomo y boñiga, la pianola que toca sola y sus “damitas” heroínas. Pero, felizmente, los que así se comportan son cada vez los menos, para bien de la pervivencia de la especie humana y del propio planeta tierra.