La eterna epifanía del pueblo ruso
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
La Fiesta del Bautismo es llamada en la tradición ortodoxa como Epifanía o simplemente Aparición, que viene del griego Επιφάνια. Los católicos asocian el término Aparición, Επιφάνια, con el culto a los Reyes Magos. Ambos acontecimientos de la historia sagrada, tanto la Natividad de Cristo como la adoración de los Reyes Magos, y el Bautismo de nuestro Señor Jesucristo en el Jordán, pueden ser llamados la "Aparición" o la "Epifanía", es decir, Επιφάνια o Θεοφάνια.
Dios nace en Belén y aparece en el mundo como Hombre. Se hace evidente, simplemente existe. Y criaturas tales como los ángeles, los reyes Irán (los portadores de la monarquía universal), los pastores e incluso los animales domésticos llegan para adorarlo alrededor del pesebre de la Natividad.
Jesús es bautizado por San Juan Bautista en la Fiesta del Bautismo y es en ese momento cuando comienza a predicar. Y la epifanía es el momento en que de nuevo se produce el descenso del Espíritu Santo en forma de paloma:
16. Bautizado Jesús, al instante salió del agua. Y he aquí que vió abrírsele los cielos y al Espíritu de Dios descender como paloma y venir sobre él,
17. mientras una voz del cielo decía: Este es mi hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias.
Mateo 3: 16-17
El descenso de la paloma y la voz sobrenatural del mismo Dios Padre ponen ahora de manifiesto la misión de Jesucristo. Después de eso, Jesús se retira al desierto. Aquí es donde comienza su predicación.
En la cronología de la vida terrenal, estos dos eventos están separados por 30 años: el nacimiento y el comienzo de la predicación terrenal. Pero en el círculo que conforman las fiestas anuales, ambas celebraciones suceden casi al mismo tiempo. Y luego de esto se produce un gran fenómeno y el comienzo de un milagro. Y no es casualidad que ambos eventos sean muy cercanos en el tiempo al solsticio de invierno, es decir, al momento en que la luz del sol alcanza su punto más bajo y comienza de nuevo a crecer. Solo la aparición de Cristo no sucede de forma natural, ya que es superior a la misma naturaleza. Es el momento en que se manifiesta la Eternidad al interior del tiempo, lo que significa que el tiempo mismo se transforma.
Cristo cambia la esencia misma del tiempo al haber nacido dentro del tiempo. Antes de eso, el tiempo transcurría de forma normal, pero ahora todo ocurre de forma inusual. El tiempo solía fluir del pasado hacia el futuro, pero ahora ha cambiado drásticamente su curso. Esa es la esencia de la Buena Nueva, la gran noticia que nos transmite el Nuevo Testamento. Anteriormente, todo seguía un curso determinado por la costumbre, pero al Manifestarse Cristo cambió por completo esta secuencia, al igual que la estructura del tiempo.
Las antiguas tradiciones de la Iglesia dicen que cuando Jesús entró en las aguas del río Jordán, la corriente del río se detuvo y retrocedió, fue incapaz de atreverse a tocar el cuerpo del Creador. Así que se repitió el milagro del Mar Negro, el momento en que las aguas terminaron por separarse frente a Moisés y frente al pueblo elegido cuando estos huían del Faraón.
Encontramos ecos de esta tradición en el Troparion (1) cuando cantamos acerca de la Bendición del Agua:
Tú has venido, Señor, recibimos tu visita como tus siervos, pidiéndote el bautismo, tu que no conoces el pecado: vemos como cae el agua que nos ofreces y sentimos miedo.
Nosotros somos como las aguas del río Jordán que temieron a Dios, que temieron su Aparición. Ellas tenían miedo y se detuvieron al verlo, esta misma idea lo encontramos en los versos de los stichera (2) que celebra la fiesta del Bautismo escritos en la Gran Pavechery:
Al reconocerte el río Jordán tuvo miedo y se detuvo.
Tenía miedo, se congeló de horror y fluyó en sentido contrario:
El río Jordán terminó por fluir al revés, sin atreverse a tocarte.
El río es uno de los símbolos naturales del tiempo. La manifestación de Cristo durante el bautismo cambió por completo la dirección del tiempo. Las aguas del tiempo no pueden volver a fluir como lo hacían antes, fluyendo desde el pasado hacia el futuro, ahora ellas fluyen en dirección contraria, del futuro hacia el pasado. Y no es una coincidencia que el recipiente bautismal sea llamado por nosotros, en el rito del Bautismo "el lugar donde el agua nos hará renacer", es decir, que la inmersión y la purificación prepararan a nuestro "ser para el futuro", la antigua palabra eslava "paki" significa simplemente "futuro", "nuevo", "aquello que únicamente está destinado a hacerse realidad"...
Cristo, al dejar el Jordán, libera a la creación del tiempo y de la causalidad lineal. Y en la stichera que cantamos para llevar a cabo la Bendición del Agua se establece claramente esa idea:
Cristo es bautizado y asciende fuera del agua, el erige la paz consigo mismo, y mira hacia el cielo del cual todos se habían divorciado, incluso Adán se había encerrado en sí mismo y a los que estaban con él.
Jesús recreo al mundo después de su Bautismo; sustrajo al mundo fuera del tiempo. La manifestación hizo que el mundo fuera esencialmente diferente. Adán cerró el cielo debido a la caída, pero Cristo lo abre. Desde la Caída hasta el Bautismo, el tiempo fluyó hacia abajo, y ahora el tiempo fluye hacia arriba: y no solo hacía las fuentes celestiales, sino incluso sobre toda hacia la cima, hacia más allá del límite superior al mismo. La epifanía cambia la naturaleza de las cosas, de los elementos, del espacio y, sobre todo, del tiempo. La Eternidad ya no existe fuera del tiempo, sino dentro de él, existe en el centro secreto de las cosas. Este es el momento más importante de la Iglesia. Se produce una estructura diferente y una orientación diferente. Este es el momento del gran retorno. Es el tiempo de la Epifanía.
Los rusos viven el milagro de la Epifanía en toda su plenitud. No solo en el interior de su espíritu, sino con todo su ser. Tanto en su alma como en su cuerpo. Y así mismo la noche se convierte en día y el invierno en verano. Nos sumergimos en el Jordán, descendemos con Cristo, para que, junto con toda la creación, seamos renovados junto con Él ahora que el cielo ha sido abierto. Y ahora los ríos, los árboles cubiertos por la nieve, nuestra tierra y nuestro invierno ruso están contentos y son elevados con nosotros en medio del aire frío y estrellado. Y los copos de nieve terminen por fundirse con la luz de las estrellas rusas y las constelaciones ortodoxas.
El momento de la fiesta del Santo Bautismo es el momento de la Epifanía. El milagro que se nos había prometido se ha hecho realidad, se nos manifiesta. Y ya nada nos provoca miedo y ni siquiera nada nos duele en absoluto. No existe ni el frío ni la soledad:
Hoy todas las criaturas han sido iluminadas, hoy todo el mundo goza, tanto el cielo como la tierra gozan juntos, los ángeles y los hombres se mezclan: el Rey esta con nosotros y restaura el orden.
La luz con la que somos iluminados en el agua bautismal - en el servicio bautismal - es la luz interior. Sólo así, en nuestro interior, encontramos a Cristo, al Rey, que debería ser nuestra epifanía, aquel que ilumina a Rusia. En él, la tierra está unida al cielo y a la gente, junto con los ángeles. Rusia es inseparable de la Iglesia. El tiempo es la Eternidad. Todo resulta confuso: todas las puertas están abiertas, todos los cuerpos y todos los hechos son transparentes como el hielo.
El hielo y el agua: la eternidad y el tiempo, la robustez de lo sólido y la suavidad de la fluidez. Vivimos el momento de la Epifanía rusa con todas nuestras sensaciones, sentimientos, pensamientos e intuiciones.
Ahora sabemos todo sin decir ni una palabra. Somos el pueblo del sol odulto de la medianoche que aparece con la Epifanía. Somos su pueblo:
Cuando el sol venga a la Virgen, al ver el brillo de la lámpara estéril, en el Jordán pedimos nuestro bautismo y clamamos con horror y alegría: Tú me santificas, Maestro, Tu Divina epifanía.
Notas del Traductor:
1. Un troparion (griego τροπάριον, plural: troparia, τροπάρια; georgiano: ტროპარი, "tropari" eslavo eclesiástico: тропа́рь, tropar) es, en la música bizantina y en la música religiosa del cristianismo ortodoxo oriental, un himno corto que tiene apenas una estrofa o que está organizado en más formas complejas como series de estrofas.
2. Un sticheron (griego: στιχηρόν "en versos"; plural: stichera; griego: στιχηρά) es un himno de un género particular que debe cantarse durante la mañana (Orthros) y el servicio vespertino (Hesperinos) de la Iglesia Ortodoxa y los Iglesias católicas orientales que siguen el rito bizantino. Las stichera generalmente se cantan en alternancia con o inmediatamente después del salmo u otros versículos de las Escrituras. Estos versos se conocen como stichoi (cantar: stichos), pero la poesía sticheraric generalmente sigue el hexámetro y se recopila en un libro propio llamado sticherarion (griego: στιχηράριον). Un sticherarion es un libro que contiene la stichera para los servicios matutinos y vespertinos durante todo el año, pero las composiciones de canto en los melos sticheraric también se pueden encontrar en otros libros litúrgicos como el Octoechos o el Anastasimatarion, o en la Antología para la Divina Liturgia.