La batalla por Ucrania y el cuarto paradigma político
Desde hace años, en determinados círculos, ha sido impulsado el presupuesto de la necesaria superación de las categorías políticas pre-existentes en favor de una nueva definición. En cuanto necesidad histórica es fundamental comprender su naturaleza estructural, para tomar conciencia del nuevo contexto político en el que tendremos que posicionarnos, elegir el campo y determinar el alcance de la batalla.
Tal presupuesto identifica en la época de la política posmoderna, la actual fase posdemocrática, el agotamiento terminológico y narrativo de las categorías de posicionamiento tales como derecha e izquierda, y la oportunidad de formular un paradigma político actual, que sepa proponer una línea teórica además de trazar un recorrido estratégico por uno de los dos polos del nuevo antagonismo político.
Los acontecimientos del Euromaidán, la anexión de Crimea al territorio de la Federación Rusa y la declaración de independencia del Donbass, seguida por la fundación de la entidad estatal en formación de la Nueva Rusia, han puesto de manifiesto esta necesidad, en particular gracias a la vacía charla de ciertos representantes culturales de las más dispares filiaciones políticas, los cuales rápidamente han demostrado cómo sus tesis estaban privadas de fundamento, vaciándolas incluso de sus propios principios en función de la estéril conservación de formas políticas y estratégicas obsoletas.
Es oportuno señalar cómo nuestra batalla, en función de la constitución de un nuevo paradigma político, inserto dentro de una nueva polarización, es eminente narrativa. Nuestra guerra se libra en el frente del significado. Nuestra tarea será levantar los antiguos estandartes arrugados y dejados en el pudridero del barro del campo de batalla ya abandonado, para darles nuevo lustre y renovado vigor.
Hacia un nuevo horizonte de conflicto
Ponemos el agotamiento de la polarización derecha-izquierda en función de la bien fundada, y contextualmente evidente oposición entre tendencias comunitarias y (neo) liberales, como el punto de partida de nuestra discusión. Este es el reconocimiento principal para entender el tiempo presente y formular una teoría política coherente que lleve adelante históricamente los principios políticos de todo sujeto que esté interesado en participar en el nuevo conflicto político.
Es dentro de este sistema de oposición donde deben ser colocadas las viejas narraciones políticas, con especial atención a los principios que las fundaron. Es importante establecer cómo en el sector comunitario, y también en el liberal, convergen cada día diferentes identidades políticas, caracterizadas a menudo por historias profundamente diferentes, por luchas (teóricas o materiales) por el control exclusivo de ciertos sectores estratégicos (narrativos o físicos).
El principal problema para los que se identifican con el ámbito comunitarista es la falta de aquella cohesión que, por el contrario, es típica del campo liberal, el cual, gracias también a su propia concepción fundante del mundo basada en el predominio del concepto de valor en su manifestación tangible de forma-mercancía, logra garantizarse una reformulación más rápida de la propia identidad en función del puro interés. Por contra, el ámbito comunitarista todavía no se reconoce a sí mismo como tal. La búsqueda de visiones del mundo, si no análogas seguramente compatibles, no ha llevado a todos aquellos representantes de las diferentes narrativas que deberían, con conocimiento de causa, encontrarse en el terreno común del comunitarismo, al reconocimiento del nuevo horizonte político. En el mejor de los casos, determinados grupos que forman parte de estos sectores han emprendido un necesario camino de vanguardia teórica dirigido al reconocimiento de la necesidad histórica, por desgracia viajando de forma paralela hacia los mismos objetivos. En estas condiciones la batalla estratégica se podría perder, y el riesgo es el logro histórico del Absoluto neoliberal. No podemos permitir que esto suceda.
Es en este sentido que la formulación de un nuevo paradigma político se hace necesaria para el polo comunitarista, en tanto en cuanto el neoliberalismo ha encontrado su propia identificación en la proposición de la realización del Capitalismo Absoluto. Esta teoría política debe, sobre todo, permitir identificarse con ella a todos los que pertenezcan a una identidad política sustancialmente comunitaria. La tarea de la nueva teoría política es por lo tanto sustancialmente inclusiva, permitiendo la realización de múltiples narraciones sustancialmente comunitarias en un único absoluto. Para ello, es necesario declarar una guerra abierta al lenguaje, prisión del sentido, a través de su reformulación y de la demostración experiencial estética. El Capitalismo Absoluto es quien primero ha reformulado el lenguaje en sentido consumista y mercantilizante, después de haberse impuesto experiencialmente gracias al salvajismo desatado en el perfil antropológico del hombre-consumidor. Aunque el Capitalismo Absoluto esté por delante respecto al frente comunitario, en relación al encuadramiento de la necesidad histórica y de la conquista de las almas a través de la demostración experiencial de la propia magnificencia, y de la colonización del imaginario colectivo a través de la creación/manipulación del lenguaje, también ha descendido varios peldaños hacia su tumba, avanzando hacia su agotamiento histórico.
Al pragmatismo absoluto de los intereses neoliberales, manifestado hoy en la forma del Capitalismo Absoluto, el Capital en su fase virtual e ideal, es necesario contraponer por lo tanto la consustanciación de las narraciones históricas comunitarias dentro del nuevo paradigma político. El terreno común en este caso debe encontrarse en todas aquellas narraciones que afirman la injusticia del presente estado de cosas, la necesidad de su derrocamiento, la reintegración total del hombre en su plenitud y el fin de su alienación histórica. En definitiva, la base de la fundación de la nueva teoría política debe descansar en la comprensión de que el polo comunitario está efectivamente fundado sobre los excluidos de la sociedad, de la visión del mundo o del modo de producción liberal-capitalista, o a partir de los que están descontentos, y que el filósofo italiano Constanzo Preve definió como los poseedores de la “conciencia infeliz”. Al considerar nuestra era como la de la victoria del capital (convertido por lo tanto en “absoluto” al menos nominalmente, y casi omnipresente), se hace evidente cómo todo marginado (económica, ideológica y existencialmente) del peor de los mundos posibles se convierte en un potencial interlocutor y aliado de la nueva teoría política dentro del polo comunitario.
Por otra parte, la nueva teoría, según ha dicho Aleksandr Dugin, debe proponer como objetivos fundamentales la garantía de los derechos de los pueblos entendidos como comunidades de destino, y un enfoque policéntrico omnidireccional basado en la coexistencia de estos pueblos, de los caminos de civilización, de las culturas, de las narraciones históricas y de las visiones del mundo, de los polos geopolíticos, garantizando, en definitiva, el derecho a la diferencia.
Ucrania 2014: casus belli ideologicus
Como ya se ha dicho en la introducción, es en la trágica crisis de Ucrania de 2014, ahora en su fase más dramática, donde encontramos la prueba de fuego de nuestra tesis. El hecho de por sí ha revuelto el punto de vista político de la mayoría de los sectores políticos europeos “antisistema”, seguramente los de menor visión de futuro. Ha bastado una regusto de la técnica de la guerra de cuarta generación para confundir las ideas de los herederos de las, sin embargo, nobles historias políticas.
Este es el caso, en particular, de la derecha y de la izquierda radicales europeas que, bien lejos en todo caso de ser dos bloques monolíticos de intereses contrapuestos, en realidad son entidades puramente nominales, constituidas por identidades y estrategias muy diferentes. Más bien, se dividen en varios grupos poco incisivos y a menudo auto-referenciales que dan testimonio, en última instancia, de la progresiva despolitización de estos ambientes políticos, transformados en “áreas” de pertenencia identitaria,verdaderas y propias comunidades paródicas que navegan en la turbulencia de la modernidad líquida.
En el marasmo interpretativo y en bancarrota, que tuvo un digno antecedente durante las revueltas árabes, la tesis principal sostenida por ambas partes generalmente fue la definición del conflicto de Ucrania en términos de conflicto inter-imperialista, como la confrontación entre el imperialismo estadounidense y el ruso: el choque de los relativos intereses opuestos tal y como en la época de los egoísmos nacionales.
Que la tesis haya sido compartida tanto por la derecha como por la izquierda radicales demuestra un elemento incontestable: la tesis ha sido expresada no en virtud de las ideologías políticas profesadas y de las respectivas narraciones, sino como vestigio de una época iniciada hacia finales del siglo XIX y conluida con el fin de la Segunda Guerra mundial, la época de los imperialismos.
En el mismo paradigma interpretativo, en el caso ucraniano, cual la oposición entre dos imperialismos distintos, izquierda radical y derecha radical han respondido al mismo tiempo de acuerdo a la propia orientación ideológica: en el menor de los casos se han abstenido de tomar posición en contra de un choque entre dos imperialismos, en el peor de los casos, han tomado posición a favor de los peones que trabajan más o menos conscientemente a favor de los intereses estadounidenses.
Es, en cambio, en la propuesta de la nueva teoría política (la cuarta después de la afirmación del liberalismo histórico, de su antítesis social-comunista y de la síntesis fascista) donde encontramos claridad en el análisis en relación con las intenciones eminentemente comunitarias a seguir.
Encuadrada en el contexto de la transición del mundo unipolar liderado por los EEUU, que representa geopolíticamente la realización formal de los intereses del Capitalismo Absoluto en su forma financiera y apátrida, al mundo multipolar, o dividido en grandes espacios de integración regional predominantemente autónomos que coincidan con las áreas de civilización histórica y en igualdad de condiciones en un equilibrio estable de poder, el interés del polo comunitarista debe estar realmente a favor de un acuerdo global multipolar. Habiendo tomado nota de la eficacia de la globalización en la aplicación de la técnica (penúltima forma de fuerza nihilista antes de la economía), la alternativa consciente al monopolio de la fuerza del capital; a la destrucción de la especificidad local como la etnia, la religión y la sociedad; a la deshumanización antropológica puesta en práctica en el proceso de cumplimiento de la hybris liberal; a la realización definitiva del mercado global, es únicamente la alternativa multipolar. La realización de grandes espacios geopolíticos, deseada ya por los profetas de la escuela geopolítica alemana, representará el colapso de la hegemonía global de la ideología liberal, mutilada ahora de su fuente de sustentación, el mercado global, y de su fuerza estratégica, el control estadounidense sobre el destino del mundo. Es evidente que de la realización de la alternativa multipolar dependerá la afirmación del polo comunitarista: ella determinará el fin del predominio del capital financiero, un sensible paso adelante hacia la realización de la sociedad del trabajo, y la afirmación de la alteridad cultural, que reconstruirá diferencias y tradiciones.
Puesto que el camino que conduce a los pueblos a la afirmación de un equilibrio mundial fundado sobre la coexistencia y el diálogo entre las civilizaciones, debe ser el punto de partida en el interés del polo comunitario, la crítica debe por lo tanto dirigirse contra la concepción pasadista que todavía ve oponerse sobre el tablero internacional distintos imperios nacionales. El hecho es que la época de los imperialismos fue reemplazada rápidamente desde Yalta por la época de la contraposición bipolar y, aún más rápidamente, desde el ascenso del único imperante imperialismo estadounidense al inicio de los años 90, con el colapso del bloque soviético. Hablar de conflicto inter-imperialista – retomando la fórmula leninista válida ciertamente para el primer conflicto mundial – en la era de la realización del imperialismo mundial, significa utilizar esquemas anteriormente válidos pero ahora obsoletos. Hoy sólo veremos sobre la zona de operaciones al imperialismo hegemónico, a los sub-imperialismos de determinados países, y la oposición contra hegemónica representada por los BRICS y los países no alineados.
Quién dice querer defender los intereses de los trabajadores o las tradiciones de los pueblos debe tener todo esto en cuenta. No hay alternativa para los trabajadores dentro de la mecánica del capitalismo financiero promovido dentro del sector de seguridad euroatlántico, entre precariedad, desindustrialización, deslocalización. Tampoco existe una alternativa para las tradiciones y las identidades sino en el seno de un mundo multipolar, donde pueblos y naciones sean protegidas dentro de las grandes integraciones regionales de los grandes espacios geopolíticos.
La batalla por Ucrania, hoy, no representa únicamente una batalla de Rusia. La batalla por Ucrania en el sentido más absoluto es una batalla por el mundo multipolar. Los principios más profundos de las formas políticas históricas del trabajo y de la autodeterminación de los pueblos son llevados a cabo hoy por la resistencia del Donbass. Confundir a los militantes del Sector Derecho con los representantes de la identidad nacional, es tan grave como no entender la necesidad para los trabajadores de alinearse con las economías emergentes de los BRICS, con sus modelos económicos alternativos. Hoy, los verdaderos patriotas comprenden que la batalla por Ucrania es también su propia batalla contra el avance noratlántico hacia el corazón del continente, así como los mineros del Donbass luchan y mueren ya por la verdadera independencia respecto a un gobierno que prevé aplicar las peores medidas de austeridad y la venta de la soberanía, siguiendo un modelo de tecnocracia posdemocrática y antipopular que los europeos occidentales conocemos muy bien ya.
La lucha en Ucrania es la lucha contra el Capitalismo Absoluto, por un mundo multipolar. Para ganar, el enemigo ha utilizado en primer lugar el arma de la confusión, usando nuestras palabras, nuestros símbolos, nuestras ideas. Hemos visto demasiado. El imperativo para todos los defensores de los principios comunitarios, orientados hacia una nueva perspectiva política, es el de conocer la verdad para poder transformar el mundo. Combatir desde el comunitarismo, o vivir como esclavos. La decisión es tuya.