El pueblo ruso como el trono de Dios

22.04.2022

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera

En su magnífica obra sobre Los dos cuerpos del rey Ernst Kantorowitsch hace una reflexión sobre los dos cuerpos del burro sobre el cual Jesucristo entró en Jerusalén, pues no se trataba de un burro ordinario sino de un burro que había sido elegido desde la eternidad: el asno en el que se sentó el Cristo existe en el cielo rodeado de Querubines.

No solo existe un “segundo cuerpo” del rey (es decir, “luminoso”, “solar”), sino que también existe un “segundo cuerpo” del burro sobre el cual los teólogos de la Edad Media debatieron muchísimo. El Evangelio dice que el burro sobre el cual montó Cristo fue devuelto a su dueño, pero los teólogos señalan que esto solo se refiere al cuerpo material del burro, pues su segunda naturaleza jamás fue devuelta, sino que se convirtió en el trono de los Querubines sobre el cual el Señor descansa. Este segundo cuerpo no puede ser devuelto porque hace parte de la eternidad y los tropariones y cantos litúrgicos afirman que el trono de Dios “se parece a un asno”. También en el cielo este asiento existe. Ahora bien, el pueblo ruso es el trono sobre el cual Jesucristo se ha sentado y mientras sigamos siendo fieles seremos un pueblo donde Dios habita. Somos un pueblo elegido por Dios y ese es nuestro destino: una vez que asumamos esta misión ya no habrá vuelta atrás. Por supuesto, nuestro primer cuerpo no nos sirve de nada porque Dios no está allí, pero nuestro segundo cuerpo se ha convertido en el trono de Dios que nos llevará hasta la victoria.