Consecuencias para España del acoso estadounidense a Venezuela (II)

Veíamos también que este seguidismo contrastaba con la política anterior de la práctica totalidad de los gobiernos españoles, independientemente de su color político. En el peor de los casos, cuando la presión estadounidense era fuerte y se cedía ante ella, antes de Rajoy se disimulaba (con la parcial excepción de su predecesor del PP, José María Aznar) mediante una política de gestos amistosos e invocaciones a la hermandad hispanoamericana.

Esa retórica de la Hispanidad fue usada profusamente por los gobiernos del General Franco (1937-1975). Que en el caso hispanoamericano llegaba a enfrentarse abiertamente a los EE.UU., fuese a propósito de Cuba, de Chile, de Santo Domingo o de la Argentina. Se equivocaba el Presidente de la República de Venezuela, Nicolás Maduro, cuando el día 14 de marzo llamaba franquista a Rajoy: quizá en los últimos cuarenta años no haya habido en España gobierno más alejado del franquismo que el actual.

El exabrupto de Maduro venía a cuenta de los términos de abierto apoyo (y, todo hay que decirlo, de descarada injerencia en los asuntos internos de Venezuela) de Mariano Rajoy a la oposición venezolana, tras recibir el Presidente del Gobierno español a Mitzy Capriles, esposa del detenido Alcalde de Caracas, Antonio Ledezma.

¿Debería un Gobierno español permanecer indiferente ante la escalada represiva que vive Venezuela? Por supuesto que no. Pero la labor de moderación y mediación que debería llevar a cabo resulta imposible tras apoyar sin fisuras la política de agresión estadounidense, e incompatible con el uso de lenguaje tan poco diplomático como el utilizado por Rajoy. Podrá argüirse que el lenguaje del régimen venezolano es a menudo intolerable: ¿justifica eso que el español se rebaje al de cipayo de los EE.UU.?

El cerco no ya sólo al régimen llamado bolivariano, sino al país entero, está estimulando la escalada represiva a la que nos referíamos. Algo que no sólo no parece importar en Washington D.C.: a juzgar por las declaraciones de los portavoces del Gobierno de Obama y del Congreso de los Estados Unidos, ellos buscan precisamente el enrarecimiento de la situación en Venezuela y el empeoramiento de las condiciones de vida, ya precarias, de los venezolanos.

No es preciso remontarse al virreinato de Nueva Granada, desaparecido en el primer tercio del siglo XIX, para resaltar los lazos que unen a Venezuela con la vieja España. Todavía hoy son muchas las familias hispanovenezolanas; muchos los peninsulares con parientes al otro lado del océano, y viceversa. Y eso por no hablar de los estrechos vínculos entre Venezuela y las Islas Canarias. Es responsabilidad española buscar la concordia y la paz en Venezuela. Pero además lo exigen los intereses económicos y estratégicos de España. También lo exigen ciertos asuntos internos de la Península. Asuntos de los que nos ocuparemos en la siguiente entrega.