Eurasia como eje del siglo XXI

18.05.2016

El título que se le ha puesto a esta intervención de la XXXIII Semana Galega de Filosofía os puede parecer irreal, arriesgado o factible. Es evidente que yo me sitúo en esta última posición. No sólo eso, voy un paso más allá y considero que es algo no ya factible sino que es una realidad que difícilmente se puede negar.

Antes de entrar en materia hay que partir de una premisa también incuestionable: el mundo cambia y Occidente ya no es el actor principal. Han surgido nuevos actores geopolíticos que han hecho que esta decadencia de Occidente sea ya irreversible.

Dado que el tema central de este año de la semana es “Filosofía y política”, voy a referirme a un filósofo y político que a mí me gusta bastante, Antonio Gramsci, cuando hace ya cien años definió de forma totalmente precisa qué es una crisis. Dijo que la crisis se produce cuando no viejo no termina de morir y lo nuevo no acaba de nacer, por lo que en ese interregno se generan monstruos. Es evidente que hoy uno de los monstruos es la organización llamada Estado Islámico. Y yo añado algo más: otro de los monstruos es el mismo Occidente, alarmado ante esa pérdida de su hegemonía mundial y que actúa cada vez más como una fiera herida, lo que le hace cada vez más impredecible.

Que Occidente ya no tiene el protagonismo internacional que tenía, que pierde hegemonía casi cada segundo que pasa no es algo que diga yo así, alegremente, sino que es algo que reconoce el propio Occidente. Al menos, la Unión Europea que en la Conferencia Europea de Seguridad que se celebró este mes de febrero en Berlín dijo, entre otras cosas a las que luego me referiré, que “la alianza entre la UE y EEUU es hoy más débil y menos relevante que nunca”.

Volviendo a Gramsci, está claro que lo viejo que no termina de morir es Occidente y que lo nuevo que no termina por nacer está aún por definir en los términos sociales, políticos y económicos aunque ya se puede indicar que surge con unas premisas que son inconcebibles para Occidente: multipolaridad, no injerencia y diplomacia.

Si hay que establecer una fecha en la que esto pasa de ser factible a real es 2008, cuando como consecuencia de la crisis política, social, económica y moral de Occidente –y ahí está el caso de los refugiados como claro exponente- dos países vieron llegado su momento de ocupar un lugar preponderante en las relaciones internacionales: China y Rusia.

Como es lógico, esto no es algo que surgiese en el 2008 como las setas, por generación espontánea, sino que ya venía fraguándose de forma más o menos silenciosa hasta que en ese año se manifestó de forma abierta.

En el caso de China hay que remontarse a marzo de 1999. Ese año la Asamblea Nacional Popular, el Parlamento chino, adoptó dos resoluciones clave en política exterior: el comienzo de una expansión de su política de alianzas fuera de la zona asiática, incluyendo como zonas preferentes África y América Latina, y el basamento de que ello tenía que enmarcarse en lo que se conoce como “consenso de Beijing” y que, en síntesis, consiste casi en las mismas líneas de actuación que están poniendo los nuevos actores geopolíticos que están desbancando a Occidente, es decir, la multipolaridad, la no injerencia y la diplomacia. La ANP consideraba que con el desarrollo de esta política en estos continentes llegaría en el año 2027 a la paridad estratégica con EEUU en todos los ámbitos, el económico, el político y el militar.

EEUU respondió a esta planificación con una acción inusual, pero lógica dentro de su concepción de la política exterior: bombardeó la embajada china en Belgrado. En ese año, en ese mes, estaba en pleno apogeo la guerra contra Serbia. EEUU ofreció tres versiones distintas de ese bombardeo, desde el error hasta que albergaba unas antenas desde las que el ejército serbio estaba eludiendo el control de sus comunicaciones por parte de la OTAN. También para evitar que las partes de un supersofisticado avión estadounidense que había sido derribado por los serbios fuesen entregadas a Beijing, somo así ocurrió después. Pero con ello EEUU propinaba un pescozón a China, algo así como decir, “¿de qué vas? ¿de verdad crees que puedes equipararte a mí?”.

Los chinos nunca olvidaron. En 2009, uno de los principales generales del Ejército Popular de Liberación lo reconoció de forma abierta diciendo: “fue una afrenta; entonces no podíamos devolver el golpe, pero ahora sí” (1).

El otro país que esperaba su momento era Rusia. Si no habéis leído el espléndido libro de Naomi Klein “La doctrina del shock”, hacedlo; el capítulo referente a Rusia es muy ilustrativo del saqueo a que fue sometido el país tras la desaparición de la URSS. La etapa de Yeltsin fue El Dorado para EEUU y, en menor medida, la UE. Hasta que en el 2000 llegó Putin a la presidencia. Entonces hizo dos cosas que supusieron que se convirtiese, hasta hoy, en la bestia negra de EEUU y la UE: paralizó las privatizaciones y se enfrentó a la oligarquía. Hay que decir que históricamente en Rusia ha habido dos sectores: los pro-occidentales, euroatlánticos, como se llaman a sí mismos, y los euroasiáticos. Esto ha sido así en la Rusia zarista, en la URSS y en la actualidad. Putin pertenece al sector euroasiático y a quien se enfrentó fue a los pro-occidentales y apoyó, y se apoyó, en la oligarquía euroasiática. Supongo que se recordará la campaña que llevaron a cabo EEUU y la UE cuando Rusia encarceló a uno de esos oligarcas pro-occidentales, Jodorjovski, que pretendía hacerse –y casi lo logró- con el control de uno de los recursos básicos de Rusia: el petróleo. Controlar el petróleo, eso pretendía Occidente, dejar sin columna vertebral a Rusia.

Los euroasiáticos lo entendieron a la perfección. Putin lo expresó muy gráficamente cuando dijo: “sólo una Rusia con pleno control de sus recursos energéticos y con la recuperación de sus aliados durante la etapa de la URSS hará posible mantener una Rusia independiente y con voz geopolítica”. Así que lo puso en marcha en su zona, sentando las bases para la Unión Económica Euroasiática (que está jurídicamente activa desde el 1 de enero de este año, estimándose en un total de 900.000 millones de dólares el intercambio comercial que moverá y de la que forman parte la propia Rusia, Bielorrusia, Kazajstán. Kirguizistán y Armenia); restaurando los lazos con su aliado tradicional en América Latina, Cuba, a quien condonó la totalidad de la deuda que la isla tenía con la URSS –lo que facilitó que Cuba hiciese de introductor de Rusia en América Latina-, y retomando las relaciones con sus aliados en Oriente Próximo. Pero aquí sólo tenía dos, Irak y Siria. Supongo que no hará falta recordar que lo primero que hizo EEUU tras la invasión y ocupación neocolonial de Irak, en 2003, fue no reconocer los acuerdos a los que había llegado el gobierno de Sadam Husein con Rusia y China en materia petrolera. Así que sólo le quedaba uno: Siria. En 2009 y 2010 Rusia y Siria firmaron acuerdos y convenios económicos por valor de 13.000 millones de dólares. Con el antecedente de Irak, los rusos no iban a consentir algo parecido y a lo mejor esto ayuda a entender el por qué del interés de Rusia en este país árabe, además de otros intereses geopolíticos.

La Organización de Cooperación de Shangai

Por lo tanto, China y Rusia estaban recorriendo unos caminos paralelos de claro enfrentamiento con Occidente y al constatarlo, terminaron confluyendo. Compartían intereses geopolíticos y una misma zona, Eurasia. La confluencia era inevitable. En 2001 dos países que llevaban años mirándose de reojo, desde el enfrentamiento ideológico por cómo había que entender el comunismo en los años 60, firmaron el Tratado de Buena Vecindad, Amistad y Cooperación. Pero ese año también EEUU dio un paso más con la guerra contra Afganistán, por lo que ya se situaba en una zona muy sensible para los dos países. Eso es lo que les incentivó para que, también en 2001, se impulsase la Organización de Cooperación de Shangai que desde que había sido creada, en 1996, languidecía.

La OCS tuvo dos objetivos iniciales: evitar el flujo de drogas desde Afganistán hacia los territorios de los países que la forman y dificultar las mal llamadas “revoluciones de colores” en Asia Central. El tema de las drogas es interesante porque una de las consecuencias desconocidas de la presencia occidental en Afganistán es que el cultivo de opio se ha incrementado hasta cifras desconocidas y que son muy superiores a las que había durante la etapa del gobierno talibán. La ONU lo reconoce así cuando dice que con los talibanes la extensión máxima fue de 94.000 hectáreas y que con los occidentales se llegó a las 193.000 y ahora está en las 224.000 hectáreas. El opio es fundamental para la heroína, y el consumo de heroína ha descendido en Occidente mientras que se ha incrementado en Asia, especialmente en India y en Pakistán.

Esta es una de las razones por las que tanto India como Pakistán, dos enemigos de siempre, decidieron incorporarse a la OCS, siendo admitidos como miembros de pleno derecho el verano pasado. Y por las que el propio Afganistán ha decidido convertirse en país observador dentro de la OCS: ya que Occidente ha sido incapaz de controlar el cultivo de opio, o más bien lo ha fomentado, a ver si quienes lo han combatido le ayudan a reducirlo.

Desde 2001 hasta 2012 la OCS ha ido ampliando su ámbito de intervención y, además de la cooperación militar, tiene competencias en aduanas, agricultura, comercio, tecnología y energía. Incluso ha llegado a hablar de moneda común y de tener su propio banco, que creo ya no seguirá adelante tras la constitución del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras. Si tenemos en cuenta que Irán será aceptado como miembro de pleno derecho de la OCS este verano, tendremos completo el panorama.

Hoy día la OCS es vital tanto para China como para Rusia, incluso para Irán, y eso preocupa a EEUU. Tanto que en 2012 elaboró una nueva Estrategia de Seguridad Nacional (3) en la que estableció como prioridad de su política exterior Asia. En esa ESN se decía que “los intereses estadounidenses están inextricablemente ligados a Asia” y que esos intereses estaban amenazados por Rusia, China e Irán. Esto mismo acaba de repetir, casi palabra por palabra, Hilary Clinton en uno de sus mítines a la presidencia. En esa ESN se dice también que “el surgimiento de China como potencia afectará a la economía de EEUU y nuestra seguridad”. Sin embargo, este giro hacia Asia ha tenido para EEUU una consecuencia o no prevista o minusvalorada: ha sido entendida por algunos aliados como Turquía o Arabia Saudita como una retirada de Oriente Próximo, lo que les ha llevado a actuar por su cuenta. También este dado tiene que ayudar a entender lo que está pasando en Siria, entre otros países árabes.

La cooperación estratégica entre China y Rusia

Al conocer la ESN y lo que ello conlleva, tanto China como Rusia dieron un paso más en su relación y afianzaron su acuerdo de cooperación estratégica. Rusia es una potencia militar y energética, como el petróleo y gas, mientras que China es un gran proveedor de productos y con una gran reserva de divisas. No es extraño que ahora los dos países hayan dado pasos espectaculares en cuanto al comercio bilateral, que ha pasado de los 63.000 millones de euros en 2011 a los 95.000 millones de euros en 2014, estimándose que para el 2020 ya habrá alcanzado la cifra de los 150.000 millones de euros.

Rusia ha vendido a China su sofisticado misil S-400, está ayudando a la modernización del ejército chino y está a punto de cerrar la venta de aviones Sujoi, que han tenido un escaparate perfecto en Siria. De hecho, además de los chinos, también India e Indonesia han manifestado interés en la compra de estos aviones.

Si a ello se añade el acuerdo gasístico que los dos países firmaron el año pasado, por el que durante un plazo de 30 años, renovables, Rusia va a convertirse en el proveedor del 30% del gas que necesita China, tendremos un cuadro mucho más claro de lo que este comercio representa y de que va más allá de una cuestión dineraria: es una relación estratégica entre los dos países. Estratégica porque Rusia es ya el principal proveedor de petróleo de China. En agosto del año pasado superó a Arabia Saudita. Esto tiene una explicación. Durante la campaña para agredir a Libia, los sauditas amenazaron –también lo han reconocido los chinos- con cortar el suministro de petróleo si China vetaba la guerra en el Consejo de Seguridad de la ONU. Esta es la razón por la que China se abstuvo, mientras que Rusia lo hizo por las desavenencias entre el entonces presidente, Medvedev, pro-occidental, y Putin.

El caso es que China, al igual que pasó con el bombardeo de su embajada en Belgrado, también aprendió y decidió buscar suministradores alternativos a los sauditas. Hasta ese momento, Arabia Saudita era el principal proveedor, seguido de Angola, de Rusia y de Irán. Ahora se han invertido los términos y aunque hay quien sostiene que los sauditas son el segundo proveedor de China, otros apuntan que ya lo es Irán. En lo que todos coinciden es que el que Rusia haya desbancado a los sauditas como principal proveedor de petróleo de China indica que la cooperación entre los dos países es irreversible.

Con ser esto importante, lo es aún más el hecho de que China y Rusia han acordado que la venta tanto de petróleo como de gas se puede realizar tanto en yuanes como en rublos. Es decir, se inicia de forma clara el proceso de desdolarización de la economía mundial, basada en gran parte en los petrodólares. No hay cifras aún de qué porcentaje del comercio bilateral entre ambos países ha sido en sus monedas, dado que esto se decidió en diciembre de 2014 y las cifras macro de 2015 no se conocerán hasta más o menos el verano de este año, pero las estimaciones apuntan que ha alcanzado el 6% del total y que para este año 2016 puede llegar al 13%. Además, ya hay experiencias piloto en ciudades fronterizas de China y de Rusia en las que se pueden utilizar tanto yuanes como rublos. Como digo, el proceso de desdolarización ya se ha iniciado.

El Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras

En este proceso de desdolarización de la economía mundial juega un papel importantísimo el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (BAII), constituido formalmente en marzo de 2015, aunque la idea comenzó a gestarse a iniciativa de China en octubre de 2014, y que ha entrado en funcionamiento el 16 de enero de este año. Es claramente el trampolín para la desdolarización de la economía mundial a medio y largo plazo porque se incardina con otras estructuras que también están en marcha ya como la Unión Económica Euroasiática y la Organización de Cooperación de Sanghai de las que os he hablado antes, de la Nueva Ruta de la Seda e incluso del Nuevo Banco de Desarrollo que impulsan los países BRICS.

Con ser esto importante, lo es aún más porque el BAII ha anunciado también que está estudiando la creación de su propio sistema de transacciones financieras internacionales. Esto, conocido como SWIFT, es el arma definitiva que tiene Occidente para hacer frente a cualquier pretensión de eludir o modificar el sistema de dominio económico y financiero. El SWIFT es quien controla todas las comunicaciones financieras entre bancos y otras entidades financieras y se estima que mueve unos 6.000 millones de dólares al día transmitiendo órdenes de pagos del comercio interestatal, tanto público como privado. Cuando Occidente tiene problemas con algún país, especialmente con aquellos que no le siguen el agua, como el caso de Irán o ahora de Rusia, amenaza con “desconectar” a ese país del sistema SWIFT por lo que el país en cuestión no puede realizar ningún tipo de transacción financiera lo que, en la práctica, significa que se impide a ese país el comercio a nivel mundial salvo que el país en cuestión recurra al trueque.

Esta amenaza, que como digo es recurrente en los últimos años y se ha hecho tanto contra Irán como contra Rusia al constatar que las sanciones que se imponen no son eficaces en tanto que no consiguen los cambios buscados en política exterior, por ejemplo, es lo que ha llevado a que ciertos países hayan establecido recientes acuerdos para comerciar en sus propias monedas como he dicho antes que acaban de hacer Rusia y China. También lo hace Irán con estos dos países, por cierto.

Tras la amenaza que se le hizo a Rusia de “desconectar” el SWIFT, este país se puso manos a la obra para crear un SWIFT alternativo al occidental y está en ello. El sistema está ya avanzado, aunque aún no está operativo, y a medio plazo va a ser el instrumento del que se va a dotar el BAII para sus operaciones porque, además, los créditos que ya está concediendo se hacen en yuanes. Aunque la moneda china es ya formalmente una divisa internacional al haber sido incluida en diciembre del año pasado en la canasta de divisas del FMI junto al dólar, la libra esterlina, el euro y el yen es la primera vez que se utiliza en solitario para la concesión de créditos. Es lo que acaba de hacer el BAII con cinco países asiáticos: Myanmar, Laos, Vietnam, Tailandia y Camboya. Este crédito, por un importe equivalente en yuanes a 11.500 millones de dólares se ha otorgado para el desarrollo en estos países de infraestructuras a lo largo del recorrido del río Mekong.

Ha sido el primer crédito concedido pero el segundo, por un valor equivalente en yuanes a 811 millones de dólares, acaba de ser concedido a un país muy significativo: Indonesia. Este es el país con mayor número de musulmanes del mundo y marca un cambio de rumbo significativo al desvincularse de una estructura pro-occidental como el Banco Asiático de Desarrollo, que venía ofreciendo créditos a Indonesia pero como siempre, imponiendo condiciones de política interna. Esas condiciones no existen en el BAII, por lo que no es muy descabellado augurar un espléndido futuro al BAII que es ya, de forma clara, la alternativa al FMI, al Banco Mundial y a otras instituciones ligadas a estas dos como el BAD.

No es extraño, por lo tanto, que la constitución del BAII haya sido acogida con entusiasmo por una gran cantidad de países (son 57 quienes se han incorporado a él, y otros 18 han pedido formalmente su ingreso) aunque cada vez son más los que se incorporan a él desde fuera del ámbito territorial de Asia. Esto es así porque tiene un funcionamiento totalmente distinto al del FMI o al BM. Por ejemplo, en cuanto al capital que se aporta y al sistema de cuotas. Mientras que el FMI exige a los países miembros que todo el capital que se aporta esté en una divisa (os recuerdo que hasta diciembre en que se incorporó el yuan éstas eran únicamente el dólar, el euro, la libra esterlina y el yen) el BAII permite que ese capital se pueda aportar al cincuenta por ciento en la moneda propia del país que quiera ser miembro y el otro cincuenta por ciento en divisa.

Además, China ha renunciado expresamente al veto (que sí ejerce EEUU en el FMI) por lo que el sistema de cuotas es el mejor exponente de que estamos ante la alternativa al FMI y al BM y así lo están entendiendo los países: China tiene el 26’06%, India el 7’51%, Rusia el 5’93%, Alemania el 4’15% y Corea del Sur el 3’5%. Para que os hagáis una idea, tras la reforma a que se vio obligado el FMI tras la constitución del BAII, una reforma a la que venía negando desde 2010 pese a que ese año se había comprometido a hacerla, en el FMI China tiene el 6’46%, India el 2’78%, Rusia el 2’74%, Alemania el 5’65% y Corea del Sur el 1’82%. Menos para Alemania, la ganancia para el resto es espectacular. Y así con todos los países.

Reitero la idea de que el BAII es la alternativa al FMI y la BM y que es el instrumento para la desdolarización de la economía mundial a medio y largo plazo. ¿Por qué? Pues porque pese a que el FMI se vio obligado a realizar estos cambios, de menor envergadura de lo que debería haberse hecho puesto que la justificación fue “teniendo en cuenta los cambios de posiciones en la economía mundial” (4), una semana después violó su propio código y sus propias normas al cambiar las reglas por las que se conceden créditos a los países. Lo hizo con Ucrania, un país que tiene una deuda de 3.000 millones de dólares con Rusia y que según las normas del FMI no podría recibir nuevos préstamos si esa deuda es reclamada por el país acreedor. El FMI ha permitido el no pago de la deuda a Rusia argumentando “que es en dólares” y ha concedido un nuevo crédito a Ucrania, el país moroso. La norma del FMI es que no se dan facilidades ni nuevos préstamos a gobiernos que estén en suspensión de pagos técnica en el caso de deudas contraídas con otros gobiernos. Pero lo que no era posible para Gracia, por ejemplo, sí lo ha sido para Ucrania. Ante este comportamiento ha quedado aún más patente que EEUU manda y los demás obedecen. Ya lo ha dicho también de forma muy gráfica Obama: “es EEUU y sus aliados quienes deben marcar las pautas de comportamiento económico y los demás sumarse al mismo, y no al revés” (5).

La vuelta al patrón oro

Por lo tanto, Rusia y China, China y Rusia, volvieron a constatar que dentro del FMI y el BM el recorrido es muy corto y aceleraron todos sus planes alternativos, entre ellos el de la desdolarización. En una estrategia de toma y daca, Rusia y China se están deshaciendo de los bonos del tesoro de EEUU que tienen. Sólo en los meses de diciembre de 2015 y enero de 2016 vendieron bonos estadounidenses por valor de 18.000 millones de dólares y mientras hacen esto se dedican a comprar oro. Porque esta es la otra gran apuesta: vincular sus monedas, el rublo y el yuan, al patrón oro.

A raíz de los acuerdos de Bretón Woods, en 1944, por los que se crea el FMI y el BM, se decidió adoptar el dólar estadounidense como divisa internacional bajo la condición de que EEUU sostuviera el patrón oro. EEUU lo hizo hasta 1971 en que rompió unilateralmente ese acuerdo. Ahora Rusia y China están andando un nuevo camino intentando restaurar el patrón oro, haciendo que las monedas estén respaldadas por este metal y no al criterio de un banco de un solo país, como es el caso de EEUU y su moneda. Así nos encontramos con que en el último año y medio, tanto Rusia como China están comprando ingentes toneladas de oro reduciendo sensiblemente la distancia que tenían respecto a EEUU.

Las cifras son elocuentes: desde febrero de 2014 a febrero de 2016, Rusia ha pasado de tener 1.035 toneladas a las 1.352 que tiene ahora; China ha pasado de las 1.054 toneladas a las 1.708 de ahora. Son los dos únicos países que han comprado oro en este tiempo y aunque aún están muy por debajo de EEUU, por ejemplo, que tiene 8.133 toneladas, o de Alemania, que tiene 3.381 toneladas, ya están muy cerca de Italia, Francia o el propio FMI. La apuesta ha subido considerablemente porque el 19 de abril China decidió establecer su propio punto de referencia del precio del oro creando la Bolsa de Oro de Shangai (6). Esto se explica muy rápidamente diciendo que al establecer su propio punto de referencia que, además, es superior al tradicional y que está hecho en yuanes y no en dólares, China está aumentando significativamente la liquidez y la eficiencia del precio del oro vinculando este metal al yuan por lo que se erosiona aún más el predominio del dólar en la economía mundial.

Con este movimiento, la alianza entre China y Rusia da un paso más. Varios bancos rusos han abandonado la referencia del oro de Londres, que era la única existente hasta el momento, y ya están operando con la de Shangai. Y el mismo camino van a seguir a corto plazo porque el 27 de abril, China dio otro paso más hacia la desdolarización al lograr la incorporación de uno de sus principales bancos en el grupo de los cinco grandes bancos, ahora seis, el China Construction Bank, HSBC, JPMorgan Chase, Bank of Nova Scotia, Toronto Dominion Bank y UBS, que marcan el precio oficial de la plata (7). Por lo tanto, China ya tiene su propia referencia del precio del oro y tiene parte en la referencia del precio de la plata y no es descartable en absoluto una iniciativa similar con el platino. Un nuevo paso hacia la desdolarización.

Todos estos movimientos o son ocultados por los medios de propaganda, antes llamados medios de comunicación, o bien son tergiversados cuando no se intenta dar la vuelta a la situación acentuando las dificultades, reales o supuestas, que tienen tanto China como Rusia a nivel económico. Como en todo, es una verdad a medias y no hay nada más peligroso que las verdades a medias. Como esta conferencia se enmarca dentro de unas jornadas de filosofía, voy a citar a otro filósofo que habría que releer de vez en cuando, Herbert Marcuse, porque hizo muchas cosas pero una especialmente: diseccionar con la precisión de un cirujano el papel de los llamados medios de comunicación en el mantenimiento del status quo. Marcuse no sólo dijo lo obvio, que no hay mensajes inocentes, sino que los medios de comunicación con su mezcla de verdades, medias verdades y mentiras manifiestas conducen a la inercia, a la sumisión y a la renuncia a cambiar. En eso estamos, por eso yo les llamo medios de propaganda y no de comunicación.

Dígase lo que se quiera, pero los datos macroeconómicos están ahí y los reconoce el propio FMI. China sigue siendo la primera potencia económica del mundo, cada vez a más distancia de EEUU pese a que su crecimiento se desacelera, se ralentiza y otras expresiones semejantes que habréis oído o leído. Acostumbrados como estábamos a que China crecía entre el 10% y el 11% anual, el que el crecimiento esté en el 6’5% se considera con preocupación. Pero es que en Asia China no está sola. Otro país del que he hablado antes, India, mantiene un crecimiento económico –siempre en términos macros, no hablo de si se refleja en la población- del 7% y recuerdo que India forma parte como segundo país del BAII, por ejemplo. Y Rusia, de quien se dice que está siendo muy afectado por las sanciones, se está recuperando mucho mejor de lo que los occidentales preveían. Pensaban, por ejemplo, que el PIB de Rusia se derrumbaría y sí, ha caído pero no tanto como esperaba Occidente: fue el 4’6% en 2014 y el 3’5% el 2015 pero los analistas estiman que este año no llegará al 2% y que el 2017 va a estar muy cerca de volver a los parámetros positivos. Ya hay ciertos indicativos de ello, como que este primer trimestre de 2016 se ha recuperado la producción industrial en más del 1% y alcanzado un superávit en la balanza comercial de 160.000 millones de dólares. En el caso de China, el superávit en este primer trimestre ha sido de 406.000 millones de dólares.

La razón de estos datos hay que buscarla en algo que nunca dirán los medios de propaganda, y es que tanto Rusia como China en estos momentos están centrados en reforzar la economía en el consumo interno. En el caso de Rusia, para eludir, al tiempo que para combatir, las sanciones y reducir la dependencia de Occidente. En el caso de China, para fortalecer la Nueva Ruta de la Seda que es la gran estrategia económica de futuro de China.

Un ejemplo de lo que digo es que Rusia se ha convertido en el primer productor de trigo del mundo, superando a EEUU. Al imponer Occidente las sanciones a Rusia por la crisis de Ucrania, Rusia respondió con una medida inesperada: impuso sanciones a los productos agrícolas y ganaderos occidentales. Eso ha supuesto un auge espectacular de la producción local, llegando a la situación que acabo de mencionar con el trigo. En el caso de China, hay un claro parón en la producción destinada a la exportación porque se está trasladando esta producción desde las zonas costeras a las del interior para asentar y fortalecer la estrategia de la Nueva Ruta de la Seda que es, preferentemente, euroasiática.

Por ir estableciendo ya algunas conclusiones, repito que la cooperación estratégica entre Rusia y China va a más casi cada día que pasa. El 16 de febrero el Ministro de Exteriores chino lo dijo de forma muy clarita: “la cooperación entre Rusia y China no se limita a las cuestiones bilaterales, sino que también juega un papel activo en una serie de cuestiones internacionales como Siria, la Organización Mundial del Comercio y el FMI”.

El caso de Siria ya lo he comentado, también el del FMI. Pero ¿por qué la mención a la OMC? Porque Occidente está viendo lo que se le viene encima, que pierde su hegemonía cada día que pasa, es lo viejo que no termina de morir de Gramsci, y hace movimientos desesperados para intentar evitar lo inevitable. Uno de esos movimientos es que está intentando construir nuevas normas para el comercio internacional, y así hay que interpretar tanto el TTIP, el tratado que está intentando firmar con Europa, como el TPP, un tratado similar con los países del Pacífico. Esto es un síntoma evidente de la debilidad de Occidente, no de fortaleza como alguien puede creer. Es como cuando intentamos coger agua con las manos: durante un momento retenemos el agua, pero inevitablemente se nos escurre por entre los dedos. Eso es lo que está haciendo Occidente en estos momentos.

Por si hay alguna duda sobre lo que está pasando y el por qué Eurasia es el eje sobre el que pivota este siglo XXI, el presidente chino, Xi Jinping, acaba de decir la primera semana de marzo que “la asociación estratégica entre Rusia y China es clave para la estabilidad mundial; no sólo juega un papel clave en la defensa de la paz y estabilidad en la región, sino en el mundo en general”.

Tenemos la alianza entre Rusia y China consolidada, pero es que hay otros países asiáticos que están acercándose cada vez más a estos dos grandes. Es el caso de India y de Irán, por mencionar a los principales y sin olvidarnos de Indonesia, como comentaba antes. Con la incorporación de India y Pakistán a la OCS el año pasado se aceleró el proceso de integración y expansión de la OCS, pero con la de Irán, que tendrá lugar el verano de este año, este proceso da un acelerón importante y definitivo.

Irán es ya miembro observador de la Unión Económica Euroasiática, es un socio preferente de China en la Nueva Ruta de la Seda y está siguiendo los pasos de rusos y chinos hacia la desdolarización. Si ya comercia con ellos en sus monedas respectivas, acaba de dar un paso más anunciando, el 10 de febrero de este año, que la venta de petróleo la realizará sólo en euros, prescindiendo del dólar, y que dicha medida se establece “por el momento” y a la espera de que se asienten los planes para hacerlo en otra moneda “que tal vez sea el yuan”.

Como es lógico, ante este anuncio otro movimiento a la desesperada de Occidente, en concreto de EEUU: un juez condena a Irán a pagar 11.000 millones de dólares como “responsable” (sic) de los atentados del 11 de septiembre de 2001, la Administración Obama dijo que iba a establecer más sanciones contra Irán por las pruebas realizadas con misiles “porque violan los acuerdos nucleares” (sic) y se añade que una parte de los fondos que el país persa tenía congelados en EEUU y que en virtud de esos acuerdos tenían que haber sido devueltos, y aún no lo han sido, irían destinados a pagar a los familiares de los soldados muertos en un atentado en Líbano en la década de los 80 y del que también se responsabiliza a Irán.

La guerra híbrida de Occidente

Son aparentes gestos de fuerza que ocultan, en realidad el nerviosismo de Occidente ante la pérdida de su hegemonía. Al principio de la charla os hablé de la Conferencia Europea de Seguridad que se había celebrado en Berlín en febrero. En ella se recoge como nunca hasta ahora esta realidad: se dice que “la alianza entre la UE y EEUU es ahora más débil y menos relevante que nunca”; se reconoce que China es un actor principal en la escena internacional aunque, eso sí, “ello esta poniendo nerviosos a otros jugadores internacionales” (es decir, a Occidente); que “Rusia es agresiva y está provocando una crisis sin límites” (cuando no es Rusia quien está rodeando de bases a Occidente, sino al revés) y que, por todo ello, “2016 es probable que presente un periodo de crecientes riesgos, incluidos los de confrontación militar, dada la incertidumbre y la transformación de una era internacional más inestable” (8). Esto mismo, casi palabra por palabra, ha repetido Hilary Clinton en un discurso de su campaña electoral para la presidencia de EEUU. Ha dicho que “la actual debilidad de EEUU hace del mundo un lugar más peligroso” y que esa debilidad, y la de la OTAN, “son una señal peligrosa para amigos y enemigos” por lo que durante su presidencia la prioridad de su política exterior será “contener a Rusia y China”. Cuidado con este personaje, que tiene muy poco de progre.

Estas amenazas por parte de Occidente ya se están concretando en actos. Es lo que ahora se llama “guerra híbrida” y que es una combinación de guerra convencional, de sanciones, de las mal llamadas revoluciones de colores y de cambios en la normativa internacional como las que se gestan en el comercio mundial. El objetivo no es tanto derrocar gobiernos, que en el caso de Rusia y China es un objetivo imposible, sino en interrumpir o dificultar los proyectos transnacionales que están en marcha, conectivos y multipolares del tipo Unión Económica Euroasiática, Nueva Ruta de la Seda e, incluso, los BRICS.

Esta es una faceta a tener en cuenta sobre lo que está ocurriendo en Brasil y sobre la que no me voy a extender pero sí mencionar que uno de los principales proyectos que está impulsando el Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS es la mejora y construcción de nuevas líneas ferroviarias en Brasil y se está haciendo por una compañía china y utilizando las monedas respectivas, el real y el yuan. Por lo tanto, aquí también hay una desdolarización evidente de la economía. Como digo, no me voy a extender pero sí a recordar que los BRICS no surgieron con el intento de destrozar a Occidente, no ped´ñian cambios radicales sino una redistribución del poder el los organismos capitalistas clásicos, en el FMI, en el Consejo de Seguridad de la ONU… Los BRICS siempre han abogado por el diálogo, la negociación y la multipolaridad pero ni aún así ha sido visto con agrado por Occidente que está haciendo todo lo que está en su mano para romper y/o desestabilizar este eje.

Esto es algo que no podrán hacer con el núcleo duro de los BRICS, el que podemos llamar RIC, Rusia, India y China por las razones que os he comentado. El tiempo se ha sobrepasado y hay que terminar, por lo que como conclusión queda que Eurasia es un proceso irreversible que adquiere una importancia geoestratégica y económica de primer orden en la actualidad. La crisis que está sufriendo Occidente, económica, política y moral, hace que las contrapartidas que pudiese ofrecer Occidente para contrarrestar la influencia del proyecto euroasiático son cada vez menores y ello lleva al mismo argumento: estamos asistiendo al fin de la hegemonía occidental y al surgimiento de una nueva era que no va a pivotar ni sobre EEUU ni sobre la UE; ni siquiera sobre sus valores y sus instituciones. Eurasia es el nuevo eje, el eje sobre el que pivotará el siglo XXI porque no hay que olvidad, a fin de cuentas, que aquí se asienta el 63% de la población del planeta y el 60% de los recursos.

Espero que haya sido de interés esta aportación. Muchas gracias.

Notas:

(1) Alberto Cruz: “China inicia el cambio en la geopolítica internacional” http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article793

(2) http://onudc.org/documents/wdr2015/word_drug_report2015.pdf

(3) Alberto Cruz: “La nueva estrategia de defensa de EEUU: el último intento por mantener el dominio mundial” http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1355

(4) Alberto Cruz, “Los movimientos de China y Rusia tras la reforma del FMI: acelerar la desdolarización” http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2091

(5) Obama ha dicho esto el 4 de mayo. Este comentario no fue dicho en la conferencia sino que ha sido añadido por el autor para esta publicación.

(6) Añadido para la publicación.

(7) Añadido para la publicación.

(8) “Los anteojos de Europa”, http://elterritoriodellince.blogspot.com.es/2016/02/los-anteojos-de-europa-acaba-de.html

Esta intervención se realizó en el marco de la XXXIII Semana Galega de Filosofía que con el título de "Filosofía y Política" organizó el Aula Castelao en Pontevedra entre los días 27 y 31 de marzo.

Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor. Su nuevo libro es “Las brujas de la noche. El 46 Regimiento “Taman” de aviadoras soviéticas en la II Guerra Mundial”, editado por La Caída con la colaboración del CEPRID.

Los pedidos se pueden hacer a libros.lacaida@gmail.com o bien a ceprid@nodo50.org También se le puede encontrar en librerías.

albercruz@eresmas.com

CEPRID