Eurasia se hará y ya se está haciendo
Desde finales de los ochenta se ha puesto en marcha el desmantelamiento de aquel polo de potencia terrestre (definido mitopoiéticamente como Behemoth), que hacía refrencia al gran imperio ruso antes y al soviético después.
Deconstrucción fuertemente apoyada por los atlantistas hijos del mar, concretamente el mundo anglosajón, que encuentra su fuerza en la talasocracia (el dominio de los mares), y del comercio que éstos aseguran (geopolíticamente expresado por la figura del Leviatán). Con la definitiva caída del Muro y de las repúblicas soviéticas, la OTAN ha erosionado y fagocitado de forma continua a los aliados y a las naciones de la Europa del Este, que siempre han estado más cerca de Rusia y Asia que de los océanos: Polonia, Países Bálticos, Rumania, República Checa, Eslovaquia y Bulgaria son sólo algunos de estos países.
Un eterno conflicto y nunca dormido entre el Behemoth y Leviatán, los dos monstruos bíblicos tomados como ejemplos para identificar a las dos potencias opuestas: la terrestre y la marítima.
Así describe al Titán de la Tierra el libro de Job (40.15 a 24): "Mira a Behemot, creatura mía, como tú, / Se alimenta de hierba como el buey. / Mira su fuerza en sus riñones, / en los músculos del vientre su vigor. / Atiesa su cola igual que un cedro, / los nervios de sus muslos se entrelazan. / Tubos de bronce son su vértebras; / sus huesos, como barras de hierro. / Es la primera de las obras de Dios: / su autor le procuró su espada". Animal identificado por algunos como un elefante, por otros como un dinosaurio saurópodo, en realidad sólo representa la gloria y el dominio de Dios sobre todos los animales de la tierra.
Su rival geopolítico y bíblico directo es el gran y monstruoso Leviatán, Job 40: 25-32, 41: 1-26: "Hace del abismo una olla borbotante, / cambia el mar en pebetero. [...] / no hay en la tierra semejante a él, / que ha sido hecho intrépido. / Mira a la cara a los más altos; / es rey de todos los hijos del orgullo".
A pesar de que la URSS es puesta en contraposición con el pasado imperial zarista, sin duda, heredó el legado geopolítico: el control de Asia Central y la expansión hacia la Europa occidental lo demuestran plenamente. Dugin escribe en su libro "Eurasia. La revolución conservadora en Rusia": "las leyes de la geopolítica se demostraron más fundamentales que las leyes de la filosofía".
El marxismo-leninismo soviético, de hecho, cortó todos los lazos con el Imperio y los Romanov, pero siguió las mismas políticas de potencia terrestre y continental. En los años noventa, mientras que la URSS se disolvió y se derrumbó como un castillo de arena, las élites políticas de los países de la ahora ex Unión Soviética y la propia población sintieron cada vez más la necesidad de permanecer unidos, si no dentro de un único Estado, al menos económica y políticamente.
El mérito de una nueva construcción política común se debe a Nursultan Nazarbayev, presidente de Kazajstán, el primero en hablar de la "Unión Eurasiática". Con Yeltsin, subordinado a los atlantistas y a merced de los reformistas rusos, no se hizo nada en esa dirección; sin embargo, las cosas cambiaron con Putin, que gracias a una visión geopolítica concreta y lúcida comenzó la reconstrucción de esa serie de alianzas económicas, militares y del Espíritu con los antiguos aliados de la CEI (Comunidad de Estados Independientes).
Dugin siempre sostuvo que la Unión Euroasiática es algo difícil de construir; sin embargo, las oportunidades están ahí, así como los errores del pasado pueden convertirse en lecciones para el futuro, la situación geopolítica mundial se vuelve cada vez más favorable a este sueño loco que recuerda a las empresas tanto de Alejandro Magno como de Genghis Khan.
El dominio estadounidense en Europa y su aliado-colonia Unión Europea, se cuestionan más que nunca. La Rusia de Putin es cada vez más fuerte, así como sus aliados que van desde el Creciente Fértil (Egipto, Siria, Irak e Irán) al Lejano Oriente (China).
Ahora se necesita la conciencia y la voluntad de los pueblos de este glorioso y gran continente para unirse y reponerse de las injusticias y de la crisis moral y cultural de nuestro siglo. Para unirse en un proyecto real y concreto de comunión de intenciones y de espíritu que vaya desde Lisboa a Vladivostok.