LAS OLIMPIADAS SATÁNICAS
La inauguración de los Juegos Olímpicos de 2024 en París es el juicio final sobre la civilización occidental moderna. Occidente está maldito, y esto es axiomático. Cualquiera que no tome inmediatamente las armas para destruir esta civilización satánica, sin precedentes en su descaro, es cómplice de ella.
Pero hay otro aspecto también importante. En ese polo, está Occidente y su satanismo descarado. Y en nuestro polo, ¿qué tenemos? Algo un poco más decente, la penúltima parada, pero en el mismo camino, la misma ruta. Frenamos bruscamente cuando se vislumbra el destino, donde se alza la gigantesca figura del Jinete Pálido, rodeado de un séquito de pervertidos liberales y monstruosidades body-positive.
Pero seguimos yendo a la deriva por inercia y, desde luego, no nos cuestionamos la etapa anterior de nuestra historia: ¿estamos siquiera en el tren correcto si la estación final de la ruta son los Juegos Olímpicos de Francia 2024? Occidente es el diablo.
¿Y quiénes somos nosotros? Por un lado, nos horroriza y nos expulsa de su impío banquete, pero, por otro, sigue dentro de nosotros; no lo hemos expulsado completamente de nosotros mismos; el diablo hace estragos y alborota en nuestra cultura, habiéndosele permitido la entrada no hace décadas, sino siglos.
Occidente (y por tanto el diablo) empezó a penetrar sistemáticamente en Rusia en el siglo XVII. Los eslavófilos del siglo XIX lo reconocieron y dieron la voz de alarma. Esto surtió efecto, pero no impidió un mayor declive. Y ahora estamos realmente empezando a frenar sólo ahora. Esto tendrá éxito sólo si Dios está con nosotros. Nada más funcionará.
Para ello, Rusia debe ser de Dios; debemos convertirnos en su pueblo, en sus seguidores, en verdaderos cristianos rusos. Sólo podemos rezar y luchar. Luchar con la oración y rezar como ante la muerte, por última vez.
La Operación Militar Especial es una guerra contra Satanás, contra Occidente, contra los Juegos Olímpicos, donde los Titanes rebeldes del Tártaro han desplazado a los dioses y han ocupado sus lugares. Occidens delenda est.