Y "ahora Estados Unidos no va a imponer su estilo de vida"

22.02.2017

Es altamente valorativo, al parecer, la honesta expresión de un individuo como Donald Trump, al decir que, “ahora los Estados Unidos no va a imponer su estilo de vida”. Sólo hace falta la asimilación de nuestros políticos e individuos de negocios de este mensaje. La verdad es, lo avasallante que tal aseveración se reporta, con un ropaje de democracia y la defensa de los derechos, del sojuzgamiento a todos los países, especialmente los del tercer mundo, y de su cosmovisión en detrimento de las de otras regiones.

A la ex-Unión Soviética se le acusaba de imponer su ideología materialista. Sería interesante investigar si la ya desaparecida ideología era tan materialista, individualista, divisoria y disociadora de la familia, destructora de las riquezas culturales de otros pueblos, y negadora de los valores imperecederos humanos, como lo expresa Estados Unidos con su estilo de vida. Este ha favorecido una voracidad expresa en agresividad en todos los estratos sociales. ¡Los momentos actuales son de un “todos contra todos”! No se cree en nada ni en nadie. Esto ha sido un aliciente para la ampliación de la brecha (grandes fosas), entre ricos y pobres.

Talvez con el discurso menos conciliador, con todos los pronósticos en contra y enemistados con los de su clase, Trump se impuso en las elecciones. Que se recuerde, Estados Unidos nunca antes vivió un período de transición tan tortuoso, de tantas mentiras y trapisondas. Todo esto, por este folclórico personaje expresar una visión diferente de cómo, a qué sector favorecer y hacia dónde dirigir su país. Ya al frente del mando de su gran, y cumpliendo con sus promesas de campaña, los ataques contra él son despiadados. Una prensa manipuladora, mentirosa y difamadora, crea un ambiente de temor, de caos e incertidumbre, adverso a la placidez y el confort que inclina la balanza hacia la profundización de las desigualdades.

El mundo está contrariado. En la era de la información reina la desinformación. La prensa, voz de los súper ricos, transformó su misión de informar con objetividad, a la de manipular el inconsciente de las masas. El Internet, con sus marañas de redes sociales, trollas y otros males, crean confusiones, dirigen voluntades, multiplican estupideces y crean dependencias. Aparecen voces que detectaron ese proceder. Trump es uno de esos individuos consiente de que esa política empobrece y debilita a su nación, a su gente. Tiene una propuesta, la cual, para muchos, pueda ser perjudicial a corto plazo.

El nuevo presidente, desde su posición de magnate, está consciente del secuestro de la democracia legada por los fundadores de esa nación. En carne propia y, aunque beneficiado de la instauración y solidificación del neoliberalismo, la globalización y de la unipolaridad del mundo, entiende el peligro del empobrecimiento tan acelerado de los suyos. Sin llamarse a engaño y, aunque de una manera tosca, su objetivo es recobrar la grandeza de su país, aquella detentada después de la Primera y Segunda Guerras Mundiales, y que esos inversionistas con sus fugas de capitales invertidos en otras partes del mundo, fortalecen a otros en detrimento de sus connacionales.

Lejos de tratar de entender, ser comprensivos y tolerantes, los sectores adversos a sus ideas ante cualquiera de sus declaraciones o decisiones, crean bullicios similares al de los gallineros, que antecede y precede lo dicho y hecho por el incumbente. Con dificultad, su proceder y medidas llegan a oídos de sus conciudadanos y al resto del mundo. Es común escuchar a los opinadores y comentaristas emitiendo juicios, sobre interpretaciones interesadas de cadenas noticiosas, de consabidas posiciones perversas. Estas empresas parecen ser ignorantes de las consecuencias de sus malas actitudes y del arraigo del personaje interesado en denostar.

Trump es consecuencia, igual que otros en Europa, del rumbo empobrecedor y caótico del mundo en la actualidad. Usa posiciones que son populistas y, sin duda, van dirigidas a defender los intereses de su pueblo. Con los mismos va demostrando, por la reacción de sus oponentes, la falsedad de las declaratorias de libertad de opinión y la naturaleza real de la democracia implementada den Estados Unidos por sus clases dirigentes.

Las repercusiones de las políticas a implementar por Trump y su equipo, tendrán impacto directo en América Latina, por las relaciones históricas, los lazos comerciales dependientes, y los estrechos vínculos de los migrantes de nuestros países en el coloso del Norte, con sus familiares. Talvez por eso, somos una de las zonas más bombardeadas con el impacto de la escogencia, elección y mandato de este sin precedente presidente de los Estados Unidos. Hace tiempo desde allí se están haciendo deportaciones de latinoamericanos dañados en esa sociedad de iniquidades. Nada nuevo representaría si nos envían otros, “valiosos”, para el desarrollo de nuestros países.

La expresión de que “ahora los Estados Unidos no va a imponer su estilo de vida”, tiene múltiples interpretaciones. Dependiendo de la región del mundo, de la posición ocupada en el tren gubernativo de su país, del grupo empresarial o, a la clase social a la que corresponda, así será su asimilación de esta frase. En Latinoamérica, las clases gobernantes, herederas del poder arrebatado a España, temerosas de las pobrezas que nunca han estado dispuestas a enfrentar, optaron por someterse a los Estados Unidos, aun en contra sus propias naciones. El “modelo de vida del amo” es el prototipo a seguir. La no imposición de ese estilo de vida significa debilitamiento de su poder. De forma simple, ellos no van a renunciar a sus privilegios. Por eso sus posturas de ecos ante los opositores al nuevo presidente

Los grandes inversionistas norteamericanos pensaron que sus problemas estaban fuera de sus fronteras. Como en nuestros países tienen unos “lamebotas” siempre dispuestos a seguir sus directrices, descuidaron, permitieron y auparon abusos descarados contra sus poblaciones. La crisis de 2008, destapó muchas vagabunderías en ese país. Desde antes allí votaron por un candidato, el cual se creía podía establecer diferencias. No fue así, aunque muchos los tildaron de socialista. ¡Obama, no dio la talla! Si bien no empeoró la situación de la gente de ese país, los cambios en su favor fueron muy pobres.

Con Trump, en Estados Unidos se está cuestionando el control del complejo militar sobre la economía, y toda la sociedad. Esos grupos son peligrosos y capaces de cualquier cosa. Súmesele a eso, la mina de locos y enajenados, convencidos de que tienen la sociedad más perfecta, y de que el nuevo presidente amenaza con destruirla. Por el otro lado, los esperanzados en recobrar la esperanza, y el arrumbamiento hacia el sueño americano, perdido desde Reagan para acá. Esta situación podría ser la que generó la idea de recuperación de la cabeza de la actual administración norteamericana.

Para los Estados Unidos dejar de imponerse a los países menos favorecidos, el actual presidente tendrá que hacer una gran revolución.  Ese si sería una tarea titánica. Un país que, desde su fundación, sus dirigentes han estado acostumbrados a expandirse territorialmente, imponerse y someter a sus vecinos, militar, política y económicamente, cambiar es...casi imposible. El apoyo a dictaduras, las intervenciones militares, los bloqueos económicos, las imposiciones de la mal llamada democracia, son intrínsecas a ese Estado abusador. Que allí haya cambios dependerá de una verdadera concienciación de los que históricamente hemos sido sometidos contra los capataces en nuestros países, al servicio de los más espurios intereses de ese país.

Es pura utopía la promesa de Trump de, siquiera encarrilar su país a la grandeza perdida. Mucho menos de ser primero como nación, mientras no se enfrenten sus propios demonios internos. El estadounidense es un pueblo entrampado en las consecuencias de las agresiones a otras culturas, acometidas por sus líderes. Es extraña la pregunta de los norteamericanos de por qué los odian. En alguna parte, por ahí, leí o escuché, algo parecido a, “siembras vientos y cosechará tempestades”. Si hubiera un menor grado de individualismo en esa sociedad, y más interés en conocer y respetar otras culturas, las posibilidades de los titiriteros de manipularles disminuirían.