Únicamente la guerra decide lo que es y lo que no es
Los ganadores jamás son juzgados, pero aquellos que no ganan sí lo son. Únicamente quienes alcanzan la victoria son exentos de cualquier juicio y para que triunfe nuestra verdad – tanto en un sentido amplio (civilizatorio, filosófico y religioso) como mínimo (hechos simples como los bombardeos, las bajas, las invasiones o los ataques a instalaciones nucleares) – es necesario ganar. La guerra influye sobre la ontología, pues es la guerra la que juzga al ser mismo: lo que es y lo que no es. Es la metafísica de la guerra la que puede borrar al mismo ser o dotarlo de significado. Heráclito decía de la guerra que “hace que uno sea señor y el otro esclavo”. El vencedor se convierte en el amo y el vencido en esclavo, ya que ser esclavo es peor que no ser.
Por lo tanto, los ultrajes que sufrieron Alemania y Japón – como resultado de su derrota en la Segunda Guerra Mundial – resultan en vano, ya que simplemente se convirtieron en esclavos de Occidente y dejaron de existir. Rusia sufrió ese mismo destino después del final de la Guerra Fría gracias a los esfuerzos de Gorbachov, Yeltsin y los liberales y el apoyo que recibieron estos traidores por parte de quienes obedientemente hacían cola frente a McDonald’s.
Sin embargo, existe una fórmula en el derecho eclesiástico que consiste en “imputar lo que no ha sucedido”. No se trata de un juicio sobre la rectitud, sino sobre la existencia. Se puede existir, pero los Padres mandaron abolir ese ser y lo equipararon con la nada. Los Padres gobiernan el presente, ya que han triunfado sobre él y pueden juzgar el pasado libre y soberanamente, de manera señorial, señalando en el lo que fue y lo no fue. Obviamente los padres no son los únicos que pueden hacer esto, sino también las ideologías o los poderes facticos. Orwell no expreso ninguna paradoja “totalitaria” al señalar este punto: quien contrala el presente controla el pasado. Simplemente se trata de algo que siempre se ha hecho. Si uno quiere desafiar tal o cual veredicto sobre el pasado tiene que hacerse con el poder, es decir, ganar. Putin se ha convertido en un Espartaco geopolítico que se ha rebelado contra el orden actual y sacado a Rusia del olvido en que se encontraba. Pero Rusia solo será grande cuando gane. Ser y Victoria son sinónimos. Entonces, Rusia será.
PS. De esta guerra depende, por supuesto, el destino de Ucrania. Y no sólo si ella existe (espero que no), sino sí realmente alguna vez existió. El origen no encuentra sus pruebas en el pasado, sino en el presente mediante el acto de crear un futuro.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera