Un año atrás: La revuelta traicionada, Grecia derrotada

06.07.2016

“Os llamo a votar como alguien soberano y orgulloso. Os llamo a votar como historia de las órdenes griegas. Estoy comprometido a respetar la voluntad democrática del pueblo, sea la que sea”.

Alexis Tsipras en TV, anunciando el referéndum, 26.6.2015.

Hace un año, más del 62% del pueblo griego votó en un referéndum realizado el 5 de julio de 2015, que rechazaban las políticas impuestas a Grecia desde 2010 por una alianza financiera mundial y Alemania, seguida por otras élites europeas a través de gobiernos europeos, la UE, y el FMI.

Votando del modo que lo hicieron, los griegos dieron a su gobierno un inequívoco mandato de resistir, sorprendiendo a amigos y enemigos por igual, especialmente con el gran porcentaje del voto “no”, como ellos han hecho muchas veces en su larga historia.

Nadie podría predecir y nadie predijo este resultado en Grecia o más allá de sus fronteras. Los griegos votaron del modo que ellos hicieron mientras el Banco Central Europeo ya había empezado a aplicar sus amenazas de cerrar el sistema bancario del país. Todos los votantes entendían la severidad de su decisión, que probablemente conduciría a una colisión directa con algunas de las fuerzas más poderosas sobre el planeta. Aun así votaron “no”.

Ellos votaron “no” a pesar (en algunos casos incluso porque) del hecho que casi todos los medios de comunicación y el poder y finanzas establecidas del país hicieron todo lo posible para asustarlos. Todos los anteriores primeros ministros, el liderazgo de la iglesia, respetados generales retirados, y todos los grandes nombres en la economía advirtieron a los griegos de las consecuencias que sufrirían si votaban “no”, y les urgieron a votar “si”. Los griegos votaron “no”. (Estamos en lo correcto al asumir que si todas aquellas presiones no existieran, el resultado del referéndum sería del 80 o 90% para el “no”).

¡Incluso SYRIZA no hizo alguna campaña seria para el voto del “no”! El lunes 29 de junio, los partidarios del voto “si” escenificaron una manifestación con unas 20.000 personas en la plaza de la constitución con el lema “¡Estamos en Europa!”. El vicepresidente del gobierno, Yannis Dragasakis fue a la televisión estatal griega en la noche de aquel día, justo tres días después del anuncio del referéndum para decir que después de todo, las diferencias con los acreedores no eran tan trágicas, y que puede que haya espacio para la reconciliación e incluso una posibilidad de cancelar el referéndum. Añadió que ante cualquier cosa que ocurra, Tsipras ya ha cumplido su misión y tomó su posición en la historia griega, ¡abriendo así el camino para un “retiro honroso” del primer ministro! (la misma persona, Dragasakis, un día después del acuerdo final con los acreedores, el 13 de julio, fue grabado cuando agradecía a la administración de los EEUU por su gran contribución a la… ¡capitulación!).

Puede que a los consejeros de Tsipras no les gustase esta entrevista. Puede que al mirar las estadísticas de opinión pública, ellos se volvieran temerosos de que el “si” estaba marchando hacia una enorme victoria, que sería entendida como su derrota y resultaría en su desahucio del poder. En cualquier caso, Tsipras intervino una segunda vez el martes 30 de junio, rogando a los griegos para que votasen “no”.

Entonces algo ocurrió. Desde el martes hasta el jueves, los griegos expresaron su opinión en un modo que ningún encuestador, político o analista podría predecir. Fue una cuestión de lógica y  esperanza. Sabían que no tenían mucho que esperar de los “acreedores”, excepto más catástrofes. La experiencia de cinco años había demostrado esto ampliamente. Pero este argumento no fue suficiente, pues también había muchos riesgos importantes que estudiar. 

En este punto, el mecanismo fundamental que condujo a revueltas en la historia, fueran violentas o pacíficas, fue puesto en movimiento. Determinando el resultado, entró en acción el estrato más profundo del subconsciente de individuos y colectivos. La dignidad ganó sobre el miedo.

Después de todo, Grecia estuvo siempre intrínsecamente conectada, como noción y como proyecto, con la resistencia a los invasores extranjeros, y también con las nociones de libertad, ciudadanía, y democracia. Aquellas nociones nacieron en Grecia, por primera vez en la historia humana. Permitieron la victoria de las antiguas ciudades griegas frente a la fuerza arrolladora de los imperios despóticos del tiempo antiguo, y fue esta batalla la que dio nacimiento a la noción de Europa. En tiempos modernos, dieron ejemplo solamente, los Griegos, junto con los británicos, pues fueron una parte de las pocas naciones que resistieron, en 1940-41, el ascenso del totalitarismo de aquella era, proporcionando a los soviéticos un tiempo y espacio preciosos para maniobrar y finalmente derrotar al monstruo.

Por desgracia, este no es solamente el único patrón permanente en la historia griega. El otro es la traición, una y otra vez, por los líderes, la dificultad de esta nación para adquirir un liderazgo en proporción a su heroísmo. Dionysios Solomos, el poeta nacional griego y autor del “Ditirámbicas a la Libertad”, que se convirtió en el himno nacional de Grecia, ejemplificado con una frase histórica dirigida a los habitantes de las islas Jónicas (Carta a los Eptanisios): “Mi querido pueblo, los creyentes fáciles son siempre traicionados”. O es que ¿puede ser el destino habitual para los utopistas, idealistas y amantes de la libertad?

El viernes, 3 de julio, cientos de miles de atenienses, puede que más, convergieron en la plaza de la constitución en uno de los encuentros más grandes del país para gritar una vez más “no”. Pero no había nadie en el gobierno para recibirlo.

El repentino cambio de sentido de gobierno, tan pronto como terminó la votación, provocó un golpe devastador a la moral y la psicología de la población griega, mucho peor que una derrota militar, porque es normal ser derrotado por un enemigo superior. No es normal que tu jefe te convoque a la batalla, solo para empezar a explicar las ventajas de la capitulación algunos días después. Todo el mundo está desapareciendo bajo sus pies. La sociedad griega de repente se encontraba en una situación de cataplexia emocional e intelectual, incapaces para hablar o hacer algo. Mucha gente incluso enfermó.

Un año después, los griegos todavía están sufriendo por este golpe moral y la derrota, y también por las terribles consecuencias que empiezan ahora a tener en sus vidas y en su país, transformándose gradualmente en una especie de Dachau financiero.

Según las encuestas más recientes, los sentimientos dominantes entre los griegos son ahora:

  • Enfado, 57,3%
  • Vergüenza, 53,8%
  • Miedo, 40,9%
  • Esperanza, 15%
  • Orgullo, 3,5%
  • Certeza, 3,1%

¿Fue este un resultado intencionado o el resultado de una extraña combinación de diferentes factores? No podemos responder a esta cuestión en un modo certero. Pero de seguro, que ni la historia griega ni europea terminó el 13 de julio (el referéndum británico es la última demostración de esto). Continuará y probablemente tendrá expresiones más violentas y peligrosas, con el factor geopolítico también interviniendo en la ecuación, como los ataques terroristas y la crisis de refugiados de 2015 ya han indicado.